Montserrat es uno de los grandes símbolos de Cataluña y de su identidad. La Moreneta y las formas sinuosas y peculiares que caracterizan el macizo lo han convertido en un espacio de peregrinación, tanto para las personas creyentes como para los amantes de la naturaleza. El desconocimiento sobre el papel de Montserrat en algunos de los episodios de la historia moderna de Cataluña es el motivo de la última novela del escritor y periodista Martí Gironell (Besalú, 1971), La muntanya del tresor (Columna). Una novela histórica situada durante la Guerra Civil española que nos muestra cómo Montserrat se convirtió en «un refugio providencial» para la supervivencia de uno de los símbolos más queridos de Cataluña. En esta entrevista con El Món, Gironell se adentra en el significado de la montaña para el pueblo catalán y en la importancia de conocer nuestro pasado.

Lleva casi dos décadas escribiendo novelas, la mayoría de las cuales con un componente histórico. ¿Qué le atrae para seguir adentrándose en este género?

El tresor de la muntanya es mi undécima novela, además de los cuentos infantiles, y todavía conservo la ilusión de escribir. No la he ido perdiendo con los años porque cada novela es diferente, cada historia que quieres compartir con los lectores es única. La manera de trabajar en todas las novelas sí es la misma: te enamoras de una historia, de un episodio concreto, de un personaje… y comienzas a documentarte mucho para construir un relato de ficción con los detalles históricos que permitan transportar al lector hasta el pasado. Por lo tanto, cada obra es un nuevo reto para mí, una historia diferente, pero con la misma ilusión de siempre.

¿Qué le enamoró a la hora de escribir La muntanya del tresor?

Como en cada novela, encontrar una historia que, cuando la lees o la escuchas por primera vez, crees que es bastante desconocida y que, por lo tanto, es digna de contar. Una historia que, cuando empiezas a contarla en tu círculo más cercano, familiares, amigos… ves que, efectivamente, desconocen de qué estás hablando. Me llegó un libro que escribió Àngels Rius, que es la bibliotecaria de Montserrat, en el que explicaba, precisamente, cómo vivió la montaña el periodo de la Guerra Civil española, desde 1936 hasta 1939. Un periodo en el que Montserrat se convirtió en un hospital militar que llegó a tener más de 3.000 camas, una época en la que la imprenta de los monjes del monasterio servía para elaborar propaganda del bando republicano, pero también libros, como España en el corazón, la primera obra de Pablo Neruda publicada en el estado español. Pero a la vez también me sorprendió el inicio de la Guerra Civil en Montserrat, el inicio de todo este periodo.

Martí Gironell, escriptor i periodista. Barcelona 21-10-2024 / Mireia Comas
Martí Gironell, escritor y periodista. Barcelona 21-10-2024 / Mireia Comas

¿A qué se refiere?

Gracias a una maniobra muy rápida entre la abadía y el gobierno de la Generalitat de la época, entre el abad Marcet y el entonces consejero de Cultura, Ventura Gasol. Desde el Gobierno enviaron muy rápidamente un contingente de Mossos d’Esquadra para confiscar Montserrat y convertirla en una propiedad del pueblo. En un contexto en el que el pueblo ya subía montaña arriba para quemar Montserrat, como ya estaba pasando con otros edificios religiosos, esta maniobra logró salvarla, ya que el mismo pueblo vio que no tenía ningún sentido quemar una propiedad que ya no era de la Iglesia. Fue cuestión de minutos que acabara reducida a cenizas. Me parece que fue una jugada magistral… Primero subió Joan Puig y Sabater [el enviado especial de la Generalitat] para comunicarles la confiscación, y se quedó durante quince días a la espera de que llegara el comisario nombrado por el Gobierno para hacerse cargo de la Abadía de Montserrat y mantenerla en funcionamiento con el mismo objetivo de antes del estallido de la guerra: ser un centro cultural, religioso, donde todo el mundo tiene cabida, que sea igualmente un espacio de refugio, de paz, no solo para el alma sino también un refugio literal.

