Vivimos en una época peligrosa, más peligrosa de lo que queremos reconocer. Cualquiera puede caer en una secta. Cualquiera. Lo dice clarísimamente la psicóloga Laura Coronel: nadie es inmune. Esta frase no es solo una advertencia, es un grito de alarma.
Porque las sectas no son reliquias del pasado ni historias exóticas de película. Están aquí, entre nosotros. Están en la puerta de al lado, en el trabajo, en los grupos de WhatsApp, en las redes sociales. Tienen mil caras y todas comparten el mismo objetivo: atraparte, vaciarte y controlarte.
Sí, cualquiera puede ser la víctima perfecta. Esta es la verdad más incómoda.
La seducción disfrazada de salvación
El gran engaño de las sectas es su apariencia inofensiva. No llegan con capas y cruces de fuego. Llegan con sonrisas y palabras dulces. «Somos tu familia», «te queremos ayudar», «juntos cambiaremos el mundo». Frases bonitas para esconder un mecanismo monstruoso.
Porque lo que realmente quieren es tu tiempo, tu dinero, tu voluntad. Quieren tu libertad. Y se la llevan poco a poco, como una serpiente que te asfixia mientras te adormece con caricias.
La psicóloga Laura Coronel nos lo deja claro: nadie tiene la mente lo suficientemente blindada para resistirlo siempre. Un momento de debilidad es suficiente.
Nadie está fuera de peligro
«Cualquier persona es susceptible». Una frase que golpea fuerte. No hay un perfil único. Podemos ser ricos o pobres, jóvenes o mayores, cultos o sin estudios. El punto débil no es la inteligencia: es la vulnerabilidad humana.
Un duelo, una separación, una enfermedad, un cambio drástico de vida. Son puertas abiertas para que esos captadores profesionales se infiltren. Ellos no tienen prisa. Son pacientes, persistentes, expertos en leer nuestros miedos.
Y así comienza la pesadilla.
«Amor», «luz», «verdad»: palabras trampa
No hay ninguna secta que se presente como tal. Ninguna. Se venden como grupos de ayuda, comunidades espirituales, movimientos para salvar el planeta, cursos de crecimiento personal.
Palabras bonitas. Conceptos elevados. Todo preparado para atraparte. Es el arte de la metáfora engañosa: te ofrecen «luz» pero te apagan el pensamiento crítico. Te ofrecen «amor» pero te aíslan de quien realmente te quiere.
Es un veneno dulce. Y es por eso que es tan peligroso.
Técnicas de manipulación: la telaraña invisible
No improvisan. Tienen métodos pulidos y eficientes. Como cazadores expertos, saben cómo capturar a su presa sin que se dé cuenta.
Laura Coronel nos alerta de algunas de las estrategias más habituales:
- Aislamiento progresivo: te separan de tu familia y amigos, etiquetándolos de «negativos» o «tóxicos».
- Bombardeo de amor: te dan afecto y reconocimiento intensos para crear dependencia.
- Control de la información: te dicen qué leer, qué ver, a quién escuchar.
- Lenguaje propio: crean jerga interna para diferenciarse y cerrar la mente.
- Culpabilización: si quieres irte o cuestionas, te hacen sentir traidor o débil.
Es un mecanismo perverso. Y funciona.
Momentos de máxima vulnerabilidad
No hay un único perfil de víctima, pero sí momentos más arriesgados:
- Duelo o pérdida de un ser querido
- Soledad profunda
- Adolescencia y búsqueda de identidad
- Crisis económica o laboral
- Enfermedades graves y desesperación
En cualquiera de estos escenarios, las sectas huelen la sangre. Son buitres emocionales.
Familias rotas, amistades destruidas
El daño no acaba con la persona captada. Las sectas son máquinas de romper familias.
Padres que ya no reconocen a sus hijos. Parejas separadas. Amigos que se convierten en enemigos.
Y cuando la persona finalmente sale —si consigue salir—, tiene que reconstruirlo todo desde las cenizas. Con culpa, con vergüenza, con desconfianza. Con un trauma profundo.
Es una herida que supura durante años.
Síntomas de alarma: cómo detectarlo
Laura Coronel nos da pistas claras. Son señales que deben encender todas las alarmas:
- Grupos que prometen soluciones absolutas
- Discursos de «nosotros» contra «ellos»
- Un líder carismático que exige obediencia ciega
- Aislamiento de familiares y amigos
- Presiones económicas «por la causa»
- Renunciar al pasado para «renacer»
No es paranoia. Es prevención.
Cómo ayudar a alguien que ha sido captado
La reacción más habitual es la rabia o la confrontación directa. Error.
La secta ya ha preparado su discurso: «¿Ves cómo te quieren destruir?».
La clave es la paciencia, el diálogo, la empatía. Mantener el vínculo vivo. Que la persona sepa que, pase lo que pase, podrá volver.
El amor real es la mejor arma contra la manipulación.
El peligro evoluciona: sectas 2.0
Lo más aterrador es que las sectas se reinventan. Ya no todas son religiosas. Ahora las hay de coaching, de inversión, de «psicología», de dietas milagrosas.
Incluso hay digitales, que reclutan por redes sociales con mensajes estudiados al milímetro.
El problema no desaparece: se transforma. Se hace más sutil. Más moderno.
Información: el arma definitiva
Por eso hay que hablarlo. Por eso hay que escribirlo.
Porque el silencio es el mejor aliado de las sectas. Porque el desconocimiento es su terreno de caza.
Sí, cualquiera puede ser captado. Tú, yo, tu hijo, tu amigo.
Y la mejor defensa es saberlo. Explicarlo. Advertirlo.
Si rompemos su misterio, les quitamos poder. Si hablamos claro, los ponemos contra las cuerdas.
Porque nadie merece perderse en una telaraña que promete salvación y solo da esclavitud.