“Estuve a punto de matar a Bob Dylan”. La primera cucharada, una mosca. Rai Escalé, que ahora vive para el arte, sin vivir de él, ha hecho de todo. Entre ese todo al principio fue productor en el Festival de Cap Roig. Allí actuó, por última vez en Cataluña, Dylan, y Escalé lo llevó en furgoneta desde el castillo que hay arriba hasta el escenario donde se hacía el concierto. Unos 200 metros de bajada en picado por un caminito de arena estrecho, sin baranda protectora. Era de noche y el mánager del cantante se empeñó en hacer ese tramo sin luces, para no alertar a los fans. Un figura. Rai Escalé obedeció, sufrió mucho y pensó en ese momento que pasaría a la historia como el asesino de Bob Dylan.

Este es el comienzo. Después ha habido pintura, mucha pintura, dibujos, más, y una colaboración intensa con el artista eslovaco Miloš Kopták en el proyecto Miroir Noir, “que ha explorado las intersecciones de la pintura contemporánea y la historia del arte”. Comenzaron a trabajar juntos en 2007 y desde entonces han creado decenas de series de obras “que desafían a los espectadores a percibir el arte de manera sorprendente e innovadora”. “El proyecto ha sido expuesto en galerías y museos de todo el continente y forma parte de las colecciones más importantes de Europa Central”, destaca Escalé. El curioso que se acerque a uno de estos cuadros verá rostros difusos, garabateados, y una cierta sordidez, que el autor rechaza como tal. Rai Escalé ha conseguido finalmente dibujar y disfrutar de la paz creativa en su estudio. A cierta edad ya no es necesario vender ni hacer el mono en público para vivir en paz consigo mismo.

Ahora trabaja en una serie de dibujos sobre la película Freaks, un clásico entre los clásicos de los años 30. Donde parece que hay sordidez, Escalé ve dignidad y belleza.

Señor Escalé, ¿se puede vivir de la pintura?

Muy poca gente puede vivir de la pintura o del arte plástico. Creo que cada vez es más complicado. Se puede malvivir, casi vivir. Si quieres vivir con ciertas condiciones de comodidad, quizás no se pueda vivir. Depende. Hay cuatro que les toca la lotería por lo que sea y que sí viven de ello. El mánager de Bob Dylan cobra el 10 % de lo que gana Bob Dylan. Las galerías de arte cobran el 50 % de lo que facturan. O más si van a ferias o si tienen algún gasto especial. Vender un cuadro no es complicado. Vender tantos para poder vivir dignamente y tener una casa es mucho más complicado. Hay temporadas que vives mejor y temporadas que vives peor. Yo, por ejemplo, me he podido liberar del todo de otros trabajos hace quizás doce o trece años. Porque mi esposa también se gana la vida.

¿Trabajando también en el arte?

Ella hace los escaparates de Santa Eulàlia en Barcelona y cosas de diseño, de espacios. También ya tenemos una edad que hemos rodado bastante. Ayer, por ejemplo, me compraron un cuadro desde Chicago. 1.500 dólares, que ahora ya no valen nada y no serán ni mil euros. Hoy me ha llamado una amiga de Berga que me debe un cuadro y me ha pedido si subía hoy, que hacen una fiesta, y que me lo pagaría. –“Ya me lo pagarás”. –“¡Es que hace casi un año!”.

¡Va usted sobrado!

No. Es que ella me ha comprado muchos a lo largo de su vida… Llevé unos cuadros a Eslovaquia y ella estuvo aquí en casa antes, le dije que se lo llevara y después ha ido pasando el tiempo…

Total, que no le es prioritario…

Desde hace veinte años he trabajado mucho en Eslovaquia con otro pintor, Miloš Kopták, tengo taller allí y allí nos va muy bien, vendiendo mucho…

¿Vende más en Eslovaquia que en Cataluña?

Unas veinte veces más.

¿Por qué?

Allí pasamos por ser un grupo pictórico eslovaco. Yo soy la guinda latina, que hace como un contrapeso. Allí hasta que no hubo la caída del Muro de Berlín, si eras artista, tenías que ser artista del sindicato y, por tanto, trabajar por encargo del mismo sindicato. Si no encajabas, solo podías hacer de ilustrador de libros juveniles o cosas así. Durante todos los años de comunismo no hubo coleccionismo privado. Y ahora, una vez cayó el Muro y se independizaron de Chequia, los más ricos de todos compran arte eslovaco de entreguerras, los que fueron a París, a Praga o viajaron un poco por el mundo –allí son muy nacionalistas–, y los que más se tienen que conformar con el arte contemporáneo. Aquí en Cataluña los abuelos o los padres, los que hicieron dinero, están ahora intentando vender las colecciones que hicieron en los años sesenta o setenta y no lo logran. Allí hay mucho dinero nuevo con el cambio del comunismo al capitalismo. Como siempre, el capitalismo ha acabado siendo de castas. El que era el director de la fábrica ahora es el propietario. El dinero no se mueve mucho, pero hay muchos de nuevos. Mucha pared nueva.