Por todos estos factores, Carles Gerhard [el comisario designado por la Generalitat en Montserrat] se encuentra en una posición muy compleja, ya que, por un lado, debe contentar a la gente que está allí, que tienen unos sueldos, unos trabajos, unas familias que dependen de este mantenimiento, pero a la vez tiene al Gobierno que lo va presionando, en el sentido de que cada vez le pide más espacio para construir el hospital militar, el cual llegó a tener más de 3.000 camas, y el centro de endurecimiento, que era el espacio en el que volvían a preparar a los soldados recuperados para regresar al frente.

Parece que, últimamente, Montserrat se ha vuelto a convertir en una especie de refugio…

[Ríe] Me sorprendió mucho cuando el otro día, en medio de las disputas internas que tienen en ERC, Xavier Vendrell decía que Junqueras se había ido a refugiar a Montserrat antes de la declaración de independencia de 2017. Parece que, para según quién, todavía sirve como refugio, no para acogerte a lo que es sagrado, como pasaba hace un siglo, pero sí que en otros sentidos. Depende del sentimiento de cada uno. Si es realmente verdad que fue allí, pues debe ser por algo.

El protagonista que nos conduce por estos hechos históricos es un niño huérfano. ¿Cuál es la finalidad de narrar la vida en Montserrat durante la Guerra Civil española desde los ojos de un niño?

Al comenzar a escribir pensé que en Benet Nomdedéu [nombre del protagonista], un niño huérfano de entre once y doce años, era una buena manera de guiar al lector por la historia. Cuando estalla la guerra civil, hay 700 personas en Montserrat, algunas de ellas son de la escolanía, son los niños, que los hacen volver a casa sus familias. Claro, él no puede volver porque no tiene familia. Debe quedarse allí, su familia es Montserrat. El hecho de quedarse allí me permite a mí, a través de él, hacerle ver y hacerle vivir esos dos años y medio de guerra en ese entorno y hacerle hacer preguntas a un monje de los veteranos que se quedan allí y que no quieren marcharse. Unas preguntas que, perfectamente, se las podría hacer el lector durante la novela. Y, como en la vida misma, a veces recibirá respuestas, y a veces no. A veces se entenderán, a veces no. Y ve y vive cosas a partir de las aventuras que vive con el hijo de Carles Gerhard y toda una pandilla de niños y niñas, hijos de los mossos d’esquadra que se van instalando allí, no solo de aquellos 15 primeros que llegaron, sino de otros que van viniendo, y que claro, esos niños viven la vida a pesar de que a su alrededor todo es guerra, destrucción…

Martí Gironell, escriptor i periodista. Barcelona 21-10-2024 / Mireia Comas
Martí Gironell, escritor y periodista. Barcelona 21-10-2024 / Mireia Comas

La inocencia de un niño.

Exacto. La inocencia, un poco esta mirada de los niños te permite jugar con la historia. Me basé en el libro de Maria Cinta Castelló, que es la hija de un mosso d’esquadra, que cuando tenía cuatro años llegó a vivir a Montserrat, con su hermano, y luego, a partir de sus vivencias y de las historias que cuentan en el libro, que recuerdan, he ido construyendo un poco esta mirada inocente para explicar los hechos históricos, desde el hospital militar hasta llegar a ver la estancia del presidente Companys, que tenía una celda, o la estancia de tres semanas largas de Manuel Azaña, que se refugió en Montserrat en el momento en que la sede del gobierno de la segunda república, que estaba en la Ciudadela, se vio amenazada. O el tiempo que pasa el lehendakari Aguirre cuando el País Vasco decide descentralizarse y la sede del gobierno se traslada a Cataluña. También venía el doctor Josep Trueta a hacer las curas a los soldados, o la Bella Dorita [la emblemática vedette del cabaret barcelonés], del Paral·lel, que subía a Montserrat a poner un poco de ambiente, de salsa, de vida, a la gente que vivía allí, tanto a los soldados heridos como a los vecinos de los pueblos cercanos. Entonces, sí, hay esta mirada inocente, esta mirada más limpia. Porque pregunta desde la ignorancia de un niño y va obteniendo respuestas, diferentes en función de si las da alguien de un bando o del otro.

