Josep Alfons López Tena es notario e hijo de notario, aunque no ejerce desde hace años. Abrió despacho como tal en Tàrrega, Xàtiva y Barcelona, aunque, como él mismo se encarga a menudo de reivindicar, quien lo es ya no deja nunca de serlo. Notario, pues, pasivo -y que dure-, desde muy joven se dedicó, además de estudiar con los Jesuitas -la marca del bastón- y en la facultad de Derecho de Valencia, al activismo nacional y político. Fue en el Ateneo Mercantil de Valencia -una entidad anciana y poco benemérita- donde recibió el bautismo de fuego en forma de expulsión. En esta institución él y un grupo de nacionalistas jóvenes e inquietos crearon la Subcomisión Juvenil, que disolvió la junta directiva por considerar a sus integrantes “indisciplinados, rojos, catalanistas y maricones”, según ha pasado a la historia local y debe constar en alguna acta.
Tena pasó más tarde por las filas de Convergència Democràtica y Solidaritat Catalana per la Independència. También por Òmnium Cultural. A propuesta del grupo de Convergència en el Congreso, fue nombrado miembro del Consejo General del Poder Judicial, una estancia que lo marcó en conocimiento, experiencia y otras maldades. Fue motor de las consultas populares derivadas de la de Arenys de Munt en Osona, Olot y Mataró. Tres años después del fracaso de Solidaritat en las elecciones de 2012 hizo público que abandonaba una cierta política activa. Pero se mantiene, en la política, a su manera. Sus opiniones sobre el proceso no son críticas, son corrosivas.
¿Qué hace ahora? En 2015 anunció que dejaba la política activa…
No, no, no. No anuncié que la dejaba. Dije que abandonaba la política activa catalana. Eso, sí.
¡Ah! ¡De acuerdo!
Hay que precisar. Ni he dejado la vida pública, por un lado, excepto en Cataluña. Ni he dejado la política, salvo la catalana, por otro.
¿Y qué política concreta hace ahora?
Internacional.
¿Y eso qué significa?
Significa contactos, relaciones, congresos, artículos, generar opinión…
¿A favor de qué o contra quién?
Para hacer un análisis de la situación y, una vez analizada, combatir el populismo autoritario, que está en alza en el mundo. En este sentido y ya en aquellos años, recuerdo un elemento que también me sirvió para interpretar el proceso, que fueron los primeros pasos y la toma de poder de Narendra Modi y de su partido, el BJP, en 2014, en la India.
¿Y el ascenso de Modi y del BJP en la India le ayudaron a entender el proceso en Cataluña?
Los elementos de análisis que utilizaban los intelectuales -indios y no solo indios- para entender qué ocurría en la India proporcionaban elementos de análisis, sí, que me permitieron luego tener algunas herramientas de análisis válidas para el proceso catalán.
¿Cataluña es un país populista ahora?
Es que los países no son populistas o no populistas…
¿Hay una ideología populista hegemónica ahora en Cataluña?
Ssssssssí. Hay muchos elementos populistas, sí, en el independentismo -lo que pasa es que ahora no se nota tanto porque no gobiernan-. En Convergència, en sus metamorfosis y avatares posteriores, en Esquerra y en la CUP.

Según usted, ¿son partidos populistas o utilizan el populismo?
Son partidos que primero jugaron con el populismo, pero el escalafón se ha alterado muy rápidamente. Ha habido una serie de recortes por arriba -no solo como consecuencia de los procesamientos, sino también la gente que se ha apartado-. Esto ha tenido un doble efecto. En primer lugar, los que estaban en segunda, tercera o cuarta línea han subido. Si somos clementes y misericordiosos, en algunos casos diremos que tienen una calidad dudosa. Y ha constatado también un déficit en el reclutamiento. Hay poca gente que quiera hacer carrera dentro de los ámbitos políticos o administrativos de estos partidos. Se ha generado, pues, una pérdida de calidad. En segundo lugar y como consecuencia, así como la generación anterior, antes del proceso, jugaban al populismo pero no se dejaban absorber, estos, como su socialización se ha hecho durante el proceso, son indudablemente populistas.
