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Vicenç Hernández: «No he invertido en criptomoneda y la he cagado»

Vicenç Hernández tiene un currículum cargado de esfuerzo y de cambios que lo han movido de un sector a otro. La propia experiencia lo ha hecho experto en varios tramos de la economía, pero lo que más lo mueve y remueve ahora es entender la psicología económica que nos determina el modelo productivo y las conductas inversoras.

¿Por qué la gente compró bonos de la Nueva Rumasa de José María Ruiz-Mateos si sabían cómo le habían ido las cosas antes?

Muy fácil. Nuestra parte emocional nos hace fijarnos en lo que es más nuevo, más grande, más notorio. En un contexto de tipos de interés bajos, que alguien te dé el 10 por ciento de interés anual es muy tentador. Yo en aquellos momentos fui a Catalunya Ràdio y cuando me preguntaron qué me parecía todo eso respondí que no me fiaba. En aquella época yo trabajaba en una entidad financiera y había quienes me decían: “Claro, como este producto compite con los del banco, usted dice lo que dice”. Y yo les contestaba: “Si los tipos están al 3 por ciento y alguien te ofrece algo a cambio de pagarte el diez, es sospechoso”. ¿Por qué alguien te ofrece un interés tan alto? ¿No crees que hay una alta posibilidad de que no te los pague y por eso te lo tiene que endulzar?

Aquel hombre tenía un historial de impagos delictivos. La Comisión Nacional del Mercado de Valores, cuando haces este tipo de emisiones, te obliga a hacer un folleto de emisiones, donde tienes que explicar el estado financiero de la empresa y para qué los quieres utilizar. Pero él lo que usaba era el catálogo de fotos de todas las fábricas que tenía, que en aquel momento eran una decena. La gente veía que allí había un grupo empresarial muy fuerte. Y cayeron. Después te escandalizas. En todo caso, esto explica el porqué de esta rama de la psicología o de la economía. Los economistas lo llaman economía conductual y los psicólogos, psicología económica. Para evitar historias como esta. Estudiamos por qué hay tanta irracionalidad cuando invertimos.

¿Siempre ha sido así?

Siempre ha sido así. ¿Por qué ha habido tantas burbujas a lo largo de la historia? ¿Desde los tulipanes en Holanda en el siglo XVII hasta ahora? Todas tienen el mismo patrón. Se llega a un nivel de irracionalidad muy alto.

Una irracionalidad altísima en el caso de Nueva Rumasa. Que muchos vuelvan a confiar en alguien que ya ha demostrado que es un farsante no tiene una explicación muy fácil…

Aquí se junta irracionalidad y falta de cultura financiera. Aunque este país ha mejorado, en aquel momento –hace quince años– era muy baja. Lo sigue siendo. Para que veas cómo se dan estos casos de irracionalidad, sabes que hay un tipo de operación en bolsa que se llama split de acciones. ¿Qué es un split? Imagina dos empresas. BBVA y Santander, por ejemplo. Una cotiza a diez euros y la otra, a cinco. Si preguntas a la gente cuál está más barata, te dirán que la de cinco. Porque cinco es menos que diez. Pero eso no es cierto. Una empresa que cotiza a cinco puede ser más cara que una que cotiza a diez, porque tal vez está más saneada, tiene más proyección de futuro, da más dividendo… ¿Qué pueden decir los de la que cotiza a diez? “Mi empresa no la compra nadie”. Entonces hacen un split. Si ya eres accionista, yo te digo: “Tú tenías una acción de diez y yo te doy dos de cinco”. Lo que pasa es que el número de acciones en circulación se multiplica por dos, pero eso la gente no lo ve. La gente considera que la acción del BBVA se ha puesto a tiro. La empresa vale lo mismo, sus activos son los mismos, su talento interno es el mismo. Todo es igual, pero psicológicamente hacen esta jugada, que es legal.

Aún hay una jugada inversa, que es el contrasplit.  Hay empresas que cotizan a 0,70 euros. En lenguaje bursátil esto es un chicharro. Empresas que no quiere nadie, porque “eso no vale nada”. Pero resulta que tal vez es una muy buena empresa para invertir. Quizás tiene un proyecto muy bueno, un equipo directivo muy bueno, está en un sector estratégico importante, pero, como vale céntimos, no la quiere nadie. ¿Qué hace esta empresa? Pide autorización en bolsa para hacer lo contrario: juntar acciones para que haya menos en circulación a cambio de aumentar su valor. Al accionista que ya tiene le da igual. Ahora tendrá menos acciones que valdrán más. Su cómputo se queda igual. Pero de cara al mercado, esta acción ahora pasa de 0,70 a 3 euros. Estas cosas son absurdas, pero las empresas las hacen. Es una cuestión psicológica.