Eslovaquia es un país en crecimiento. Pasaron el trance de separarse de Chequia, que eran los intelectuales, los sabios de la pareja. Eslovaquia tenía la industria y ha terminado teniendo una gran capacidad económica. Chequia, por ejemplo, aún no está en el euro. Eslovaquia lo está desde el primer día. Lo han pasado mal, pero al final están disparados como un cruce del centro de Europa.

Parte de la estructura cultural de la época comunista equivale ahora a un buen museo en cada ciudad. Nosotros tenemos una galería en el centro de Bratislava, pero vendes muy directo al coleccionista, al taller. Voy cuatro o cinco veces al año y paso tres semanas en cada viaje. Cuando salgo del taller pasan diez coleccionistas, que son constantes. Siempre eligen bien. Solo salir del taller a la semana siguiente ya has vendido media docena de cuadros.

Antes decía que en Cataluña ahora los hijos o los nietos de los coleccionistas de hace décadas intentan vender esas obras… ¿Hay coleccionismo aquí ahora?

Ahora en una subasta te regalan algunas. Cuadros de los años cincuenta, sesenta, setenta… te los regalan. Tu abuelo pagó por ellos 300.000 pesetas y ahora te los ponen en subasta por 300 euros.

Rai Escalé, pintor. Bràfim 22.11.2025 | Mireia Comas
«Aquí hemos aguantado mucho el informalismo por el puñetero Tàpies» | Mireia Comas

¿Por qué?

Porque la gente elegía entre lo que había y después el valor de las tendencias y las corrientes cambia. Aquí hemos aguantado mucho el informalismo por el puñetero Tàpies. Cuarenta años de informalismo en Cataluña y en el resto del mundo fue un instante. Después toda la retahíla que venía detrás de aquello se ha devaluado porque también todo aquello estaba hecho como estaba hecho. Yo tampoco soy historiador del arte, pero…

Y ahora aquí hay coleccionistas como en Eslovaquia que miran, rebuscan y compran arte catalán?

Yo hace diez años que no estoy en Barcelona, pero, de alguna manera, solo he visto cerrar galerías. Soy un poco contrario a pagarles el 50 %, porque me parece un poco injusto. He estado en un par de asociaciones de artistas que han hecho de galería y entiendo ambas partes. A principios del 2000 hubo una especie de coleccionismo más joven, que compraba a través de galerías como Iguapop, que creo que se ha extinguido. Hice tres exposiciones grandes en Iguapop y lo vendíamos todo. Vendía 30.000 euros con una sola exposición. Era una locura. Claro que después tenías que dar 15.000 a la galería. Pero, bueno, te llevaban a ferias y estuvimos en Miami, en Nueva York…

Y eso ahora ya no existe…

Para mí, no. Pero desde que han aparecido los móviles inteligentes y las redes… La dopamina esta que todo está al alcance, pero que todo es muy breve y evanescente… Sí, como decías tú hace un par de días en un artículo, todo es un poco efímero, un poco idiota y un poco absurdo. También he notado que hace diez o quince años había como un interés por ir a exposiciones y ahora parece que si alguien tiene que pararse treinta segundos delante de un objeto que no se mueve y dedicarle un poco de tiempo, para acabar de verlo entero y entender qué hay allí, eso es un esfuerzo que cada vez hace menos gente. También es cierto que al final tienes la paranoia de volverte un viejo gruñón que no entiende nada de lo que pasa.

En todo caso, yo en Cataluña he dejado de vender casi del todo. Y eso que siempre he procurado tener precios lo más bajos posible. La galería me decía: “Esto, lo puedes vender por el doble”. Sí, pero me interesa que este tipo de treinta y dos años se compre un cuadrito y que dentro de tres años compre otro y que después compre uno a otro artista. Siempre me ha parecido que, si ponemos el precio que puede pagar el más rico de todos… Después, además, si te lo vendo a ti aquí o lo vendo en una galería, yo gano este precio bajo que fijo o la mitad. Prefiero ganar el doble. Ningún otro negocio funciona así, salvo las multas de tráfico que, si las pagas mañana, te cuestan el 50 por ciento menos. Para el artista es muy complicado aceptar esta locura del valor de tus cosas.

