Después del innegable batacazo que supusieron los resultados del 12-M, el conjunto del independentismo parlamentario se desespera en la busca de una nueva estrategia ganadora. Lo hace, especialmente, porque de este último ciclo electoral no ha surgido ninguno: la bandera de la gestión ha servido para hacer retroceder ERC, mientras que el recuerdo del 2017 no ha servido para que el presidente al exilio Carles Puigdemont movilice el conjunto del independentismo descontento. Tampoco la propuesta de A la vez, la más explícita en su reivindicación del impulso del pasado ciclo político, ha sacado cabe de bajo el agua, con unos 13.000 votos producto de una coyuntura especialmente hostil para su mensaje. El «grupo de gente descontenta con cómo fueron las cosas el 2017», en palabras del politólogo de la UPF Toni Rodón, no ha conseguido evitar que el voto en clave nacional se quedara en casa.

La lectura que en fan las voces expertas, en este sentido, no es especialmente pesimista en cuanto a la salud del movimiento. «Hay una bolsa de votante independentista que ha pasado a la abstención: está, no ha desaparecido», razona Jesús Palomar, de la Universitat de Barcelona. A la vez, a parecer del politólogo, aparece con la intención de «gritar este colectivo»; si bien los resultados parecen refutar, a corto plazo, sus tesis. Las nuevas palancas del sobiranisme, pues, tampoco han servido para sacar en la calle el electorado que se han dejado los tres partidos del Proceso; y el contexto no lo favorece. Las probabilidades que una formación extraparlamentaria irrumpa en una cámara legislativa son bajas, apunta Rodón. En el caso del 12-M, solo una bastante ha entrado en el Parlamento desde fuera, y lo ha hecho, recuerda el profesor de la UPF, con una propuesta única –single issue, que dicen los anglosajones- especialmente procíclica: el rechazo xenófobo a la inmigración. A la vez, por su parte -y a pesar del trazo grueso que acompaña la juventud- ha buscado vehicular la pulsión independentista en varios ejes: ha hablado de lengua, de renovables, de turismo o de infraestructuras. Un programa «ambicioso», reconoce el experto, que a pesar de todo puede «despistar el elector». «Cuando intentas alcanzar mucho, es difícil ganar gente; si encuentran desacuerdos contigo, acabarán votando los de toda la vida», comenta.

La cuestión de los liderazgos ha estado también, según las fuentes consultadas, un importante escollo para la formación fundada por Jordi Graupera y Clara Ponsatí. El filósofo y la ex consejera parecen ocupar, a juzgar por el análisis de ambos politólogos, un problemático espacio de cara al votante: ni están bastante arraigados para apelar personalmente a los votantes, ni son bastante renovadores para activar una nueva imaginación independentista. La tesis de la renovación de caras, por un lado, queda en entredicho con los resultados en la mano. «A pesar de que no suba de forma espectacular, la primera bastante ha estado Puigdemont», constata Rodón, apuntando que «los partidos son muy resilientes»; y mover las masas de votos se hace enormemente complejo, especialmente en una coyuntura de bloques como el actual. Por otro lado, y si bien concede que el independentismo «guarda respeto por la figura de Ponsatí», Palomar recuerda, más allá del 2017, su importante rol en la estrategia internacional de Juntos. «Por qué votar la copia si puedo votar el original?», ironiza el profesor, que recuerda que «la gente, generalmente, desconfía de las nuevas marcas»; más todavía cuando no consiguen desmarcarse de los espacios ya existentes. «Mucha gente veía Alhora como un Junts dos, no como una nueva opción, ni un proyecto nuevo», critica.

Carles Puigdemont, durante la rueda de prensa donde ha anunciado que se presentará a la investidura / Juntos+

El factor Puigdemont, pues, irrumpe con bastante en la campaña de A la vez. El proyecto de Ponsatí y Graupera decide concurrir al 12-M antes de saber que la amnistía permitiría que el presidente al exilio fuera la cara visible de Juntos. Incluso las -todavía exiguas- bases del partido reconocían el conflicto. Voluntarios durante los actos de campaña aseguraban que incluso entre ellos surgían dudas: el gerundense es todavía su proyecto. Las respuestas a las piadas de ambos candidatos estaban llenas de votantes postconvergentes alabando sus esfuerzos, pero pidiendo su retirada «por responsabilidad». Ahora bien, los expertos consultados dudan si una cabeza de lista juntaire diferente hubiera significado una bolsa de voto importante para Alhora. «Seguramente parte del voto habría mirado a otro lugar, pero no a este. Seguramente a la abstención», razona Palomera. Rodón coincide: «En un mundo paralelo donde el candidato de Junts no es Puigdemont les habría ido mejor? Lo dudo», sentencia.

