«Nuestra sociedad ha usado el espacio para organizar el tiempo. Cada tiempo tiene su espacio (…) Movernos en el espacio quiere decir moverse en el tiempo. Por eso decimos que ‘vayamos a trabajar’ o que ‘nos vamos de vacaciones’: porque explicamos un cambio en el uso del tiempo a través de un desplazamiento en el espacio. Cuando la pandemia y el confinamiento han convertido todos los espacios en un solo espacio, se nos desatina el tiempo. Se nos desordena. Hay gente que te dice que, en confinamiento, no sabe en qué día vive ni qué hora es». Este fragmento concentra, seguramente, la esencia de Les flors de maig. Dietari del jardí confinat, el libro que Vicenç Villatoro ha publicado con la Fundación Torre del Palau, una editorial de Terrassa que lo impulsó a rescatar la libreta donde había escrito, día a día, sus actividades y reflexiones del mes de mayo de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia de la Covid. El prólogo es de Xavier Sierra Valentí, de la Real Academia de Ciencias Médicas, muerto recientemente pero que todavía estuvo a tiempo de presentar el libro en un acto en Terrassa.

Villatoro, escritor, periodista y colaborador d’El Món, escribe dietarios desde los 20 años y siempre lleva una libreta encima. Nunca piensa en si se publicará o no: «Nunca pienso que se publicará, pero tampoco pienso que no se publicará», subraya en conversación con este diario. Con esta posibilidad abierta, siempre escribe con intención literaria. Cuando llega el momento, si llega, los textos están a punto, y no los rehace. «Puede ser que se haga alguna corrección leve de estilo, pero nunca cambio el sentido de lo que escribí, aunque hechos posteriores hagan evidente que me equivocaba«, asegura. Y esto es lo que ha hecho también en este caso. «Una editorial de Terrassa me preguntó hace poco si tenía algún texto de no-ficción que hablara de Terrassa y su entorno y, como que no hay nada más local que un confinamiento y ellos ya habían publicado dietarios, los ofrecí este, que no estaba escrito como testigo histórico, pero que de aquí a veinte años quizás servirá para alguien para saber algo de lo que pasó en aquel periodo extraño», explica.

El porqué de la elección del mes de mayo

Si eligió el mes de mayo, cuando ya hacía un mes y medio que había empezado el confinamiento, fue porque fue en aquel momento que había «tomado conciencia de hasta qué punto aquel tiempo era excepcional y merecía la pena cerrar un trozo con una especie de paréntesis». Y el mes de mayo, además, le permitía dar protagonismo al pequeño jardín de la casa donde vive, en Matadepera, en el cual antes no se había fijado «ni poco ni mucho» y que, de repente, pasó a ocupar una parte central de su vida como confinado. Además, titulando el dietario Las flors de maig podía rendir también un pequeño homenaje a sus abuelos maternos, que habían estado cantores de coral en la tradición catalanista de los Cors de Clavé, que tenían como bandera la canción que lleva este título.

El libro de Vicenç Villatoro sobre el confinamiento, 'Las flores de mayo. Dietario de un jardín confinado' / S.B.
El libro de Vicenç Villatoro sobre el confinamiento, ‘Les flors de maig. Dietari del jardí confinat’ / S.B.

Ciertamente, los árboles y las flores de este jardín, especialmente un esforzado rosal en dificultades que el autor sigue con especial cuidado, marcan el paso del tiempo a lo largo de los 31 días consignados. Y esta es la clave del dietario. Según Villatoro, de todos los dietarios y de toda la narrativa. «En un dietario, y diría que en toda la narrativa, en realidad no hay ningún otro tema que el paso del tiempo», argumenta. Los cambios en la gestión del tiempo y su percepción que comportó el confinamiento hacen que en este caso esta afirmación sea una verdad rotunda. Hasta el extremo de que cuando lo empezó, el uno de mayo, no sabía cómo evolucionarían las semanas siguientes de tránsito hacia el desconfinamiento.

«Cuando haces un dietario no sabes qué pasará. El único guion es el paso del tiempo. Lo que pasa es que a veces el tiempo es un buen guionista. Yo solo decido que el jardín tiene protagonismo y de repente nos encontramos que allí aparece una serpiente que nunca habíamos visto y que no hemos vuelto a ver. Se dejó ver solo en aquel momento, para hacerse presente como en el mito del jardín como paraíso terrenal», recuerda. De hecho, los agentes rurales que fueron a hacerse cargo de la serpiente ya no la pudieron encontrar, y ellos mismos les explicaron que seguramente tenían una madriguera de serpientes –no venenosas– en el jardín y nunca las veían.

Un pavo real en la autopista, el nacimiento de un nieto, la muerte de un amigo

La aparición de la serpiente no es el único hecho relevante relacionado con la naturaleza y con la vida, imparable a pesar de todos los confinamientos posibles, que aparece en el dietario. Otro momento impactante es cuando, en un desplazamiento autorizado para ir a grabar una conferencia –era trabajo–, Villatoro tuvo que frenar para no atropellar un pavo real que atravesaba parsimoniosamente una autopista desierta. También hay el nacimiento de un nieto y la muerte de un amigo, Juste de Nin, de un cáncer fulminante –no de Covid–, que no pudo despedir en un funeral porque no estaban permitidos por la pandemia. También salen el teletrabajo, los paseos por el bosque en las horas permitidas que empezaron en mayo y la lectura compulsiva. «Creo que la gente leyó más no solo porque tenía más tiempo, sino porque además, como tuvo que reorganizar y redescubrir los espacios de su casa, seguro que también encontraron espacios especialmente adecuados para leer», reflexiona.

La capacidad humana de adaptarse a todo y un cambio que no fue definitivo

Ahora bien, uno de los «subtemas» destacados de Les flors de maig –insiste en que «tema solo hay uno, el paso del tiempo», de forma que todo el resto son subtemas– es «nuestra infinita capacidad de adaptarnos a todo». «Hubo escenas que fuera del confinamiento serían surrealistas, como la del pavo real en la autopista. Pero entonces nos parecía normal y ahora ya no. Ya está olvidado», subraya.

Como se deduce leyendo el dietario, mientras lo escribía, confiaba más bien poco en el retorno de la normalidad: una percepción que ahora ha quedado desmentida y que el autor no ha querido corregir, porque, como subraya, «nunca» reescribe sus dietarios. «En aquel momento el confinamiento era percibido como un periodo de provisionalidad, pero no lo veíamos cerrado con un paréntesis. La sensación era de que lo que vendría después sería diferente de lo que había antes, y al final no ha sido así, pocas cosas han cambiado para siempre. El mundo había cambiado, pero había cambiado para aquel momento, no para ahora», concluye.

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