Vicenç Hernández Reche, economista, doctor en psicologia econòmica i CEO de Tecnotramit. Barcelona 24.07.2025 | Mireia Comas
«Las empresas que cotizan deben hacer que la acción sea atractiva» | Mireia Comas

¡Qué mundo de farsantes!

¡No! Yo no diría eso. Tal como está el marketing, tal como los envases de los productos han sido hechos para atraer la atención del consumidor, al final en la economía pasa igual. Las empresas cuando cotizan, ¿qué quieren? Que su acción se mueva. Que haya gente que compre y que venda. Por tanto, deben hacer que esa acción sea atractiva, para que la gente las compre.

Es curioso. Después, la misma gente que compró bonos de la nueva Rumasa cuando va al banco a invertir exige hacerlo en valores que no tengan ningún riesgo…

Volvamos al caso de Ruiz-Mateos. Formalmente, aquello era una inversión en renta fija. Es decir, tú inviertes en un bono, tal vez del Estado o, como en este caso, de una empresa privada, y al cabo de un año, como decían las condiciones que anunciaba este señor, te dan un 10 por ciento. Cuando escuchas renta fija, ¿qué te dice el cerebro? Seguridad. Pero, claro, una inversión en renta fija, ya sea un bono del Estado o de una empresa privada, también tiene riesgo. Riesgo de impago. Y aún tiene otro, que es el riesgo del tipo de interés. ¿Qué significa? Yo tengo un bono que me devuelve el 10 por ciento del valor. Y supongamos que se trata de una empresa seria, no como el caso del señor Ruiz-Mateos. Si durante ese tiempo los tipos cambian, ese bono cotiza y puede hacerlo al alza o a la baja. Esto es lo que muchas veces la gente no entiende. Si tú ese bono, que tiene un vencimiento a los 12 meses, lo aguantas este tiempo y la empresa no ha quebrado, te pagan lo que te dijeron. Pero, ¿qué pasa si durante el año quieres vender esta inversión? Si los tipos han subido al 20, ¿quién me los comprará? Nadie. Por eso cuando suben los tipos de interés el valor de estos productos baja.

Esto ocurrió mucho a finales de los 90, cuando se pusieron muy de moda los fondos de inversión en renta fija. Las entidades los comercializaban mucho a gente mayor, que es conservadora. En el momento en que hay movimiento de tipos de interés el valor de aquellos títulos que hay dentro del fondo varían. Y la gente decía: “Oiga, yo puse un millón de pesetas, he actualizado el valor y tengo 800.000”. Como los tipos de interés habían subido, el valor de la inversión sigue igual, pero si los querían vender en ese momento, cotizan menos. La nomenclatura puede engañar…

Como en aquello de las participaciones “preferentes”.

Claro. Escuchas “participación preferente” y ¿qué implicación negativa le das al nombre? Ninguna.

Es un cebo, ya se ve…

¡Exacto!

Y tanto que el nombre hace la cosa: “Preferentes”, “prémium”, “VIP”, Visa oro, Visa platino…

Correcto. Todas estas cosas atraen a la gente. Y esto nos explica la irracionalidad con la que a menudo las miramos. A veces confundimos el riesgo. Vemos solo rentabilidad y no vemos el riesgo. ¿Un 10 por ciento a un año cuando los tipos estaban al 3?! “Y mira qué empresas tiene este señor”. Pues, mucha gente picó. La psicología económica analiza por qué la gente comete estos errores.

Quizás los cometemos porque somos ignorantes o simples…

Este es el resumen fácil. Hay un porcentaje que es así, pero en estos errores no caen solo personas con poca formación. Entre los profesionales de las finanzas, si se analizan comportamientos de cómo han gestionado un fondo o una cartera, también hacen cosas similares. Lógicamente, una persona sin formación o un poco más simple cometerá más. Pero yo mismo, que soy un estudioso del tema, puedo cometer errores a la hora de invertir por estos sesgos. Al final, ¿qué nos pasa? ¿Por qué una persona en un momento determinado ante el anuncio de una inversión puede caer? Estudiando la cuestión, se han descubierto en primer lugar unos elementos que son los heurísticos, que son trampas mentales que nos hacemos para tomar decisiones rápidas. El cerebro al día tiene que tomar muchas. Si cada día que tuviéramos que tomar una tuviéramos que sentarnos y estudiar los pros y los contras, no haríamos nada.

