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Aurelio Rojas, cardiólogo: «Esta es la cantidad de vino necesaria al día para que sus antioxidantes tengan efecto»

El vino forma parte del paisaje cotidiano en Cataluña y en todo el Estado: cenas, celebraciones y también esa idea persistente de que una copa al día puede ser buena para el corazón. La salud pública, sin embargo, hace tiempo que matiza este relato y recuerda que el alcohol no aporta beneficios cardiovasculares demostrados y puede aumentar riesgos.

La confusión nace porque el vino, sobre todo el tinto, contiene compuestos vegetales con interés biológico. El problema es que, cuando se traslada del laboratorio a la vida real, la dosis efectiva y el daño asociado al alcohol no juegan a favor del consumidor habitual.

El cardiólogo y divulgador Aurelio Rojas lo explica con una comparación que corta de raíz el mito: si alguien quisiera alcanzar una dosis considerada terapéutica de uno de los antioxidantes más citados del vino, el resveratrol, tendría que beber más de 100 botellas al día. Es decir, una cantidad imposible y peligrosa, que deja claro que el potencial interés de estos compuestos no justifica beber alcohol como estrategia de salud.

Por qué el vino parece saludable y por qué este argumento tambalea

El vino tinto aporta polifenoles, una familia de compuestos vegetales entre los que se encuentra el resveratrol. En estudios de laboratorio, estos elementos pueden mostrar efectos sobre el sistema vascular, el estrés oxidativo o procesos inflamatorios. El salto hacia el consumo diario, sin embargo, tiene un obstáculo principal: la concentración real de estos compuestos en una copa es baja y varía mucho según la uva, la elaboración y el almacenamiento.

Esto lleva a un mensaje clave: si hay un posible beneficio, proviene de los compuestos vegetales, no del alcohol. Y estos mismos compuestos se pueden obtener de forma más segura a través de alimentos, sin asumir el riesgo acumulativo del etanol.

Cómo se alimentó el mito de la copa diaria

Durante años, algunos estudios observacionales asociaron el consumo moderado con ciertos indicadores de salud. Hoy se sabe que estos datos pueden estar condicionados por factores como el nivel socioeconómico, la dieta, la actividad física o el hecho de que en el grupo de no bebedores se mezclan personas que han dejado el alcohol por problemas de salud. Cuando se intenta controlar mejor estos sesgos, el margen de supuesto beneficio se reduce y el peso del riesgo, especialmente oncológico, gana protagonismo.

En paralelo, organismos de salud han ido reforzando un criterio común: hablar de consumo seguro es engañoso. La Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, ha remarcado que el riesgo para la salud comienza desde la primera gota y que no se puede definir un umbral sin riesgo.

Qué pasa en el cuerpo cuando el vino entra en la rutina

Cuando el consumo es habitual, el balance se complica. En divulgación médica y en guías de prevención se repiten efectos adversos que aparecen con más frecuencia a medida que aumenta la regularidad:

  • Presión arterial más alta y mayor probabilidad de hipertensión.
  • Fibrilación auricular y otras arritmias, con un riesgo que puede crecer con el consumo diario.
  • Calidad del sueño peor, con más despertares y menos descanso reparador.
  • Salud hepática afectada, especialmente si hay otros factores de riesgo.
  • Metabolismo más desfavorable, con más resistencia a la insulina y alteraciones de triglicéridos en algunos perfiles.

Además, hay un punto que a menudo queda fuera del debate popular: el riesgo oncológico. La salud pública recuerda que incluso consumos bajos pueden contribuir a aumentar el riesgo de ciertos cánceres, y que el daño es acumulativo. El mensaje no es alarmista, es preventivo: cuanto más frecuente es el consumo, más probabilidades hay de que el impacto aparezca con el tiempo.

Una copa al día y el colesterol bueno: por qué no es suficiente

Uno de los argumentos recurrentes es que el vino puede aumentar el colesterol HDL, conocido como bueno. El problema es que este posible efecto no compensa otros daños atribuibles al alcohol, especialmente cuando el consumo es regular. En la práctica, la salud cardiovascular se protege mejor con estrategias que no obligan a asumir un riesgo evitable.

Qué cantidad es saludable y qué significa bajo riesgo en Cataluña

Cuando la gente pregunta cuál es la cantidad saludable, la respuesta más honesta es incómoda: no hay una dosis que se pueda calificar de completamente segura. En Cataluña, el Canal Drogas de la Generalitat publica orientaciones de límites de consumo de bajo riesgo que parten de una idea importante: cualquier consumo implica algún nivel de riesgo, y lo que se propone son umbrales para reducirlo, no para eliminarlo.

ConceptoEjemplo prácticoQué recordar
UBE o unidad de bebida estándarEquivalente aproximado de alcohol puroSirve para contar, pero no convierte el consumo en seguro
Consumo diarioUna copa pequeña repetida cada díaEl daño puede ser acumulativo y el riesgo sube con la frecuencia
Días sin alcoholSemana con jornadas libresReduce exposición, pero no anula el riesgo si el consumo es sostenido

Cuando el riesgo es especialmente alto

Hay situaciones en las que la recomendación sanitaria es evitar completamente el alcohol. Entre las más claras:

  • Embarazo y lactancia, porque no hay una cantidad segura para el desarrollo fetal.
  • Adolescencia, por el impacto sobre el cerebro en desarrollo y el riesgo de patrones problemáticos.
  • Medicación que interactúa con el alcohol o condiciones médicas hepáticas, pancreáticas o psiquiátricas.
  • Conducción y trabajos de riesgo, por el efecto sobre reflejos y toma de decisiones.

Dónde encontrar los supuestos antioxidantes del vino sin beber alcohol

Si el interés está en los polifenoles, hay alternativas alimentarias más lógicas. Aurelio Rojas recuerda opciones habituales en una dieta mediterránea bien planteada. A nivel práctico, estas fuentes pueden encajar mejor en el día a día:

  • Uva y jugo de uva sin alcohol, con compuestos del mismo origen vegetal.
  • Frutos rojos y del bosque, ricos en antioxidantes diversos.
  • Cacao puro y chocolate con alto porcentaje de cacao, sin exceso de azúcar.
  • Aceite de oliva virgen extra, pieza central de la dieta mediterránea.

La receta realista para el corazón

Cuando se ordena la evidencia, las medidas con mejor retorno son conocidas y no necesitan alcohol: actividad física regular, peso saludable, dormir bien, controlar el estrés, comer con patrón mediterráneo y priorizar el agua como bebida habitual. Si alguien decide beber vino, el criterio más prudente es que sea ocasional, social y consciente, no una rutina diaria justificada por salud.

El mensaje final es sencillo pero exigente: el vino puede formar parte de la cultura gastronómica, pero convertirlo en suplemento cardiovascular no encaja con la ciencia ni con la salud pública. Cuando el titular del beneficio se mira con lupa, el número que haría falta para alcanzarlo es tan desproporcionado que el mito se desvanece solo.

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