Empecemos por el final. Acabada la entrevista, una frase ritual de despedida a esta veterana catedrática de la UPC: «Nos vamos ya, que seguro que usted tiene trabajo». Y su respuesta: «Esto también es trabajo que tenemos que hacer». Nacida en 1955 en Barcelona, Alícia Cassals es una de las pioneras silenciosas y discretas –hay más de las que se ven– catalanas de la entrada de las mujeres en el mundo académico de la tecnología, todavía ahora bastante masculinizado. Licenciada en ingeniería industrial en una época en la que era casi inédito que una mujer eligiera esta carrera y doctorada después en informática, tiene un currículum que tumba de espaldas en campos como por ejemplo la robótica aplicada a la medicina, incluidos varios inventos patentados. Y es presidenta de la sección de Ciencias y Tecnología del Institut d’Estudis Catalans, también presidido ahora por una mujer. Con motivo del Día Internacional de las Mujeres, hablamos con ella de su trayectoria, de los cambios que ha vivido y de los que faltan por llegar.

Usted se licenció en ingeniería industrial en 1977. Eligió hacer esta carrera en 1972, en pleno franquismo, cuando toda la propaganda social llevaba a las chicas, como mucho, a querer ser maestras o enfermeras. ¿Fue por tradición familiar?

No lo creo. Mi padre era farmacéutico y mi madre, ama de casa. Había ingenieros en la familia, pero no tengo conciencia de que me influyeran en la decisión. Simplemente, tenía curiosidad por saber cómo funcionaban las cosas. Sí que es cierto que mi madre, si no hubiera vivido la época que vivió, quizás habría sido ingeniera ella misma, porque mi abuelo, su padre, lo era. Pero no creo que me influyera a mí, porque era tan ingeniero que se olvidaba de la familia, no se dedicaba a desmontar máquinas conmigo los domingos por la tarde.

¿Pero las desmontaba usted sola?

Tampoco. De hecho, cuando era pequeña, cuando iba al colegio, veía a las maestras y notaba que la docencia me gustaba. Pensaba que sería profesora cuando fuera mayor, pero pensaba en una escuela con niños. No pensaba en ciencia o en docencia universitaria. Empecé a plantearme seriamente qué quería hacer cuando hacía COU. Y no tenía ningún referente masculino joven porque éramos cuatro hermanas y en la escuela y el bachillerato siempre habíamos sido solo chicas. De hecho, cuando entré en la universidad, fue como pasar de repente de un colegio de niñas a un colegio de niños, en masculino, porque casi todos los alumnos eran chicos. En general, las chicas de la época pensábamos que teníamos que ser amas de casa o secretarias. Y mis amigas que eligieron una carrera hicieron medicina.

¿Su decisión sorprendió a su entorno?

Más bien a mí me costó decidirme, yo misma pensaba que la ingeniería era una cosa de hombres. Y lo aparqué. Estuve bastantes meses dándole vueltas. Hasta que, en una conversación con un tío mío que también era ingeniero me dijo que, si me gustaba la ingeniería, siguiera adelante. Pero fue una conversación casi casual, sin darle más importancia. Nadie intentaba influirme, ni a favor ni en contra. Pero al ver que un hombre no lo encontraba extraño, la cabeza me hizo un clic. Fue así como pensé que podía estudiar ingeniería aunque fuera una mujer. Fue por un pelo.

Y llega a la universidad y se encuentra con esto que describe como ‘un colegio de chicos’…

No es que fueran solo chicos, pero, de unos mil alumnos de la promoción, solo éramos 7 u 8 chicas. No estaba sola del todo, pero casi. Admiro mucho a mis antecesoras, que sí que estaban solas y se encontraron en un entorno hostil. En mi caso, en algunas asignaturas sí que era la única chica. En las clases que éramos 40, estaba sola. Y si éramos 200, quizás había dos o tres chicas. Hostilidad no sufrí, o no lo viví así, pero comentarios chocantes los hubo, sí. Me preguntaron si estudiaba ingeniería para poder mandar a los hombres. Eso sí que me impactó. Yo hacía ingeniería porque me interesaban las máquinas, que de hecho sabía poco de ellas, porque todo el que había visto eran los coches.

Entrevista a Alícia Casals, presidenta de la Sección de Ciencias y Tecnología del IEC, catedrática de arquitectura y tecnología de computadores de la Universitat Politècnica de Catalunya. Barcelona 04-03-2024 / Mireia Comas
Alícia Casals es catedrática de arquitectura y tecnología de computadores de la Universitat Politècnica de Catalunya / Mireia Comas

¿Qué actitud tenían los profesores al ver que tenían alguna chica a clase?