Además, el precio del mercado depende de no se sabe bien qué… Te piden como artista que grabes un vídeo, para que la gente te vea en las redes, que pongas tu cara, porque a la gente le gusta más… Todo esto es tan intrusivo, que he intentado no participar en este juego de ser tu director de cine, tu guionista, tu no sé qué… Todo esto se me hace muy complicado. Prefiero evitarlo. Me dicen: “Si eres un artista, es mejor ser joven; es mejor si eres mujer, porque las mujeres ahora deben tener su espacio; es mejor si tienes esa capacidad de contar con 50.000 seguidores aquí o allá”…

Ni galerías, ni joven, ni mujer, ni seguidores, ni nada…

Yo ya he hecho lo que tenía que hacer. He cumplido el sueño de poder dedicar parte de mi vida a hacer de artista plástico, he trabajado para otros artistas, he sido mánager de grupos y he estado en todas las bandas de la comparsa.

¿Y esa figura, el marchante, que antes representaba a los artistas, todavía funciona?

No. Ya no existe. Antes incluso un galerista cuando salías de Bellas Artes venía y te decía: “¡Compro! Me quedo estos treinta cuadros por tres duros. Haré una exposición y después los tendré en mi almacén y los venderé diez veces más caros si puedo”. Hubo un momento en que ya no se vio factible que el galerista te comprara nada. Cuando yo estudiaba en Bellas Artes al más brillante le ponían un altillo en no sé dónde, le pagaban el material y le iban requisando los cuadros que iba haciendo. Le daban 30.000 pesetas al mes para que comiera latas de sardinas y aquel tipo no tenía derecho a hacer exposiciones si no era de la mano de quien le pagaba las pinturas. Es un mundo muy desprotegido y tienes que ir haciendo tu camino como puedes. Es como los músicos. Si eres el número uno y haces un millón de reproducciones en Spotify, vivirás. Si tienes 10.000, no vivirás, aunque seas muy bueno, buenísimo. Tendrás que conformarte con hacer un disco cuando puedas. Pues, nosotros, igual.

Dicen de usted que es un artista que ama la distorsión y el humor provocador. ¿Qué pretende usted cuando pinta?

Puedes hacer situacionismo teórico, argumentar todo lo que haces… Yo siempre he intentado mirar al otro lado del espejo, pero inconscientemente. Es decir, hacer imágenes que me parecieran interesantes… Con los años también vas cambiando. Hace años intentaba ser más provocador. Yo no soy estrictamente un pintor, un buen pintor. Me gusta más dibujar. Siempre que he tocado pintura ha sido para manosear cosas de otros. Las series estas sobre cuadros del Prado o en su momento, anuncios de gran formato de publicidad o de revista. Aquí es donde me dicen que soy un poco tocanarices porque siempre busco la vuelta y hacer humorismo sobre la gráfica de los demás, sobre la tradición pictórica o sobre la publicidad. Toda la carga de lo digital y el hipercolorismo absurdo que también veo en el universo que es lo que más llama a la gente, las mariposas visuales, siempre me ha interesado relativamente.

Siempre me ha gustado trabajar a medias con otros artistas. He hecho muchas cosas con otra gente y he terminado teniendo una pareja artística durante los últimos quince o veinte años. Hablamos lenguajes diferentes, pero nos entendemos en un lenguaje común, que no es el suyo ni el mío y que me ha obligado a hablar de los procesos y de las intenciones. Pero yo creo que cuando uno está solo el monito tampoco habla claro. Tú quieres sacar una imagen que te parezca interesante, que dé la vuelta a lo que es más previsible, pero no he sabido nunca qué quería hacer cuando pinto. Puedo hacer una temporada paisajes, pero haré paisajes donde me gustaría vivir, no los que vea. ¿Me gusta distorsionar? Sí, porque es que veo la distorsión por todas partes. Me gusta intentar fijarla, la distorsión, y sé que es imposible.

Pero cuando uno toma los grandes clásicos y los distorsiona es muy atrevido…

Eso son chistes visuales. Hago de Joan Brossa, un poco.

