Los jóvenes ya no leen. Este falso mantra ha resonado durante años en Cataluña, pero, poco a poco, ha comenzado a desmoronarse como un castillo de naipes. Y así lo confirman los datos. Siete de cada diez chicos y chicas del estado español eligen esta actividad en su tiempo libre, según el último estudio sobre los hábitos lectores publicado por el Ministerio de Cultura a principios de este 2025. En clave catalana, el último informe de la Escola de Formació Guillem Agulló d’Òmnium Cultural, elaborado a partir de una encuesta a 1.500 jóvenes de entre 18 y 34 años, indica que el 75% de este segmento lee, al menos, una vez por semana. Los datos, por tanto, muestran que los jóvenes leen, y mucho. Uno de los secretos de este éxito lector entre la llamada generación Z –la de los chicos y chicas nacidos entre 1997 y 2012– son los clubes de lectura, que con los años se han convertido en una gran herramienta para recuperar a los jóvenes y animarlos a leer.

«Los clubes de lectura son espacios de lectura compartida. Y conversar en grupo genera ganas de leer», argumenta la editora de Columna (Grupo 62), Glòria Gasch, en conversación con El Món, quien señala que este es uno de los principales motivos por los que la gente más joven ha comenzado a frecuentar más estos espacios, muy consolidados en Cataluña: «Tenemos más de 3.000 clubes de lectura. Hay una capilaridad insólita», añade Gasch. Aunque el público general de estos clubes son adultos, tal como confirman fuentes del Consorcio para la Normalización Lingüística, que coordina varios clubes de lectura, en los últimos años se ha incrementado la presencia de gente joven. «En la librería L’Altell de Banyoles, por ejemplo, se hacen desde infantil, y muchas veces las inscripciones ya están llenas», añade la directora editorial del área de infantil y juvenil del Grupo 62, Patrizia Campana, quien considera que el éxito de estas actividades confirma el creciente interés de los jóvenes por la literatura.

Durante tres años, Anna Marín, una joven de 23 años, participó en Lectures en Ruta, impulsado por la agrupación cultural Tramoia. Se trata de un proyecto de inmersión literaria y descubrimiento del territorio pensado para jóvenes de entre 18 y 30 años. A diferencia de los clubes convencionales, esta actividad consta de cuatro salidas de un fin de semana de duración con un precio final de 250 euros por persona -en los que se incluyen el alojamiento y todas las comidas- donde se trataba un libro en concreto. Por ejemplo, en caso de abordar las obras de Caterina Albert (Víctor Català), los participantes del programa recorren algunos de los espacios más emblemáticos de la autora y, desde el terreno, discuten y comparten sus reflexiones literarias: «Te permite verlo todo de primera mano. Lo hice durante tres años y lo volvería a hacer», reflexiona. Es precisamente este contacto directo con los autores -o con los espacios significativos para su obra- lo que incentiva la lectura entre la gente más joven, ya que buscan conectar con la literatura desde otro prisma: «La participación de los autores en los clubes de lectura siempre los enriquece, por eso la mayoría se intenta hacer de esta manera», reflexiona Glòria Gasch.

Un hombre preparando una parada de libros para el día de Sant Jordi de 2025 en Barcelona / Jordi Borràs (ACN)

Potenciar «más» los clubes de lectura

A pesar de que Cataluña ya cuenta con una extensa red de clubes de lectura, gratuitos y privados, en todo el país, la editora de Columna considera que aún se pueden potenciar más este tipo de actividades. Gasch pone especial énfasis en trasladar los clubes de lectura a las escuelas, por ejemplo, ya que considera que sería una herramienta muy positiva para atraer, aún más, jóvenes a la literatura. «Y los autores también querrían participar», añade la editora de Columna. Considera incluso que los clubes de lectura se podrían llegar a incorporar dentro de las evaluaciones de los estudiantes para abordar directamente la comprensión lectora -uno de los aspectos en los que más ha caído el nivel de los alumnos en los últimos años. En esta línea, Patrizia Campana argumenta que la virtud de los clubes de lectura es que son «actividades voluntarias», lo que sirve para incentivar la lectura entre la gente más joven: «Que sean voluntarios significa que están motivados, y esto refuerza el gusto por la lectura», apunta la directora editorial del Grupo 62.

