La aprobación del dictamen de la proposición de ley orgánica de amnistía ha comenzado una nueva etapa. Desde jueves a mediodía, momento en que la comisión de Justicia del Congreso certificó el acuerdo entre el PSOE, ERC y Juntos para salir adelante la ley de olvido penal para los independentistas, ha empezado la numerología. La intención es afinar, en la medida posible, cuando podrían volver los exiliados, como por ejemplo el presidente Carles Puigdemont, la secretaria general de ERC, Marta Rovira, o el ex consejero y actual eurodiputado Toni Comín.

Las previsiones más optimistas sitúan la posibilidad del retorno, por el cabizbajo, a finales de mayo o principios de junio, justo en plena campaña de las elecciones europeas. Pero, nadie osa marcarlo en rojo en el calendario, porque el procedimiento se podría dilatar con maniobras jurisdiccionales. La complicidad del alta magistratura con los posicionamientos políticos más beligerantes contra la ley, representados por el PP y Vox, así como su cohorte mediática y empresarial. Las maniobras o zancadillas de parte de la curia togada podrían retardar la aplicación de la amnistía, según algunas fuentes consultadas, hasta el otoño de este año. La conducta de los jueces es la clave para un retorno con garantías.

Alberto Núñez Feijoo, en una intervención en el Congreso entre Cuca Gamarra y Esteban González Pons/Congreso
Alberto Núñez Feijoo, en una intervención en el Congreso entre Cuca Gamarra y Esteban González Pons/Congreso

La primera traba de la amnistía, en el Senado

El trámite de jueves era el pistoletazo de salida al procedimiento legislativo para aprobar la ley. El sistema de urgencia escogido reglamentariamente para acelerar la entrada en vigor reduce en la mitad los plazos que prevé el reglamento del Parlamento y ahorra los trámites consultivos. Así, el texto se aprobará en el plenario de la cámara baja que la Mesa que preside Francina Armengol programe para el próximo 14 de marzo. De hecho, en el debate de la ley se pueden introducir votos particulares, pero ninguno de los partidos implicados en el texto de la ley tiene intención de presentar y modificar el texto aprobado jueves. Una vez aprobada por el Congreso, la ley pasa a una nueva pantalla, el Senado.

La mayoría del PP en la cámara alta servirá a los nacionalistas de la derecha española por obstaculizar la ley siguiendo las órdenes de su líder Alberto Núñez Feijóo. Los populares han pensado todo tipo de tácticas y filibusterismos para hacer atrasar la aprobación definitiva de la ley. En un primer momento, la mayoría popular del Senado ya modificó el reglamento para evitar que se tramitara por la vía de urgencia. Por otro lado, han reclamado informes a los letrados de la cámara alta sobre la admisión a trámite de la ley, cuando llegue y hagan un examen preventivo de la constitucionalidad de la ley. Además, el PP juega con el informe de la Comisión de Venecia, que el único reproche que hacía a la ley es que le hacía falta mes debate y de negociación para lograr más consenso político.

El pleno del Congreso de los Diputados, celebrado al Palacio del Senado / EP
El pleno del Congreso de los Diputados, celebrado al Palacio del Senado / EP

Dos meses encallada en el Senado

Si se superan estos dos escollos, con todo el juego de recursos y peticiones de reconsideración, la Mesa del Senado tiene que decidir qué comisión tramita la ley. Es decir, si la comisión legislativa que tiene que debatir la ley tiene que ser la de Justicia o la comisión Constitucional. Sea como fuere, el Senado solo podrá entretener la ley poco más de dos meses. Por lo tanto, a mediados de mayo tendrá que volver al Congreso, y todo apunta, que la mayoría en el Senado vetará el texto para que haga falta esta segunda votación en la cámara baja. Una decisión irrelevante, porque el Congreso tendrá que volver a votar el mismo texto que se presentará el 14 de marzo.

Una de las otras posibilidades es que la cámara alta proponga enmiendas, un hecho que puede retardar algo más la tramitación legislativa final, porque las enmiendas se tendrían que debatir y votar. Una vez celebrada la votación, la mesa completará el procedimiento de sanción de la ley y su publicación en el Boletín Oficial del Estado, cuando entraría en vigor. El cálculo es, pues, que como mucho a finales de mayo la ley permitiera teóricamente la vuelta de los exiliados.

Los nuevos jueces en Cataluña paran la oreja a Barrientos durante su discurso/Quico Sallés
Los nuevos jueces en Cataluña en el día del juramento del cargo, que tendrán el poder de estirar más o menos el chicle de la amnistía /Quico Sallés

La fase de los tribunales, segunda traba para la ley de amnistía

Pero la historia no acaba aquí. De buen seguro, una vez se llegue a la publicación de la ley, las formaciones parlamentarias contrarias -solo hacen falta 50 diputados- en el plazo de tres meses podrán presentar el recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional, a pesar de que no suspendería la ejecución de la ley. Además, una vez resuelva el recurso, la resolución llevará el sello de cosa enjuiciada. Mientras tanto, con la ley en la mano, los que podrían ser objeto de la amnistía pueden instar su aplicación.

De hecho, la fiscalía también. Tanto es así que el ministerio público hace tres meses que pidió a diferentes fiscalías un excel con los casos susceptibles de entrar en la ley. La fiscalía de Barcelona, la que tiene más casos, pidió algo más de tiempos. El sistema de archivo de fiscalía no permite llevar un registro informático de causas que puedan entrar en la amnistía, y ha acontecido un verdadero trabajo de orfebrería localizar todos los casos, entre condenas, procesos abiertos, conformidades o archivos provisionales.

En todo caso, cualquiera que crea que su caso puede ser susceptible de acogerse a la amnistía lo tiene que instar al tribunal sentenciador. Y aquí entra la otra vuelta de tuerca que se guarda la judicatura, la cuestión de inconstitucionalidad. Es decir, la pregunta que puede dirigir cada juez que tenga un caso en que se le reclame la amnistía al Tribunal Constitucional, sobre si su aplicación podría vulnerar la Constitución o alguno de los derechos y libertades recogidos a la carta magna. El último escalón sería platear a la justicia europea una cuestión prejudicial. De todas maneras, la ley de amnistía prevé que tanto si se presenta una cuestión al TC como si se hace a los tribunales europeos no se suspendería, teóricamente, la ejecución de la amnistía. De todas maneras, el control procesal de estas cuestiones quedarían en manos de las oficinas judiciales, que, en el peor de los casos, podrían atrasar la aplicación algunas semanas.

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