El independentismo todavía está

Pocas son las voces de las fuerzas parlamentarias españolas que esquivan el optimismo de la voluntad en cuanto a los resultados del 12-M. Solo el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, elevó la voz de alerta entre un empresariado entregado al discurso socialista del cambio de página a su intervención a la 39.ª Reunión del Círculo de Economía. «Que no hayan pescado este año no significa que en el próximo trabajo no haya peces», arrambava un agresivo líder conservador -haciendo un esfuerzo constante para reiterar que «había venido a decir el que pensaba»-. Palomar, en un sentido similar, constata que, a pesar de que «el Proceso ya hace días que acabó», es un error identificarlo con un fin de la bastante social del independentismo. La muchedumbre de electores soberanistas que han hecho el salto a la abstención -como constata el retorno a la norma de la participación del 12-M después de una década de mareas a las urnas- no demuestran que la pulsión ha desaparecido. Antes al contrario; sugiere que todavía está, esperando a ser activada, comenta el experto. Sin el movimentisme de la última década, el votante es más proclive a quedarse a casa:»Cuando la gente se moviliza, es más activa; sería un problema si la gente continuara cada día en la calle, pero los votos no estuvieran».

«Esto va por ciclos», subraya Rodón: en la salida de 10 años de ebullición social, un resultado producto de cierto enfriamiento en la calle hace cara de fracaso. Para reavivar el movimiento, razona el politólogo, la clave es la sociedad civil: un exclusivo cambio de caras electorales sería un cierre por arriba de un conflicto que es de base. «Si la ciudadanía cree que desde las instituciones no se conseguirá la independencia, no irá a votar», prosigue. El análisis del profesor coincide, en este punto, con el de Graupera y Ponsatí: más allá del proyecto concreto, ambos fundadores no se cansaban de repetir, desde la puesta de largo al Teatro Borràs, que «quién diga que la independencia no se puede hacer, miente». Ahora bien, los cambios en vanguardia política no serían el fuego del nuevo escalf social, sino producto de este. «Sean siglas clásicas o nuevas, se tendrían que plantear qué hacer para que la gente vuelva a votar», apostilla Palomar.

El valor político de la nostalgia

Ahora bien, el impulso de A la vez era, precisamente, retomar el camino que, a parecer suyo, se abandona a raíz de los meses posteriores al 1 de Octubre. Palomar duda, pero, que de cara al nuevo capítulo del independentismo, las referencias directas al 2017 sean muy operativas. «Somos un pueblo que recuerda el 11 de septiembre del 1714 -bromea- sufrimos la historia». El referéndum, y las carencias de sus consecuencias políticas, pueden servir, a parecer suyo, como referente, como mito fundacional. Pero ya no como bastante movilizadora del cuerpo político que tiene que venir. «Ni siquiera los partidos políticos han hecho el cambio de ciclo», lamenta; tampoco A la vez. Este hecho lastra una pulsión social que ya ha pasado de pantalla sin que lo haya hecho su contraparte institucional. En este sentido, el politólogo ve un vacío en la autoreflexión de los partidos, de su rol en el logro de la independencia. «No se piensa en los cambios que se tienen que hacer», todo y la reestructuración que plantea parte del arco parlamentario.

El presidente de ERC, Oriol Junqueras, en un mitin en Torredembarra / ACN

Es cierto que ERC ya ha planteado un congreso nacional donde se dirimirá el futuro incluso de la figura de Oriol Junqueras, pero «primero tienen que venir los cambios, y después los liderazgos». En cuanto a Junts, Rodón apunta a la «importante» figura de Puigdemont, que todavía sostiene la estructura. La CUP, recuerda el profesor de la UPF, sí que está en un momento de reformulación interna -tanto orgánica como estratégica-. El caso de la Esquerra Independentista, pero, no se puede coger como paradigmático por su histórica inestabilidad interna: «Van por otra dinámica, están en permanente crisis reconstructiva». A la vez, por su parte, hará el trabajo que tenía que haber hecho antes del adelanto electoral: un congreso fundacional que establezca no solo las líneas maestras del partido, sino también la estrategia por la cual apuestan con relación a la sociedad civil independentista.

Los próximos cuatro años, dos, el independentismo todavía, pues, el reto de «rearticularse», alrededor de una base social poco movilizada y unas siglas cuestionadas por los resultados electorales. La definición del próximo Gobierno, si es que sale cabe del 12-M, será clave. En cuanto a las opciones de A la vez, Rodón augura «muchos años de trabajo» para hacerse espacio dentro del imaginario del votante soberanista. Si bien es cierto que la inestabilidad interna a ERC o la CUP, unida al abstencionismo, permitan pensar en nuevas geometrías dentro del bloque nacional, el politólogo «no ve» los de Graupera «captando voto de este electorado». En cuanto a la salud general del movimiento, Palomar es poco optimista: tanto partidos como entidades están lejos, todavía, de una adaptación al nuevo contexto. «Hay que romper muchas rémoras, con ideas y personas del pasado más reciente», declara. «Tienen que empezar a entender que hay independentismo más allá del proceso», y que la táctica puede variar sin cuestionar la estrategia. «La independencia es todavía una voluntad, pero hace falta un nuevo camino», concluye.

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