Los dos bandos, entonces, también convivieron en Montserrat.

Efectivamente. Dentro de Montserrat había un personaje, que era el portero, uno de los pocos frailes que se quedó en la Abadía después del estallido de la guerra, que era del bando nacional y les enviaba información desde dentro. Les explicaba qué días se refugiaba allí el presidente Companys o qué días estaba previsto que subiera el presidente Azaña. Hacía un poco de espía. Montserrat fue muy importante para los republicanos, pero también para los nacionales, ya que, mientras unos ven la cuestión más sagrada de la fe, el aspecto más religioso [los nacionales], los republicanos ven un símbolo catalán. Saben que el patrimonio representa la expresión de un pueblo, de un país, y que, por lo tanto, debe ser preservado. Estas dos visiones acaban beneficiando a Montserrat porque uno por el otro, en lugar de desentenderse, acaban protegiéndola, lo que nos permite conservarla hoy en día.

¿Qué tiene Montserrat que lo convierte en un espacio tan único?

Creo que Montserrat tiene la capacidad de unir todas las tendencias. Hablaba con mi círculo cuando estaba pensando en cómo escribir la contraportada de la novela y siempre decía: «Montserrat genera este consenso a ambos lados». No se la pueden apropiar ni unos ni otros. La montaña, el entorno, el lugar, la tradición, el patrimonio que hay dentro del museo, la biblioteca… todos estos valores lo hacen un espacio único. La grandeza radica aquí, bajo la falda de la Virgen de Montserrat, o bajo la falda de la montaña, según lo que prefieras creer, todo el mundo tiene cabida. Una idea de consenso que creo que se ha conservado con los años, creo que esa es la clave que define Montserrat. Esta capacidad de agrupar personas de ideologías muy diferentes bajo un mismo paraguas, venerando el mismo objeto, la misma montaña o el mismo concepto. No conozco muchos lugares que tengan este magnetismo.

Martí Gironell, escriptor i periodista. Barcelona 21-10-2024 / Mireia Comas
Martí Gironell, escritor y periodista. Barcelona 21-10-2024 / Mireia Comas

¿Es por este motivo que Montserrat es un personaje más de la novela?

De alguna manera sí. Opté porque Montserrat como montaña, el entorno natural, apareciera, las leyendas que hay alrededor de varios rincones de la montaña. De hecho, juego bastante con eso, porque también es una característica de la historia. Las formaciones rocosas y cómo se ha formado a lo largo de los años… pero también el símbolo este de persistencia, que a pesar de estar a la intemperie el tiempo la ha ido modelando hasta darle la forma. Aparte, obviamente, de la maniobra del 22 de julio de 1936 con la que la convirtieron en patrimonio del pueblo, porque fue cuestión de minutos que no acabara convertida en ceniza.

‘La muntanya del tresor’, aunque es una ficción, es muy fiel a la historia. ¿Cómo ha sido el proceso de documentación?

Yo comencé a documentarme a partir de la primera idea hace casi tres años. Como de costumbre cuando hago alguna novela en la que Montserrat juega un papel, subí para informarles sobre lo que estaba preparando, y enseguida me abrieron las puertas y me ofrecieron todos los documentos que pedía para que los pudiera ver, tocar… De allí también me dieron una mano con más referencia, como el libro del doctor Riu Porta, el médico que llevaba la clínica Z, los libros de Carles Gerhard y muchas otras referencias que me servían para construir todo el relato. Una ficción histórica muy bien documentada es una muy buena herramienta para explicar qué pasó sin la necesidad de hacer un libro pesado, frío, sobre historia. Es una buena manera de informar a los lectores sobre qué sucedió antes de nacer, y lo he ido comprobando durante todos estos años que he publicado novela histórica.

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