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Descubren por qué la aspirina frena la metástasis en ciertos cánceres: así actúa sobre el sistema inmunitario

Durante décadas, la aspirina ha aparecido en estudios poblacionales vinculada a un menor riesgo de eventos oncológicos en subgrupos específicos, pero con una pregunta sin resolver: por qué ocurre y a quién beneficia realmente. Esta pieza comienza a encajar tras la revisión y los datos coordinados por la Unidad de Ensayos Clínicos MRC de la UCL, que reúne ensayos, biología y seguimiento clínico.

El cambio no es menor. La nueva explicación apunta a una vía que conecta procesos básicos del organismo con la capacidad del cáncer para reaparecer o diseminarse, y abre la puerta a utilizar dosis bajas con criterios más precisos, especialmente en personas con riesgo hereditario o tumores con ciertas señales genéticas.

La clave es la relación entre plaquetas e inmunidad. Investigaciones recientes describen que la aspirina, a dosis bajas, puede frenar señales de activación plaquetaria y, con ello, aliviar un bloqueo sobre las defensas. En un trabajo en modelos animales publicado en Nature, se detalla una ruta en la que las plaquetas producen tromboxano A2 (TXA2), una molécula que reduce la actividad de las células T a través de una vía dependiente de ARHGEF1; al inhibir la producción de TXA2 mediante aspirina u otros inhibidores de COX-1, se observa una menor formación de metástasis en el pulmón y el hígado en ratones.

Qué se sabía y por qué faltaba una explicación

La aspirina es un fármaco antiguo y de uso extendido, con indicaciones bien establecidas en el dolor, la inflamación y, en pacientes seleccionados, la prevención cardiovascular. En paralelo, numerosos análisis observacionales y metaanálisis han sugerido que su uso regular se asocia a mejores desenlaces oncológicos en algunos contextos, sobre todo relacionados con tumores del tracto gastrointestinal. El problema ha sido separar correlación de causalidad y entender el mecanismo exacto.

Sin esta explicación biológica, el salto clínico es difícil: no se sabe con precisión qué pacientes obtendrían un beneficio neto ni qué dosis y duración serían razonables según el riesgo individual.

El problema: no todos se benefician

Los resultados sobre aspirina y cáncer no son uniformes. Hay poblaciones donde el beneficio no aparece o es incierto, y siempre existe el costo potencial del tratamiento: la aspirina aumenta el riesgo de hemorragias, y este riesgo puede ser relevante cuando se plantea un uso prolongado.

Por ello, los equipos que trabajan en este campo han insistido en dos prioridades: identificar marcadores que predigan respuesta y comprender qué parte del efecto se debe a la inflamación, la coagulación o la modulación inmunitaria.

La nueva pista: un freno inmunitario que surge de la sangre

Las plaquetas son células sanguíneas esenciales para la coagulación. Sin embargo, también interactúan con la inflamación y el sistema inmunitario. Cuando se activan, cambian su comportamiento y pueden contribuir a un entorno que favorece la supervivencia de células tumorales circulantes.

En el modelo descrito en el artículo en PMC de Nature sobre aspirina, TXA2 y células T, las células tumorales que intentan colonizar órganos distantes serían especialmente vulnerables al ataque inmunitario en fases tempranas de la diseminación. Si una señal plaquetaria frena las células T, esta ventana de vulnerabilidad se reduce. El hallazgo propone que retirar este freno podría dificultar la implantación de micrometástasis.

Este tipo de explicación ayuda a entender por qué la aspirina aparece asociada a menor diseminación o recurrencia en determinados escenarios: no se trataría solo de un efecto general antiinflamatorio, sino de una vía concreta que impacta en la vigilancia inmunitaria.

La pieza molecular que encaja con dosis bajas

Un detalle importante es el enfoque en dosis bajas. A diferencia de dosis altas, que pueden afectar múltiples tejidos, el uso diario de dosis bajas se asocia principalmente a la inhibición sostenida en plaquetas, porque estas no pueden reponer ciertas enzimas una vez bloqueadas. En la hipótesis mecanística, este bloqueo reduce la producción de TXA2 y, con ello, parte de la señal inmunosupresora sobre células T.

La propuesta no significa que la aspirina sea un tratamiento anticáncer por sí misma. Significa que existe una ruta plausible, medible y, potencialmente, seleccionable: pacientes con tumores o perfiles biológicos donde esta vía sea relevante podrían ser los que más se beneficien.

Ensayos que buscan traducir el mecanismo en decisiones clínicas

La colaboración SPARC (Suppressing Platelet Activation to Reduce Cancer) reúne especialistas para comprender cómo utilizar la aspirina de manera más precisa en prevención y tras un diagnóstico oncológico. La revisión impulsada desde la UCL describe que dosis bajas de 75 a 100 mg diarios pueden suprimir la activación plaquetaria y que esto podría relacionarse con menor crecimiento de nuevos tumores y menor diseminación.