Mira esto que te explico ahora. Yo te digo: “Vicent, te propongo dos opciones. Te doy un millón de euros ahora o un céntimo con la promesa de que durante los próximos 30 días cada día valdrá el doble”. Si haces esta pregunta, el 98 o el 99 por ciento de la gente elige el millón. La otra opción requiere un cierto esfuerzo, pero si lo haces, sabrías que este céntimo al cabo de un mes vale cinco millones de euros. Estos son los heurísticos. Y luego están los sesgos cognitivos. Cada vez que la gente tiene que tomar una opción como comprar bonos de Ruiz-Mateos se deja influir por una serie de sesgos que a veces son combinados. ¡Y no aprendemos, eh!

¡No escarmentamos!

¡Exacto! Porque si miras por qué hubo la crisis de los tulipanes en Holanda hace cuatro siglos la base es la misma que llevó a la crisis de las tecnológicas del Nasdaq a finales del siglo pasado. ¿Recuerdas aquel mantra?: “Los pisos nunca bajan”.

El presidente del gremio de Promotores, Enric Reyna, lo repitió no se sabe cuántas veces antes del estallido de la burbuja…

No habían bajado nunca hasta que un día bajaron. Toda una generación crecimos con aquel mantra. Al final, si miras las causas por las que estallan las burbujas, las bases siempre se repiten: una cierta irracionalidad. La irracionalidad brota en períodos de ciclos altos, cuando los precios han subido. Olvidémonos del sector inmobiliario. Pueden ser acciones o materias primas, lo que quieras. Los precios suben, llegan a una zona muy alta y entonces aparece la pregunta necesaria: ¿en este sector este activo tiene riesgo de burbuja? Yo siempre digo lo mismo. Una cosa es que haya burbuja y otra cosa, que estalle, y que estalle con consecuencias negativas. Son cosas diferentes. La ortodoxia financiera dice que hay riesgo de burbuja cuando el precio de un activo supera el valor. Pero esto lleva a la pregunta del millón: ¿qué es el valor?

Aquello que el mercado está dispuesto a pagar por ese producto… La definición es absurda.

Exacto. ¿Qué es valor? Esto no nos lleva a ningún lado. Entonces viene la segunda parte. La ortodoxia financiera dice que el valor de un activo es la capacidad de generar rendimiento en el futuro actualizado a día de hoy. ¿Por qué te compras una vaca? Por la capacidad de dar leche.

Eso no se puede aplicar al oro ni a los diamantes.

No, porque no dejan rentas. Aquí actúa la expectativa de un valor futuro. Pero la base de lo que te quiero explicar es la misma. Cuando estás en un momento de alza, ¿qué predomina? La euforia. Al final, el valor es una estimación subjetiva del precio que tú crees que aquello debería tener. Esto ocurre mucho en el mercado inmobiliario. “Mi piso vale un millón de euros”. “¿Ah, sí? ¿Lo has puesto a la venta?”. “Sí”. “¿Te lo ha comprado alguien?”. “No. “Pues, no vale un millón de euros”. Tú le asignas un valor, pero eso no significa que ese sea su precio.

Este es uno de los grandes problemas. El día que explota todo la gente dice: “¡Aaaah! ¿Cómo es que no nos dimos cuenta?”. Siempre ha pasado igual. Pasó igual en la crisis del 29. Y dices: “¿Qué pasa? ¿Por qué nos pasa esto si cada vez sabemos más, somos más inteligentes, tenemos más tecnología, hemos aprendido del pasado… Pero resulta que tenemos poca memoria. Aprendemos muy poco de los errores inversores del pasado.

Vicenç Hernández Reche, economista, doctor en psicologia econòmica i CEO de Tecnotramit. Barcelona 24.07.2025 | Mireia Comas
«¿Cuál ha sido el gran milagro económico de España en los últimos setenta años?» | Mireia Comas

Antes hemos hablado del ladrillo. Para la gente corriente –y a menudo para la otra–, ¿esta es la inversión más atractiva?

