El caso de la mujer que rebanó el pene a su expareja por celos en un bar de Sant Andreu de la Barca ha quedado visto por sentencia. Una resolución que no tendrá ninguna sorpresa por el acuerdo muy trabado por el abogado Javier Rodrigálvarez y la fiscal de siete años de prisión y 250.000 euros de indemnización por responsabilidad civil. Una pena inferior en años, la fiscalía pedía diez, pero superior en dinero, porque el ministerio fiscal reclamaba poco más de 194 mil euros. Esta mañana, después del acuerdo, la presidenta del Tribunal, Patrícia Martínez, ha celebrado el juicio y ha dado turno de última palabra a la acusada que, con sollozos, ha pedido clemencia al tribunal y que le encuentre una manera de castigarla que no sea entrar en la prisión. La magistrada ha encogido los hombros, haciéndole memoria del acuerdo al cual habían llegado.
La narración de la víctima, sin aspavientos, y de la acusada no han dejado margen al error de interpretación, pero sí que han dado detalles de contexto, de antecedentes y de situaciones que permitían dar cierto sentido a la revancha que esta mañana se juzgaba. Los policías y los forenses han remachado el clavo. Uno de los momentos más impactantes del juicio ha sido cuando la víctima ha explicado que a pesar del pene cortado, y con la sangre que le emergía a borbolls, puso en marcha las cámaras de seguridad para grabar como la mujer le impedía salir del restaurante. «Si no está grabado, no existe», ha sentenciado, con tono de perfecto conocedor de la sociedad de la información, la víctima. Traje con una americana clara a cuadros y texanos, se ha mantenido entero durante la declaración.

«Sí, lo hice»
La declaración de la acusada ha sido curteta y en el pie, rápida. Ha reconocido los hechos a la franca pregunta de la fiscal. «Usted cortó el pene al señor Abdur?», ha inquirido una fiscal que ha ido por trabajo. «Sí, lo hice», ha contestado con solvencia Tània con velo rosa y traje verde oscuro, acompañada de una intérprete que seguía las instrucciones al pie de la letra de la presidenta del Tribunal. La declaración de la víctima ha sido clara: a pesar de tener intérprete, se ha expresado en castellano con una fórmula sencilla, pero eficiente, de sujeto, verbo y predicado.
La Abdur ha explicado que la noche de los hechos se dirigió al bar El Sibarita de la Barca para ayudar a cerrar el negocio. «Había sillas fuera y así lo ayudaba», ha detallado después de relatar al tribunal que era uno de los dos establecimientos que regentaba y en el que trabajaba la acusada. Abdur ha explicado que habían sido pareja, habían convivido y que, incluso, de mutuo acuerdo, habían decidido practicar dos abortos. Precisamente, este hecho fue crucial por la acción de la acusada. Un detalle nada menor que la defensa ha pedido tener en cuenta al tribunal, a pesar de la conformidad, por el trauma psicológico que sufre.
Aquella noche, la acusada propuso tener relaciones, pero él se negó porque «estaba muy cansado» y quería jugar al tragaperras un rato. Pero ella insistió y le sugirió una felación con los ojos tapados. Él apagó las cámaras de seguridad porque siempre que «hacían cosas, las apagaba porque no le gusta grabarlo». Pero, ella ya había preparado el escenario del crimen, con un cuchillo grande, largo y ancho de cocina, escondido. A la que llevaba una estoneta haciendo sexo oral, la mujer sacó el cuchillo y le seccionó el pene. «La sangre salía hacia arriba disparada!», ha comentado y a pesar de querer ir al hospital, la mujer no lo dejaba salir del bar. Escamado, con el trapo que le habían tapado los ojos se tapó la herida y encendió las cámaras para poder comprobar así que la mujer lo tenía cerrado al bar. Finalmente, pudo ir al hospital donde entró en juego la policía.

Los Mossos no se tragaron la versión
Uno de los aspectos claves de la vista oral ha sido la testifical de los Mossos d’Esquadra, que todos parecían, a raíz de la manera de vestir, que lejos de ir a un juicio iban a rodar
Visionaron las cámaras y recogieron testigos y constataron que la historia había sido muy diferente. De hecho, la única diferencia entre el relato del Abdur a la policía y las imágenes es que dijo que la mujer se le había acercado cuando estaba a la máquina registradora y realmente estaba a la máquina tragaperras. Un cambio curioso y justificado porque «administrativamente el amo de un bar tiene prohibido jugar a la máquina». En todo caso, las pruebas fueron concluyentes, la mujer le seccionó el pene por celos. Tenían una relación sentimental, que incluso, provocó dos abortos. El Abdur, pero, era un hombre casado, su mujer y su hijo permanecían a Blangadesh, su país de origen. Cuando la acusada descubrió un billete de avión para irlos a ver, tramó el plan. Una premeditación emboirada por un trastorno de angustia diagnosticado en el Hospital de Martorell y por el que se medicaba.
En el turno de última palabra ha pedido perdón y ha clamado al tribunal que todo y la sentencia de conformidad, lo libere de la prisión. «Póngame otro castigo, pero por favor, no me envíe en la prisión», ha exclamado. El hombre cerró los dos bares, y según los forenses espera una prótesis que supongan tres o cuatro operaciones para poder orinar sin dolor y tener algún tipo de relación sexual. Los dos se han evitado a los pasillos, ella, todo y el grito desesperado para evitarlo, tendrá que volver a la prisión después de haber sido enchironada durante dos años.