Respetuosa. De alguna manera me sentía diferente, porque era una chica en medio de hombres, pero con respeto. Sí que eché de menos la proximidad que tenían los chicos entre ellos en sus conversaciones. Me sentía respetada y a la vez aislada.

Y llega 1978 y se pone a hacer de profesora, acabada de licenciar…

Sí, aquello fue un salto. Porque yo me especialicé en electricidad y electrónica y empecé dando clases en la nueva facultad de informática, que se creaba cuando yo acabé la carrera. Hacía la asignatura de circuitos electrónicos. Como la carrera era nueva, era de segundo ciclo. Por lo tanto, muchos alumnos eran más mayores que yo, porque eran gente que ya estaban trabajando y que venían a hacer cuarto y quinto. No eran los chicos que venían de COU, que habrían sido más jóvenes. O tenían mi edad o dos o tres años más.

¿En esta etapa percibió hostilidad?

No. Quizás situaciones que me hacían sentir un poco extraña, pero nada más. Ahora bien, muchas veces pienso que no me daba cuenta. Porque tengo un carácter tranquilo y a veces no percibo según qué o no doy importancia a muchas cosas. A veces me han dicho que en una determinada situación a alguien no le gustaba que estuviera en un determinado lugar porque era una mujer, y yo ni me había dado cuenta. Yo siempre me he movido entre sentirme un poco rara y el orgullo de estar ahí.

¿Pero no lo ha vivido nunca de manera militante?

No, nunca he estado en iniciativas feministas, pero las admiro y agradezco que estén ahí. Yo nunca he tenido iniciativa en esta dirección, pero siempre que me piden impartir una charla o entrevistas digo que sí, a todo digo que sí. Es mi manera de contribuir. Pienso que si yo tengo estos conocimientos y esta experiencia, mi activismo tiene que ser responder cuando me piden algo. En aquella época había gente que hablaba de las ‘feministas histéricas’. Pues gracias a ellas hemos avanzado. Y admiro a mujeres anteriores a mí que se han tenido que vestir de hombre para entrar en la universidad. Por eso no me parece tan importante lo que haya podido hacer yo, me parece mucho menos. Yo admiro mucho, por ejemplo, a la primera mujer castellera, creo que le debió de costar más que a mí.

Si hace una mirada retrospectiva voz muchos cambios. ¿Siente que quedan muchos por hacer?

Muchos. Y no solo con los hombres. Incluso con las mismas mujeres. Yo a veces pienso que no soy bastante feminista. En ciertas situaciones, todavía me doy cuenta de que me sorprende ver mujeres. O yo me siento más pequeña que el hombre que hay al lado.

No me diga que tiene síndrome de la impostora…

Sí, incluso ahora.

¿Pero usted ha visto el currículum que tiene?

El caso es que a veces todavía tengo aquella sensación de sentirme más pequeña. Como si fuera una niña entre hombres. Es una sensación muy leve, pero está ahí. No me cambia la actitud, y yo seré tan contundente como haga falta en las cuestiones técnicas y profesionales. Pero hay momentos, comentarios, actitudes que piensas ‘¿cómo es que no cambia esto?’. A pesar de tener una carrera profesional, en la vida cotidiana encuentras miles de actitudes que no son propicias a las mujeres.

¿En el mundo académico, que se supone que es la vanguardia de la sociedad, también?

A veces, te asustarías de las cosas que ves. Se supone que es la gente que tiene más formación, pero en segundos qué departamentos universitarios costa mucho. Mandan muchos más hombres que mujeres, por ejemplo. Y la manera de hacer de la mayoría de mujeres, con más proximidad, parece que les resta jerarquía, aunque la tengan. Me he encontrado, en una conversación, que a mí me trataban como ‘Alícia’ y al hombre que tenía al lado, de la misma categoría profesional, lo trataban como ‘doctor’. Quizás lo propiciamos nosotros mismas, quizás lo tendríamos que cambiar, a veces se dice que el mundo controlado por las mujeres sería mejor…

¿Usted piensa esto?

No es esto. Sí que la mayoría, no todas, somos un poco diferentes en la manera de hacer. Pero la mujer que llega arriba es precisamente la que se ha comportado con este mismo espíritu competitivo de los hombres para llegar. Está claro que también hay la que llega porque le toca.

¿Usted no ha luchado por los cargos que tiene o ha tenido?

