El nefrólogo Borja Quiroga lanza una advertencia sobre el consumo indiscriminado de vitamina D. Según su experiencia clínica, ha atendido pacientes que llegaron con cálculos renales graves tras abusar de suplementos sin control médico. Su mensaje busca derribar mitos y recordar que no todo lo que parece “saludable” lo es en exceso.
La vitamina D, conocida como la “vitamina del sol”, se ha convertido en uno de los suplementos más consumidos en los últimos años. Muchos creen que protege frente a una serie de problemas, desde resfriados hasta enfermedades crónicas, pero la realidad médica es más compleja. Quiroga explica que, lejos de ser inocua, esta sustancia puede generar consecuencias graves para los riñones y el metabolismo del calcio cuando se ingiere sin supervisión.
Riesgos del exceso de vitamina D
El especialista señala que la vitamina D favorece la absorción intestinal de calcio. En dosis adecuadas, esto es beneficioso para mantener unos huesos fuertes y prevenir la osteoporosis. Sin embargo, cuando se toma en exceso, este calcio puede acumularse en la sangre y precipitarse en forma de cálculos renales. La hipercalcemia —niveles demasiado altos de calcio— es un efecto adverso directo del abuso de esta vitamina.
“He visto gente que ha venido con los riñones llenos de piedras”, afirma Quiroga, con la contundencia de quien lo ha presenciado en consulta. Algunos de estos pacientes habían seguido rutinas de suplementación motivadas por recomendaciones sin base científica o por tendencias en las redes sociales. El resultado fue dolor, hospitalización e incluso riesgo de daño renal irreversible.
Además de los cálculos, la intoxicación por vitamina D puede provocar síntomas como náuseas, vómitos, fatiga extrema, confusión mental y arritmias cardíacas. En los casos más severos, puede desencadenar insuficiencia renal aguda. Estos cuadros son menos frecuentes, pero reflejan la importancia de no trivializar el consumo de un compuesto con efectos fisiológicos potentes.
El nefrólogo aclara que, en medicina, el exceso nunca es sinónimo de salud. La lógica de “si un poco es bueno, más es mejor” no se aplica a los micronutrientes. Lo que en dosis terapéuticas ayuda, en exceso hace daño. Esta paradoja se observa especialmente en vitaminas liposolubles como la D, que se acumulan en el organismo y no se eliminan fácilmente.
Cuándo y por qué usar vitamina D (y cuándo no)
La vitamina D tiene un papel reconocido en situaciones específicas. Está indicada en pacientes con osteoporosis, en personas con déficit documentado y en algunos trastornos del metabolismo óseo. También puede prescribirse a aquellos con baja exposición solar o problemas de absorción intestinal. En estos contextos, la suplementación mejora la calidad de vida y previene complicaciones.
El problema surge cuando se consume sin justificación clínica. Quiroga recuerda que no hay evidencias sólidas de que la vitamina D prevenga resfriados, mejore el rendimiento deportivo o alargue la vida en personas sanas. Muchos de los supuestos beneficios circulan como mitos, amplificados por la publicidad o la autoayuda nutricional, pero carecen de apoyo científico.
Los límites de seguridad también son claros. Las autoridades sanitarias fijan dosis recomendadas que varían según la edad y la condición de salud, pero superar de forma continuada las 4000 UI diarias puede ser peligroso. Aun así, en farmacias y tiendas en línea se venden frascos con concentraciones muy altas, lo que facilita el abuso.
El nefrólogo subraya un punto clave: no todos necesitan vitamina D suplementada. Muchas personas obtienen niveles suficientes con una alimentación variada y una exposición moderada al sol. De hecho, los análisis de sangre son la única manera fiable de determinar si hay una deficiencia real. Automedicarse “por si acaso” es, en palabras de Quiroga, una mala estrategia que puede acabar en urgencias.
Recomendaciones y medidas preventivas
Ante la creciente popularidad de los suplementos, Quiroga recomienda actuar con prudencia y criterio médico. El primer paso es consultar a un profesional de salud antes de iniciar cualquier régimen de vitamina D. Un análisis puede confirmar si hay déficit y orientar sobre la dosis adecuada. Sin esta información, la suplementación se convierte en una apuesta arriesgada.
También hay que recordar que no todos los suplementos tienen la misma calidad ni los mismos controles de seguridad. En el mercado hay cápsulas, gotas y pastillas que varían en concentración y biodisponibilidad. Comprar sin asesoramiento puede llevar a errores de dosificación o a mezclar productos que sumen más vitamina de la que parece.
Otra recomendación práctica es priorizar el estilo de vida saludable. La exposición solar moderada, la actividad física y una dieta equilibrada que incluya pescado azul, lácteos fortificados y huevos suelen cubrir las necesidades de vitamina D en gran parte de la población. En muchos casos, la suplementación no es imprescindible si estos hábitos están presentes.
Finalmente, Quiroga llama a desconfiar de las modas. “El suplemento que hoy parece la solución universal puede ser el problema de mañana”, resume. La automedicación con productos de moda en las redes sociales es una tendencia peligrosa que combina la falta de evidencia científica con la facilidad de acceso a dosis elevadas.
¿Más siempre significa mejor?
El mensaje de Borja Quiroga es claro: la vitamina D es útil cuando se necesita, pero peligrosa cuando se abusa. Su experiencia con pacientes afectados por cálculos renales es una advertencia tangible de los riesgos. Lejos de demonizar la vitamina en sí, el nefrólogo busca situarla en el lugar que le corresponde: un recurso médico, no un talismán.
La pregunta queda abierta para la reflexión del lector: ¿vale la pena seguir una moda de suplementos sin saber si realmente la necesitas? En temas de salud, la respuesta más sensata suele ser la misma: escuchar a los profesionales, confiar en la evidencia y recordar que el equilibrio es la mejor medicina.