El mercado se prepara para un terremoto que no se había visto en la última década. Después de inflarse hasta ocupar el 40% del índice estadounidense S&P500, las grandes tecnológicas podrían haber llegado al final del camino. El líder de la manada, Nvidia, publica el miércoles sus resultados trimestrales y, por primera vez, lo hace con una perspectiva bajista. Los inversores ya se han ido preparando para el golpe, y han ido reduciendo sus posiciones en el gigante productor de GPUs. En los últimos cinco días, la multinacional que se ha convertido en la cara visible del boom de la IA ha borrado un 7,6% de su valor en la bolsa. En dos semanas, ha perdido más de 20 dólares por acción, arrastrada por el miedo del capital a haber sobreestimado sus posiciones en una industria que parecía infalible, pero que podría haber llegado a su límite -al menos, a uno temporal-. Nvidia, sin embargo, puede ser el detonante de muchas más cosas: ella sola ocupa cerca del 15% de la capitalización del índice Nasdaq 100; y un monstruo de estas dimensiones, al caer -si cae- puede arrastrar con él buena parte de su sector.
De hecho, la pasada semana las tecnológicas ya se enfriaron. En solo una sesión, en la que Nvidia perdió un 3,6% de su valor, su competidor AMD se dejó un 4,2%; mientras que el fabricante de microchips Intel cerró con un -5,2%, por el -6,6% de Tesla, entre otros. Entonces, los inversores especializados en tecnología temblaron por los avisos del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, que indicó al mercado que no podía asumir nuevos recortes de tipos de interés. En un mundo tan intensivo en capital como el de la inteligencia artificial, un crédito barato es imprescindible; y, sin el regulador monetario de su lado, todo tambalea. Ahora, sin embargo, la amenaza es interna: si Nvidia no continúa el camino del crecimiento sin freno, el modelo que han seguido hasta ahora estas firmas, con gastos de capital inalcanzables que justificaban sus valoraciones bursátiles, podría haber tocado techo. Y el gigante que dirige Jensen Huang es la piedra de toque de todo ello: según un analista declaraba a la agencia Reuters, es el «pilar central del comercio de la IA, y sus efectos van mucho más allá de su valor económico».
En concreto, el consenso de los analistas recogido por la agencia Bloomberg anticipa unos ingresos por acción alrededor de los 1,25 dólares, lo que supondría unos ingresos trimestrales para Nvidia de unos 55.200 millones de dólares. En caso de cumplirse, estas proyecciones supondrían un incremento del 55 y el 57%, respectivamente, en términos interanuales. Solo en centros de datos, la multinacional debería elevar por encima de los 49.000 millones de dólares su facturación hasta septiembre. Los expertos dejan un cierto margen para la erosión del negocio, y asumen una rebaja del margen bruto hasta el 73,6%, desde el 75% del mismo período del 2024. En caso de cumplir o superar las estimaciones, Nvidia podría continuar la senda creciente, y recuperar más de un 7% de su cotización en solo unas horas. Si falla, la caída sería equivalente. Por tanto, el péndulo promete movimientos inmediatos de más de 300 millones de dólares en una dirección u otra. Y el resto del mercado no será inmune.

Primeras salidas
La semana previa a los resultados ya dejó malas señales para la valoración de Nvidia, con dos salidas notorias de su capital. La primera, la más importante, la de Softbank, el vehículo inversor especializado en tecnología, que vendió el conjunto de su paquete de acciones de la compañía por más de 3.000 millones de dólares. Y la segunda, la del magnate Peter Thiel, cara visible del movimiento reaccionario entre los millonarios tecnológicos; que se deshizo de 100 millones de dólares en participaciones de la multinacional. El banco californiano intentó calmar las aguas del sector tecnológico indicando que todo el capital extraído de la fuga aterrizaría en su cartera de IA y, más concretamente, en Open AI, la empresa creadora de Chat GPT.
Eso, sin embargo, no hizo más que exacerbar los temores de los capitales, que ya sufren por una posible «sobreinversión» en la industria tecnológica. De hecho, compañías del tamaño de Microsoft, según varios medios especializados, se estarían planteando si se ha construido demasiada capacidad de computación -en los centros de datos, mayoritariamente- para la demanda que tendrán las soluciones de inteligencia artificial a corto plazo. Todo esto ocurre, como indican los expertos del banco Renta 4, en un momento de aversión al riesgo por parte de los capitales que miran al mundo tecnológico: los activos más volátiles, como las criptomonedas, van a la baja, revelando un sentimiento al menos temeroso. El Bitcoin, por ejemplo, ha caído ya por debajo de los 90.000 dólares, después de haberse estabilizado al norte de los 100.000 durante más de medio año.
Cambio del motor
Hay, sin embargo, voces contradictorias entre los expertos que observan la evolución de la IA. Mientras que una parte de los analistas alertan de un importante efecto burbuja, que se estaría acumulando en torno a Nvidia, otros apuntan a una «corrección saludable». Según indicaba el experto Mike Gallagher en una reciente entrevista con la cadena estadounidense CNBC, los capitales han quitado sus ojos del fabricante de GPUs y los han puesto sobre Meta, la matriz de Facebook, para buscar signos de una segunda ola de crecimiento alrededor de la inteligencia artificial. En concreto, la sobreproducción de capacidad de computación ha hecho que los mercados busquen qué se puede hacer: es decir, si «las aplicaciones que utilizan la IA pueden liderar los ingresos» al ritmo que lo han hecho en los últimos años los fabricantes del hardware. De hecho, para el analista del fondo XTB Javier Cabrera, el movimiento de SoftBank responde, precisamente, a esta lectura. «Buscan estar presentes dentro de las aplicaciones que pueda tener una super IA, como la que preparan Open AI o Meta. Muchas empresas comenzarán a demandar aplicaciones de inteligencia artificial, y lo harán a través de estos valores», reflexiona.
Por tanto, muchos expertos buscan dónde amarrarse en medio del malestar que sufre Nvidia. A pesar de la caída, vislumbran, «haría falta un evento catastrófico para ver una venta masiva» como la que pondría en riesgo la estabilidad de las compañías en el centro del boom de la IA. Ahora bien, hay escenarios negativos que no requieren un desastre de esta escala: los capitales estarán observando no solo cuánto dinero gana Nvidia, sino de dónde ha venido. La firma de Huang suele indicar, rutinariamente, que aproximadamente el 50% de sus ingresos procedentes del negocio de centros de datos emanan del negocio con las hyperscalers -los gigantes como la misma Meta, Microsoft, Alphabet (Google) o Amazon-. El mercado estaría mucho menos cómodo con la multinacional si esta tendencia continúa, y aún opera en su mayoría alrededor de estos perfiles. En buena medida, porque no confían tanto en ellos como en el pasado: en un post en sus redes sociales, el inversor Michael Burry -célebre por haber previsto el estallido de la burbuja inmobiliaria antes del año 2008- ha alertado que estas compañías se estarían manteniendo «artificialmente valiosas» ocultando la «depreciación de sus activos» en la infraestructura de data centers. Burry, sobre esta hipótesis, también ha hecho una apuesta millonaria contra Nvidia, que ha contribuido al pánico general. Este miércoles, con todo, el sector saldrá de dudas.

