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Pablo Ojeda lanza una advertencia sobre estas galletas: “Solo hay que girarlas”

Las galletas Digestive, a pesar de su fama saludable, no son lo que parecen. “Solo hay que girarlas”, afirma.

La afirmación de Ojeda pone el foco en una práctica sencilla: leer la parte trasera del envase. Muchas marcas utilizan términos como «digestive» para transmitir una imagen saludable, pero los ingredientes cuentan otra historia. El mensaje del experto es directo: la información nutricional real está en la etiqueta.

El mito del “Digestive”

El término “digestive” se remonta a finales del siglo XIX en el Reino Unido, donde se utilizaba para describir un tipo de galleta elaborada con bicarbonato de sodio, que supuestamente ayudaba a la digestión. Sin embargo, con el tiempo, esta denominación fue adoptada por la industria alimentaria como una estrategia de marketing, desvinculándose completamente de sus orígenes funcionales.

Hoy en día, el nombre “Digestive” se asocia erróneamente con un producto más sano o incluso beneficioso para el aparato digestivo. Pero si se examinan los ingredientes, se puede comprobar que muchas de estas galletas contienen una cantidad significativa de azúcares, harinas refinadas y grasas poco saludables.

La confusión se alimenta porque estos productos se encuentran habitualmente en las secciones de alimentos saludables o integrales de los supermercados. Algunas versiones incluso utilizan colores verdes o dorados para reforzar su imagen “natural”. Todo forma parte de un empaquetado bien estudiado para influir en la percepción del consumidor.

“Solo hay que girarlas”: lo que revela la etiqueta

Pablo Ojeda no está solo en su advertencia. Nutricionistas de todo el mundo insisten en la importancia de revisar las etiquetas nutricionales antes de adquirir productos procesados. En sus redes sociales, Ojeda explicó que, al girar un paquete de galletas Digestive, se puede ver claramente que no hay propiedades digestivas especiales. Más bien, lo que abunda son ingredientes comunes en productos ultraprocesados.

Entre los ingredientes más frecuentes encontramos jarabe de glucosa, aceites vegetales refinados, harinas blancas y, en muchos casos, hasta cinco tipos de azúcares diferentes. En lugar de ayudar a la digestión, pueden generar el efecto contrario, especialmente en personas con problemas metabólicos o digestivos.

Leer la tabla nutricional también permite identificar el contenido de grasas saturadas, sodio y fibra. Muchas galletas que se promocionan como “ricas en fibra” apenas aportan más que otras galletas comunes. El etiquetado es obligatorio, pero requiere atención y un poco de formación para interpretarlo correctamente.

El consejo de Pablo Ojeda y cómo aplicarlo

En su vídeo viral, el nutricionista español lanzó una frase contundente:
“La palabra Digestive no significa nada. Lo importante está en la parte trasera del paquete. Hay que girarlas.”

Este tipo de mensajes tiene un impacto directo porque son simples, accionables y basados en el sentido común. ¿Cuántas veces hemos comprado un producto confiando solo en lo que dice la parte frontal?

Para aplicar este consejo de manera práctica, conviene seguir tres pasos:

  1. Leer los ingredientes: Cuanto más corta sea la lista, mejor. Evita aquellos que no puedas pronunciar.
  2. Observar los valores por 100g: Para comparar entre productos.
  3. Buscar alternativas reales: Galletas con avena, frutos secos, semillas o hechas en casa pueden ser opciones más saludables.

También es recomendable desconfiar de términos vagos como “light”, “natural” o “fitness”, que no están regulados con precisión y pueden inducir a error.

¿Comer galletas o no comer?: lo que debes saber

El debate no es blanco o negro. Comer galletas no es en sí mismo negativo, pero sí lo es creer que se trata de un alimento saludable solo por su aspecto o por su nombre. Las galletas industriales deben entenderse como un producto de consumo ocasional, no como una parte habitual del desayuno o la merienda diaria.

Las diferencias entre el marketing y el valor nutricional real son, muchas veces, abismales. Un envase atractivo puede ocultar ingredientes que perjudican a largo plazo si se consumen de manera habitual. Por eso, es clave fomentar la educación alimentaria, no solo en las escuelas, sino también entre adultos, desde gestos simples como este: girar un paquete.

Una buena alimentación no se construye a base de prohibiciones extremas, sino de conocimiento y elecciones conscientes. Y en este proceso, saber interpretar una etiqueta puede marcar la diferencia.

Lee, compara y decide

En palabras del mismo Pablo Ojeda:
“El marketing no debe ser más fuerte que tu salud.”

Muchos de nuestros hábitos alimentarios se forman por repetición, comodidad o publicidad. Pero también podemos reformularlos si nos tomamos un momento para pensar, leer y comparar.

¿Y tú? ¿Sueles mirar la parte trasera del envase antes de comprar?
Comparte este consejo con alguien que aún confíe demasiado en lo que dice el frente del paquete.

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