«Nada, no se inmutan, desde viernes que dicen el mismo». Esta es la conclusión casi unánime de los concentrados ante la prisión de Almeces que, un día más, han bloqueado la entrada en el centro penitenciario del Bages ante la última comparecencia de la consejera de Justicia, Gemma Ubasart, este lunes por la tarde. La enésima «promesa» de sentarse a hablar de medidas de seguridad, de condiciones y de reconocimiento hacia los sindicatos, pero sin cumplir ninguna de las peticiones que en formato de línea roja han remarcado los sindicatos: una dimisión política.

De hecho, la protesta general de los funcionarios y trabajadores de prisiones hacía tiempos que se iba empollando. Solo hay que recordar que la última reunión para la negociación del nuevo acuerdo, celebrada el pasado 8 de marzo, acabó, según los portavoces sindicales que han coordinado las protestas, «como el rosario de la aurora». Cinco días después moría asesinada la Nuria, una cocinera del centro penitenciario de Mas Enric. «El caso de la Nuria es una gota que ha hecho derramar el vaso de un sector que pasa desapercibido socialmente, incluso con un punto de incomodidad», comentan tres funcionarias de prisiones que comparten un termo de café a la carretereta que puerta a la puerta principal de Almeces.

Gemma Ubasart, en la comparecencia posterior a la celebración del comité de crisis/ACN
Gemma Ubasart, en la comparecencia posterior a la celebración del comité de crisis/ACN

Una responsabilidad política

«Tenemos agresiones, carencia de reconocimiento, no somos agentes de la autoridad, pocos recursos,… y encima, nos tratan como torturadores!», se exclamaban Xavi y Carles, mientras controlaban las dos furgonetas antidisturbios de los Mossos d’Esquadra que han hecho guardia -plácidamente- durante todo el día. Los funcionarios, agrupados en un colectivo bautizado como Camisetas Negras, esperaban una respuesta que fuera más allá que una «carpeta de propuestas». Al final, consideran que la «muerte de la Nuria tiene una responsabilidad política que alguien tiene que asumir, sea la consejera o Amand Calderó, el secretario de Medidas Penales».

La demanda hoy por hoy es «de interlocutores válidos dispuestos a crear una nueva política penitenciaria», de aquí la petición de dimisiones. Además, los trabajadores se malfian de las «carpetas de la consejera con sus propuestas» porque tienen la sensación que todo lo que están poniendo sobre la mesa «son cosas que ya están en marcha». «Cosas que, por otro lado, no cambian en nada la política penitenciaria ni el funcionamiento de los centros», consideran. En este punto, acusan los responsables de Medidas Penales de «tapar informes, expedientes disciplinarios o cocinar los datos».

Una imagen de la protesta del Catllar/Neus Bertola ACN
Una imagen de la protesta del Catllar/Neus Bertola ACN

Poco margen

En todo caso, saben que el margen que tienen es magro, porque no pueden tener los presos con condiciones de semiconfinamiento durante muchos días. Es una situación diabólica: «El material con que trabajamos no es un producto”, admiten. También son conscientes que la dinámica generada ha tenido el empujón del inicio de la campaña electoral del 12 de mayo. Además, hay una amenaza seria de sanciones y las presiones hacia los interinos. Unas presiones que ya han llegado al juzgado de instrucción número 6 de Figueras, que ha abierto diligencias por la denuncia de un abogado por los delitos, entre otros, de vulneración de los derechos de los internos y del derecho a la defensa, por el caso de un interno que el letrado no ha podido asistir en el centro de Puig de las Basses. A última hora del anochecer, el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), Jesús María Barrientos, exigía información al Departamento de Justicia sobre los servicios mínimos de la protesta a raíz de las incidencias que se han sufrido a los organismos judiciales.

En Mas Enric, el Catllar y Lledoners tienen decidido que levantaban el bloqueo. «Si continúa la situación, todos salimos perdiendo, y ya hay colectivos de presos que están nerviosos», comentan. De hecho, a las seis y media del anochecer, en Lledoners han tenido que entrar cinco binomios y dos jefes de servicio porque han tenido un código rojo en un módulo. «Ha habido pollo dentro», informaban los portavoces sindicales, que ordenaban dejar a los compañeros para que pudieran acceder en el centro penitenciario.

Una imagen de la protesta de los trabajadores de Can Brians/Jordi Pujolar
Una imagen de la protesta de los trabajadores de Can Brians/Jordi Pujolar

Quieren reconocimiento como agentes de la autoridad

Una de las reclamaciones más contundentes de los funcionarios es el reconocimiento de su trabajo como agentes de la autoridad. «No puede ser esta sensación de impunidad», explica Manel. «Sale de balde agredir, insultar o escupir un funcionario de la prisión», insiste Robert. «Solo ven derechos en el sistema y ninguna obligación, y creemos que habría de haber una contraprestación», añaden la Mari y Juan. «Cada vez hay agresiones más graves, los internos son más agresivos y sufren más enfermedades, el nivel de agresividad ha aumentado los últimos años», remarca Xavi. «No hay bastante unidades psiquiátricas, no hay recursos en esto», opina José. «Un maestro, un médico, un policía es agente de la autoridad, nosotros no, por lo tanto, nos hacen de todo», sostiene Ramon. Esta es una reclamación que está arriba de todo de la lista. El ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, ya se ha comprometido a convertirlos en agentes de la autoridad durante esta legislatura en el Estado español.

En este marco, los concentrados añaden comentarios sobre el sistema de reinserción. Pocas críticas, por no decir ninguna, al objetivo de este sistema, pero sí en las maneras. «No todo se vale y no todo es bonisme», conversan dos funcionarios pendientes del móvil para seguir la comparecencia de Ubasart. «Nosotros teníamos uno de los protagonistas de ‘Crims’, que troceó su suegra y la puso en un congelador, a la cafetería de exteriores», explica Xavi mientras sus compañeros le recuerdan, especialmente, «cuando cogía el cuchillo para cortar el limón». «Tenemos la sensación que no importamos a nadie», coinciden un grupo de cinco funcionarios y funcionarias mientras recogen un pedido para ir al hipermercado a cinco minutos de la prisión. La opinión general es que las medidas de reinserción tendrían que ser más controladas y más reguladas según los perfiles de los presos.

A la petición de más medios de seguridad o más «contraprestaciones» por parte de los internos, se añaden otras peticiones de naturaleza más laboral, como por ejemplo la jubilación anticipada. A pesar de que, un sector bastante numeroso es renuente mezclar esta «movilización» que quiere «responsables» con la «negociación de unas mejoras laborales». Uno de los otros puntos calientes, es la entrada de nuevos funcionarios. Una oferta pública de plazas que tampoco ven como un remedio si no se cambia la política penitenciaria. La protesta puede bajar de intensidad unos días, pero el conflicto continúa encendido a la espera de los movimientos políticos y con el impulso que puede aportar la campaña a las elecciones en el Parlamento.

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