¿Como Sánchez, Putin o Trump? Se pueden constatar elementos populistas por todas partes…
Si no le gusta el nombre populismo autoritario… Es el nombre que se usa en el planeta Tierra… Si no le gusta este nombre, puede poner usted otro. Me da igual…
No digo eso. Digo que el populismo ahora ni es una novedad ni solo afecta a unos específicamente…
¡Ah! Entonces eso es como decir que también en los Evangelios hay cosas comunistas. Y no. Mire, no. El comunismo es una cosa concreta, específica, que nace en un período… Eso, si nos ponemos serios. Si no, cogemos buey por bestia grande. Esto es muy catalán: “Ya nos lo encontraremos”, “¿Verdad que nos entendemos?”, etcétera. No. Si somos un poco precisos, no. El comunismo es un producto de un determinado período histórico, ideológico, de clases sociales. Y eso no existía en la época del rey Asurbanipal. Pues, con el populismo pasa igual. Aquello que a partir del cambio de siglo ha ido cada vez tomando cuerpo recibe un nombre internacionalmente que es populismo autoritario. Podrían haberlo llamado elefante grande, pero le pusieron populismo autoritario. No me diga ahora que ha habido -o hay- populismo o autoritarismo por todas partes, porque no hablamos de eso.
Dice que usted lo combate…
Combate de ideas, sí. Quiere decir artículos, intervenciones, conferencias, etcétera.
¿Cuál es el punto del mundo que más le preocupa en este sentido?
Estados Unidos, por supuesto. En Estados Unidos en este populismo autoritario hay muchos elementos peculiares, pero destaca uno que a mí me resulta curioso. A lo largo de este mes el gobierno de Donald Trump se está comportando como un ejército de ocupación. Como si fuera un ejército que ocupa un país y lo destruye. Acaba, por ejemplo, con las subvenciones para la investigación y la ciencia. Hablo de dentro. También lo hace fuera, pero esto responde a una línea ideológica que es la de ellos. Echar a decenas de miles de funcionarios de centros de salud incluye un elemento de ensañamiento contra las instituciones propias que es muy propio de un ejército de ocupación. Y eso es nuevo.
¿Qué propone para frenarlo?
Vencerlos. Tienen que perder las próximas elecciones. No hay otra manera de hacerlo. En otras épocas, cuando no se trataba de populismo autoritario, aquello terminó con una guerra. Pero no creo que ahora sea necesario. No hace falta una guerra para vencerlos.
¿Considera a Pedro Sánchez un populista autoritario?
No. En España el populismo autoritario es VOX. Solo. Lo precisaré más. El PP se sitúa en la línea de la derecha tradicional europea. Contando que la derecha tradicional española es otra, que no viene de la resistencia francesa, sino de gobernar con una dictadura autoritaria -semifeixista, según los momentos- durante cuarenta años. Las trayectorias y las referencias son diferentes. El PP no es como la democracia cristiana alemana o los conservadores británicos. Pero ahora tiene el mismo dilema que los partidos conservadores en Europa. ¿Qué hacemos con la extrema derecha que está creciendo entre las capas que antes los habían votado? Ya sé que el trasvase de voto es más general. También viene de la izquierda y de la extrema izquierda. De acuerdo. Y ahora se preguntan ¿qué hacemos? ¿Se sientan con ellos, los combaten, les dan el abrazo del oso, se alían? El PP vive este dilema. VOX no puede llegar al gobierno español de la mano del Partido Socialista, pero puede llegar de la mano del PP.
Ya que hablábamos del proceso… Usted antes era independentista…
Sí. Y ahora, también.
De Cataluña.
De los Países Catalanes.
¿Por qué Cataluña no es independiente? ¿Qué ha pasado?
