Jorge Valdano, uno de los magos del fútbol, afirma que el fútbol es como la vida, o al revés. De hecho, el maestro del fútbol argentino podría haber cambiado el concepto de ‘vida’ por el de ‘política’ y, posiblemente, la frase sería más precisa. El fútbol enseña que un equipo debe ser solvente y flexible, es decir, mantener cierto estilo de juego pero siempre adaptado al rival. En política, se aplica la misma máxima. Un hecho que permite, en muchas ocasiones y si se perfila bien el juego, que un equipo pequeño plante cara a uno grande sin necesidad de jugar sucio, ni hacer zancadillas, ni declarar grandes guerras. Ahora se constata en el Congreso de ERC.
Un ejemplo es la enmienda 3320 que firmó Joan Puig, uno de los activistas de Foc Nou, la corriente más desacomplejadamente independentista de ERC, y viejo rockero de la banda republicana de la vieja escuela. Puig se presentó en la asamblea de la Federación de Girona, hace ahora tres semanas, con casi cuarenta enmiendas. Consciente de que la maquinaria junquerista, organizada y vaticanamente disciplinada, no dejaría pasar ni una. Pero la veteranía le permitió aprobar una enmienda que defendía el catalán como único idioma oficial en una virtual república catalana independiente.
Era difícil para la dirección del partido tumbar una enmienda de estas características en el actual marco de crisis del catalán. Pero nada era imposible, porque la enmienda podría debilitar el discurso de uno de los grandes lugartenientes de Oriol Junqueras, en Gabriel Rufián. En todo caso, Foc Nou celebró después de que la enmienda pasara el filtro del congreso regional.

Segunda parte muy trabajada
Ahora, si bien Foc Nou había jugado bien la pelota la primera parte, aún quedaba la segunda. La dirección de Calàbria aún tenía margen hasta la asamblea de Martorell para intentar pactar la enmienda, transaccionarla o dejarla viva hasta el cónclave. Puig, con más horas de vuelo en congresos que la avioneta del Tibidabo, tenía un as bajo la manga. No aceptar la transacción y dejar la enmienda viva en el plenario. Una posibilidad que le habría permitido defender la enmienda ante la militancia. Una imagen y un discurso que habrían puesto en riesgo la tranquilidad de un congreso que el junquerismo ha trabajado como un desfile militar.
Junqueras, que también lleva años rodando la pelota, era consciente de que poner a debate el idioma alteraría el gallinero y más si se renunciaba, en el actual escenario político, a considerarla el único idioma oficial de una República Catalana. Así que ha decidido transaccionarla e incorporarla a la ponencia política. Al fin y al cabo, el junquerismo sabe que no pierde tanto si acepta una enmienda que, en todo caso, se tendría que defender en una Cataluña independiente, un escenario que, como es evidente, va para largo. Durante la semana, Calàbria ha intentado negociar hábilmente con Puig, pero este ha hecho valer su oficio y ha salido airoso con su objetivo de Foc Nou, de no poner en duda que el catalán debe ser el único idioma oficial.

La ponencia definitiva
En definitiva, la ponencia determina en un largo párrafo cuál debe ser la defensa política e institucional del catalán. «El catalán, lengua propia de los Países Catalanes, se encuentra en una situación diversa y compleja -de emergencia lingüística, pero no irreversible- con diferentes características en cada uno de los territorios en el marco de un proceso acelerado de homogeneización global y de concentración de los hablantes en menos lenguas, como sucede también con el occitano -la lengua propia del Aran- y con la lengua de signos catalana», prescribe el texto que se debe aprobar en el plenario.
«El compromiso de Cataluña con la diversidad lingüística debe asegurar la protección y la sostenibilidad de la lengua catalana, la lengua occitana y la lengua de signos catalana, que se han vuelto vulnerables a raíz de procesos de bilingüización», añade incorporando otra enmienda, la 4008. Y aquí entra la adaptación de la enmienda 3320: «En este sentido, será necesario que la lengua catalana -como lengua propia- sea el único idioma oficial y se convierta en la lengua común en los Países Catalanes, la vehicular en todas las administraciones, en la educación, la salud, la justicia, la cultura y el resto de ámbitos, garantizando también los derechos y deberes de toda la ciudadanía. E igualmente con el occitano en el Aran».