Rai Escalé, pintor. Bràfim 22.11.2025 | Mireia Comas
«Se pide a los pintores que viven del arte que encuentren un chiste y que lo repitan hasta el infinito, como Eugenio» | Mireia Comas

Manolo Valdés tomó Las Meninas, las distorsionó, las continuó distorsionando y así lleva media vida…

Manolo Valdés es de los que viven del arte. De alguna manera se te pide que encuentres un chiste y que lo repitas hasta el infinito, como Eugenio. Puedes mirar todos los artistas que viven del arte y todos están haciendo la misma magdalena una y otra vez. Yo no he sido nunca capaz de hacer eso. En primer lugar, porque no trabajo siempre en el taller. Me quedo quince días, prácticamente sin dormir, y lo dejo estar. Mi esposa me dice que soy como un gato. Después quizás me paso dos meses mirando libros, pensando, viendo dónde puedo dar el golpe. Eso me hace ser muy poco comercial. Además, tengo unos formatos muy desajustados: cuadros muy grandes, cuadros muy pequeños, cosas en papel, que envejecen muy mal. Durante una época tenía una galería en Miami y allí me decían: “Pero tú eres burro. ¿Cómo quieres vender obra en papel aquí?”. El 90 % de humedad la destruye. Me decían que tenía que pintar en tela… He comprado telas y telas en los Encants para pintar sobre ellas y ahorrarme la faena de coger un lienzo en blanco y pintarlo. ¡Caramba, qué mareo!

Le decía antes que usted distorsiona a los maestros. ¿Por qué lo hace?

Siempre me gusta sentirme un poco como un pequeño travieso, sin tomármelo en serio. Estas versiones de los cuadros del Prado… Comencé ensuciando libros de reproducciones de pintura y después iba haciendo versiones más grandes. Terminé haciendo reproducciones gigantes, de dos metros por dos metros: de Las Meninas, Adán y Eva del Bosco… Las vendía todas en Estados Unidos, en Alemania o en Austria. La gente del extranjero entiende que es un homenaje a tu tradición pictórica. Ya estamos en el siglo XXI y a estas alturas se admiten las bromas, pero nunca he tenido una exposición en Madrid de esta serie. De hecho no he hecho ninguna en España. También es algo bastante extraordinario…

Hicimos una exposición con Milos Kopták en Bratislava y el director del museo de la ciudad tenía contacto con la embajada de España. Vinieron los funcionarios de Madrid a la inauguración. Yo estaba con algún periodista que hay catalán en Eslovaquia superindependentista. Estábamos allí con un formato muy catalán y aparecieron allí unos Cayetanos y la tuvimos. Se enfadaron. Aquí no se suele hacer, pero en Eslovaquia en cada inauguración habla el director de la galería o el museo, habla el curador que ha organizado la exposición y, si hay alguna entidad colaboradora como la embajada de España, también. No vino el embajador, pero vino el agregado cultural y unos tipos y unas tipas como madrileños, así, con la corbata del PP. Cuando me dijeron que “tenía que hablar en castellano” contesté que no, que yo hablaba en eslovaco o en catalán. “En castellano aquí en Eslovaquia, para que lo entendáis vosotros solo, no tiene ningún sentido. Si tengo que hablar, hablaré en catalán y este señor hará de traductor al eslovaco. Esto es lo que hay. ¿Por qué tengo que hablar yo en castellano?”. Se me cortó el camino del Instituto Cervantes, que había colaborado en aquella exposición cubriendo parte del catálogo. Alguna vez el Instituto Ramon Llull me ha echado una mano, pero el Cervantes, no.

Ya no les gusta usted…

Con los españoles no me he acabado nunca de entender por lo que sea. He hecho algo en Madrid, pero siempre con promotores catalanes. Nunca he trabajado con ninguna galería ni en Madrid, ni en Andalucía, ni en Santander, ni en ningún lugar de España.

No debe ser por la irreverencia con los clásicos. Cuando el Equipo Crónica tomaba el Guernica y le introducía el Guerrero del Antifaz nadie se alteraba mucho allí…

Tampoco los del Equipo Crónica vivieron tranquilos en aquella época…

Pero quienes les miraban mal era el franquismo, no la sociedad.

Fueron importantes en la historia de la cultura pop española. Para mí son de los referentes…

En todo caso, parece claro que a la gente que iba contra el régimen les gustaba lo que hacían y que el régimen lo miraba con cierta condescendencia…

Pero es que ahora, al haberse diluido el régimen en una cosa que parece que no es régimen, pero que sigue siendo el mismo régimen, la gente ya no tiene tan claro a qué debe apoyar culturalmente y a qué no. Ni qué es ideológico y qué no lo es. Para mí tomar la tradición española metida en el Prado y reventarla es un placer que se puede leer de muchas maneras, y eso encaja dentro de mi tradición gráfica. No lo he hecho con el Louvre ni lo he hecho con ningún museo holandés. Me ha gustado ir a la mamella española. Puedes tomar estas fotografías y bajártelas en un formato más grande. Y disfrutar mucho, porque cuanto más grande es, más detalles encuentras. A partir de Velázquez, el Greco y todos los demás eran muy pop. Es muy fácil intervenir en ellos, porque eran muy modernos también. Extrayendo trozos o viendo algunas visiones que tenían, la cosa da para mucho. Aquel cuadro que habéis visto en la entrada, El sueño de Jacob, de Ribera, cuando lo vi en el Prado y después cuando vi las ampliaciones, descubrí que en realidad Jacob sueña en huríes, apenas dibujadas, transparentes…, pero el cuadro es perverso. El cura está echando una siesta y viendo allí todas las chicas del mundo en pelotas. En el libro de historia del arte no lo aprecias de ninguna manera, pero sí, todo eso está ahí…