Este es un tema cultural. Somos una sociedad que durante varias generaciones consideraba que tener un valor inmueble era una aspiración social. Hay otro tema que alimenta esta consideración. ¿Cuál ha sido el gran milagro económico de España en los últimos setenta u ochenta años? Generar una clase media grande. La estabilización social de un país llega cuando tienes una clase media amplia y hay pocas diferencias entre clases. Y esto se explica en nuestro caso gracias a la posibilidad de comprar un inmueble, de tener uno. Culturalmente tenemos muy arraigado que tener un inmueble es seguro. En psicología económica hay un tema muy estudiado: siempre preferimos lo tangible a lo intangible. ¿Por qué sube el oro cuando las cosas van mal? Porque lo puedes tocar. Es un valor que puedes tener en casa y lo tocas. Ocurre igual con un inmueble. Lo tengo y es mío. En España, gracias a Dios, tenemos una regulación y un registro de la propiedad. Si esto es mío, es mío.

Salvo el descalabro de 2008, históricamente es verdad. Los inmuebles subían. Y era fácil ponerlos en rendimiento. Esta rentabilidad te cubría, si no toda la hipoteca, una parte. Era una operación perfecta, pues. Pongo poco dinero, la otra parte me la pone el banco y con el alquiler puedo pagar esta cuota. Por tanto, he conseguido, con una parte muy pequeña, comprar un activo importante. Todo salía fenomenal. El activo inmobiliario, además, cumple dos funciones. Una, puedes disfrutarlo, porque al final es donde vives. Y la otra, es un activo financiero. Mucha gente dice: “Yo cuando sea mayor no sé qué pensión tendré, pero a mí de casa no me sacarán”. Es un activo que da mucha seguridad. Y si estudiamos históricamente la evolución de los precios, el riesgo que tomas se calcula por la volatilidad. Si lo comparas con otros activos, como la renta variable, el valor inmobiliario no es tan volátil. No sube y baja con grandes oscilaciones. Por el contrario, las acciones, sí. Ahora, también es verdad que, si tomamos el histórico desde mediados del siglo pasado, la inversión que ha ido mejor ha sido la bolsa, más que la inmobiliaria, aunque tenga más riesgo.

Ahora que habla de tangibles, de cosas que se pueden tocar, ¿por qué la gente invierte en criptomonedas?

[Ríe]. Debemos tener en cuenta que ahora hay una nueva generación que rompe los patrones culturales que teníamos nosotros. A la hora de vivir, a la hora de salir y a la hora de invertir también. ¿Por qué comenzó el tema de las criptomonedas? Era una inversión alternativa. Esto es tentador para mucha gente. Salgo del mainstream. A mí me gusta invertir en cosas diferentes a lo que han invertido mis padres. Luego, claro, en una época en que comenzaba la disrupción tecnológica y se hablaba tanto de la importancia de la nueva tecnología, del blockchain, de la inteligencia artificial, esto ligaba mucho con la idea de una inversión a futuro. Después, sin embargo, cuando te parabas a pensar: “¿Qué hay detrás, quién hay detrás, qué sostenibilidad tiene?”, todo no quedaba tan claro. El fenómeno se retroalimenta por el efecto llamada. La profecía autocumplida. Tú eres un gran gurú y sales en El Món diciendo que mañana subirá Telefónica. La gente dice: “Hombre, si lo dice Vicent…”. Entonces, ¿qué pasa con la acción de Telefónica si todos compran? Que sube. Y tú podrás decir: “¿Veis como tenía razón?”. Con las criptomonedas pasa igual. Al final, ¿dónde hubo todo el canal de llamada? Youtubers, influencers, etcétera. Esto hizo que mucha gente joven entrara. Ahora ya no son tan jóvenes, porque ahora sí que han visto que habrá un euro digital, que el dinero en efectivo no tiene sentido…

El euro tiene detrás al Banco Central Europeo…

¡Exacto!

¿Y la criptomoneda quién tiene detrás?

Nadie. Se basa en el blockchain. Es la misma cadena la que la garantiza. Y hablamos de dinero, ¡eh! Pasará como siempre. El día que pete porque haya una megaestafa, entonces llegarán las reglas y las medidas para ofrecer garantías.

¿Usted invertiría en criptomoneda?

