En algunos fines de semana, la ciudad parece respirar un aire diferente. No es el ritmo de los mercados ni el eco de las terrazas. Es otro tipo de rumor, más eléctrico, que nace dentro de naves enormes donde la luz se mueve como un reflejo de videojuego y los gritos de alegría saltan de un rincón a otro.
Espacios que hace unos años habían sido almacenes o talleres hoy vibran con otro propósito. Y mientras entras, te das cuenta de que el ocio contemporáneo está escribiendo una nueva geografía alrededor de Barcelona.
Un fenómeno que crece como una ola
Las redes sociales han convertido el juego en espectáculo. Saltar, correr, teatralizar, grabar. Todo forma parte de un mismo ritual compartido. Los macrocentros de ocio se multiplican por la Barcelona metropolitana con la misma facilidad con la que se viraliza un video. Lo explican quienes lideran este sector. No es solo cuestión de salir de Barcelona, sino de llevar una oferta moderna a zonas con demanda creciente.

Hay quienes miran hacia China o a los Estados Unidos para entender esta evolución. Allí, los centros de más de diez mil metros cuadrados son parte de la cotidianidad. Aquí, estamos en el preludio de este movimiento. Y cada inauguración confirma que el interés no es una moda pasajera, sino un cambio en la manera de entender el tiempo libre.
Los reinos del salto: de Terrassa a Badalona
En Terrassa, el nuevo Urban Planet se ha convertido en un reclamo inmediato. Tres mil metros cuadrados donde las piernas elásticas se extienden como un paisaje futurista. Hay un tobogán de siete metros, un circuito de pruebas que recuerda a Ninja Warrior y salas que brillan bajo luz fosforescente. Mientras los niños se agotan de tanto saltar, los padres observan desde el sports bar, que actúa como un mirador privilegiado.
Es el primer Urban Planet de Cataluña. Una pieza más de un engranaje en expansión. La fórmula combina tres palabras: deporte, diversión y comunidad. Saltar, dicen, te hace más feliz. Y observando la coreografía improvisada de quienes se lanzan, cuesta contradecirlo.
Badalona, por su parte, vive estos meses una fiebre distinta. El HiJump Park se ha convertido en el nuevo planazo de las redes. Antes de la inauguración, algunos videos superaban las ochocientas mil visualizaciones. Su circuito imposible eleva a los visitantes hasta los cuatro metros y se mueve con una energía que recuerda las partidas más frenéticas de Super Mario.
Es un universo acolchado de mil setecientos metros cuadrados, lleno de toboganes monumentales, campos de fútbol inflables, zonas de mates y tejidos que atrapan los cuerpos como una telaraña gigante. Todo está pensado para que los pies no toquen el suelo, ni siquiera para pensar.
Experiencias que te ponen dentro del juego
Pero la oferta no termina en la fuerza del cuerpo. Se extiende hacia un terreno más inmersivo, donde el juego se convierte en aventura. En Terrassa, el centro GameSide despliega un mundo propio de mil metros cuadrados. Se presenta como un videojuego en primera persona, pero sin pantallas. Veinte salas temáticas y cuatro universos que te llevan de selvas imposibles a galeones piratas, o incluso a una escuela de magia que parece sacada de otra época.
Mientras recorres pasillos, esquivas haces láser o cruzas puentes sobre lava con un toque de teatro, te das cuenta de que aquí el protagonista eres tú. Y quizás es por eso que esta experiencia genera tanta adicción: convierte la cotidianidad en relato.
También hay espacio para el humor y la competición. La sala de karaoke privado, el QuizShow al estilo televisivo y los dardos interactivos forman parte de una misma atmósfera, una que invita a olvidar la hora.
Otros templos del juego: desde tirolinas hasta retos gigantes
En Cornellà, JumpYard despliega casi tres mil metros cuadrados dedicados exclusivamente al salto. Tiene una tirolina interior de cien metros, una veintena de actividades y un entorno que combina tecnología y destreza física.
En Terrassa, la Lanzadera Spark81 y otras propuestas similares trabajan en una línea que muchos definen como ocio deportivo. Te esfuerzas, sudas, pero todo ocurre dentro de un juego que te mantiene despierto. Lo mismo ocurre en Kumove Game, en Hospitalet. Sus retos digitales y la constante sensación de persecución recuerdan la adrenalina de una pantalla, pero con el cuerpo como mando.
En Vilanova, la experiencia también se desdobla. Oca Loka propone un juego de la oca gigante que ha acumulado millones de visualizaciones. Todo toma una escala insospechada. Dados enormes, pruebas instagrameables y una energía que contagia incluso a los que solo lo observan.