En el plano clínico, el ensayo Add-Aspirin estudia si tomar aspirina durante cinco años después del tratamiento de un cáncer en estadio temprano retrasa o evita la recaída. En su información pública se especifica que evalúa 100 mg, 300 mg o placebo, y que incluye cohortes como mama, intestino, estómago, esófago y próstata. Más información en la página oficial del ensayo Add-Aspirin y en su registro público ClinicalTrials.gov NCT02804815.

  • Qué busca Add-Aspirin: comprobar si un fármaco barato y conocido reduce recurrencias después del tratamiento estándar.
  • Qué aporta el enfoque mecanístico: orientar subgrupos con más probabilidad de beneficio y vigilar mejor los riesgos.

CaPP3 y ALASCCA: dos modelos de medicina de precisión

Un ejemplo claro de estrategia dirigida es CaPP3, centrado en personas con síndrome de Lynch, una condición hereditaria que eleva el riesgo de cáncer colorrectal. Según la información divulgada por Cancer Research UK, el ensayo muestra que una dosis diaria baja de 75 a 100 mg puede reducir el riesgo de cáncer de intestino en este grupo y hacerlo con eficacia comparable a dosis más altas, con menor preocupación por efectos adversos.

Otro caso es ALASCCA, un ensayo en pacientes operados de cáncer de colon y recto donde la selección se basa en alteraciones genéticas de la vía PIK3. Karolinska Institutet informa que más de 3.500 pacientes fueron evaluados y que los que tenían la alteración fueron asignados a 160 mg de aspirina o placebo durante tres años; en este subgrupo, el riesgo de recurrencia se redujo en 55%. Detalles en el comunicado oficial del Karolinska Institutet y en la referencia científica indexada en PubMed.

EstudioPoblaciónDosis evaluadaObjetivo principalQué aporta al debate
CaPP3Síndrome de Lynch75 a 100 mg, 300 mg, 600 mgPrevención de cáncer colorrectalDefine dosis bajas como opción eficaz en alto riesgo hereditario
Add-AspirinCáncer temprano después de tratamiento100 mg, 300 mg o placeboReducir recurrenciaEvalúa beneficio real y seguridad a largo plazo post-tratamiento
ALASCCAColon y recto con alteración PIK3160 mg o placeboReducir recurrencia después de cirugíaEjemplo de aspirina como medicina de precisión en subgrupos genéticos
Estudio mecanísticoModelos animalesInhibición COX-1 y aspirinaExplicar cómo se reduce la metástasisConecta plaquetas, TXA2 y células T con la diseminación tumoral

Qué significa el mecanismo para prevención y tratamiento

Cuando un mecanismo es identificable, se puede buscar en la sangre o en el tumor: niveles de activación plaquetaria, rutas inflamatorias, señales inmunes o alteraciones genéticas que modulan la respuesta. El objetivo no es universalizar la aspirina, sino encontrar el grupo con mayor probabilidad de beneficio neto.

Además, un mecanismo concreto permite diseñar alternativas: fármacos que apunten a la misma ruta con menos riesgo hemorrágico, combinaciones con inmunoterapia o estrategias de duración más corta en momentos de mayor riesgo de micrometástasis.

Por qué se habla de metástasis y no solo de incidencia

El foco de varios trabajos recientes es la diseminación. En el estudio mecanístico, el punto de partida es que la metástasis explica la mayoría de muertes por cáncer y que las células tumorales en tránsito pueden ser vulnerables al sistema inmunitario. El interés práctico es enorme: una intervención que reduzca la implantación de micrometástasis podría traducirse en menos recaídas y mejor supervivencia en pacientes seleccionados.

Riesgos, contraindicaciones y por qué no es una recomendación general

La aspirina incrementa el riesgo de sangrado, incluido sangrado gastrointestinal, y puede favorecer úlceras. Este riesgo es el motivo central por el cual muchos grupos advierten contra el uso rutinario sin supervisión sanitaria, incluso cuando existen señales de beneficio en contextos concretos.

Los proyectos centrados en aspirina y cáncer insisten en que el balance riesgo-beneficio cambia según edad, antecedentes de sangrado, uso de anticoagulantes o antiinflamatorios, y comorbilidades.

Qué consultar antes de iniciar aspirina

  • Motivo clínico: prevención cardiovascular, riesgo hereditario, situación post-cirugía o participación en ensayo.
  • Riesgo hemorrágico: antecedentes de úlcera, sangrado previo, anemia, alcohol, combinación con otros fármacos.
  • Perfil del tumor: en escenarios de medicina de precisión, la genética tumoral puede condicionar la utilidad.
  • Dosis y duración: no son equivalentes entre indicaciones, y deben individualizarse.

En personas con síndrome de Lynch o con tumores que encajan en criterios de ensayos, la decisión debe tomarse con su equipo médico. En el resto de la población, la evidencia no justifica un uso preventivo generalizado y el riesgo de efectos adversos continúa siendo un freno importante.

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