Porque los catalanes no quieren. Ha pasado lo que ha pasado siempre. Son cinco siglos, ¡eh! No son tres. El mismo cómputo de decir tres siglos ya indica que los catalanes están en contra de la independencia incluso cuando hacen definiciones proindependentistas. No son tres siglos. Son cinco.
¿Eso no lo sabía usted cuando empezó a lidiar aquí y allá?
No. Había elementos que te podían hacer decir esto o aquello, pero no. De una manera taxativa -de decir: “Esto no va ni con ruedas”-, no. Tampoco tenía los elementos necesarios para el análisis. El caso de Modi en la India me dio los elementos necesarios para analizar los de Puigdemont, Junqueras y el proceso mismo. Cuando vi de manera clara que “Esto, no” fue en 2012. Pero, como podía equivocarme, esperé a ver efectivamente qué pasaba en 2014.

Precisamente en 2012 ustedes -Solidaritat Catalana- no sacan ningún diputado en las elecciones al Parlamento.
Sí, pero, créame, es previo.
No es a raíz de la derrota, entonces.
No. En absoluto. Fue, concretamente, a raíz del desenlace de la campaña “No vull pagar”. Tengo algún testimonio, además.
¿Por el desenlace del rechazo a pagar los peajes de las autopistas? ¿Eso lo iluminó y lo hizo pensar que Cataluña no sería independiente?
Sí, sí, sí. Exactamente.
¡Caramba! Explíquelo un poco mejor.
Es un poco largo de explicar, pero, al fin y al cabo, aquello terminó en nada. Estábamos en el Parlamento y recuerdo que le dije a Uriel Bertran: “Uriel, yo no os entiendo. No os entiendo, a los catalanes. Y como no os entiendo, hagamos unos másteres de catalanología a ver qué”. Por las tardes, pues, hacíamos unas simulaciones consistentes en saber qué pasaría, qué harían los catalanes, en unos casos o en otros. Yo no acertaba ni una. Poco a poco empecé a acertar más y le dije a Uriel que ya estaba, que me parecía que ya había aprobado el máster. Que con una mentalidad así no se podía lograr, no la independencia, ni siquiera recoger monedas de veinte duros. Imposible. Con una mentalidad así es absolutamente imposible. Por eso lo he dejado.
Volvamos a antes de esta anécdota. Son cinco siglos. Cinco. Y en cambio, los catalanes, cuanto más independentistas son, más insisten en el hecho de que son tres siglos de dominación. Desde 1714, cuando aquello no fue una lucha por la independencia. Aquello era una disputa autonómica de quién tenía más o menos poder en un estado autonómico. Y basta. Si son tres siglos, ¿cómo es que hubo una república catalana independiente en 1600 y un Pau Claris? ¿Aquello no existió? Pues, no. Son tres siglos.
Yo cambié de idea a raíz de entrar en el Parlamento, de ver todas aquellas criaturas, cómo se mueven, cómo interactúan, qué mentalidad tienen… Todo aquello me hizo cambiar la pregunta, por así decirlo. Hasta ese momento la pregunta era: “¿Cataluña debe ser independiente?”, “¿La independencia es el objetivo?”. Era: “¿Independencia sí o independencia no?”. A partir de ese momento cambié la pregunta a “¿Cómo es que no?”. ¿Cómo es que Cataluña no ha sido independiente en cinco siglos? En cinco siglos en los que ha habido de todo. De todo en el mundo, en el Mediterráneo, en el imperio español… Se independizaron unos, otros… Y no. ¿Por qué? Y a partir de ahí pensé: “Porque no quieren”.
¿Los catalanes o sus dirigentes?
¡Los catalanes! Sus políticos no han sido abducidos por los marcianos, que se los llevan a su platillo volante y les dicen: “Mira, ahora te llamarás Jordi Pujol y Soley”. No. Sus políticos son un producto de la tierra.
Me extraña que a usted le costara tanto entender eso. Que tuviera que ver cómo funciona el Parlamento para llegar a la gran conclusión.