Rai Escalé, pintor. Bràfim 22.11.2025 | Mireia Comas
«El Barroco es lo máximo de todo»| Mireia Comas

¿Le fascina el Barroco?

El Barroco es lo máximo de todo. Me fascina como espectador. Y me lleva hasta los límites de lo que un artista es capaz de entender, asumir y hacer. Los putos barrocos consiguen hacer un arte inigualable. Pero también me alucina Miguel Ángel o los grandes pintores del siglo XV…

Lo digo por la distorsión, por el tenebrismo, del Barroco. Por los miedos, las oscuridades, los monstruos, un mundo de contrastes fortísimos, con la Reforma y la Contrarreforma…

Al final el siglo XX terminó con una especie de barroco sin saber que era barroco. Todo forzado hasta unos extremos imposibles. Por eso el Barroco no nos parece tan aberrante como es si te paras a mirarlo pieza a pieza. Venimos del Barroco y hemos terminado viviendo en un mundo hiperbarroco. Es aquello de llevar todo al límite. Imagínate el Barroco en cine o en movimiento. Eso es donde estamos ahora. Con estos programas de televisión que no tienen ningún sentido…

La diferencia es que en el Barroco había los maestros, aceptados y reconocidos, y ahora cabe todo y todos.

Porque, efectivamente, una de las cosas que se ha perdido es el valor de la maestría. Hoy en día a cualquier indocumentado, entre los cuales quizás me incluyo, que tenga una cierta constancia y una cierta dirección, se les permite presentarse en lugares donde no se les permitiría entrar cien años atrás. A principios de los ochenta ya estaban restaurando los cuadros de Miquel Barceló. Volviendo a pegar todo el lío que se iba cayendo. Ya estaban los restauradores pensando cómo demonios volver a pegar las colillas. Por poner un ejemplo. Barceló es muy trabajador y tal, pero también le ha empezado a caer el techo de la Unesco y aquello de la catedral de Mallorca, que es fantástico, no sé cómo estará dentro de cien años. Aquello lo tuvieron que acabar haciendo en Italia con unos hornos que hacen no sé qué y colgarlo con ingenieros.

Sin querer hablar de Barceló, yo terminé de estudiar en Bellas Artes a principios de los ochenta y ya no hice procedimientos. Menos los de la opción A, que era la más realista, que les enseñaban un poco más de procedimientos, te podías pasar toda la carrera sin saber cómo demonios mezclar dos colores o de componer un aglutinante con… Se transmitía un cierto espíritu, pero no los conocimientos técnicos. Tenías un poco de dibujo en primero, pero no se te pedía que supieras dibujar bien. Estudiabas Bellas Artes, había quienes sabían dibujar un poco, pero había quienes no tenían ni puta idea…

¿Es necesario saber dibujar, ser un buen retratista figurativo, para ser pintor? No sé si Tàpies era bueno en ese sentido…

Es posible que no. Guinovart, seguro. Guinovart no sabía dibujar. Tengo un catálogo con un dibujo suyo por aquí… Mira, esto es la portada del catálogo de la actuación de Louis Armstrong en Barcelona en el año 55. Hizo dos pases antes de Navidad. Esta portada del programa en el Hot Club es de Guinovart. No sabe, de dibujar. Ni puta idea… Estos artistas son los que ahora van a la baja de precios en las subastas.

No son los únicos. También Ramon Casas, Miquel Utrillo, Ricard Opisso…

Esos, no tanto, ¡eh!

Yo creo que sí. Entre la cantidad que se pagaba por un cuadro suyo hace más de quince años y lo que se paga ahora…

Volvemos a Miquel Barceló. Nunca nadie ha vendido un cuadro de Barceló por la mitad de lo que le ha costado…

Los pintores modernistas y noucentistas catalanes se revalorizaron durante décadas… y ahora… Quizás porque nadie, al contrario de lo que ocurre en Eslovaquia, defiende y reivindica a estos artistas como pilares propios.

