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“Sin hormonas no hay vida”: la doctora Paloma Gil advierte sobre el impacto hormonal en la longevidad

“Sin hormonas no hay vida”. Con esta afirmación contundente, la endocrinóloga y divulgadora Paloma Gil resume una verdad biológica que, sin embargo, muchos olvidan: las hormonas gobiernan cada proceso vital, desde el sueño hasta el estado de ánimo, pasando por el metabolismo, la fertilidad o la energía.

Gil advierte que el equilibrio hormonal no es solo una cuestión médica, sino también de bienestar y longevidad. Asegura que el desconocimiento sobre el papel de las hormonas hace que muchos síntomas —como la fatiga crónica, los cambios de peso o la irritabilidad— se asuman como “normales” con la edad, cuando en realidad pueden ser señales de desequilibrios tratables.

Un sistema silencioso pero vital

Las hormonas son mensajeros químicos que el cuerpo produce para coordinar funciones esenciales. Actúan sobre órganos, tejidos e incluso sobre el cerebro, enviando instrucciones precisas que mantienen el equilibrio interno. “Sin cortisol, sin insulina o sin hormonas tiroideas, no podríamos vivir ni un solo día”, insiste Gil.

El sistema endocrino es tan complejo como discreto. A diferencia del corazón o los pulmones, no lo sentimos latir, pero está presente en todas partes. Cada glándula —tiroides, páncreas, hipófisis, ovarios o testículos— libera sustancias que influyen en cómo pensamos, dormimos, digerimos o envejecemos. Incluso pequeñas alteraciones pueden desencadenar grandes consecuencias.

La endocrinóloga recuerda que la vida misma depende de un frágil equilibrio hormonal. No se trata solo de tener “muchas” hormonas, sino de tenerlas en la proporción adecuada. “El cuerpo humano no tolera los extremos”, explica. “Un exceso o un déficit prolongado acaba desgastando los órganos y acortando años de vida saludable.”

Con el paso de los años, los niveles hormonales cambian de manera natural
Con el paso de los años, los niveles hormonales cambian de manera natural

La amenaza del desequilibrio

Gil sostiene que convivimos con una cierta “normalización del desequilibrio”. Muchas personas asumen como inevitables síntomas que, en realidad, son advertencias. La caída del cabello, la falta de deseo sexual o los cambios bruscos de humor a menudo se asocian al paso del tiempo, pero con frecuencia esconden alteraciones hormonales no diagnosticadas.

Algunos ejemplos son reveladores. La falta de insulina, en la diabetes tipo 1, puede ser mortal si no se sustituye. Un exceso de cortisol mantenido, en cambio, deteriora los músculos y favorece el envejecimiento acelerado. Lo mismo ocurre con las hormonas tiroideas: un déficit ralentizará el metabolismo y provocará fatiga, mientras que su exceso puede causar palpitaciones o ansiedad.

Nuestro cuerpo nos habla constantemente, pero hemos perdido la costumbre de escucharlo”, advierte la doctora. En su consulta observa cada vez más casos de personas jóvenes con disfunciones hormonales vinculadas al estrés, a la mala alimentación o a la falta de descanso. “Las hormonas son extremadamente sensibles al estilo de vida”, añade. “Cuando dormimos poco o comemos mal, todo el sistema endocrino se desajusta.”

El envejecimiento hormonal

Con el paso de los años, los niveles hormonales cambian de manera natural. Es un proceso universal, aunque no idéntico para todos. En las mujeres, la menopausia marca un antes y un después: la caída de estrógenos y progesterona altera el metabolismo, la temperatura corporal, el sueño y la composición corporal. En los hombres, la andropausia se manifiesta con una reducción progresiva de la testosterona, pérdida de masa muscular y aumento de grasa abdominal.

Gil subraya que estos procesos no deben entenderse como enfermedades, pero tampoco como castigos inevitables. “El envejecimiento hormonal no debe ser sinónimo de pérdida de vitalidad”, afirma. Mantener una buena alimentación, hacer ejercicio y dormir lo suficiente puede modular la producción y la sensibilidad a las hormonas.

La endocrinóloga insiste en la necesidad de romper estigmas. “Durante décadas, las mujeres han normalizado los sofocos o la sequedad vaginal, y los hombres han asumido la barriga o la apatía como ‘parte de la edad’. Pero no siempre es así. La medicina dispone de herramientas para mejorar estas etapas sin poner en riesgo la salud.”

¿Podemos intervenir en el sistema hormonal?

La pregunta es inevitable: si las hormonas determinan tanto, ¿deberíamos “ajustarlas” para vivir más y mejor? La doctora Gil responde con prudencia. No todo se arregla con suplementos ni con terapias hormonales. “El equilibrio hormonal no se compra en una farmacia”, dice. “Debe partir del propio cuerpo y de hábitos sostenibles.”

Algunas terapias sustitutivas son útiles y seguras cuando se aplican con rigor médico, como el uso de estrógenos en mujeres que atraviesan una menopausia precoz o el tratamiento con testosterona en hombres con déficit comprobado. Pero el riesgo reside en la medicalización indiscriminada del envejecimiento: intentar revertir el paso del tiempo con hormonas sin control puede causar más perjuicios que beneficios.

La doctora apuesta por un enfoque global que combine alimentación, descanso y gestión emocional. “No hay ninguna hormona que funcione bien en un cuerpo estresado o inflamado”, explica. “Antes de añadir hormonas externas, hay que mirar qué hábitos las están saboteando.”

La llamada de atención de Paloma Gil

El mensaje que Paloma Gil repite en conferencias y entrevistas es claro: entender tus hormonas es entenderte a ti mismo. Cada emoción, cada sensación de energía o de cansancio, tiene detrás un entramado químico que podemos cuidar o deteriorar. Su propósito no es alarmar, sino empoderar.

En su libro, la autora explica con lenguaje accesible cómo el sistema endocrino interviene en aspectos tan cotidianos como la memoria, la piel o el deseo sexual. También aborda las diferencias hormonales entre hombres y mujeres sin tópicos, subrayando la importancia del diagnóstico precoz. “No podemos hablar de longevidad sin hablar de hormonas”, insiste.

El interés por la salud hormonal crece en todas partes. Cada vez más personas piden análisis sobre sus niveles de tiroides, insulina o cortisol. Gil celebra este despertar, pero advierte contra el exceso de autoanálisis. “Internet ha convertido a muchos en aprendices de endocrinos”, bromea. “El problema es que las hormonas no funcionan de manera aislada: si tocas una, cambian todas.”

La vida bajo control hormonal

La frase que da título a este reportaje contiene una verdad tan simple como poderosa: sin hormonas no hay vida. Desde el primer latido fetal hasta el último suspiro, somos el resultado de una coreografía hormonal que regula cada célula del cuerpo.

Cuidar este sistema invisible no es una moda, sino una forma de prevención. Requiere dormir bien, comer con criterio, mantener un peso saludable y aprender a gestionar el estrés. No se trata de perseguir la eternidad, sino de preservar la vitalidad.

Paloma Gil lo resume con una reflexión final: “La longevidad no depende solo de los años que vivamos, sino de cómo envejecen nuestras hormonas. Entenderlas es el primer paso para vivir mejor.”

¿Y tú? ¿Sabes qué dicen tus hormonas sobre tu estilo de vida?

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