Pues, mire, sí. ¿Qué quiere que le diga? No soy especialmente bobo en esta materia, pero, en fin…
Ha habido una serie de nombres, los grandes protagonistas del proceso. Me gustaría que me dijera cómo los ha visto y cómo los ve ahora. Empezaremos por Artur Mas.
[Resopla] ¿Tenemos que perder el tiempo en esto?

Sí, ¿por qué no?
Porque no vale la pena. Son una serie de personas que… No vale la pena. Igual que el soneto aquel que Góngora hizo a Lope de Vega en el que le decía: “Patos de la aguachirle castellana”. Si tenemos que hacer una lista de los patos de la aguachirle catalana, no hace falta.
¿Todos son iguales? ¿Da igual Artur Mas que Oriol Junqueras o Carles Puigdemont?
No. No son lo mismo. Cada uno es un animal diferente. Con unas características diferentes. El grado de cinismo de Junqueras es muy superior al de cualquier otro. Incluso diría que es muy superior al cinismo que él mismo tiene.
¿Se supera a sí mismo?
Sí. Porque le rebosa. [Ríe]. Entonces entraríamos en cotilleos y cosas de esas que serían muy divertidas, pero no vale la pena. Da igual. Todos se han ido por el desagüe. ¿No le he hablado de una diferencia de calidad? Fue Pujol quien montó cuando se retiró todo esto de la oficina del presidente, de los asistentes, del local… Así como Pujol o Maragall tenían vida propia, por decirlo así, fuera del ámbito digamos administrativo autonómico, después ya no. Así como Pujol y Maragall montaron oficinas reales -una truncada por el alzhéimer y la otra por la confesión pública de la corrupción…
Pujol no confesó públicamente ninguna corrupción propia.
Pues, ya se lo digo yo. Corrupción, sí. Pero precisemos, ya que hablamos de la herencia. ¿Cómo llamaría usted al hecho de que aquel del cual depende la hacienda pública su padre se muera y durante nueve años él no liquide los impuestos de sucesión, al cabo de diez años prescriba y él mismo -porque es él quien controla la hacienda- se ponga el sello de “prescrito”?
Él no declaró públicamente nada de eso.
No. Soy yo quien le dice que, además, hizo eso. Además hizo eso. No hablo del dinero negro. Hablo del dinero blanco del interior, del piso de allá, de la casa de Vilassar, del otro piso… No pagó impuestos de sucesión mientras él era presidente de la Generalitat. Los dejó prescribir. Y eso es corrupción.
Perdón ahora por mi escasa memoria. ¿El impuesto de sucesión no es posterior?
No. En Cataluña se traspasó a la Generalitat el primer o el segundo año de su gobierno.
A mí me parece que la cesión fue posterior y que, según quién ha gobernado y según dónde, lo ha reducido o lo ha anulado…
No, no. Ha existido durante todos estos años. También es una coincidencia extraña. Lo suprimió el Estado, pero, como estaba cedido a las comunidades autónomas, sí, cada comunidad autónoma podía aplicarlo o no. Artur Mas lo derogó y, en el momento en que murió su padre y él heredó, lo recuperó.
¿Eso fue así?
Sí. Son las fechas. Desde entonces se mantuvo. El impuesto de sucesión no estuvo vigente en Cataluña durante el tiempo en que murió el padre de Artur Mas. Coincidencias. Volvamos al tema que nos ocupa. Porque cuando yo he dicho la palabra corrupción referida a Jordi Pujol usted ha saltado como una fiera…
No. Solo le he precisado qué dijo y qué no dijo…
En todo caso, hablábamos de otra cosa. Él montó oficinas, centros de estudio, revistas, conferencias… Hablo de la oficina del presidente de él y de Maragall. Los siguientes, ya no. Sí, tienen la oficina, etcétera, pero no hacen nada. Y no hacen nada porque hablamos de una gente que… Bueno, a menos que Quim Torra esté haciendo algo en Girona que no nos llegue. [Ríe] Como ustedes, los medios barceloneses, son tan centralistas, tal vez Quim Torra está haciendo la revolución cultural en Girona y no nos hemos enterado. Si no…
También depende de eso. También depende de una pérdida de calidad que se manifiesta en estas pequeñas cosas. ¿Qué hace, desde su oficina, desde hace un año, el señor Aragonès? ¿Qué hace Quim Torra? ¿Qué hace Mas, que hace bastante más? De Puigdemont, no hablo. Porque Puigdemont tiene otras características…
¿Cuáles?
