«Yo no quiero matarlos. El día que yo desaparezca, alguien los tendrá que continuar», respondía Francisco Ibáñez cuando se le hacía la pregunta maldita del creador de éxito cuando pasa de los 60 años. A diferencia de Hergé, que congeló a Tintín, Ibáñez ha dejado un mandato de continuidad de Mortadelo y Filemón que, como suele pasar con los grandes personajes, acabará, sí o sí, en polémica con grandes dosis de desprecio hacia los sucesores.
Pero también es cierto que el campo de juego de Mortadelo y Filemón es muy abierto. A diferencia de la mayoría de los referentes del cómico europeo –y, especialmente, de la escuela francobelga que inspiró las mejores páginas de Ibáñez–, los dos detectives de la TIA tienen unos contornos biográficos bastante difusos y su relación con la actualidad ha sido variable a lo largo del tiempo. La serie empieza en plena dictadura, a finales de los cincuenta, y de aquí surgen algunas de las características que se debieron más al acoso de los censores que a la voluntad del creador.
El misterio de la sexualidad de los detectives de Francisco Ibáñez
Por ejemplo, hay muy pocas mujeres y –con alguna excepción tardía– los dos detectives, que viven juntos en una pensión de mala muerte, no se relacionan con ellas. De aquí que, a menudo, se les haya considerado una pareja oculta dentro del armario de papel. Pero no. El mismo Ibáñez lo desmintió en un álbum biográfico que los define como heteros, digamos, desafortunados. Otra cosa es que Mortadelo (como hace Buggs Bunny, por cierto) se tome a menudo la libertad de disfrazarse de personajes femeninos.

La censura tampoco permitía ni media broma sobre la policía o las autoridades, así que Ibáñez importó una especie de bobbies ingleses que le evitaban disgustos en las escenas que acababan con un agente con la porra en la mano. Con el tiempo, sin embargo, todas estas normas se acabaron relajando, hasta el punto de que a finales de los años setenta aparecen referencias a grupos terroristas como la «Teta» y se añade un secundario femenino, la secretaria Ofelia, que está explícitamente enamorada de Mortadelo y protagoniza algunos gags más o menos sexualizados.
Viven en Barcelona y la TIA tiene la sede en la ciudad
Otro tema es la catalanidad, o no, de los dos agentes secretos. Francisco Ibáñez da algunas pistas contradictorias a lo largo del tiempo, pero parece claro que la TIA tiene la sede en Barcelona y que Mortadelo y Filemón viven en la ciudad. Una de las aventuras, titulada

Han acabado 65 años de trabajo de Francisco Ibáñez con Mortadelo y Filemón, pero también con una larga lista de secundarios de lujo, como