¡Ah! Mira, no quiero entrar a hablar del tema de los museos porque es un delirio sin pies ni cabeza…

¿Usted entiende qué función tiene el MACBA?

Preferiría no entrar en esta cuestión, porque no solo no la entiendo, sino porque si empiezo a hablar…

Acabará mal…

Ya me he peleado con la directora de las colecciones porque en cuanto dices dos cosas que te parecen de abecedario, de sentido común, la ofensa les es intolerable. El gerente del MACBA ha sido un arqueólogo… ¡El gerente del MACBA! ¿Arte contemporáneo? ¿Qué demonios ha comprado el MACBA de arte contemporáneo? En fin, no me hagas hablar… Así como adoro el MNAC, detesto el MACBA… El MNAC tiene una política respecto al arte contemporáneo…

La que no ha ocupado el MACBA.

¿Y todavía decimos de ampliar más el MACBA? ¡Por el amor de Dios! Y las guindas estas como la directora africanista y todas estas historias… Es que de verdad… Dice que es el museo de arte contemporáneo de Cataluña y ¿qué estáis haciendo? Estamos apostando por otras cosas. No lo entiendo, ni lo quiero entender, y me sabe muy mal. Yo cuando estudiaba Bellas Artes decía a los profesores que cogería una bomba, la lanzaría contra todos estos museos y los volvería a hacer de nuevo, y me contestaban: “¡Tú eres un milenarista!”. ¡Es que se lo merecen, demonios!

Je, je…

Sí, porque si has conseguido tener el museo que acoge menos visitas, con las exposiciones menos interesantes, de las cuales la mitad son alquiladas, de esas que… ¡Por favor! [Calla].

Dejémoslo estar [Ríe].

Sí, dejémoslo estar, porque después está el Centro de Arte Santa Mónica, que, de verdad… ¡Qué gremio que tenemos!

Rai Escalé, pintor. Bràfim 22.11.2025 | Mireia Comas
«Yo soy mucho menos sórdido y atrevido que Francis Bacon»| Mireia Comas

Cada vez que alzo la vista aquí me encuentro con esa pila de Francis Bacon… ¿Puedo deducir que es una influencia? Después dirá que no es sórdido usted…

Yo soy mucho menos sórdido y menos atrevido que Francis Bacon, en realidad. Me gusta mucho Kitaj, también, por ejemplo. Estuve en Inglaterra hace un par de meses, en Bradford, en el museo de David Hockney, que me interesó mucho cuando estudiaba al principio. Después me desentendí un poco. Y caramba, su etapa final, de viejo, me ha entusiasmado tanto, que lo he vuelto a recuperar. Ahora lo admiro profundamente. He comprado todo de libros con entrevistas suyas. Es un esnob y todo lo que quieras, pero es un tipo con unos cojones tan grandes… Es uno de los artistas que he vuelto a disfrutar de mayor. Estas instalaciones gigantes que tiene… En el museo de Bradford están los faxes que enviaba desde California, que hacen un mural… Fantástico. Que todo pudiera ser como esto. ¡Uf! Hace unos dibujos en el iPad fantásticos. Me da como manía el dibujo digital, pero, caramba, ¡cómo lo entiende y cómo lo maneja!

¿Usted no hace dibujo digital?

No. Estuve una temporada haciendo ilustraciones para Quimera, Benzina y Lateral, cuando aún había cosas de papel. Como eran cosas que se tenían que hacer para imprimir en blanco y negro, sí, estuve haciendo…

¿Trabajaba digitalmente?

Las hacía a mano y después las pasaba por programas, pero no me acababa de interesar mucho trabajar en la pantalla. Tienes que ajustar las fotografías, saber manejar el Photoshop… No es un universo que me atraiga especialmente.

Antes cuando hemos hablado de Bacon ha comentado que es mucho más sórdido que usted. ¿Usted no se considera sórdido?

No lo soy en absoluto. Es el adjetivo que te colocan cuando lo que haces es un poco más oscuro de lo que es habitual, pero ¡caramba!

¿Qué tiene contra la sordidez?

No me molesta en absoluto, pero sórdido me parece que es sentarse y ver un Telediario desde el principio hasta el final. Y ver a todos los personajes que salen. Eso sí que me parece sórdido. Una representación más o menos favorable, más o menos dulce, más o menos forzada de luces o de expresión, no. Estamos acostumbrados a que la representación figurativa de lo humano, en cuanto mueves un poco algo, ya te parece que es muy siniestro. Al final, también son manías de la gente que tiene pereza de mirar.

