Viure bé
Les varices pueden terminar en tromboembolismo pulmonar: los síntomas que no debes ignora

Las varices. Este mapa azul violáceo que se dibuja en las piernas y que muchos consideran solo un problema estético. Pero no. No es solo una cuestión de apariencia, ni de ponerse falda o pantalones largos. Es algo mucho más profundo, literalmente. Detrás de estas venas dilatadas y tortuosas hay una historia que, si no se trata a tiempo, puede acabar muy mal. Muy.

Porque las varices no solo duelen. También cansan. Pesan. Y pueden derivar en complicaciones graves que ponen en jaque tu salud. Así de claro. Y así de urgente.

Cuando las venas hablan: no es solo una cuestión de imagen

A simple vista, puedes pensar que estas líneas azuladas en las piernas solo son una molestia visual. Pero lo cierto es que detrás de esta estética desfavorable hay una falla mecánica del cuerpo: la insuficiencia venosa crónica. Es decir, tus venas no hacen bien su trabajo. Las válvulas que deberían empujar la sangre hacia el corazón, luchando contra la gravedad, fallan. Y la sangre se acumula. Estancada. Presionando. Deformando.

¿Y el resultado? Venas que se dilatan, que se vuelven tortuosas. Aparición de síntomas como hinchazón, pesadez, dolor, calambres nocturnos. Incluso cambios en la piel. Porque lo que comenzó como una telangiectasia inocente (esa “arañita” inofensiva) puede evolucionar hasta una úlcera varicosa. El paso de la estética al drama sanitario puede ser solo cuestión de tiempo si no se toman medidas.

Los factores que empujan hacia el abismo venoso

¿Quién tiene más números para desarrollar varices? La lista es larga y cotidiana: antecedentes familiares, edad avanzada, embarazo, obesidad, sedentarismo, trabajos que obligan a estar mucho tiempo de pie o, paradójicamente, sentado sin moverse. También los anticonceptivos hormonales y antecedentes de trombosis venosa.

Y sí, aunque parezca que solo las mujeres las padecen, los hombres también las tienen. Quizás las visibilizan menos, quizás consultan menos, pero las padecen. Y con consecuencias igual de serias.

De la picada estética a la mordida clínica: tipos de varices

No todas las varices son iguales. Ni todas evolucionan al mismo ritmo. Las hay discretas, casi invisibles. Y otras que parecen querer salir de la piel. Aquí un repaso necesario para entender de qué hablamos:

  • Telangiectasias: Menos de 1 mm, parecidas a telarañas rojas o violáceas. Inofensivas, sí. Pero no inocentes.
  • Varices reticulares: Venas subdérmicas de 1 a 3 mm. Pueden doler. Pueden molestar.
  • Venas varicosas: Más de 3 mm, tortuosas, visibles, dolorosas. Todo un cóctel clínico.
  • Insuficiencia Venosa Crónica (IVC): La categoría donde ya no hay lugar para la estética. Aquí hablamos de úlceras, cambios de color en la piel, edemas crónicos. Un escenario nada amable.

¿Son peligrosas? Rotundamente sí

Normalizar el dolor de piernas, la hinchazón o ese color marrón en la piel es jugar con fuego. Las varices no tratadas pueden llevar a complicaciones tan serias como tromboflebitis, dermatitis ocre, hemorragias espontáneas (varicorragias) o trombosis venosa profunda. Y esta última no es ninguna broma: puede desencadenar un tromboembolismo pulmonar. Es decir, un coágulo que viaja hasta los pulmones. Un desenlace potencialmente mortal.

Tratamientos: del conservador al quirúrgico, tú eliges (pero no ignores)

Por suerte, la medicina ha avanzado. Y hoy hay tratamientos para casi todos los tipos y niveles de varices. Eso sí, elegir el correcto no es tarea de Google, sino de un especialista. Entre las opciones encontramos:

  • Conservador: Medias de compresión, elevación de piernas, actividad física y fármacos venotónicos.
  • Escleroterapia: Inyecciones que colapsan pequeñas venas. Rápido y eficaz para las “arañitas”.
  • Terapias térmicas endovenosas: Láser o radiofrecuencia que sellan las venas desde dentro. Tecnología al servicio de la salud.
  • Cirugía tradicional: Cuando ya no hay marcha atrás, se opta por la ligadura y extracción de venas afectadas. Más invasivo, sí. Pero necesario en algunos casos.

¿Y qué pasa con la prevención? Porque más vale prevenir…

Prevenir es tan fácil como caminar. Literalmente. Camina, muévete, no te quedes sentado horas y horas. Y si lo haces, que sea con pausas activas. Eleva las piernas, evita la ropa muy ajustada, mantén un peso saludable, utiliza medias de compresión si tienes riesgo. Porque sí, el futuro de tus piernas también depende de lo que hagas hoy.

Y sí, también hay ayuda cosmética

Además de los tratamientos médicos, hay productos que ayudan a aliviar síntomas y mejorar el aspecto: desde cremas drenantes con efecto maquillaje, hasta aceites que calman, lociones que tonifican y emulsiones que refrescan. No curan, pero alivian. No eliminan, pero disimulan.

No es solo una vena, es una alerta

Así que la próxima vez que mires tus piernas y veas esas líneas azuladas, no pienses solo en estética. Piensa en salud. En calidad de vida. Porque detrás de cada vena visible puede esconderse un problema invisible. Uno que, si lo ignoras, puede crecer. Como crecen las varices. Lentamente. Pero sin detenerse.

Presta atención. Consulta. Actúa. Porque más allá de lo que se ve, lo que no se ve… puede hacer mucho más daño.

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