«El Partit dels Socialistes de Catalunya nunca improvisa». Esta es la reflexión de un dirigente de la vieja escuela del PSC en conversación con El Món. Posiblemente, la prueba de este rasgo de identidad son las elecciones al Parlamento de Cataluña avanzadas por el presidente Pere Aragonès del 12 de mayo. A los socialistas no les ha pillado dormidos, al contrario. La conferencia de su candidato, Salvador Illa, pronunciada esta tarde en las Drassanes de Barcelona, ante 1.200 personas, -el primer gran acto de campaña- ha acreditado que la maquinaria socialista hace mucho tiempo que se prepara. Un plan trabado, sobre todo, después de la escisión que, a trocitos, sufrió la formación a raíz del Procés soberanista. De hecho, la campaña que perfila Salvador Illa está arraigada en la estrategia que impuso Miquel Iceta cuando salvó el partido del desastre electoral.
Illa vuelve a ser candidato en una situación dulce para el socialismo en Cataluña, con su recuperación electoral y con la reconquista de alcaldías históricas como Lleida, Tarragona y, por supuesto, Barcelona, así como partícipe en gobiernos como Manresa, y con un incontestable dominio en ciudades como Sabadell, Hospitalet de Llobregat, Cornellà y Granollers. En este contexto, el candidato de los socialistas ha reafirmado su liderazgo interno y ha impuesto un estilo institucional para intentar el asalto en la Casa de los Canonges. Este jueves, empresarios, sindicatos, entidades, activistas, académicos, ejecutivos, exfiscales y, sobre todo, notorios ex convergentes se han dejado ver con ganas en la sala. Han olido lo que en política se denomina caballo ganador.
La idea del «gobierno a la sombra» ha servido para abrir la veda de la campaña, y ha recogido los frutos de cuatro años en que Illa se ha paseado por todo el país con una estrategia política que ha abandonado la socialdemocracia por un socioliberalismo

La mancha de aceite
«Aquí, a Presidencia, cada día viene gente preguntando por el señor Illa». Un comentario de trabajadores del Parlamento que ven, ya con normalidad, la cantidad de visitas que recibe el cabeza de lista de los socialistas. Como su despacho se encuentra de camino al de la presidencia de la cámara, la confusión es habitual. Una prueba más del trabajo de hormiga, y de agenda, que ha ido articulando desde que fue elegido presidente del grupo parlamentario de la cámara catalana. Un papel que ha aprovechado al máximo para explotar una imagen de gestor público riguroso con una hoja de servicios en la gestión de la pandemia como ministro de Sanidad, con la cual ha conseguido convencer de que «como mínimo, no hizo que las cosas fueran peor del que estaban». De aquí que mire con cierta distancia el caso Koldo.
Sindicados, patronales, asociaciones, entidades sociales, clubes de fútbol, plataformas, fabricantes de caganers, industrias, alcaldes y, incluso, el Instituto de Estudios Catalanes y la sede de los Mossos d’Esquadra han sido los objetivos de su agenda. Por un lado, ha mostrado la marca «de oposición responsable», dando por sentado que han hecho apoyo a los dos presupuestos del presidente Pere Aragonès y no han renunciado, al contrario, a ser un partido de

«Unir y servir»
El mismo lema de precampaña presentado,
De hecho, el candidato no ha fallado a su estilo y, lejos de aportar magia o encanto a la política catalana, quizás pensando que está sobrada de épica, Illa ha querido comenzar la campaña poniendo las bases de lo que sería su gobierno y sus primeras medidas. De entrada, la sorpresa de la creación de un comisionado de autogobierno que encargaría una auditoría del actual estado de los servicios públicos. Una medida que se ha cuidado bastante de decir que no es «contra nadie», pero sí a favor de los «servicios públicos». A la vez, ha prometido una financiación «realizable» que no genere «frustración». Todo ello como una tercera reforma tranquila. De hecho, se ha autocolocado como heredero de Josep Tarradellas, Pasqual Maragall y José Montilla. Así, ha prometido la tercera «gran transformación democrática» de Cataluña. Si Tarradellas trajo el autogobierno, Maragall y Montilla el patriotismo social, Illa se compromete a «unir y servir», el lema de la precampaña. Y, un detalle, entre las propuestas concretas que asumiría desde un buen comienzo, la ley de cacería y un decreto ómnibus para la sequía. Dos conceptos pensados para más allá de la consagrada -por los socialistas- área metropolitana de Barcelona.
