Los parecidos históricos pueden superar cualquier guion por increíble que parezca. Por ejemplo, entre internet y las palomas mensajeros. Una coincidencia entre dos momentos históricos claves de Cataluña. Por un lado, los Hechos de Octubre de 1934, cuando el presidente Lluís Companys declaró el Estado catalán dentro de la República Federal Española, y de los cuales este domingo, día 6, se cumplen 90 años. Y, por otro lado, el referéndum del Primero de Octubre del 2017, que esta semana ha cumplido 7 años en medio de un vivo conflicto interno dentro del independentismo y contra los poderes más agresivos del Estado.
En concreto, hay que recordar que, durante septiembre y el octubre del 2017, una de las obsesiones del Estado para parar el referéndum fue cerrar el paso a páginas webs e, incluso, las redes de comunicación por internet. De hecho, enviaron un buen número de policías y agentes de la Guardia Civil para parar la actividad del Centro de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información de la Generalitat de Cataluña (CTTI) y ocuparon sus instalaciones durante los días previos y posteriores al Primero de Octubre, afectando a varios servicios de la Generalitat.

De las palomas a internet
Durante el referéndum, las alcantarillas del Estado activaron Forocoches, un nutrido foro de internet, que ayudaba a hacer ataques selectivos contra direcciones IP de los colegios electorales. El sistema de contrainformación y el censo universal esquivaron el ataque en las redes y los sistemas integrados para el recuento electoral. De hecho, fue la misma táctica que la utilizada durante la consulta soberanista que el 9-N cumplirá 10 años. Así mismo, el 2017 la clausura de páginas web por orden gubernativa fue una constante en toda dirección que se sospechaba favorable al derecho a la autodeterminación. Despacio se ha ido descubriendo el escándalo, como el caso Pegasus, de intervención de las comunicaciones a los líderes civiles y políticos del Proceso, así como de su entorno.
Pero esta obsesión por las comunicaciones no es nueva. Ni mucho menos. Durante los Hechos de Octubre del 34 era evidente que no existía internet y era relativamente fácil que el ejército controlara las comunicaciones telefónicas y telegráficas por el rudimentario sistema que todavía funcionaba entonces. Pero había un sistema que se escapó a la inteligencia militar de la República contra los independentistas: las palomas mensajeros. El descubrimiento por parte de agentes de la autoridad de palomas con mensajes susceptibles de ser considerados instrucciones para los favorables a la declaración del Estado Catalán del presidente Companys activó a la comandancia militar en Cataluña para detectar las aves y retirarlas de circulación. Así lo demuestran unos legajos de documentos desclasificados recientemente, a los cuales ha tenido acceso El Món y que proceden del Archivo Intermedio Militar Pirenaico, con sede al cuartel del Bruc, en Barcelona.

El criador, desaparecido
La sospecha de los militares era que los reductos independentistas que no habían sido arrestados o sus equipos de socorros y apoyo se comunicaban a través de palomas mensajeras. Unas aves que operaban desde Barcelona hacia el resto del país. Así, en la posterior represión por los hechos del 6 de octubre, en que algunos historiadores cuentan hasta 8.000 detenidos, los militares y la policía, en concreto, la Guardia Urbana de Barcelona, recibieron órdenes del Estado Mayor de seguir el rastro de las palomas para constatar qué tipo de mensajes trasladaban y comunicaban.
Especialmente interesante es un informe remitido en el Estado Mayor el 28 de octubre, firmado por el teniente inspector en jefe de los servicios de policía urbana, tráfico, circulación y vigilancia. En este atestado, se informa el general en jefe de la División Militar de Barcelona de la captura de una paloma sospechosa por parte de un capitán del ejército. En el registro de la paloma interceptada no encontraron ningún mensaje, sino que “bajo las alas” había “una inscripción donde se leía ‘calle Sant Antoni Abad número 15′”. Una pista que el capitán no quiso desaprovechar. Así, montó una unidad especial con un sargento y un agente de la Guardia Urbana para vigilar aquella dirección y constatar si era un cuartel de aves mensajeras.
Después de una discreta vigilancia, la policía entró en el local, un café concurrido, y constató que, efectivamente, además de máquina de café, cerveza y toneles de vino, había jaulas con palomas dispuestas a pasar mensajes clandestinamente entre los independentistas. De las “gestiones practicadas”, es decir, los testigos, como por ejemplo camareros o personal del establecimiento, aseguraron a los investigadores que las palomas eran propiedad de un señor que se decía Pedro Feliu, también propietario del café. Ahora bien, a Pedro no lo pudieron pillar ni llevarlo ante las autoridades porque “había desaparecido”. Las aves, sin embargo, fueron confiscadas.