No las de tener unas oficinas montadas en Barcelona y unos escoltas, con unas retribuciones…
¿Lo considera un exiliado?
No. Porque el exilio es algo bastante más serio. Aquí hablamos de otra cosa. Hablamos de una persona perseguida por haber cometido presumiblemente una serie de delitos y que huye de la justicia. Y esto se resuelve con una orden de búsqueda y captura y entregado. Y ya está.
Lo veo enfadado con todo el mundo independentista, del cual usted ha formado parte durante años y años…
No, enfadado, no. Es que me resultan muy despreciables. Usted quería pasarme una lista y ahora me está queriendo llevar indirectamente. De acabar hablando de los patos de la aguachirle catalana. Entonces la conversación se hace agria, se convierte en sarcasmo, en puyas… No, no hace falta.
¿Salió usted muy tocado de la política catalana?
Hombre, sí.

¿Resentido?
Resentido, no. Tocado, pero no de la política catalana. Insisto. Se lo he dicho al principio y se lo vuelvo a decir ahora. Desde el momento en que era una cuestión sustancial, no era un tema de la vía o de la actividad políticas… No, no. Era una cosa de la misma Cataluña y los mismos catalanes. No me interesan. Han dejado de interesarme. No hago ninguna actividad en la vida pública catalana. Por esta razón. Para llegar allí necesitaba una confirmación. Primero en 2014 necesitaba ver si la gente -la gente que seguía el independentismo- respondía ante la mentira, ante la farsa. Ante lo que después todos han ido diciendo. Que si era una mentira, que si era una farsa… En aquel momento, no. En aquel momento todos haciendo animación desde la grada. Si la gente, ante eso, reaccionaba diciendo que todo era una mentira, una farsa, o en cambio hacían el venir y vamos todos, con flores a María, con flores a porfía, que madre nuestra es, que es lo que hicieron. Rosa de abril, Morena de la sierra y todos a subir a Montserrat a cantar El Virolai. Es lo que hicieron. Y eso para mí fue la confirmación de que mis hipótesis eran correctas. A partir de ese momento es cuando decidí hacerlo público. Lo dije públicamente porque ya no tenía sentido. No puedes hacer actividad pública -ya no digo política-, ni siquiera cívica, en un pueblo en el que sus valores, su mentalidad, su manera de hacer, no te interesan.
Por tanto, su gran decepción política ha sido el mismo pueblo?
Sí. Los catalanes. Sí, claro.
¿Y cómo es que aún vive por aquí?
¿Y eso qué tiene que ver?
Mucho. Podría irse a vivir a la India…
No. No tiene nada que ver. Hay una diferencia, que también es una diferencia en la relación entre Cataluña y España. No hace ni cuarenta años la única salida que tenían los catalanes digamos decepcionados de los catalanes era España. No había otra. Algunos extrañamente -al estilo Josep Pijoan o estilo Joan Ferraté- lo hicieron con Estados Unidos. Pero, si no, la salida era Madrid. Entonces se españolizaban, tenían que españolizarse. Ahora hace muchos años que no pasa eso. Puedes vivir donde sea. Yo hago en Barcelona la vida que podríamos decir de expat. No participo de la vida local. En absoluto. Sí que la analizo, porque tengo muchos elementos de análisis. Tengo un conocimiento de esta sociedad más profundo, por dedicación, que no de la India, por ejemplo. Pero analizarla no significa participar en ella.
