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“La felicidad se cocina en el vientre”: la frase de Jeremy London que ha encendido el debate científico

Esta afirmación, pronunciada por el cirujano cardíaco Jeremy London y replicada en numerosos medios, despierta tanto fascinación como dudas. ¿Realmente la felicidad se cocina en el vientre? ¿O es una simplificación demasiado atractiva para ser cierta?

El interés creciente por el papel del intestino en la salud mental ha hecho que declaraciones como esta se vuelvan virales. Pero la ciencia pide precisión: sí, la mayor parte de la serotonina del cuerpo se origina en el intestino, pero eso no significa que sea la responsable directa de nuestro estado de ánimo.

La afirmación que dio la vuelta al mundo

Cuando Jeremy London destacó que el 90% de la serotonina se fabrica en el intestino, muchos titulares lo recogieron como si fuera la clave definitiva de la felicidad. El mensaje tiene todos los ingredientes para triunfar: un dato contundente, un neurotransmisor asociado a la alegría y un órgano que tradicionalmente solo se vinculaba con la digestión.

La frase se ha compartido en redes sociales, charlas de salud e incluso en programas televisivos. Pero, ¿qué hay de cierto?
¿Es correcto hablar de serotonina intestinal como del neurotransmisor del bienestar?

¿Qué sabemos sobre la serotonina intestinal?

Los estudios científicos son claros en un punto: entre el 90 y el 95% de la serotonina del organismo se produce en el intestino, en unas células especializadas llamadas enterocromafines. Esta serotonina no se destina a regular emociones, sino que tiene funciones locales esenciales:

  • Regular la motilidad intestinal.
  • Controlar la secreción y la absorción de nutrientes.
  • Coordinarse con el sistema nervioso entérico, el “segundo cerebro” que gobierna los movimientos del tubo digestivo.
  • Participar en la comunicación con el sistema inmunitario.

Dicho de otra manera: la serotonina intestinal es vital, pero no es la misma que modula directamente la felicidad o la tristeza.

La barrera que separa el intestino del cerebro

Uno de los puntos clave que a menudo se olvida en los titulares es la barrera hematoencefálica. Esta estructura biológica actúa como una frontera que protege el cerebro de sustancias presentes en la sangre. La serotonina fabricada en el intestino no puede atravesar esta barrera de manera significativa.

Esto significa que la serotonina intestinal no viaja al cerebro para aumentar la sensación de bienestar.
El cerebro tiene sus propios mecanismos para producir serotonina a partir del triptófano, un aminoácido que obtenemos a través de la dieta.

Así pues, cuando se dice que “el 90% de la serotonina del bienestar se produce en el intestino”, se confunden dos realidades: la producción periférica y la función cerebral.

El papel de la microbiota en la ecuación

Si bien la serotonina intestinal no pasa directamente al cerebro, esto no significa que el intestino sea irrelevante para el estado de ánimo. Al contrario, hay cada vez más pruebas de que la microbiota intestinal juega un papel fundamental en el eje intestino-cerebro.

  • Algunas bacterias intestinales pueden influir en la disponibilidad de triptófano, facilitando o limitando su conversión en serotonina cerebral.
  • La serotonina intestinal puede estimular terminaciones nerviosas del nervio vago, enviando señales al cerebro que modulan respuestas emocionales.
  • Alteraciones intestinales, como el síndrome del intestino irritable, muestran correlaciones con niveles más altos de ansiedad y depresión.
  • Experimentos con animales han revelado que la falta de microbiota reduce la producción de serotonina intestinal y altera la conducta relacionada con el estrés.

Este conjunto de hallazgos no convierte al intestino en “el centro de la felicidad”, pero sí en un actor imprescindible en el bienestar global.

Un mensaje atractivo, pero con riesgos de simplificación

El poder de los titulares virales radica en su simplicidad. Decir que “la felicidad se fabrica en el intestino” suena contundente y fácil de recordar. Pero esta reducción puede ser engañosa.
El bienestar psicológico no depende solo de un neurotransmisor, sino de una red compleja donde intervienen:

  • Factores genéticos.
  • Equilibrio de neurotransmisores como dopamina, GABA y noradrenalina.
  • Entorno social y hábitos de vida.
  • Calidad del sueño, el ejercicio y la nutrición.

Por eso, los científicos insisten en que la serotonina es solo una pieza de un rompecabezas mucho más amplio. Atribuirle todo el peso del bienestar sería tan reduccionista como decir que la felicidad depende de una sola vitamina.

Hacia dónde se dirige la investigación

En los últimos años, el concepto del eje microbiota-intestino-cerebro ha ganado fuerza. Varios estudios exploran cómo los probióticos, la dieta y los cambios en la flora intestinal pueden incidir en la salud mental.

Aunque los resultados son preliminares, algunos ensayos clínicos muestran que ciertas intervenciones dietéticas reducen síntomas de ansiedad y mejoran la percepción de bienestar. No obstante, la comunidad científica es cauta:
la relación entre intestino y cerebro es indudable, pero las vías exactas y la magnitud de su impacto aún se están descifrando.

¿Intestino, cerebro o ambos?

La frase de Jeremy London tiene una parte de verdad: el cuerpo produce la mayoría de su serotonina en el intestino. Pero confundir este dato con el origen de la felicidad puede llevar a equívocos.

El mensaje final de la ciencia es más rico y a la vez más complejo: el bienestar no se ubica en un solo órgano, sino en una red de diálogo constante entre intestino, cerebro y microbiota.

Quizás, más que preguntarnos si la felicidad se fabrica en el vientre o en el cerebro, deberíamos pensar en cómo cuidar a ambos.
Dormir bien, comer variado, moverse con regularidad y mantener vínculos sociales sanos parecen ser, hoy por hoy, las claves más sólidas.

Y tú, lector: ¿cuidarías tu dieta con la misma atención con la que buscas cuidar tu estado de ánimo?

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