Ahora trabaja mucho con dibujos que recogen la película Freaks. Esa película, que es una obra maestra, tiene mucho de sórdido…

Siendo una gran obra maestra, todo lo puedes ver desde la óptica de la sordidez. Es la primera película y quizás la última donde salen monstruos de verdad, que no están hechos con efectos especiales o con maquillaje, pero también es la primera vez que se les da poesía y luz a unos personajes diferentes, que se les acaba dando una dignidad. Los que acaban siendo sórdidos son los personajes normales…

Ya lo dice bien. De esa sordidez hablaba yo, la que son capaces de generar los humanos normales

¿Quién es el que pone la etiqueta de sordidez? Cuando te mueves fuera de los arquetipos de la belleza, del arte fácil o de la pintura más amable –retratos bonitos o paisajes hermosos–, que no asustan a la gente, en cuanto te sales un poco de este patrón, la primera cosa que te dice la gente es: “Yo no entiendo”. Esto significa: “Esto que me has puesto delante o me toca las narices o no acabo de ver por dónde vas”. Hay como un rechazo, como si hubiera una barrera en medio que no te permite mirar. Define sordidez. Y define con un dibujo con grafito sobre papel en blanco qué te puede ofender tanto o qué puede resultar tan sórdido, si es que no estás haciendo apología de la sordidez, que hay toda una línea sobre esto: el ojo que cae o la destrucción o la cosa más de terror.

Eso ya lo hacía Buñuel…

Solo hasta un punto. Define qué significa sórdido, qué significa oscuro…

¿La amargura y la decadencia de la sociedad parisina burguesa que reflejaba Toulouse-Lautrec?

Aquello era el mundo de la noche, de las prostitutas, de los bebedores… Un mundo sórdido por sí mismo. Aquellos personajes socialmente vivían en un mundo sórdido y él los presentaba más o menos sórdidamente. Pero si te paras a mirar, la mayoría de sus pinturas en realidad no son tan sórdidas. Son buenas pinturas y todos los personajes tienen como una luz. Al final todos los personajes tienen su dignidad y su belleza, incluso en el mundo de la noche francesa de la absenta y de todo lo que hiciera falta.

También la tienen los personajes de Freaks…

Yo creo que son absolutamente bellos. De hecho, el que no tiene piernas es un chico guapísimo. Sí que tenía. Tenía dos pequeñas que le ataban a la espalda porque caminaba con las manos. El tipo explicaba que en la escuela los niños mayores se peleaban por llevarlo en brazos por lo guapo que era. Decía: “Yo, salvo buscar agua en el río, puedo hacer lo mismo que hacéis todos vosotros”. La belleza también es un concepto por definir. ¿Qué es la belleza y qué es la belleza para cada uno?

Hay un estándar asumido socialmente que puede variar. La Maja de Goya era una belleza en aquel momento. Ahora no sería bella para casi nadie. No la veríamos en un desfile de modelos.

Las mismas modelos de los años noventa, que eran esos trozos de mujer, ahora son adolescentes de trece kilos.

Igualmente, las mujeres y los hombres que aparecían en las películas pornográficas que hacía filmar Alfonso XIII hoy no servirían ni para un anuncio…

Es eso. Al final siempre hay un adjetivo para definir. ¿Qué es la obscenidad o qué es la belleza para ti? La belleza es un concepto que es totalmente móvil, que depende de tu historia personal, de tus gustos, de lo que hayas visto y digerido en esta vida, de dónde sales, qué has visto y qué no has visto… ¡Uf! [Resopla].

Ha comentado alguna vez que el arte es minoritario, que no interesa porque no interesa al “circo mediático”…

El arte plástico, quieres decir…

Sí.

Cada vez me siento más un dinosaurio por trabajar aún en este formato, que es un formato estático y antiguo.

Los que trabajan con todos los recursos que permiten las nuevas tecnologías, las redes sociales, ¿ya entran inevitablemente en el circo mediático? ¿El formato les hace entrar?

No lo sé. Hay muchas fugas. El concepto antiguo de la galería francesa, con cuadros hasta arriba, los museos como se entendían inicialmente, la galería de los años cuarenta o cincuenta donde se presenta todo limpio y aislado, con un contexto superneutro, las artes conceptuales que piden una pantalla o unos espacios diferentes, la performance, que liga con el teatro… Al final, el concepto antiguo de colgar algo en la pared, algo que al final es un cuadro o un dibujo, no será  lo más popular en los próximos años…

¡Es usted un dinosaurio!