Aparte de que los catalanes no quieran ser independientes, ¿hay otra característica que le llame la atención de este pueblo?
No. Es que de ahí sale todo. De ahí sale un concepto lacaniano, muy apropiado al caso, que es el objet petit a. De ahí sale la dependencia de la superioridad moral. Es decir, la necesidad de darse chutes permanentes de superioridad moral. De ahí sale, como consecuencia, la búsqueda activa de la pérdida, de ser víctima -real-, porque es la mejor manera de tener superioridad moral. No hay nada mejor que ser víctima, pero la victimización necesita algún elemento real. De lo contrario, se convierte en algo demasiado abstracto. Todo eso sale de ahí. Todo sale de la situación de ser un país subordinado, dominado y que ni ha desaparecido -que habría sido una opción, como han hecho muchos otros- ni tampoco se ha independizado -como han hecho también muchos otros-, sino que está en un estadio ueeep! Y este estadio genera monstruos. Mentales y de toda índole. Genera, entre otras cosas, una mala hostia reconcentrada que muchas veces algunos atribuyen a un carácter rural. Y no. Es algo consustancial. Es esta mala hostia reconcentrada que tienen entre ellos los presos, los soldados encerrados cuando hacen la mili obligatoria. Cuanto más perdidos están en el Sáhara, más hay este odio reconcentrado entre ellos. O la gente que está en un campo de concentración. Lo cuentan mucho los sobrevivientes, de eso. Esta mala hostia reconcentrada también viene de ahí. Viene de la dependencia y de la impotencia.
Hablando de mala hostia, cuando usted abandonó la política activa y el proceso, algunos le reprocharon que se pasara al enemigo…
Eso se ha dicho siempre. Me lo han dicho desde el primer día.
¿Pero ha trabajado alguna vez para el enemigo?
No, pero hay un elemento muy gracioso en eso. En Madrid, cuando yo estaba en el Consejo General del Poder Judicial, también se entendió un rumor. Pero en aquel caso -que le podría explicar cómo se creó y qué se hizo para que funcionara, pero no vale la pena, porque tampoco se trata aquí ahora de contar según qué cosas a las criaturas- decían que yo era de la CIA y del Mossad. No decían que era del CNI porque, entre otras cosas, del CNI eran ellos. Sabían de sobra que no. [Ríe] Madrid piensa en esos términos. “Aquí hay un tío que no habla mucho y que hace cosas que son efectivas. Nos pasan cosas que no sabemos de dónde nos vienen…”. Eso significa que trabaja para SPECTRE. ¿Cuál es el SPECTRE de Madrid? La CIA, el Mossad. ¿Y el de Barcelona? ¡El CNI! Esto es una bajada de categoría alucinante. Es una de las primeras cosas que pensé: “Estos catalanes no van bien, no van bien!”. Porque una cosa es tener la ambición -si miras en términos ambiciosos- de que uno de tus enemigos trabaja para los enemigos de España -la CIA y el Mossad- y otra, en Barcelona, es la tanqueta de enfrente, el CNI. Hombre, ¡por el amor de Dios! Pues, eso. Esta es una de las cosas que me hizo ver que no. Son muchas cositas. Una y otra, se van acumulando, como decía la Virgen María, que las guardaba en el corazón y se iban acumulando. Esta fue una. Del Mossad al CNI… Pero yo qué he hecho para que me insulten de esta manera…
De todas formas, ¿usted ha hablado del proceso -detalles del proceso- con gente importante del mundo político o judicial de Madrid?
Sí. Hasta nuestros días, sí.
¿Ha colaborado o les ha ayudado de alguna manera?
Yo mantengo los contactos en Madrid, tanto en el ámbito gubernamental como en el judicial. Sí, sí. ¡Por supuesto!
Entonces no se extrañe que le digan que trabaja para el enemigo.
