«Se está hablando mucho de la posibilidad de una burbuja de la IA. Desde nuestro punto de vista, la realidad es otra». El CEO de Nvidia, Jensen Huang, se permitió una vuelta de honor en la presentación de resultados trimestrales que protagonizó el miércoles por la noche. Después de una semana de intensas sacudidas en las bolsas, con el índice tecnológico Nasdaq pintado de rojo y los títulos del fabricante de GPUs lejos de los 200 dólares de máximos históricos, el tercer balance del curso superó todas las expectativas: un beneficio de 31.290 millones de dólares, un 65% más que en el mismo período del año anterior, e ingresos ligeramente por encima de los 57.000 millones, los más altos en la historia de la empresa. «La demanda de computación continúa acelerándose y multiplicándose, tanto en entrenamiento como en inferencia, creciendo exponencialmente en ambos casos. Hemos entrado en el círculo virtuoso de la IA«, celebraba el ejecutivo, con un mensaje claro hacia las voces críticas, cada vez más abundantes alrededor de Wall Street. Para Huang no hay sobrecapacidad ni se han construido demasiados centros de datos; y las cotizaciones de las grandes tecnológicas tampoco son excesivas: en pleno boom, el sector ya habría madurado.
Los expertos, cabe decir, ocupan trincheras opuestas: hay quienes se adhieren al relato de la compañía, mientras que otros sostienen que sí hay comportamientos de burbuja, y que el sector está cerca de su límite. A juicio de Diego Santo Domingo, analista del banco Renta 4 especializado en tecnológicas, los sospechosos habituales han sostenido la demanda de productos de Nvidia: «Amazon, Microsoft, Google y Oracle continúan invirtiendo masivamente en la infraestructura para la IA, para potenciar sus servicios en la nube y sus herramientas de inteligencia artificial», asegura el experto. De hecho, pocas horas antes de la publicación de los resultados, Nvidia cerró uno de los acuerdos masivos que han marcado el negocio de las siete magníficas en los últimos dos años: un compromiso estratégico con Microsoft y Anthropic -una de las grandes emergentes del mundo de la IA, fundada por técnicos del equipo de Open AI, la creadora de Chat GPT- que garantiza una inversión de 30.000 millones de dólares en Azure, los servicios de hosting de MS. A cambio, las dos corporaciones aportarán 15.000 millones de dólares a Anthropic para continuar con el desarrollo de sus soluciones basadas en IA.
Para Santo Domingo, uno de los observadores con una postura más favorable, «la revolución de la IA todavía se encuentra en las primeras fases, y la demanda de la tecnología que la hace posible está lejos de desinflarse». El analista de XTB, Javier Cabrera, reconoce el buen ritmo que delatan las cuentas: «No solo superaron previsiones; lo hicieron con contundencia. Y las perspectivas de crecimiento también han gustado al capital», razona Cabrera. No en vano, Huang anunció que esperan superar los 65.000 millones de dólares de facturación en el último trimestre del año, con unos márgenes brutos inalcanzables, del 75%. El economista, sin embargo, apunta que buena parte del negocio de la multinacional responde a la misma «lógica circular» que ha marcado el ejercicio 2025; y que ya metió el miedo en el cuerpo a los principales analistas a finales de octubre. Es decir, el dinero se mueve constantemente entre «los mismos actores». «La estructura del sector es delicada, especialmente en el corto plazo», considera Cabrera; porque una decena de empresas, más o menos, dependen completamente de los resultados de las otras para mantener las inversiones y el volumen de negocio. «Si la valoración de alguna de estas empresas baja, pueden haber problemas», alerta. Se trata de un fenómeno que los observadores de Nueva York llaman round-tripping, y que sugiere que la rueda es más que susceptible de detenerse.

Círculo virtuoso, círculo vicioso
La volatilidad de las últimas semanas forma parte de esta rueda tanto como lo hacen las valoraciones exponenciales que han disparado Nvidia por encima de los cinco billones de dólares, tal como apunta Cabrera. La caída abrupta que dejó los títulos de la tecnológica demuestra que «el mercado se retroalimenta, tanto al alza como a la baja». Y más en una situación como esta, en la que la percepción es que cualquier obstáculo -que aún no ha llegado- puede hundir toda la operación. «La diferencia es que las malas noticias viajan más rápido que las buenas», apunta. Tanto que, en las primeras horas de la sesión de este jueves, se ha despertado con una bajada intensa: a un cuarto de 3 de la tarde de Nueva York -un cuarto de 9 de la noche en Barcelona-, perdía un 2,7% de cotización, y vuelve a flirtear con los 180 dólares. La euforia de la noche con Nvidia se ha agotado, y el resto de las grandes tecnológicas también se desinflan: AMD, su principal competidora, pierde más de un 5% intradía; mientras que Micron Technologies se hunde un 10%. Los inversores, a juzgar por el movimiento de las acciones, no han comprado el relato de Huang.
Los clientes de Nvidia y el resto de fabricantes de chips especializados también caen, pero lo hacen a un ritmo menos marcado. Apple pierde un 0,25%, mientras que Alphabet se queda plana. Más importantes son las caídas de Microsoft (-1,4%) y Amazon (-1,2%), que han vinculado su crecimiento a corto plazo a la IA y al cloud computing, dos herramientas que dependen de la salud de los productores de GPUs. Cabrera ve normal que, en un momento de desaceleración, las encargadas de la infraestructura salgan peor paradas que las que tratan con los clientes finales. Meta, Google o las mismas MS y Amazon tienen líneas de negocio mayoritarias que no se ven tan afectadas por un terremoto vinculado a la inteligencia artificial. Para Nvidia, su negocio complementario, el de los videojuegos, supone menos de un 10% de los ingresos -unos 4.400 millones de dólares, respecto de los más de 57.000 millones totales-. La diversificación tecnológica permitirá, pues, que el mercado se mantenga incluso con un estallido: «Quizás veamos caídas, con el tiempo, de entre el 20 y el 30%, como máximo», según Cabrera.
Un entorno desfavorable
Los analistas, cabe decir, no atribuyen toda esta mala mar a la salud de los negocios tecnológicos. Un ecosistema tan astronómicamente dependiente de la inversión está muy vinculado al rendimiento de la economía, especialmente por la parte que toca a la política monetaria. Unos tipos de interés elevados -y, por tanto, un crédito caro- son malos para las compañías que aspiran a invertir cientos de miles de millones de dólares cada año; y que no amortizan estas inversiones hasta pasados entre cinco y siete años. Sin indicadores laborales ni de comportamiento empresarial por culpa del cierre del gobierno estadounidense, que no se resolvió hasta el pasado jueves, el mercado solo ha tenido un lugar a donde mirar para calcular: la Reserva Federal. Y el presidente, Jerome Powell, no ha dado buenas noticias: en sus últimas comparecencias, Powell ha alertado al capital que no descuente tan alegremente como hasta ahora nuevas bajadas de tipos de interés. El escenario de precios ha cambiado, la inflación ha vuelto a escena en los países occidentales, y la Fed se plantea mantener las restricciones en el flujo de dinero para asegurarse una cesta de precios controlada. «Si la Reserva mantiene los tipos congelados, habrá un ajuste importante», concluye Cabrera.

