De ninguna manera soy partidario de un caos en el Estado. Quiero lo mejor para mi país, y ello consiste en una armonía que abarque, en lo posible, a lo institucional, lo territorial, lo económico y lo social. Soy un utópico, lo reconozco, porque me gusta, como a los suizos, que la democracia sea aburrida. Y llevamos una semana –bueno, muchos años—en la que, lejos del aburrimiento, vivimos en el vértigo: alguien me tendrá que explicar mejor qué diablos hacían el ministro de la Presidencia y la ministra portavoz convocando, este lunes pasado, a las siete y media de la mañana y para dos horas después, una misteriosa conferencia de prensa en La Moncloa, en día para colmo festivo en Madrid.

¿Era necesario anunciar así, con tremendismo y falta de datos, que con el mismo sistema ‘Pegasus’ del ‘catalangate’ se había producido un ‘moncloagate’, en el que fueron espiados los teléfonos del presidente Sánchez y de la ministra de Defensa Robles?

Con este anuncio extemporáneo, propio más bien de un ataque de amarillismo periodístico, pero realizado por dos de los ministros con más peso del Gobierno central, se consiguieron varios efectos nefastos para la buena marcha del Estado, que ya hemos dicho que los suizos, que fabrican buenas democracias y buenos relojes, piensan que debería ser aburrida:

Desprestigiar al CNI, los servicios de inteligencia, que ya venían bastante desprestigiados de fiascos anteriores. Y, con el Centro, quedaba tocada también su directora, la hasta ahora desconocida Paz Esteban, que ha pasado a ser lo que nunca debería ser quien lleve las cosas ‘de los espías’: más popular que la ‘otra Esteban’, Belén.

Hacer tambalear a la jefa de la jefa de los espías, es decir, a la ministra de Defensa Margarita Robles, que tenía una ya de por sí difícil comparecencia parlamentaria el pasado miércoles en la que debería, aunque no fuese el tema oficial en agenda, explicar cómo, por qué, cuándo, cuánto, a cuántos, cuánto tiempo, con autorización de quién, para qué, se infectaron los teléfonos de más de sesenta personas vinculadas al separatismo catalán mediante el sistema israelí Pegasus.

Pero el anuncio del lunes de Bolaños e Isabel Rodríguez hizo que, además, Robles tuviese que internarse, sin poder legalmente, además, explayarse demasiado, internarse en el complicado vericueto de explicar por qué, y quién, espió nada menos que los teléfonos del inquilino de La Moncloa y de la responsable de las Fuerzas Armadas.

Introducir el caos explicatorio. Con el anuncio de Bolaños/Rodríguez, el proyecto de justificar el espionaje basándolo en unas presuntas relaciones de una parte del independentismo con la Rusia de Putin perdía consistencia o, al menos, protagonismo. Si se autorizaron las escuchas a los independentistas por esa razón, ¿qué otro motivo había para que por el mismo sistema se ‘pinchasen’, obviamente sin autorización judicial,  también los teléfonos del presidente y de la ministra ‘estrella’ del Gobierno?

Hacer peligrar el naciente acercamiento entre Marruecos y España logrado tras un brusco giro diplomático español en el Sahara, que ni mucho menos gustó a todos en el propio Gobierno e hizo tambalearse las relaciones con Argelia. Si no había sido el CNI quien controló al presidente del gobierno, a la ministra de Defensa y quizá a otros ministros, como el del Interior ¿quién había sido el espía?

La conjetura más obvia eran los servicios secretos de Marruecos, en plena confrontación de Rabat con Madrid.  Ese rumor, recogido incluso por The Guardian, atribuyendo la autoría a los alauitas, ha gustado muy poco al régimen de Mohamed VI. Y así una capa de hielo ha vuelto a caer sobre las siempre difíciles relaciones hispano-marroquíes pese a los esfuerzos de la diplomacia española por no culpar al vecino del sur de los ‘pinchazos’ a Moncloa y a los ministerios.

Conseguir disminuir aún más la credibilidad del Gobierno. Muchas voces incrédulas expresaron sus sospechas al hacerse coincidir la ’revelación’ del control ilegal a Sánchez y Robles con el ‘boom’ periodístico del ‘catalangate’. Ni el Govern de la Generalitat pareció creerse nada, ni la opinión pública española, comenzando por la oposición y por los propios apoyos al Gobierno Sánchez, tampoco.

Poner de manifiesto, una vez más, las profundas discrepancias en temas vitales entre los dos socios del Gobierno de coalición, agravado ahora con el choque entre Bolaños y la ministra de Defensa, que desvincula al CNI de la responsabilidad de no haber detectado las escuchas a Sánchez y a Robles. Podemos, incluso a través la ministra Belarra y de su portavoz parlamentario, Pablo Echenique, ha pedido de forma bastante abrupta la dimisión de la propia Margarita Robles, a la que Sánchez está obligado a sostener y respaldar, máxime cuando está a punto de tener lugar en Madrid una ‘cumbre’ atlántica que, dada la situación en Ucrania, puede ser la más delicada que haya  celebrado jamás la OTAN. Creo, por otra parte, que Robles goza de un importante apoyo entre los militares españoles y también, ahora, entre los europeos.

Algunas fuentes aseguran que Sánchez tendrá que prescindir de la directora de los servicios secretos, que es una profesional con muchas décadas en aquella misteriosa ‘Casa’. Me dicen que Paz Esteban, que acudió este jueves a declarar en la extraña y populosa comisión de secretos en el Parlamento, está literalmente harta de la situación y al borde de tirar la toalla. Quizá no lo haga de inmediato, pero lo cierto es que doña Paz está ya ‘quemada’, sin que el indudable apoyo que encuentra entre el personal del CNI –precisamente ahora que el Centro estaba a punto de celebrar su vigésimo aniversario, vaya por Dios…– pueda bastar ya para sostenerla.

Este es el panorama que se divisa desde el puente del observador en un Madrid cada día más inquieto por una situación política de la que Gabriel Rufián dijo que “podría cargarse la Legislatura”. Desde luego, el apoyo de Esquerra a Sánchez  cada vez se va a vender más caro. Únase a todo ello la petición del líder de la oposición, Núñez Feijóo, para que se acelere la disolución de las Cortes y se convoquen elecciones generales, más la última encuesta de El País vaticinando una derrota de los socialistas a cargo del PP-Vox y tendremos una radiografía aproximada de la situación. Para completar los síntomas, hay que meter en la batidora el nerviosismo patente en los ámbitos económicos, y la perplejidad que todo esto está causando en Europa, visible en algunas reuniones en el Europarlamento y se comprenderá que Pedro Sánchez, obligado a dar explicaciones a corto plazo en el Parlamento, esté tan callado, nerudianamente como ausente… No, no es este el mejor momento en sus casi cuatro años al frente del Gobierno. Ni esta vez se ha reseteado en ‘modo acierto’.

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