La OPA hostil del BBVA contra el capital del Banco Sabadell ha llegado incluso a los círculos anticapitalistas. A el acto nacional de la CUP en Lleida, el último antes de un imponente cierre de la carrera hacia el 12-M el próximo viernes en el Paseo del Borne, la izquierda independentista ha hecho explícito su rechazo en las grandes cámaras en medio del terrabastall del sector financiero. La número 1 por Barcelona, Laia Estrada, ha lamentado la ofensiva bilbaína contra la entidad catalana en cuanto que operación para «fortalecer el oligopolio financiero», ya especialmente agudo en el Estado español. Ahora bien, el apoyo de la tarraconense no llegará a Josep Oliu: «no os pensáis que el Sabadell es el banco del pueblo catalán«. Ante los numerosos lamentos empresariales e institucionales, que alertan del mal que puede hacer a las empresas del país no contar con la entidad dirigida por César González-Bueno, Estrada ha optado por el sarcasmo: «Bienvenidos al capitalismo, amigos». El sistema económico, analiza, «tiende al monopolio, a acumular riqueza en cada vez más manso». En este caso, en las de Carlos Torres.

Ante las tendencias a la concentración bancaria, Estrada ha recuperado una de las propuestas más ambiciosas de su partido, ya presente al programa del 2021 y todavía más vigente en el del 2024: una banca pública catalana «para la gente trabajadora, las pymes y la economía social». Un sector financiero nacional, público e independiente de las hipercentralitzades finanzas españolas, acontecería, a ojos de la CUP, una herramienta más para «construir soberanía»; talmente como lo harían el resto de alternativas públicas de que hacen bandera. Un banco de la Generalitat, en este sentido, alejaría la capacidad financiera de las élites económicas, e impulsaría «proyectos para la sociedad», frente a una banca madrileña que «nos tiene rehenes». La de la banca pública es, argumenta la jefa de cartel, una de la muchedumbre de propuestas que llevan en el Parlamento, y que los alejan de las acusaciones de ser «el partido del no». La CUP, razona, son los del «sí a las propuestas de la mayoría». «Y tanto que decimos que no, pero decimos que no a sus políticas de mierda!», exclama, arengando el público de Poniente.

El exdiputado de la CUP, Pau Juvillà, y la diputada Nogay Ndiaye, al acto nacional del partido en Lleida / ACN
El exdiputado de la CUP, Pau Juvillà, y la diputada Nogay Ndiaye, al acto nacional del partido en Lleida / ACN

El Esquerra Republicana «más próxima al PSC»

La legislatura saliente, ha insistido Estrada, empezó en clave de ilusión. El Parlamento del 52%, con una «mayoría de izquierdas dentro del independentismo», tenía que servir para «hacer avanzar la sociedad». Así lo recuerda el que fuera regidor cupaire en Lleida, y que era titular de uno de los escaños que la formación anticapitalista consiguió por Lleida el 2021, Paz Juvillà. «Decíamos cosas de sentido común», rememora desde el Patio de las Comedias de la capital de Poniente. Las claves del acuerdo de legislatura a que llegaron con Esquerra Republicana de Cataluña ahora hace tres años, justo es decir, constan mayoritariamente al programa cupaire para el 12-M: la RBU, el impulso de la energética pública o la alternativa a la gran distribución, ya estaban, hace tres años, al mismo lugar donde son ahora. «Es frustrante, y da rabia», critica Estrada, una Esquerra Republicana que «ha tardado 85 años a recuperar el Gobierno y ha echado por la borda» las mayorías que movilizaban el parlamento.

Durante los últimos tres años, critican los cupaires, ERC ha estado «incapaz de diferenciarse» de las políticas del PSC y de Juntos, «la Convergència de toda la vida». Desde la experiencia de ambos, las mayorías para implementar «políticas de sentido común» están presentes en el Parlamento, así como a la sociedad catalana: tanto la RBU como la parada de los desahucios, como recuerda Juvillà, son mayoritarias a las encuestas que se hacen a la ciudadanía del país. «La voluntad estaba», lamenta el represaliado; «pero no se puede llegar a pactos con una ERC más próxima al PSC» que a los postulados de las izquierdas. Desde casa suya, la exregidor ha estado especialmente crítico con el Gobierno de Pere Aragonés, que «ha defendido el Hard Rock y lo trinxament del territorio». Estrada se ha añadido a este golpazo, en clara ofensiva contra el acercamiento de los republicanos a «la agenda del reencuentro de Pedro Sánchez«; unas máximas madrileñas que no solo tienen implicaciones nacionales, sino también materiales. Como ejemplo, la ley de alquileres: «no había que esperar que el PSOE legislara en materia de vivienda, cuando nosotros tenemos competencias llenas», espeta la jefa de cartel anticapitalista.

«O la CUP o Vox»

Más allá de las líneas programáticas, los anticapitalistas se reivindican -ya lo han ido haciendo en los últimos actos políticos- como un «doble voto»: por las políticas de izquierdas y contra el adelanto de la extrema derecha. La cabeza de lista cupaire a Poniente, Bernat Lavaquiol, es, de hecho, el primer dique de contención. Según las encuestas, el último escaño a la demarcación está bailando entre la izquierda independentista y la extrema derecha españolista. «A Poniente, es o CUP o Vox», espeta Lavaquiol. El rechazo a la reacción, a ojos de la cabeza de lista leridano, coincide con el adelanto de las políticas sociales; hecho que requiere un «cambio de rumbo» del modelo económico en las comarcas del interior. «A Poniente no volamos más cerdos, ni en el Pirineo más turistas», razona; reivindicando un programa político que toma como referencia la resistencia contra el fascismo durante la República y la Guerra Civil Española. El ciclo político, pero, vuelve a ser; y el mismo Lavaquiol alerta de las tendencias que acercan la juventud -«las pantallas, las redes sociales»- a los discursos ultra. «Cuando estalle, porque la extrema derecha no es una alternativa, tenemos que ser», anima el candidato; pidiendo el voto al boletín anticapitalista a los «votantes descontento de izquierda, a los antifascistas». «No pasarán!», enfatiza.

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