No hace falta decirlo. Te hacen sentir un poco. Al final, la figura mitológica del artista, pasando hambre, con una vela, pintando la obra maestra, Van Gogh cortándose una oreja y todo aquello, tenía un sentido hace cien años que se ha ido diluyendo. Todo eso terminó con Picasso y con los grandes machos antifeministas. Ahora el artista es el Bugs Bunny aquel que no gusta a Trump. ¿Cómo se llama? ¿Bad Bunny? ¡Yo qué sé! Yo respeto todos los formatos de la creación artística, pero hay cosas que ya dices… Os podéis reír de mí, porque sí que realmente soy más un producto del siglo XX que del XXI, perdonadme, pero hay tantas cosas de consumo masivo consideradas arte que no acabo de verles ningún futuro y que no acabo de compartir o entender…

¿Qué espera de usted como pintor en esta etapa que… podríamos llamar última?

Sí. [Ríe].

Quizás no. Quizás considera que es la penúltima [Ríe].

Me gustaría continuar bastante como ahora. Que no me molesten mucho. Estoy estudiando más que nunca, leyendo más que nunca, no estoy trabajando más que nunca, pero estoy disfrutando más que nunca cuando trabajo en el taller. No tengo muchas exposiciones, que son muy estresantes… Me está costando vender las cosas que hago últimamente, pero prefiero no venderlas. Estoy entrando en una fase extraña y me gustaría quedarme como estoy. He conseguido tener un taller fantástico, donde estoy a gusto y paso todo el día haciendo un poco de esto y estudiando un poco de aquello. ¡Dios mío, que me quede como estoy!

¡Ha conseguido ser un burgués perfecto!

De acuerdo. He dado muchas y muchas vueltas ya. Estoy muy cansado también. He rodado y rodado. De los 20 a los 30 años hice de road manager de grupos, de los Brighton, de los Rebeldes, de su puta madre. Setenta mil kilómetros al año. Tuve una oficina de management y lo di todo por el bien del rock catalán y eso. ¡Id a tomar por culo! Después trabajé para empresas alemanas montando cocinas por toda España, para Santa & Cole montando muebles por aquí y por allá… He hecho todos los putos oficios del mundo. He vuelto con mis amigos de cuando empezaba a hacer de mánager de grupos a hacer de runner de cocina de grandes festivales. He hecho de runner para el cocinero de la Madonna y del de Bruce Springsteen…

¡Ah! ¿También? ¡Esa no la sabía! ¡Uau!

¡A tomar por culo también! Porque al final decías “Tenemos una semana de bolo de Bruce Springsteen en el Camp Nou”, y yo venga, con el cocinero en jefe, haciendo encargos… Hasta que ya me hice demasiado mayor. He pasado por todos los lugares por donde tenía que pasar. Y ahora que desde los 50 años puedo hacer un poco de artista a mi aire, ya me ha pasado el punto aquel de los 30 del ego y de triunfar… Cuando llegué a Estados Unidos decía: “¡Siguiente parada, Nueva York!”. ¡Id a tomar por culo también! Toda la fantasía de ser a través del reconocimiento de los demás se va diluyendo. Sobre todo, cuando ves que tampoco te reconocen tanto los demás.

Hombre, usted no es ni Madonna ni Bruce Springsteen…

No, no hace falta decirlo. ¡Ni ganas! Leía una entrevista con Jim Carrey que decía: “Yo le deseo a todo el mundo que se haga rico y famoso”. Y que vean qué feliz te hace eso. [Ríe]. Ya os lo regalo, todo eso, porque al final todos los sacrificios que has ido haciendo para ir viviendo y para ir haciendo… Al final, podías hacer de artista, pero de día tenías que trabajar de no sé qué y por la noche tenías que ir al taller y hacer lo que tenías que hacer… Lo haces porque sí y porque aquella exposición que harás será fantástica. ¡Todo será fantástico! ¡Ay!

Después de todo esto, después de tanta experiencia y tantos años vividos, ¿qué es la condición humana para usted?

¡Hostia puta, qué pregunta!

Para terminar puede pasar…

¿La condición humana? [Ríe]. Esto es una locura. No tiene ningún sentido. ¿La condición humana en qué sentido?

En el sentido de qué somos y cómo somos.

Somos un puto virus que con cincuenta generaciones casi ha terminado destruyendo el planeta. Nos movemos por unos impulsos que no tienen ni pies ni cabeza, yo creo. La humanidad, la condición humana, es un mar de desgraciados todos juntos. Cada uno en su estilo y unos más que otros, pero infelices y desgraciados. No hacemos más que pelearnos, hacernos daño unos a otros, no dejamos de vivir al puto vecino de al lado. Me parece que la condición humana es un experimento muy poco exitoso. Claro que hay buenas personas y claro que hay pequeños universos donde se respira paz de alguna manera, pero básicamente es una cuchillada tras otra, la condición humana.

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