Los he tenido cuando me tocaban. No he luchado, pero tampoco los he rehuido. Ha habido momentos en los que he sentido que me tocaba aceptarlo y que habría sido irresponsable no hacerlo. Y esto que alguna vez incluso me daba pereza aceptarlo, porque ya tenía demasiado trabajo. Cuando alguien acepta un cargo es para hacer méritos o porque quiere que determinado proyecto funcione. Hay las dos mentalidades. Quizás con las mujeres funciona más esta segunda. La mayoría no tenemos la aspiración de mandar, sino que pensamos que nos gustaría que una cosa funcionara de una manera determinada.

Usted es la presidenta de la sección de Ciencias y Tecnología del IEC, un cargo al cual se presentó…

Sí, este es un cargo que te tienes que presentar, pero te puedes presentar por iniciativa propia o porque te empujen. Esta vez había una coyuntura en la que éramos unos cuantos que hablábamos de qué teníamos que hacer y, tal como fue todo, era evidente que tenía que ser yo quien lo encabezara.

Entrevista a Alícia Casals, presidenta de la Sección de Ciencias y Tecnología del IEC, catedrática de arquitectura y tecnología de computadores de la Universitat Politècnica de Catalunya. Barcelona 04-03-2024 / Mireia Comas
Alícia Casals, presidenta de la Sección de Ciencias, durante la entrevista a su pequeño depatx de la UPC / Mireia Comas

Antes hablaba de los problemas que todavía se tienen que afrontar en la vida cotidiana. La maternidad, que ahora está mejor cubierta legal y socialmente, ¿fue difícil de combinar con una vida académica en un mundo de hombres, que ni siquiera dejaban el trabajo muchos días?

Baja, o permiso, no cogíamos. Estuve en casa unos quince días, o menos. Un compañero me suplía en las clases. Y después ya empecé a ir a dar clase y después volvía hacia casa enseguida.

¿Pero cómo se las apañaba? Si cuando tienes un bebé ni siquiera duermes…

Pues nosotras dormíamos. En aquella época, que era a principios de los años 80, sí que era cuando hablábamos de las superwomans. Y, sí, tenía que ser una superwoman, pero yo lo llevaba muy bien. No tenía tiempo de hacer nada más, pero trabajaba. Y, cuando la criatura tenía un año y medio, estuve fuera por trabajo un mes y medio, y no pasaba nada. Quizás es que soy muy tranquila, pero yo no viví nada de todo esto con estrés. Ahora hay mucha presión para estar más horas con los hijos. En mi época iban a la guardería desde muy pequeños y si hacía falta después estaban con canguros. Pero las horas que estaba con los hijos eran de calidad, felices. En cambio, veía madres que estaban todo el día con los hijos y estaban amargadas. Me parece bien que ahora haya el derecho a tener permisos más largos y, sobre todo, que los tenga el hombre, para se implique, pero yo no viví con angustia mi época.

Me está pintando un panorama en el que si no tenías un carácter de una gran serenidad era difícil salir adelante…

Sí, a veces me dicen que me paso de tranquila. Y es cierto que tanto las leyes como la mentalidad han cambiado, afortunadamente. Yo misma he cambiado. Cuando me casé, me habría ofendido que mi marido entrara a la cocina, que no os digo cómo salió mi primero comer, ¡que fue un desastre! Pero ahora soy yo la que llego a casa y pregunto qué hay para cenar. El cambio, esta corresponsabilidad que hay ahora, o que se va ganando, es fantástico. Todavía no llega a todo el mundo, pero está suficientemente presente para pensar ‘¿cómo es que esto te parecía bien antes?’, porque ahora muchas de aquellas cosas serían un escándalo.

Una de las cosas que ha cambiado es la presencia de las mujeres en la ciencia y en la tecnología. ¿Hay más de las que se ven, hay todavía un problema de visibilidad?

Hay muchas mujeres, sobre todo en ciencia, en tecnología menos. Pero, sí, pasa esto. Estudias, haces una carrera, haces el doctorado, eres fantástica porque lo haces mucho mejor que un hombre, pero después tienes hijos y te dedicas a ellos, o hay otros condicionantes. Y el hombre va subiendo y la mujer no. Por eso se las ve menos. En algunos entornos todavía hay pocas mujeres y cuesta encontrarlas para garantizar la paridad, en equipos o incluso para montar una mesa redonda. Y la visualización es importante para que haya referentes femeninos, porque si a mí me costó tanto decidirme a estudiar ingeniería fue porque no había referentes femeninos. Tenemos que generar más.

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