Vivimos en una sociedad que glorifica la productividad, el ritmo acelerado y cumplir con un día lleno de actividades en pocas horas. En este contexto, dormir bien se ha convertido en un lujo.
No obstante, el sueño no es un capricho, ni una pérdida de tiempo y mucho menos una muestra de pereza o de poca productividad: es una necesidad biológica esencial y la psicóloga y experta en trastornos del sueño, Núria Roure, nos explica lo que es importante saber sobre este tema.
La cultura de no dormir como un peligro silencioso
Núria Roure es psicóloga y se ha especializado en trastornos del sueño. Ella afirma que descansar solo cuatro horas tiene un efecto similar a haber consumido unas seis cervezas en un solo día.
No, esta comparación no es exagerada porque después de 20 horas sin dormir, el cerebro pierde reflejos básicos, concentración y cierta capacidad de juicio. Esto se equipara a lo que hace el alcohol.
En el mundo moderno de las tres últimas décadas, el descanso ha sido subestimado. Muchos presumen de “funcionar con pocas horas de sueño” sin saber que esta práctica deteriora la salud de manera paulatina y profunda.
Las estadísticas manejadas por la Sociedad Española del Sueño (SES) revelan que los españoles duermen entre cuatro y seis horas y media por noche. Esto se aleja notablemente de las siete u ocho recomendadas según estudios científicos que indican que este es el tiempo necesario para que el organismo descanse y se restablezca.

En adolescentes, el problema aún es más grave porque se duermen tarde, se levantan temprano y, con estas prácticas cotidianas y “normales”, van acumulando una deuda de sueño que no se recupera y afecta su rendimiento académico, la memoria y el equilibrio emocional.
En la vida diaria vivimos con una exposición constante a pantallas, exigencias laborales, de estudios y niveles elevados de estrés. Cada uno de estos elementos altera los ritmos naturales del cuerpo y dormir mal y poco se ha vuelto habitual, pero eso no implica que sea normal, aunque lo hayamos normalizado sin darnos cuenta.
¿Cómo afecta la falta de sueño al cerebro y al cuerpo?
La falta de descanso asociada al día ajetreado que vivimos se relaciona con un mayor riesgo de hipertensión, obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo prematuro.
Es decir, dormir poco no solo genera cansancio, sino que afecta la mente y los órganos vitales de manera probable y verificable.
Durante el sueño profundo, nuestro cerebro limpia toxinas, se regenera, consolida recuerdos y reorganiza la información adquirida durante el día para hacerla útil y sistematizada.
Así pues, cuando no se duerme lo suficiente, este proceso se interrumpe o no se cumple completamente y esto aumenta la posibilidad de sufrir fallos de memoria, ansiedad, irritabilidad y problemas de concentración.
Además, la privación del sueño tiene efectos directos en la salud física, ya que debilita el sistema inmunitario, reduce la capacidad de reacción ante los estímulos y esto incrementa el riesgo de accidentes laborales o de tráfico.
Dicho en términos médicos: dormir mal equivale a envejecer más rápido, porque el cuerpo se oxida, se inflama y no cumple su papel autorregulador.
Dormir bien no es pereza: es invertir en salud
El descanso adecuado y diario es tan importante como una buena alimentación o la actividad física regular.
Roure explica que “debemos dar al sueño la misma prioridad que damos al ejercicio o a la nutrición” y esto no es solo por bienestar, porque dormir bien mejora la productividad, el estado de ánimo y la creatividad.
Durante la noche es cuando el organismo regula las hormonas que controlan el apetito, la glucosa y la presión arterial. Por eso, los que duermen menos de seis horas tienden a ganar peso con más facilidad, son más propensos a desarrollar enfermedades metabólicas y ansiedad o depresión.
Cuatro hábitos para dormir mejor
Núria Roure dice que dormir bien no tiene secretos ocultos ni implica nada difícil que no podamos poner en práctica cada día. Nos deja estos 4 hábitos saludables:
- Rutina constante: debemos mantener horarios regulares de sueño y vigilia porque nos ayuda a estabilizar el reloj biológico.
- Evitar estimulantes: hay que reducir el consumo de café, té negro, alcohol, bebidas energéticas y cenas copiosas a partir de la tarde.
- Gestionar el estrés: resolver preocupaciones, hacer una actividad agradable como leer, hacer deporte u otras que nos gusten y practicar la relajación antes de dormir mejora notablemente la calidad del descanso.
- Apagar las pantallas: la luz azul del móvil, de la tableta o de la televisión tiene la capacidad de engañar al cerebro haciéndole creer que es de día y esto retrasa la producción de melatonina, que es la hormona del sueño.
Incluye estos hábitos en tu ritual para ir a dormir y nos cuentas si has notado mejoras en la calidad de tu descanso.

