El impacto del alcohol en el organismo cambia con la edad, y a partir de los 60 los médicos comienzan a prestar mucha más atención a cada copa. Las cifras oficiales muestran que millones de personas mayores continúan consumiendo bebidas alcohólicas de manera regular, aunque el riesgo de caídas, interacciones con fármacos y deterioro cognitivo aumenta con los años. Así lo advierten organismos como el Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y Alcoholismo de Estados Unidos, que recopila datos oficiales sobre el consumo de alcohol en mayores de 65 años.
En paralelo, se acumulan estudios que vinculan incluso consumos considerados moderados con un mayor riesgo de deterioro cognitivo, demencia y otros problemas neurológicos en la vejez. En este contexto, un prestigioso neurólogo estadounidense especializado en memoria ha decidido ir un paso más allá y fijar una edad concreta a partir de la cual, según su opinión, lo más prudente es dejar de beber de manera definitiva. Su propuesta ha reabierto el debate sobre si realmente existe un nivel seguro de consumo de alcohol cuando el cerebro envejece.
Este especialista es Richard Restak, neurólogo, neuropsiquiatra y profesor clínico en la George Washington University, autor de numerosos libros sobre el cerebro y la memoria. A partir del análisis de los datos disponibles y de su experiencia clínica, Restak lanza una recomendación taxativa: si una persona ha alcanzado una cierta edad avanzada, debería plantearse eliminar el alcohol de su vida de manera completa y permanente. En sus obras, sitúa este punto de corte alrededor de los 65 años, momento en el que el número de neuronas comienza a ser menor y la reserva cerebral se vuelve más vulnerable.
Quién es Richard Restak y por qué alerta sobre el alcohol
Richard Restak lleva décadas dedicado al estudio del cerebro humano, con un interés especial en la memoria y en la prevención del deterioro cognitivo. Ha publicado más de una veintena de libros, muchos de los cuales se han convertido en superventas, en los que explica de manera divulgativa cómo funciona el sistema nervioso y qué podemos hacer para conservarlo en buen estado el máximo tiempo posible.
En títulos recientes centrados en la prevención de la demencia, Restak insiste en que la memoria no es solo una función intelectual más, sino un pilar de la identidad personal. Protegerla implica actuar sobre múltiples frentes: sueño, ejercicio, estimulación cognitiva, gestión del estrés, alimentación y también consumo de alcohol. Su advertencia sobre el límite de edad para beber se enmarca en esta visión global de la salud cerebral.
El contexto de su advertencia a partir de los 65 años
La base de su postura es sencilla: con el envejecimiento, el cerebro va perdiendo, aunque sea lentamente, parte de sus neuronas y de sus conexiones. Algunas estimaciones sitúan la pérdida total de neuronas a lo largo de la vida alrededor de un pequeño porcentaje, pero este descenso reduce el margen de error. En un cerebro con menos reserva, añade, resulta poco prudente exponer de manera repetida las células nerviosas a una sustancia que actúa como neurotoxina, aunque sea “débil”.
En lugar de limitarse a recomendar moderación, Restak llega a una conclusión personal más estricta: a partir de la segunda mitad de la década de los 60, el balance entre el posible placer del alcohol y el daño potencial para el cerebro se inclina claramente hacia el riesgo. De ahí su frase, que ha dado la vuelta al mundo: para aquellos que han cumplido los 65, aconseja eliminar el alcohol de la dieta de manera completa y permanente.
Qué hace el alcohol en el cerebro que envejece
El alcohol etílico atraviesa con facilidad la barrera hematoencefálica y actúa sobre múltiples sistemas de neurotransmisión. En personas jóvenes y sanas, el cerebro puede compensar parte de este impacto. No obstante, con la edad se observan cambios estructurales: reducción del volumen cerebral, pérdida de materia gris y blanca, y menor capacidad de reparación. Varios estudios de neuroimagen en adultos mayores han relacionado un consumo continuado de alcohol con el adelgazamiento cortical y alteraciones en la sustancia blanca.
En un cerebro que ya sufre el efecto del envejecimiento, cada episodio de intoxicación, por leve que parezca, supone un estrés adicional. El alcohol favorece la inflamación, el daño oxidativo y los problemas vasculares que se pueden traducir en microlesiones. No se trata solo de grandes borracheras: los datos más recientes apuntan que el riesgo aumenta a partir de cantidades relativamente bajas, especialmente si se mantienen durante años.
Riesgo de deterioro cognitivo y demencia
En los últimos años se han publicado cohortes de personas mayores que permiten seguir durante décadas la relación entre consumo de alcohol y deterioro cognitivo. En general, los trabajos señalan que aquellos que beben con regularidad presentan una probabilidad mayor de empeorar en pruebas de memoria, atención y velocidad de procesamiento en comparación con los abstemios.
