Dolor en la mandíbula. Cansancio extremo. Sudoración fría y abundante. Pueden sonar a problemas menores, pero son síntomas clarísimos de un infarto. Lo dice claro y sin rodeos el cardiólogo murciano José Abellán, que lanza una advertencia contundente: “Ignorar estas señales puede costarte la vida.”
En un país donde el infarto agudo de miocardio sigue siendo una de las principales causas de muerte, el mensaje no podría ser más claro ni más urgente. Cada minuto cuenta. Cada segundo puede ser vital. Y el problema es que muchos no saben reconocer estas señales menos conocidas, síntomas engañosos que se disfrazan de problemas banales y que hacen perder un tiempo precioso.
Sí, el dolor en el pecho es la señal clásica. Pero no es la única. Ni mucho menos.
Los síntomas menos evidentes que matan en silencio
No hay nada más peligroso que pensar “a mí no me pasará” o “no es nada grave”. José Abellán es tajante: “El dolor en la mandíbula, el cuello o la espalda puede ser un aviso.” Un aviso que muchos ignoran.
No es un dolor insoportable. No es ese puño en el pecho de las películas. Es una presión molesta, persistente, que no se va. Y esa es su trampa mortal.
También el cansancio repentino y sin motivo es un aviso serio. Un cansancio que te deja fuera de combate sin explicación. Y la sudoración fría y abundante es otra señal de alarma clarísima. Pero… ¿cuántas veces la gente se dice “es que hace calor” o “serán los nervios”?
Error letal. Error mortal.
El error más grande: esperar demasiado
Esperar. Dar tiempo. Pensar que pasará solo. Este es el error que más vidas cuesta.
“Muchos esperan tener un dolor brutal en el pecho para ir al hospital. Pero el infarto no siempre avisa así”, explica Abellán. De hecho, muchos llegan demasiado tarde por culpa de este mito. El dolor puede comenzar suave, engañoso, e ir aumentando. Y mientras dudamos, el corazón se está muriendo lentamente.
Y cuidado con confundirlo con un problema digestivo. “Hay gente que se toma un antiácido pensando que es acidez de estómago mientras se está infartando”, alerta Abellán. El tiempo que se pierde es mortal.
Por eso insiste: cualquier dolor en el pecho, irradiado al brazo, cuello o mandíbula, que no ceda rápido, merece una visita urgente al hospital. Mejor pecar de alarmista que morir en casa.
Una trampa silenciosa: el cansancio y el sudor
Hay un detalle que pone los pelos de punta: el cansancio extremo es un síntoma infravalorado. Imaginemos un día normal, de repente el cuerpo te dice basta. Te sientes como si te hubiera pasado un camión por encima sin motivo. Es una señal clarísima.
¿Y la sudoración fría? Aún más traicionera. El sudor frío y abundante es un grito de alarma del cuerpo. Pero lo normalizamos: “hace calor”, “estoy nervioso”. No. Es el corazón suplicando ayuda.
No es un simple susto. Es un aviso de muerte.
“Cada minuto cuenta”: el mensaje más claro
José Abellán es directo: “Si sospechas de un infarto, ve al hospital. No esperes. No lo pienses dos veces.”
El corazón no perdona. Cada minuto sin atención médica daña de manera irreversible el músculo cardíaco. La diferencia entre ir a tiempo o tarde es la diferencia entre vivir con normalidad o no volver a caminar nunca más. Entre vivir… o morir.
Es así de simple. Así de duro. Así de real.