El Rexurdimento gallego, de la segunda mitad del siglo XIX, equivale, aproximadamente, a la Renaixença catalana. Una de las figuras clave de su inicio fue Rosalía de Castro, poetisa nacida en Santiago de Compostela que también escribió en castellano. Hace cuarenta y seis años, el 23 de octubre de 1979, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT) decidió emitir una serie de billetes de 500 pesetas dedicados a la escritora. Era un periodo de cierta apertura cultural del Estado español y el billete incluso llevaba caligrafiado, de puño y letra, un poema en gallego: «Non Follas novas, ramallo de toxos e silvas sôs, hirtas, coma as miñas penas, feras, coma a miña dor» («No hay hojas nuevas, un montón de tocones y zarzas rígidas, como mis penas, feroces, como mi dolor»). En aquella época, 500 pesetas (3 euros, si se hace la conversión sin tener en cuenta la inflación) eran una cantidad respetable; daba para una cena para dos personas o para hacer la compra básica de una familia en el supermercado.

El de Rosalía de Castro fue el último billete azul, el color tradicional para el valor de 500 pesetas y ya incorporaba nuevas medidas contra la falsificación, como las marcas de agua y el hilo de seguridad. Curiosamente, aquella emisión de la escritora gallega sustituía a un poeta catalán, Jacint Verdaguer, que había sido motivo de un billete de 1971, en plena dictadura. Era un billete de iconografía totalmente catalana, con Verdaguer con barretina y un paisaje del Canigó al reverso, concretamente el pueblo de Vernet, en la Cataluña Norte. Antes, en 1954, los billetes de 500 -siempre azules- habían sido dedicados al pintor vasco Ignacio Zuloaga, este sí, decididamente encuadrable dentro del campo franquista. En cualquier caso, en aquella época la inflación era muy alta y los precios subían rápidamente, así que los billetes perdieron valor bastante rápido. Una vez retirados del todo, el valor de 500 pesetas fue asumido por una moneda, hasta la desaparición de la propia peseta.

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