Una clase de segundo de ESO. Charla de sexualidad. Solo se habla de medidas para evitar el embarazo y de la menstruación. No hay espacio para la dimensión social de la sexualidad, ni para la afectividad, ni para la prevención de la violencia sexual. La educación afectivosexual, uno de los temas protagonistas de ‘La Marató’ de TV3 de este domingo, ha entrado en las escuelas, pero no ha acabado de instaurarse de forma completa. De hecho, se está introduciendo gradualmente, empezando por el currículum de infantil. Las carencias de la educación afectivosexual en la escuela, pero sobre todo en el ámbito familiar o social, tienen consecuencias visibles, como por ejemplo un tsunami de ITS en los hospitales o una violencia hacia las mujeres protagonizada cada vez por hombres más jóvenes. 

La psicopedagoga Sylvie Pérez sostiene que la escuela “no puede asumir todas las demandas de la sociedad” y señala la injusticia de que la educación sexual recaiga completamente sobre las escuelas. “Ahora mismo todo pasa por la escuela y se le pide demasiado. Tenemos que ser conscientes de que no se llega a todo a pesar de que las familias también tienen que hacer su trabajo”, apunta. Pérez insiste que habrá cosas que entrarán al currículum, otras que se abordarán con un taller y otras que directamente no se podrán hacer. 

Institucionalización de conversaciones que se tendrían que tener en casa

“Cada vez se están institucionalizando más aspectos que antes se trataban con la familia o con personas próximas. Se delega cada vez más en instituciones y asumimos menos lo que tenemos que hacer en casa”, señala la experta, que sostiene que se tiene que hacer más educación sexual en la escuela, pero no solo allí. Aun así, admite que la educación sexual es “insuficiente” en el ámbito social, como demuestra el hecho de que una cosa que asumimos que ya se ha aprendido presenta un repunte de casos. “En algo estamos fallando y creo que es precisamente en esto, en el hecho de dar por sabidas muchas cosas”, añade. 

Recalca que cada generación tiene que volver a aprender cosas que la generación anterior ya sabe para “recordar lecciones importantes”, pero que en vez de esto lo que se hace es “dejarlo todo en manos de los otros”. “Pensamos: cuando vaya al ginecólogo ya se lo explicará. Si se contagia, la enfermera ya la tratará, en la escuela ya se lo dirán. Se pasa constantemente la pelota”, lamenta. 

Una aula de una escuela rural / EP
Una aula de una escuela en una imagen de archivo / EP

La dimensión social de la sexualidad que se ignora

El profesor de psicología social a la UB y psicoterapeuta José Vicente Pestana cree que en la educación sexual, como el sexo ya no es solo un medio de reproducción de la especie, se tiene que tener en cuenta la dimensión social. Esto es precisamente lo que echa de menos actualmente, puesto que considera que la educación sexual está “incompleta”. 

“Desde el momento que se determina un estándar, que a los niños se les tiene que informar en una edad y que se les tiene que decir una determinada cosa, se está poniendo difícil el descubrimiento individual de lo que es la sexualidad”, explica. Considera que la educación sexual está “demasiado guionizada” y esto “no está mal, pero que la deja incompleta”. “Hay niños que no entienden la clase de sexualidad porque todavía no están en aquel punto y otros que ya lo han pasado. La educación sexual tendría que combinar un estándar acotado y plural y un acompañamiento para que sea sensible al proceso personal de cada criatura”, explica. 

Pérez coincide en este punto: “El hecho de que estén establecidas unas edades para hacer educación sexual y que esté guionizado es un nivel de prevención tan primario que no funciona cuando tiene que llegar a muchos casos”. La experta apunta que es complicado, en algunos casos, que la educación sexual “interpele a algunos alumnos a los cuales les queda lejos” en el momento en el que se da la charla. Aun así, cree que sí que hay de haber un plan longitudinal adaptado a los grupos y a las situaciones que se producen en la escuela y saber qué se está enseñando en cada edad. 

La vinculación de la educación sexual con agendas políticas

Además, Pestana alerta que la educación sexual está “demasiado arraigada” a las agendas sociales y políticas que “no tienen en cuenta la esencia del individuo”. “Muchas veces utilizan la educación sexual como una arma para introducir contenidos que perjudican una auténtica reflexión esencial para que el ser humano tenga conciencia de su sexualidad”, explica. También alerta de la pérdida de libertad individual cuando los sectores más conservadores “recortan unos determinados contenidos para exponer solo los que quieren”. 

“Al principio la regulación de la sexualidad se hacía por la vía de la religión, la primera gran institución de represión de la sexualidad. Después se pasó a una cuestión anatómica e higiénica y ahora, con la introducción de nuevas identidades, las facciones políticas más conservadoras se han echado encima”, lamenta el experto. Insiste en que todo esto son “criterios humanos y sociales” de la sexualidad que tienen que formar parte de la educación sexual porque esta alcance toda la dimensión humana. 

Con esta dimensión sexual se resolvería, según parecer de Pestana, otro problema vinculado al sexo: la baja edad con que los niños empiezan a ver pornografía y las consecuencias que tiene en el ámbito social. “Desde hace un siglo la información que tiene la gente sobre el sexo viene del porno, que está muy guionizado. Si la educación sexual atendiera la complejidad del ser humano la mirada hacia la pornografía sería anecdótica”, concluye. 

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