La ducha es uno de los rituales más repetidos antes de ir a dormir. En Cataluña, muchas personas la toman para desconectar después del trabajo, especialmente en días fríos o de actividad intensa. Pero, cuando lo que se busca es descansar mejor, la higiene del sueño recomienda fijar rutinas estables y hábitos calmados antes de la cama: consejos oficiales de Canal Salut sobre un sueño saludable.
En este contexto, el cardiólogo y divulgador Aurelio Rojas ha vuelto a poner el foco en un gesto doméstico que parece menor, pero que la investigación ha intentado cuantificar. La pregunta no es si ducharse de noche relaja, sino si hay una manera concreta de hacerlo que facilite el inicio del sueño cuando cuesta conciliarlo.
El detalle que cambia el debate aparece cuando se observa qué dice la evidencia: una revisión sistemática y metaanálisis publicada en Sleep Medicine Reviews analizó los estudios disponibles sobre baño o ducha con agua caliente antes de ir a dormir y encontró un patrón repetido en condiciones concretas. La ficha científica se puede consultar en PubMed (National Library of Medicine) sobre el metaanálisis de duchas o baños antes de dormir.
Por qué una ducha puede influir en el sueño
Dormir no depende solo de “tener sueño”. El cuerpo entra en modo descanso a través de cambios fisiológicos que afectan al sistema nervioso, la temperatura corporal y las señales circadianas. Por eso, algunos hábitos funcionan como marcadores que indican al cerebro que es hora de bajar el ritmo.
Termorregulación y señales circadianas
Una de las claves es la temperatura central. El sueño y la temperatura del cuerpo están coordinados por mecanismos circadianos. Diversos análisis explican que una ducha o baño caliente puede ayudar porque, después de calentar la piel, el cuerpo activa la disipación de calor y esto favorece el descenso posterior de la temperatura central, una señal asociada al inicio del sueño. Esta lectura se recoge también en el resumen divulgativo de la National Library of Medicine: Behind the headlines de la NLM sobre baño caliente y sueño.
Cuando el cuerpo necesita bajar el ritmo
El momento del día es determinante. Si la ducha se toma demasiado cerca de meterse en la cama, puede generar el efecto contrario en algunas personas: sensación de activación, más atención o incomodidad si la piel queda demasiado caliente. En cambio, cuando se acierta la ventana temporal, el cuerpo tiene tiempo de entrar en fase de descenso.
Por eso, en higiene del sueño se valora las rutinas repetibles y coherentes: luz baja, pantallas limitadas, cenas ligeras y actividades tranquilas. Algunos centros sanitarios incluyen el baño caliente como ejemplo de hábito relajante dentro de una rutina más amplia: recomendaciones de higiene del sueño del Hospital del Mar.
Qué dice la evidencia cuando se pone a prueba
El mensaje que ha popularizado Aurelio Rojas en las redes se sostiene porque no se basa en una anécdota, sino en una síntesis de estudios. Ahora bien, la investigación no habla de “cualquier ducha” ni de “cualquier hora”. Habla de temperatura, duración y momento.
Una revisión sistemática y metaanálisis con 17 estudios
El artículo científico revisó miles de trabajos y seleccionó 17 que cumplían criterios de inclusión, con datos comparables en una parte de ellos para hacer metaanálisis. En el resumen de PubMed se indica que el agua caliente antes de dormir se asoció a mejoras en calidad subjetiva del sueño y en eficiencia del descanso, y a un acortamiento del tiempo que se tarda en dormirse (latencia del sueño) cuando se hace en el momento adecuado.
La misma universidad que participa publicó una explicación del resultado principal en formato accesible: nota de la University of Texas at Austin sobre la ventana óptima y el efecto medio. Según este resumen, el baño o ducha caliente planificada en la franja correcta puede acelerar el adormecimiento con una media aproximada de unos minutos.
Temperatura y ventana horaria que se repiten
El metaanálisis identifica una temperatura de agua que aparece como especialmente relevante: aproximadamente entre 40 y 42,5 °C. Y remarca el factor tiempo: programar el baño o ducha entre una y dos horas antes de ir a dormir, incluso con una duración corta, es cuando se observan los efectos más consistentes en el inicio del sueño.
En la práctica, esto no significa que todos deban convertir la ducha nocturna en una receta universal. Significa que, si el objetivo es facilitar el inicio del sueño, la investigación apunta que la combinación de temperatura y horario tiene más peso que la simple idea de ducharse “para relajarse”.
| Variable | Rango o recomendación basada en estudios | Por qué importa |
|---|---|---|
| Temperatura del agua | 40–42,5 °C | Favorece la disipación posterior de calor y el descenso de temperatura central |
| Momento | 1–2 horas antes de ir a dormir | Da tiempo al cuerpo para completar el cambio térmico antes de meterse en la cama |
| Duración | Alrededor de 10 minutos en muchos protocolos | Puede ser suficiente para desencadenar el proceso sin alargar la rutina |
| Objetivo principal | Reducir la latencia del sueño y mejorar la eficiencia | No es solo sensación de relajación, sino un efecto medible en el inicio del descanso |
Cómo aplicarlo en casa sin errores habituales
El valor del consejo es que es simple. El riesgo es aplicarlo de manera imprecisa y acabar concluyendo que “no funciona”. En la vida real, el resultado depende de la constancia, del entorno del dormitorio y de si el cuerpo recibe la señal en el momento adecuado.
Guía práctica en cinco pasos
- Elige la hora de ir a dormir y mantenla estable, también el fin de semana, para que el cuerpo anticipe el descanso.
- Programa la ducha para que termine aproximadamente entre una y dos horas antes de meterte en la cama.
- Evita el agua demasiado fría si buscas relajación y transición hacia el sueño. El objetivo es una ducha caliente o tibia tirando a caliente, no un choque térmico.
- Limita la duración y hazla compatible con una rutina corta: luz baja, respiración tranquila, lectura o música suave.
- Cuida el entorno: dormitorio fresco, silencioso y oscuro, y pantallas fuera en el último rato.
Quién debería tener cuidado
Hay situaciones en las que conviene prudencia. Las personas con problemas de presión arterial, mareos con agua caliente, piel muy reactiva o afecciones dermatológicas que empeoran con calor intenso pueden necesitar ajustar la temperatura o la duración. También es importante en personas mayores o en quienes padecen síncopes o hipotensión: una ducha muy caliente puede provocar vasodilatación y sensación de inestabilidad.
Si el problema es insomnio persistente, despertares frecuentes o somnolencia diurna, la ducha no sustituye una valoración clínica. Puede ser una herramienta dentro de una rutina, pero no un tratamiento único.
Qué aporta al mensaje viral y qué hay que matizar
La divulgación en redes como la de Aurelio Rojas hace visible un punto a menudo olvidado: los hábitos pueden tener efectos medibles cuando se definen bien las condiciones. Lo que hay que matizar es que la investigación habla de una intervención específica (calor, tiempo, ventana horaria) y no de una preferencia personal entre ducharse por la mañana o por la noche.
En personas que se duchan por la mañana para activarse, el cambio a la noche no siempre será cómodo ni necesario. Pero para quienes tienen dificultades para iniciar el sueño, ajustar la ducha nocturna al patrón que describen los estudios puede ser una prueba razonable, especialmente si se acompaña de higiene del sueño básica y horarios regulares.
El mensaje final es concreto: la ducha puede ser una señal de transición hacia el descanso, pero el efecto aparece sobre todo cuando se encaja en la ventana adecuada y se combina con un entorno y una rutina coherentes. A partir de ahí, el cuerpo hace el resto.