Que digan lo que quieran. Ni me extraña ni me deja de extrañar. Es perfectamente comprensible. De la misma manera que era perfectamente comprensible cuando lo decían en Madrid. De lo que me quejo es que me rebajen de categoría. Y que me atribuyan que soy el enemigo y, por tanto, eso es el CNI. Porque es su visión. España. Porque no ven nada más. España, España, España… LA CIA, el Mossad… eso no lo ven. Solo España. Pues, no.
Ha hablado del Consejo General del Poder Judicial, del cual usted formó parte. ¿Qué le parece la larga guerra entre el PSOE y el PP para controlar estos ámbitos, el Consejo y el Tribunal Constitucional?
En cuanto a su composición, hay un defecto de partida. Un defecto de diseño. Sobre todo, en el Consejo General del Poder Judicial. Porque el Constitucional, como se renueva en una parte cada tres años… Hay una diferencia muy grande. El Constitucional se oxigena mucho más. El Consejo, no. El Consejo se renueva entero. Esta circunstancia refuerza -también en el Constitucional, pero sobre todo, en el Consejo- la voluntad de tener una mayoría. Esto se intentó evitar en la Constitución estableciendo unas mayorías reforzadas. Querían que el incentivo fuera generar unos perfiles -pactarlos- aceptables para ambos, para el PP -la UCD, en aquellos momentos- y para el PSOE. Y no ha funcionado así. El incentivo, en lugar de haber sido el más aceptable para ambos, se ha decantado por las cuotas. “Yo, por mi parte, propongo a los más jabalíes”.
Al principio se respetó encontrar a la gente más adecuada en el consenso. Después, ya no. Esto está ligado a otro hecho. Si tú tienes reputación, no te gusta perderla, pero, si no tienes, te da igual perderla. Esto ha provocado el nombramiento de una gente a nivel reputacional que… No hablo de si son buenos o malos, que suelen ser malos. El problema es cuando no han adquirido una reputación antes, de lo que sea, en profesiones o en actividades jurídicas. Si no tienen reputación, no tienen ningún problema para perderla. Este ha sido cada vez más el incentivo. El incentivo no son los perfiles, las trayectorias, los caracteres que convienen más a la institución, no. El incentivo es: “En mi cupo pongo a quien me dé la gana”.
Eso, en el mejor de los casos. En el peor, no se ponen de acuerdo y bloquean la renovación…
Sí, pero este es un clásico del PP. Ya pasó con mi caso. Habían perdido el gobierno. Había perdido Rajoy y había ganado Zapatero. Entonces se esperaron dos años hasta las siguientes elecciones. Y ya le cogieron el gusto. En cambio, el PSOE es lo contrario. Cuando una de estas instancias tiene mayoría progresista y los socialistas pierden el poder sí que son capaces de llegar a un acuerdo para renovarlo. El PSOE no bloquea. Por el contrario, el PP bloqueó con Rodríguez Zapatero y ahora lo ha vuelto a hacer más años. Piensan: “Como ahora tengo el control con la gente que hay dentro… Como con nuevos miembros, lo perdería…”. Se lo plantean en esos términos directamente. Control o no control.
¿Es más sectario el PP que el PSOE? ¿Quiere decir?
Mmmmm… ¿Cómo lo diría…? Es que eso ha ido cambiando mucho. Ahora no hay dos jugadores. Hay cuatro. Está el PSOE y el PP, evidentemente, pero hay dos más, que son la Asociación Profesional de la Magistratura, que yo diría que incluso es más fuerte que el PP, jugando en este terreno, y Juezas y Jueces por la Democracia, en el ámbito de la izquierda, no solo en el del PSOE, sino también recientemente en el de Sumar o Podemos. Es un juego de geometría variable entre estos cuatro elementos. No sabría decirle… Depende de cada momento.
También es cierto que interviene otro factor del que habla poca gente. También están los caracteres personales. Es decir, por mucho que mande o por mucha fuerza, por mucho carisma, por mucho atractivo, por mucho poder o por mucho de todo lo que tú quieras, que tenga una persona, en una agrupación de trescientas cincuenta, como es el Congreso, tiene menos capacidad de independencia que en una asociación de veintiuno. En una de veintiuno es mucho más fácil que el carácter individual, las maneras de hacer individuales, predominen o tengan más importancia.
