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Masticar chicle: el hábito cotidiano que puede afectar tu salud digestiva, según Nayra Gómez

¿Te has preguntado alguna vez qué pasa realmente cuando masticas chicle? Aunque parezca un gesto inofensivo, podría tener consecuencias inesperadas para tu salud digestiva. Hoy conversamos con Nayra Gómez, enfermera, que nos explica con claridad y rigor científico por qué masticar chicle no es tan inocente como muchos piensan.

Nayra Gómez nos advierte que masticar chicle engaña al cerebro, que se prepara para recibir alimento. Y como no llega, se produce un exceso de ácido y gases, afectando nuestro bienestar digestivo. En esta entrevista, exploramos su visión profesional y sus consejos para mantener una relación más sana con los pequeños hábitos cotidianos.

¿Por qué masticar chicle puede ser un problema?

Para muchas personas, masticar chicle es una costumbre ligada a la frescura o al placer de tener algo en la boca, pero Nayra Gómez nos invita a reflexionar sobre sus efectos menos conocidos. “Masticar chicle engaña al cerebro, que se prepara para recibir alimento, y al no llegar, se genera un exceso de ácido y gases”, nos explica con total claridad.

Este reflejo primitivo de anticipar la llegada de la comida no es algo que podamos controlar voluntariamente. Cuando masticamos chicle, enviamos señales al cerebro para que inicie el proceso digestivo. El organismo comienza a generar jugos gástricos, preparándose para descomponer alimentos que, en realidad, nunca llegarán. Esta descoordinación provoca molestias como acidez, hinchazón o gases.

Muchas personas minimizan estos síntomas o los asocian a otras causas, sin sospechar que el chicle diario puede ser un detonante silencioso. Nayra advierte que, con el tiempo, estos pequeños desequilibrios pueden derivar en patologías digestivas más complejas. Por eso, conviene informarse y moderar su consumo.

El engaño al cerebro y la producción de ácido

El cuerpo humano es una máquina precisa, pero también muy reactiva a los estímulos. Cuando detecta el acto de masticar, se anticipa a la digestión. Este reflejo condicionado es útil para preparar el estómago para los alimentos, pero resulta contraproducente si no llega nada sólido para procesar.

“Es como poner en marcha el motor de un coche y dejarlo encendido sin moverse”, explica de manera gráfica Nayra Gómez en sus talleres de educación para la salud. Esta activación innecesaria del estómago genera un exceso de ácido clorhídrico, que en contacto con una pared gástrica vacía puede provocar irritación.

Además, al tragar aire durante la masticación —proceso conocido como aerofagia— se suma la acumulación de gases. Esta combinación de ácido y gas explica la sensación de hinchazón abdominal que muchas personas experimentan después de masticar chicle durante largos periodos.

La enfermera subraya la importancia de no subestimar estos síntomas. Lo que hoy es un simple malestar podría acabar en gastritis o agravar un reflujo gastroesofágico ya existente. Es un recordatorio de cómo gestos cotidianos pueden impactar más de lo que creemos en nuestro organismo.

Consejos de Nayra Gómez para el día a día

Con su amplia experiencia en consulta y en charlas de divulgación, Nayra Gómez ofrece recomendaciones prácticas para quien quiere cuidar su salud digestiva sin renunciar del todo al chicle.

En primer lugar, aconseja moderar su consumo. “No se trata de demonizar el chicle, sino de usarlo con sensatez”, explica. Consumirlo de forma puntual, en momentos de estrés o para refrescar el aliento, no suele implicar grandes riesgos. El problema aparece con el consumo compulsivo, masticando durante horas o varias veces al día.

También recomienda prestar atención a las señales del cuerpo. Si notas hinchazón, gases o ardor de estómago después de masticar chicle, quizás es el momento de replantear su uso. Para quien tiene antecedentes de gastritis o reflujo, su sugerencia es limitarlo al mínimo o evitarlo por completo.

Finalmente, Nayra invita a reflexionar sobre los hábitos sustitutivos. Muchas veces se usa el chicle como un ansiolítico oral, un gesto automático para calmar los nervios o matar el tiempo. En estos casos, propone explorar alternativas como ejercicios de respiración, beber agua o simplemente reconocer la emoción detrás del hábito.

Cuidar tu salud comienza con pequeños hábitos

A menudo no somos conscientes de cómo gestos mínimos pueden alterar nuestros delicados equilibrios internos. Masticar chicle parece un pasatiempo inocente, pero su efecto sobre el estómago es muy real. Nayra Gómez, con su experiencia de enfermera, nos recuerda que la clave está en la moderación y en escuchar el propio cuerpo.

Te invitamos a reflexionar sobre tus hábitos cotidianos y a compartir este artículo con quien lo pueda necesitar. ¿Tú también consumes chicle a menudo? ¿Has notado alguno de estos síntomas? Cuéntanoslo en los comentarios y ayuda a crear conciencia sobre la importancia de cuidar nuestra salud digestiva desde los detalles más pequeños.

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