Algunos estudios han detectado, además, más lesiones microscópicas en el cerebro de grandes bebedores y exbebedores, como lesiones vasculares y acumulación de proteínas asociadas al Alzheimer. Incluso ingestas en el rango de unas pocas copas a la semana se han vinculado con un aumento medible de estos resultados. Aunque la relación exacta entre cantidad, frecuencia y riesgo continúa en estudio, el mensaje que gana peso es claro: para el cerebro que envejece, cuanto menos alcohol, mejor.
| Efecto del alcohol | Por qué es más grave en gente mayor |
|---|---|
| Daño en neuronas y conexiones | Menor reserva neuronal y menor capacidad de reparación |
| Alteraciones vasculares cerebrales | Mayor fragilidad de los vasos y más riesgo de ictus y microinfartos |
| Empeoramiento de la memoria | Se añade al deterioro cognitivo ligado a la edad y a otras enfermedades |
Alcohol y salud global en mayores de 65 años
El cerebro no es el único órgano afectado. En las personas mayores, el alcohol se asocia a un riesgo mayor de caídas, fracturas y traumatismos craneales, en parte por problemas de equilibrio y en parte por la presencia de otras enfermedades. Los cambios en la composición corporal hacen que la misma cantidad de alcohol produzca concentraciones más altas en sangre que en un adulto joven, con efectos más intensos.
Además, muchas personas mayores toman varios medicamentos de manera crónica: antihipertensivos, anticoagulantes, fármacos para la diabetes, ansiolíticos, hipnóticos o analgésicos. El alcohol puede potenciar o interferir con la acción de estos tratamientos, aumentar la somnolencia, alterar la tensión arterial o dañar el hígado, un órgano clave en el metabolismo de numerosos fármacos. A esto se añaden los efectos conocidos sobre la presión arterial, la función cardíaca y el riesgo de determinados tipos de cáncer.
Qué dicen los organismos internacionales
Las principales agencias de salud pública han ido revisando sus mensajes sobre el consumo “moderado” de alcohol. Cada vez es más frecuente encontrar advertencias de que, en términos de riesgo, la opción más segura es no beber. Algunas organizaciones señalan explícitamente que incluso una copa diaria puede aumentar la probabilidad de determinados tumores y de problemas cardiovasculares.
En el caso de las personas mayores, la preocupación es doble: por un lado, el mayor riesgo de deterioro cognitivo y demencia; por otro, la combinación de alcohol con patologías ya presentes y tratamientos complejos. En este contexto, la recomendación de Restak no pretende establecer una norma legal, pero sí subrayar que, a partir de una cierta edad, continuar bebiendo por costumbre puede ser una decisión poco alineada con la protección del cerebro.
Cómo aplicar en la práctica la recomendación de dejar el alcohol
Más allá de la edad cronológica, el neurólogo invita a reflexionar sobre la relación personal con el alcohol. Un punto clave es preguntarse para qué se bebe. Si la respuesta tiene que ver con aliviar la ansiedad, mejorar el estado de ánimo o conciliar el sueño, es probable que exista una dependencia psicológica que aumente el riesgo de consumo problemático.
Algunas preguntas útiles para aquellos que se acercan o superan los 65 años son:
- Bebo casi todos los días, aunque sea poco?
- Me cuesta disfrutar de los encuentros sociales sin alcohol?
- He aumentado la cantidad con los años para notar el mismo efecto?
- He tenido caídas, olvidos o episodios de desorientación relacionados con haber bebido?
- Tomo medicación que pueda interactuar con el alcohol?
Responder con sinceridad a estas cuestiones, idealmente junto con el médico de atención primaria, ayuda a valorar si tiene sentido continuar bebiendo, reducir de manera drástica o plantear la abstinencia completa, como propone Restak a partir de los 65.
Estrategias para reducir y abandonar el consumo
Dejar el alcohol después de décadas de consumo social o habitual no siempre es sencillo. Por eso, los expertos recomiendan abordar el cambio de manera planificada y, en caso de consumo elevado, siempre con supervisión sanitaria para evitar complicaciones. Algunas medidas prácticas son:
- Comentar abiertamente con el médico la intención de reducir o abandonar el alcohol.
- Establecer un período de prueba sin beber (por ejemplo, un mes) y valorar cómo mejoran el sueño, la concentración o el equilibrio.
- Sustituir las bebidas alcohólicas por opciones sin alcohol que permitan mantener el componente social.
- Identificar situaciones de riesgo (cenas, celebraciones, momentos de estrés) y preparar alternativas.
- Pedir apoyo a familia y amistades para que respeten y acompañen la decisión.
En casos de dependencia establecida, puede ser necesario recurrir a programas específicos de deshabituación con apoyo psicológico y, en ocasiones, farmacológico. El objetivo no es solo evitar el daño físico, sino también mejorar la calidad de vida, la autonomía y la capacidad de continuar activo a nivel social y mental.
Restak recuerda que, a diferencia de otros factores de riesgo menos modificables, el alcohol es una variable sobre la que sí se puede actuar. Su mensaje puede sonar radical, pero se alinea con una tendencia creciente en la literatura científica: cuanto mayor es la edad, más sentido tiene proteger cada neurona. Para muchas personas, especialmente a partir de los 65, renunciar al alcohol puede ser una de las decisiones más sencillas y efectivas para cuidar el cerebro y el resto del organismo.
Este contenido es informativo y no sustituye la valoración individual de un profesional sanitario. Cualquier cambio brusco en el consumo de alcohol, sobre todo si este ha sido elevado o prolongado en el tiempo, se debe hacer siempre con supervisión médica.
