Cataluña es uno de los máximos exponentes del turismo en todo el estado español. Aparte de haberse convertido en uno de los destinos preferidos por los extranjeros, también se ha hecho un nombre con prácticas relacionadas con la evolución del turismo, combinado con el comercio. Este es el caso del enoturismo -las visitas guiadas a bodegas, campos de viñas y espacios de producción de vino-, que ha cogido mucha fuerza en el país y, todo y el frenazo del número de visitantes durante la pandemia, las cifras de este año son muy esperanzadoras. Si bien es cierto que no ha sido un año del todo bono por los viticultores, a causa de la sequía, el que sí que se puede comprobar es que la gente cada vez se interesa más por la procedencia de los productos que compra y aquí es donde la enoturismo catalán juega un papel importante.
«Hace años que el enoturismo toma bastante», explica Josep Serra, propietario y enólogo de la bodega la Viñeta. Él mismo añade que este nuevo turismo «ayuda a dar a conocer el producto, tener contacto directo con el público y comercializar el vino». Así pues, el enoturismo no surge como una propuesta de incrementar las ventas de las bodegas, sino para suplir la necesidad de aportar más valor al producto. Actualmente, hay más de una decena de denominaciones de origen de vino en Cataluña, el que hace todavía más atractiva la tierra para los turistas. «Tenemos 275 bodegas que apuestan por la enoturismo en el territorio», explican desde la Agencia Catalana de Turismo. De hecho, con estos casi tres centenares de espacios, hay alrededor de unas 800 actividades disponibles por los viajeros.
Si hablamos de cifras concretas, 700.000 enoturistas visitan alguna bodega de Cataluña en el año. Esta cifra ha ido aumentando desde hace prácticamente dos décadas, cuando la Ruta del vino del Penedès abrió por primera vez sus puertas. Actualmente, es la ruta que más visitantes recibe, muy igualada por la ruta del Priorat. «Después de la pandemia, hemos recuperado las cifras y estamos recibiendo alrededor de 300.000 turistas en el año», explica Nuria Sala, de la ruta del Penedès. En este sentido, ella reconoce que desde el 2001, su oferta ha ido creciente, al mismo tiempo que la curiosidad de los visitantes. «Ya son unas 75 bodegas del Penedès los que se han sumado a proporcionar actividades de enoturismo», remarca. De hecho, el Penedès es solo una de las nueve rutas de vino estructuradas que tiene Cataluña.

12 maneras de entender la vida en el territorio
La enoturismo en Cataluña tiene muchas caras, puesto que hay muchos contrastes entre los diferentes lugares donde se cultiva la viña. En concreto, tenemos el paisaje agrícola del Priorat, donde la orografía en terrazas de llicorella obliga a cultivar pequeñas propiedades y hace que el vino tenga este sabor tan peculiar; las viñas junto al mar retorcido por la tramontana de la DO Ampurdán; uva cultivada a 1.000 metros de altura en la Ruta del Vino de Lleida; o las viñas del Bages, protegidos por la solidez de Montserrat. De este modo, pues, existen 11 denominaciones de origen de vino y 1 de cava: «Son doce maneras de entender la vida dentro de un territorio, marcadas por el paisaje», explican desde la Agencia Catalana de Turismo.
No es ningún secreto que las actividades vinícolas del país han ido aumentando y parece que ni la inflación ni la covid han parado esta tendencia. Serra, propietario de la Viñeta, asegura que solo su bodega recibe alrededor de 10.000 visitantes en el año, unas cifras muy prometedoras, sobre todo teniendo claro que las actividades se han encarecido a causa del aumento de precios. Según él mismo explica, la clave del éxito del enoturismo se encuentra al ofrecer diferentes clases de actividades para diferentes públicos: «Nosotros tenemos muchos visitantes jóvenes y nacionales, pero también algunas familias» explica Serra, quienes reconoce que hacen actividades variadas para intentar aglutina todo el público que podan.
El enoturista catalán, un perfil diferente
La situación que menciona el propietario de la Viñeta es diferente a la cifra mediana que proporciona la Agencia Catalana de Turismo. De hecho, según los datos consultados por este diario, el perfil del enoturista catalán es mayoritariamente hombre (56%), tiene una edad mediana de 49 años, con estudios superiores o universitarios (47%) y en situación laboral activa (80%). Viaja con amigos (32%), en pareja (29%) y en grupos organizados (65%). El 31% ha visitado una bodega catalana anteriormente. Aun así, pero, algunas bodegas también hablan de la fuerte llegada de turistas extranjeros, sobre todo de los Estados Unidos. Este es el caso que explica Sala, quien asegura que a la ruta de vino del Penedès hay una fuerte afluencia de turistas de los Estados Unidos. «Primero son catalanes, pero los siguen de cerca los estadounidenses y después los países nórdicos». Es por eso, que la Agencia catalana de Turismo pone sobre la mesa la necesidad de diversificar el idioma en el cual se hacen las actividades, una decisión que ya se ha puesto en marcha, puesto que los últimos datos confirman que el 97,1% de las bodegas visitables ofrece actividades en inglés y el 48,3% en francés.
Así pues, todo apunta que la enoturismo es una de las prácticas que ha venido en Cataluña para quedarse. En este sentido, las bodegas han puesto sobre la mesa la necesidad de continuar revalorando su trabajo y las actividades que preparan son una manera de continuar demostrando que el buen trabajo hace falta que sea pagada como tal. Después de una época de poca vendimia e inseguridad en el sector, el enoturismo se vuelve a convertir en la propuesta sólida por sobrevivir a las malas cosechas.