El sector porcino catalán, la joya de la corona del agroalimentario del país, había encadenado dos años de buen rendimiento. Según el informe económico del sector para el 2024, elaborado por el Departamento de Agricultura de la Generalitat, las ganancias por kilogramo de productos porcinos superaron los 30 euros tanto el año pasado como el anterior. A pesar de que las organizaciones agrícolas reconocen que la tendencia comenzaba a revertirse en la segunda mitad del 2025, los balances de la industria cárnica aún tenían muy presente la «bonanza» antes de chocar de frente con una crisis que, según cómo se desarrollen los acontecimientos, podría ser «letal». La peste porcina africana (PPA), extinguida en el estado español hasta hace poco, ha vuelto a brotar en el parque de Collserola, y ha detenido en seco toda la actividad comercial del mundo del cerdo catalán. «El 28 de octubre del 2025 lo marcaremos en el calendario como un antes y un después para nuestro sector«, lamenta Jaume Bernis, responsable de sectores ganaderos de la asociación agrícola española COAG, de la cual forma parte la JARC catalana.
En las poco más de 72 horas posteriores al primer foco, la clientela internacional de los exportadores del Principado ya ha comenzado a pronunciarse respecto de la crisis, con sensaciones contradictorias. «Todo dependerá de si podemos colocar producto en países terceros, o no», comenta, preocupado, el presidente de Pimec Agroalimentaria David Coll. A estas alturas, es demasiado pronto para decirlo. Cataluña, cabe decir, tiene un sector porcino eminentemente exportador: en 2024, las empresas del país facturaron un total de 3.036 millones de euros con el cerdo y sus derivados, cerca del 60% del total de la actividad cárnica en el exterior, y rozando el 20% del total de las ventas agrarias. De este monto, unos 1.016 millones, un 33,5%, se vendieron fuera de la Unión Europea; principalmente en mercados asiáticos. Este volumen de producto, nada despreciable para el tejido de negocio, será el que tambalee durante el próximo año y pico. En el caso de la PPA, un territorio se considera libre de enfermedad después de un año de haber detectado el último brote, y siempre que no se haya continuado expandiendo. Como apunta Coll, sin embargo, este no será el final del camino: una vez erradicado el brote, el empresariado catalán tendrá el reto de recuperar la confianza de unos compradores que tendrán meses y meses para dudar del producto del país. «Y no será nada fácil», observa el representante patronal.
Está fuera de la cuestión, pues, que el sector porcino catalán saldrá herido de la crisis de la PPA. La gravedad de la herida, sin embargo, la dictarán dos factores esenciales: el alcance de la enfermedad y la regionalización de los compradores. Por ahora, coinciden todas las organizaciones sectoriales consultadas, la producción porcina barcelonesa permanece sana y salva. Las autoridades han impuesto un perímetro de seguridad de 20 kilómetros alrededor del punto de Collserola donde se encontraron los primeros jabalíes infectados, dentro del cual hay un total de 39 granjas de cerdo. Todas ellas han analizado ya el conjunto de sus ejemplares, y han determinado que, por ahora, ninguno ha sido contagiado. En este sentido, los expertos aseguran que, en general, las explotaciones catalanas cumplen al pie de la letra la normativa local de bioseguridad, una de las más estrictas del entorno europeo. Por tanto, en condiciones normales, debería ser accesible mantener las burbujas aisladas.

«Es el escenario positivo dentro de la desgracia», considera Rossend Santiveri, responsable del sector porcino de Unió de Pagesos. La tarea, en adelante, es mantener la enfermedad donde está: dentro del territorio barcelonés y lejos de los animales en cautiverio. La situación, sin embargo, se volvería mucho más grave si rompe alguna de estas dos fronteras. Coll recuerda el caso de contagios entre ejemplares en granjas en Alemania, con los primeros casos a principios del 2024 y que «todavía no se ha resuelto». De hecho, el país centroeuropeo ha visto reducida un 20% su población de cerdos dedicados al sector cárnico. En cuanto a la escala geográfica, lo ha advertido la FECIC, la patronal de las grandes empresas cárnicas catalanas: «si la enfermedad supera el umbral de los 20 kilómetros, puede aumentar muchísimo la concentración de casos». En el espejo, el ejemplo belga, donde en 2019 se detectaron las primeras infecciones en jabalíes y, después de una continuidad de contagios en cautiverio que duró un año, la vigilancia sobre el sector permaneció activa hasta el 2023. «De hecho, todavía no se han recuperado del todo», indica el dirigente de Pimec.
El mundo mira Collserola
Con sus más de 3.000 millones en ventas, Cataluña es el gran polo exportador de porcino del Estado; que, a su vez, se ha consolidado como el principal comerciante de cerdo para algunos de los mercados que más y mejor lo consumen. Por tanto, la reacción de los mercados internacionales a la enfermedad, y la confianza que mantengan en los productores del país, será clave para el devenir de la recuperación. Barcelona, tanto sí como no, quedará tocada; pero hay que ver si los efectos se transmiten al resto del Principado, se manifieste o no la peste porcina. El concepto clave es la regionalización: muchos acuerdos comerciales de la UE fuerzan a los socios a analizar este tipo de casos región por región; a menudo demarcación por demarcación, y no país a país. Por tanto, solo congelarían relaciones con las empresas barcelonesas, y continuarían comprando al resto del territorio. Cabe decir que, si se observa exclusivamente el sector exportador, Cataluña tiene cierto margen de maniobra: entre enero y agosto del 2025, según datos del portal Interporc, el Principado superó los 2.900 millones de euros en ventas al exterior, unos 83 millones más que en el mismo período del año anterior. Ahora bien, el golpe, incluso si afecta a una industria cómoda, se vislumbra sonoro.

