La carrera para llegar a la neutralidad climática ha dejado una incógnita a la Unión Europea (UE). Y es que todo el mundo se ha puesto las pilas con intentar buscar las energías alternativas que hagan desaparecer los carburantes. Aun así, en la hora de acompañar estas medidas con una industria potente, la UE todavía se encuentra muy lejos de conseguir el número de empresas productoras necesarias para cumplir con los objetivos verdes. Por el contrario, China continúa siendo el máximo exportador de esta energía, con suficientes compañías dedicadas al cambio. Esta situación preocupa en una Europa que, después de la guerra de Ucrania, ha visto más que nunca que la dependencia externa no es la mejor opción y menos para administrar las herramientas de un cambio de este calibre.
«Hace 15 años los fabricantes europeos decidieron marchar en China porque los costes de producción eran menores», explica Manel Romero, cofundador de SudRenovables y representante del sindicato UnefCat. Él mismo asegura que la predisposición empresarial europea estaba mucho antes que las energías renovables se convirtieran en una prioridad, pero que finalmente las empresas no podían sobrevivir con los gastos en la Unión Europea y decidieron marchar al mercado que más fácil se lo ponía. «Ahora, Europa quiere volver a ser un centro industrial para las renovables», explica Romero. De este modo, la madurez del sector y la emergencia climática han hecho volver a plantear la posibilidad de una industria europea de energías verdes.
China, pero, es un gigante difícil de combatir, puesto que desde hace décadas es considerada la fábrica del mundo. Según afirman los expertos, no se trata solo de llevar la producción a Europa, sino de incentivar los vínculos con los países que tienen las materias primas. «Los materiales para hacer las piezas de los productos no se encuentran en China, pero el país tiene muy buen contacto con los países que sí que las tienen», explica Raul Rodríguez, representando del sindicato de instaladores Fegicat. De este modo, Europa vuelve a encontrarse en una situación complicada donde la voluntad de crear el tejido industrial necesario para la soberanía de las renovables va mucho más allá de la atracción de empresas. «Una Europa soberana es una idea imposible, sobre todo por el modelo geopolítico establecido», reconoce Rodríguez. Una opinión que también reitera el representante de UnefCat quien añade que «China hace muchas décadas que crea los vínculos necesarios para tener una industria potente».
Pero el continente asiático no es el único problema que ven los expertos en esta carrera. La voluntad política también se ha convertido en un hándicap para este sector. Y es que, tal como reconoce Romero y explica Joan Vila, CEO de LC Papel, «la construcción del tejido industrial para aguantar las renovables llega tarde». Si bien es cierto, desde que la guerra de Ucrania hizo tambalear el sistema de importación de gas de Rusia, la Unión Europea se ha puesto a trabajar en la manera de dejar de depender del exterior por cuestiones tan importantes como la energía. Aun así, Romero lamenta que «la emergencia climática avanza, pero los planes industriales no son tan fáciles de hacer». En otras palabras, el representante sindical asegura que es complicado empezar una reindustrialización y que esta vaya en paralelo a los avances en renovables.
Europa, un espacio de gestión complicado
La voluntad política del cambio también se ve diluida por las diferentes personas que tienen que acordar estas iniciativas. Y es que Rodríguez lamenta que otros países con menos libertados, han acabado aprobando los planes más deprisa, porque no ha habido oposición. Este es el ejemplo chino, puesto que no solo los ha estado más fácil liderar la carrera, sino que la decisión no ha pasado por diferentes manos. «Una política europea conjunta para la reindustrialización del sector de las renovables puede ser muy complicada de decidir», dice el representante sindical. Y es que, los diferentes intereses de los países de la UE han hecho que la cuestión se fuera abandonando hasta hoy día, que ya es una emergencia.
Aun así, Romero asegura que no está todo perdido y que ya hay algunos países de Europa que están empezando a mover medidas y alternativas para intentar atraer más industria en el territorio. Entre ellos se encuentran Alemania, Francia y Polonia, a pesar de que el representante sindical reconoce que son movimientos pequeños y que «hay voluntad de canalizar ayudas», pero «todavía no están de manera oficial». Estos pies de plomo son los que critica Rodríguez, quienes asegura que de este modo China está ganando mucho más terreno.
Cataluña, un diamante ensuciado por el Gobierno
El caso catalán no es diferente al resto de Europa, puesto que los expertos aseguran que tampoco hay la voluntad política necesaria para liderar el cambio industrial. «Cataluña tiene todos los problemas de Europa, pero elevados a la máxima potencia», describe Vila, que critica la inacción del Gobierno. De hecho, el mismo departamento de Empresa i Treball asegura que conocen las preocupaciones de los expertos, pero no tienen ninguna medida en marcha para atraer más tejido empresarial o bien ayudas para incentivar la creación de empresas en el territorio. «No hay una apuesta clara por las renovables a la administración pública catalana», lamenta Romero.
Además, en Cataluña ya no solo se habla de producción de materiales para hacer renovables, sino también la misma distribución de las energías y su posible instalación. El miedo más grande de los expertos catalanes es la carencia de instaladores, así como las escasas empresas dedicadas al sector. Ya no solo hay un problema con la obligación de importar materiales porque no hay tejido productivo, sino que tampoco hay trabajadores dispuestos a instalar este tejido. «Al final la energía verde se creará fuera de Cataluña y lo tendremos que importar y entonces adiós a la soberanía energética», dice Vila.
Con todo, pues, Cataluña y la Unión Europea se encuentran en una situación límite, puesto que la emergencia climática pide cambios muy rápidos de alto impacto, pero el tejido empresarial no acompaña estas decisiones. Mientras Europa intenta desvincularse de Rusia con el gas, China gana terreno en renovables. Esta situación provoca que la Unión Europea, una vez la transición acabe y llegue la neutralidad climática, continuará dependiendo de un país externo para producir la energía.



