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El lugar con la mayor longevidad del mundo: qué comen cada día para vivir más de 100 años

¿Existe un lugar donde vivir más de 100 años sea casi normal? Sí, existe. Aunque suene increíble, hay rincones del mundo donde llegar al siglo de vida no es una rareza sino parte de la rutina diaria. Son las llamadas zonas azules, territorios donde la proporción de centenarios es tan alta que los expertos llevan años estudiando su “secreto”.

El país o la región donde más gente vive más de 100 años se ha convertido en el gran misterio de la longevidad. Un enigma que despierta curiosidad y cierta envidia: ¿qué hacen ellos que no hacemos nosotros? ¿Cuál es la receta mágica para llegar a muy grandes pero con salud?

La respuesta es sorprendente por su sencillez y a la vez demoledora: no hay pastillas milagrosas, no hay cirugías anti-edad. Solo hay hábitos. Hábitos cotidianos, aparentemente humildes, pero poderosísimos.

Zonas azules: los territorios del siglo de vida

El término zonas azules nació de una investigación de National Geographic y se utiliza para designar cinco regiones del mundo donde la gente vive de forma excepcionalmente larga y saludable:

  • Okinawa (Japón)
  • Cerdeña (Italia)
  • Ikaria (Grecia)
  • Nicoya (Costa Rica)
  • Loma Linda (California, EE.UU.)

No son lugares mágicos, pero casi. Allí, la cifra de personas mayores de 100 años es tan alta que provoca sorpresa. No hablamos de casos aislados, sino de un fenómeno colectivo, casi cultural.

Y aunque están separados por océanos y costumbres, comparten claves muy similares. Como si la receta de la longevidad se repitiera, aunque cada pueblo la adapte a sus ingredientes locales.

Comer para vivir (más de 100 años)

Lo primero que salta a la vista es la dieta. ¿Qué comen cada día? Lo sorprendente es que comen cosas simples, casi humildes, pero cargadas de nutrientes.

  • Predominio de alimentos vegetales: verduras, legumbres, fruta fresca, cereales integrales.
  • Consumo muy bajo de carnes rojas o procesadas.
  • Lácteos fermentados o quesos locales en pequeñas cantidades (en Cerdeña e Ikaria).
  • Pescado fresco de manera ocasional en las islas.
  • Aceite de oliva como fuente de grasa saludable.
  • Frutos secos y semillas.
  • Hierbas locales y especias con propiedades antiinflamatorias.

La base de su dieta es vegetal. No es una moda vegana, sino pura tradición. Platos sencillos, cocinados en casa, con ingredientes frescos y de temporada.

En Okinawa, por ejemplo, la dieta está llena de batata morada, tofu, algas y arroz. En Ikaria, abundan los guisos de legumbres con aceite de oliva. En Nicoya, el plato estrella es el gallo pinto con maíz y frijoles. Y en Cerdeña, el pan integral y el queso pecorino se acompañan de una copa (o dos) de vino tinto.

Parece poco glamuroso, pero funciona. Su dieta no solo alimenta: protege. Baja en calorías vacías, cargada de fibra, antioxidantes y grasas saludables.

Actividad física: nada de gimnasio, todo de vida

¿Y el ejercicio? Olvídate de rutinas imposibles o del gimnasio de moda. En las zonas azules, la actividad física es natural, integrada en el día a día.

  • Caminar largas distancias.
  • Cuidar huertos.
  • Realizar tareas domésticas.
  • Pastorear cabras o recoger leña.

Nada de extremo. Nada de programado. Solo moverse porque la vida así lo exige. Es un recordatorio brutal de que el sedentarismo nos está matando en silencio.

El poder del grupo: vivir por algo

Otro factor clave: la conexión social. No es un detalle menor.

  • Familias grandes y cohesionadas.
  • Comunidades pequeñas donde todos se conocen.
  • Rituales religiosos o espirituales que dan sentido y reducen el estrés.

En Ikaria se dice que nadie se siente solo. En Okinawa, existe el moai, un grupo de amigos de por vida que se ayudan hasta el final. En Loma Linda, la religión adventista refuerza la solidaridad y promueve la salud.

La soledad mata. En estas regiones, no tiene lugar.

Propósito vital: el «ikigai» y compañía

En Okinawa lo llaman ikigai: la razón para levantarse por la mañana. Un propósito claro y personal que impulsa a seguir, aunque el cuerpo envejezca.

En otras zonas azules hay equivalentes: cuidar los nietos, mantener el huerto, participar en la comunidad. Cosas sencillas, pero con un significado profundo.

¿Podemos copiar su fórmula?

Aquí viene el gran dilema: ¿podemos hacer lo mismo?

  • Sí, podemos comer más vegetales, menos ultraprocesados, cocinar en casa.
  • Sí, podemos caminar más, huir del sofá, realizar tareas a pie.
  • Sí, podemos cuidar nuestros vínculos, llamar más a la familia, cultivar amistades.
  • Sí, podemos buscar un propósito más allá del dinero o el éxito.

Pero también no: no es fácil cambiar un estilo de vida entero. No es cómodo. No es inmediato.

Aun así, la evidencia es clara (NIH, National Geographic): estos hábitos no solo alargan la vida, sino que la mejoran. Reducen el riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes, deterioro cognitivo.

Es una receta tan antigua como olvidada: come bien, muévete más, ama fuerte, vive con propósito.

El legado de las zonas azules

Quizás nunca vivamos en Okinawa o Cerdeña. Pero podemos aprender de ellos. De su sencillez casi brutal. De su rechazo al exceso. De su defensa de la comunidad.

Al final, el verdadero “secreto” del país donde más gente vive más de 100 años es que no hay secreto. Hay costumbre. Hay cultura. Hay respeto por el cuerpo y la mente.

Un recordatorio incómodo pero necesario: nuestra longevidad está en nuestras manos.

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