¿Le parece que la cúpula judicial española está desobedeciendo la ley de amnistía?
No la desobedecen. Yo he escrito un artículo sobre todo esto…
Quiero que lo explique y lo simplifique, si es posible.
Son los juristas los que interpretan las leyes. Los legisladores -ya sea el emperador, ya sea Dios nuestro Señor, a través del rey o el papa, ya sea un gobernante democráticamente elegido… me da igual- deciden que una cosa determinada es ley, que se impone con carácter general para todos, pero no son los que la interpretan o la aplican. Estructuralmente. No pueden. Son funciones diferentes. Desde los textos del año 4000 o 5000 antes de Cristo de la India, todos los gobernantes siempre se han quejado de eso. “Ahora vienen los juristas y nos lo destrozan”.
Supongo que quienes me adjudican un papel determinado ahora pensarán: “Este ya ha perdido el juicio del todo, y por lo tanto, ningún problema”. Pero les recuerdo que en la distribución trifuncional de los indoeuropeos los letrados, jueces, juristas, salen de la cabeza de Brama. En cambio, los gobernantes, los reyes, los militares, salen de los brazos. Son subordinados. Y así es desde que existe la estructura del cerebro humano. Como consecuencia, la pretensión de que los jueces apliquen la ley de esta manera, porque la voluntad popular… Escuche, sí, hace 5000 años que escuchamos esta cantinela a todos los gobernantes que se sienten maltratados porque los jueces no aplican las leyes como ellos quieren.
A su parecer, entonces, ¿la ley de amnistía está bien aplicada?
Sí. Es que, además, hay que leerla. Primero hay que leerla y después hay que leer la Constitución. También hay otra cuestión. Las leyes no son más que actos de manifestación de una cosa previa, mucho más amplia, mucho más general, que es el derecho. Como no son iguales la palabra y la lengua. La palabra es la manifestación de la lengua. La ley es la manifestación del derecho. Esta ley de amnistía no sale de la nada. Se encaja dentro del ordenamiento. Y dentro de este ordenamiento -además de cuestiones específicas como la malversación, que a mí no me parece muy relevante, pero que sí es importante para quien está implicado-, hay un problema conceptual previo y fundamental. Todo lo que han ido diciendo los de la banda derecha -concretamente, judicial y jurídica- respecto a que la amnistía supone que el ejecutivo vulnera la separación de poderes, que es una arbitrariedad más de los poderes públicos, todo eso es cierto. Como también es cierto el indulto que se hace cada miércoles. Todo el sistema jurídico se basa en la independencia del poder judicial, en el hecho de que los jueces tienen la potestad exclusiva de juzgar, y llega el gobierno y, a través de los indultos, dice: “Este señor, no. Fuera”.
El indulto atenta contra todos los principios constitucionales y de la Unión Europea. Como la misma amnistía. Alguien que no es el poder judicial anula los efectos -o la sentencia misma- de un juez. Ahora, ¿qué pasa? Pues, que los indultos están contemplados en la misma Constitución. Y la amnistía, no. Este es el obstáculo fundamental. ¿Cuál es el título habilitante para que en el caso español -en que la amnistía no está contemplada constitucionalmente- una cámara pueda hacer cosas como estas? El resto… El “Oye patria mi aflicción” y “la patria ultrajada» por parte de los medios jurídicos, que, por cierto, podrían utilizar un lenguaje un poco menos hiriente… Todo eso nunca se les ha pasado por la cabeza ante cada indulto. Nunca. Que el gobierno pueda decir “Tú, sí, y tú, no”, ningún problema. Que lo puedan decir las Cortes, todos los problemas. Pero sí. Todos los problemas. Porque la Constitución permite el indulto, pero no la amnistía. Esa es la clave.