Campana también considera que este tipo de actividades sirven para incentivar la literatura entre las nuevas generaciones y desmarcarla de los ejercicios de lectura que se hacen en la escuela, donde a menudo las obras que se tratan son «obligatorias», las cuales, habitualmente, motivan menos a los estudiantes. «Algunos profesores también apuestan por que los alumnos elijan qué libros quieren tratar, y esto les ayuda a motivarse», añade, y apuesta por «convertir el aula en una especie de club de lectura donde se discute sobre libros». Por su parte, Glòria Gasch también apunta que los clubes de lectura se pueden incentivar como una buena actividad para hacer en familia porque sirve para «contagiar» la «pasión» por la literatura entre los más pequeños de casa, lo que, a la larga, también tendría un impacto positivo para la enseñanza. De hecho, los clubes de lectura ya no son solo actividades presenciales, sino que también se han adaptado a los nuevos formatos. En este caso, tal como detallan desde la Diputación de Barcelona, estos clubes virtuales se realizan a través de la aplicación Tellfy, la cual permite una «comunicación instantánea» entre lectores y conductores. Sea como sea, la esencia es la misma: compartir la literatura.

Los géneros literarios que más triunfan

Tanto la editora de Columna como la directora editorial del área de infantil y juvenil del Grupo 62 coinciden en que se han diversificado los géneros que consumen las nuevas generaciones. Aunque el género fantástico y la novela romántica continúan siendo los platos fuertes entre los adolescentes, la novela gráfica y el cómic -especialmente el manga- también han ganado mucho peso últimamente. Entre los preadolescentes, Patrizia Campana apunta que el thriller es un género literario que también está triunfando mucho, aunque el contenido con un tono humorístico sigue siendo su gran apuesta. Este amplio abanico, por tanto, también queda reflejado en los clubes de lectura, que se adecuan a la voluntad de sus usuarios.

Imagen de una estantería de libros en una biblioteca / Europa Press

El precio, una barrera de entrada para la cultura

Como en muchas otras actividades culturales, hay clubes de lectura gratuitos, la gran mayoría de los que se organizan desde las bibliotecas públicas -donde para participar solo se necesita tener el carnet de socio-, y de pago. De los que hay que pagar, la mayor parte de ellos organizados por librerías, los precios oscilan entre los 20 y los 50 euros. Al precio de la inscripción del club de lectura también hay que sumarle el precio del libro sobre el que girará la sesión. Este precio a menudo supone una barrera de entrada para muchos jóvenes. Así lo refleja Anna Marín, que ha sido usuaria durante los últimos tres años de varios clubes de lectura. Durante un tiempo frecuentó, tal como relata, el club de lectura de Librerío de la Plata, de Sabadell, el cual tiene un coste aproximado de cincuenta euros. «A esto hay que sumarle también el precio del libro. Sale caro», explica. Este motivo, por tanto, fue uno de los factores que la llevó a desencantarse de este espacio y buscar otros.

La situación que se vive con los clubes de lectura también es extrapolable a otras actividades culturales. Así lo constata el último informe elaborado por Òmnium, el cual indica, analizando los resultados de más de un millar de encuestas, que el precio es un «freno estructural» para el acceso a la cultura. Teniendo en cuenta esta situación, el presidente de la entidad, Xavier Antich, ha hecho esta misma semana un llamado a «volver a agitar culturalmente el país»: «Los jóvenes quieren más cultura, la quieren en catalán, la quieren en todo el territorio y necesitan poder acceder a ella sin barreras económicas«, aseveraba con contundencia el presidente de Òmnium Cultural durante la presentación del informe. De la misma manera que pasa con actividades como el teatro o el cine, por tanto, para incentivar aún más los clubes de lectura entre los jóvenes y mantener viva la literatura, los organizadores de estas actividades deben adaptar la oferta a las necesidades de la población. A pesar del trabajo pendiente, sin embargo, la conclusión es clara: los jóvenes leen y quieren seguir haciéndolo.

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