China, por ejemplo, ha cumplido su parte del trato, y ha anunciado que solo detendrá las entradas de las 12 grandes empresas barcelonesas que se dedican al comercio del cerdo; si bien continuará con normalidad su relación con las de Lérida y Gerona. En otro momento, un mensaje favorable de Pekín habría sido prácticamente un salvavidas en sí mismo: en 2020, sin ir más lejos, el gigante asiático compró cerdo catalán por valor de cerca de 1.400 millones de euros, más de un tercio de la facturación actual completa. Ahora, según las cifras del Idescat, el fanatismo por la carne catalana se ha ido apagando, debido a una mezcla de acceso a nuevos mercados y más confianza en sus ganaderos nacionales. El gobierno de Xi Jinping aspira a la «autosuficiencia porcina»; pero, mientras la alcanza, confía en varios facilitadores, entre los cuales destaca en los últimos años Brasil. Tanto, que el intercambio con el Principado se ha ido reduciendo progresivamente hasta quedarse en 246 millones de euros en 2024, una quinta parte del récord solo cuatro años después.
Por tanto, la amistad de Pekín no es suficiente para garantizar la supervivencia del sector. De hecho, ni siquiera sirve, según Coll, para prever cuál será el comportamiento de los otros socios comerciales. «Lo que haga China no significa nada para el resto. Ya habían rebajado compras«, alerta. De los 104 países que compran cerdo a Cataluña, 20 reconocen la regionalización de forma explícita, mientras que 24 la rechazan. Nada, entonces, está asegurado. Ya lo han demostrado dos mercados relevantes: México y, especialmente, Japón. Ambos han trasladado al ministerio de Agricultura español, que dirige Luís Planas, que cortarán todo el contacto comercial con Cataluña. Las empresas importadoras japonesas adquirieron cerca de 339 millones de euros en derivados catalanes del cerdo en 2024; y solo dos años antes, en 2022, rozaron los 400 millones.
Además, identifican las entidades consultadas, «Japón es uno de los países que más cerdo compra, pero también uno de los que compra más caro». Buscan, por tanto, la calidad por encima del volumen, uno de los rasgos que busca consolidar no solo el porcino del país, sino el conjunto de la industria alimentaria. El golpe de perderlo es, entonces, también cualitativo. Por otro lado, México es un mercado mucho más pequeño, pero que iba al alza, como señala Bernis: de no comprar prácticamente nada a Cataluña -era cliente de los grandes productores latinoamericanos, como Brasil- a invertir prácticamente dos millones de euros cada año. Ambos montos, a la espera de las decisiones de otros países, desaparecerán de las estadísticas del Principado. Visto este peligro, las organizaciones agrarias e industriales atienden expectantes todos los anuncios del ministerio, que mantiene conversaciones a contrarreloj con todos los socios para reducir al máximo la incidencia comercial de la crisis de la PPA. «Agricultura y la Generalitat, hay que reconocerlo, se han puesto a trabajar como locos desde el viernes», agradece Santiveri.

Un cerdo más barato
Aunque los compradores globales -un tercio, hay que recordar, de todas las ventas del porcino catalán- decidan ignorar a los ganaderos del país, la carne de cerdo aún se venderá. Los mataderos y los productores locales «tienen que sacar la carne sí o sí». Ahora bien, anuncia Bernis, los múltiples bloqueos internacionales provocarán que todo este producto se quede en Europa; y, aún más, que se quede en el Estado y en Cataluña. Esto, como indica el dirigente de la COAG, provocará que el mercado local esté inundado, con mucha más oferta que demanda; hecho que «acabará perjudicando el precio». De hecho, según los últimos datos de la lonja de Lérida, el cerdo alimentado ya ha caído cerca de un 10%; mientras que el lechón de 20 kilogramos ha perdido más de cinco euros de su precio base, de los 36 anteriores a la crisis hasta los 31 actuales. Esto, lamentan las entidades, tensará aún más los presupuestos de los ganaderos, que probablemente tendrán que trabajar a pérdidas durante el tiempo que se mantenga el temblor.
«Todos los cerdos que vendemos en adelante tienen menos valor», suspira Santiveri, que plantea alternativas para contener el flujo descontrolado de producto hacia el mercado. Por ejemplo, ayudas a los agricultores y las empresas comercializadoras para conservar la carne, mantenerla almacenada en lugar de ponerla a la venta y, así, «reducir la repercusión» del golpe internacional sobre los vendedores del Principado. Coll, por su parte, asegura que «hará falta financiación» a cargo de las administraciones públicas, «un colchón para que los productores puedan aguantar». Especialmente, subraya, de cara a la parte industrial de la cadena de valor. «Los ganaderos vienen de años de bonanza, pero los números han sido complicados para las cárnicas; y, además, han hecho grandes inversiones» recientemente. El representante de Unió de Pagesos, sin embargo, enmarca la desigualdad que padecen las pequeñas explotaciones frente a las compañías que mandan en el sector: «evidentemente, tienen más recursos para aguantar el mal tiempo». Nadie, pues, está contento en el sector del cerdo catalán. Todo el mundo tiembla, y más mientras no se resuelvan las incógnitas que aún planean sobre el alcance de la PPA. «Todavía es demasiado pronto, hay demasiadas cosas sin resolver para poder hacer previsiones. Habrá que ir viendo», murmura Santiveri.