¡No! Y no he invertido. Y la he cagado, [ríe] porque, si hubiera invertido en criptomoneda, ahora habría ganado mucho dinero. Pero es que las inversiones son como la ropa. Lo que te va bien a ti no necesariamente me va bien a mí. Esta es una cuestión que debemos quitarnos de la cabeza. “No. Es que mi vecino ha invertido en criptomonedas”. Muy bien. Tal vez tu vecino tiene una situación económica, laboral, familiar y de percepción del riesgo diferente a la tuya. Un elemento muy importante a la hora de invertir es el riesgo de insomnio. Tú puedes decir: “Yo, si invierto en criptomoneda, sé que es arriesgado, sé que no hay nada sólido detrás, pero, escucha, me la quiero jugar”. Porque, mira, si en un momento determinado tú me dices: “He invertido 10.000 euros y me baja a 4.000, el 60 por ciento, pero no dejaré de dormir”, muy bien. Pero yo te puedo decir que en mi caso, con esta bajada del 60 por ciento, no podría dormir. Por eso yo no lo hice. Vi muy volátil la inversión. Y, por mi situación familiar, laboral, profesional, si tengo que invertir una parte de mi patrimonio en un valor en riesgo, prefiero otro tipo de inversión también arriesgada pero que conozco mejor. Es un mundo que no conozco, que no acabo de entender. Y lo que no conoces o que no entiendes… mejor dejarlo correr.

Hemos hablado de un farsante que era Ruiz-Mateos. Ahora cada vez que entras a Youtube aparecen unos cuantos. Te dicen que te dan un dinero y que te enseñan cómo invertirlo, que no te harás rico, pero que ganarás unos cuantos euritos cada día…

¿Tú, si tuvieras un método para ganar dinero, lo compartirías? Esto es como los libros de autoayuda. Están muy bien, porque autoayudan al autor a venderlos. Pero no ayudan mucho a quienes los leen. Estas cosas nunca saldrán bien. ¿Dónde está el anzuelo? Te dejo el dinero, no lo tienes que poner tú, no te harás millonario, pero completarás los ingresos, en un momento en que la renta de las familias está bajando… Todo esto es poner mantequilla en el mensaje. Volvamos al principio. Si esta persona tuviera un método de inversión tan bueno, ¿sería millonaria, no? Si yo fuera millonario, viviría de las rentas y no haría según qué. Debemos vigilar mucho, mucho, estas cosas.

¿Conoce a alguien que haya invertido en uno de estos métodos salva-bolsillos?

No. Y si lo ha hecho, seguro que no me lo ha dicho por miedo a que le pregunte si es tonto. [Ríe]. No, pero todo esto prolifera. Y dices: “¡Cuánto gurú hay de la bolsa!”. Yo estuve catorce años trabajando directamente en los mercados financieros y siempre decía lo mismo. ¿Qué es un experto en bolsa? A la persona que más sepa de fútbol le preguntas quién ganará la liga el año que viene y te dirá que no lo sabe. Te responderá que tal vez ese equipo o ese otro tiene más posibilidades. Y tú le dirás que concrete porque él es un experto en fútbol. Pero no tiene una bola mágica. En cambio, hay gente que es experta en bolsa y te dirá cuánto subirá este año una acción. Eso es irreal. De verdad, yo estuve catorce años y nunca lo pude saber. Cuando alguien me pregunta qué acciones pueden subir más, le responderé en general, por sectores. Tal vez concretaré con una empresa, porque tiene buena pinta… Pero al final la cotización en bolsa es dentro de un mundo irracional que no responde a la racionalidad de los números.

¿Haciéndose caso a usted mismo se ha hecho rico?

No.

¡Qué desastre!

[Ríe]. Pero no he tenido grandes altibajos. Al final, inversiones, productos financieros, todo esto está para mantener un nivel de vida que supere la inflación, que es el gran mal que sufrimos. El gran mal que tiene una persona a lo largo de la vida es la inflación. Es el impuesto oculto que resta nuestros ahorros. Si tú tienes el dinero bajo el colchón, la inflación te los come cada año. De aquí a treinta o cuarenta años gran parte de lo que tenías se habrá perdido. Por tanto, debemos invertir para intentar ganar por encima de la inflación. No debemos buscar unas rentabilidades al diez o al veinte. Si un día tienes esta suerte, estupendo, pero debes aprender a invertir y a diversificar para intentar mantener un equilibrio riesgo-rentabilidad adecuado a tus circunstancias, a tu manera de ser. Es más feliz o vive más tranquilo aquel que en su vida ha ganado un 5 por ciento anual y no aquel que en un año ha ganado un 80 y que en otro, siguiendo este nivel de riesgo, lo ha perdido todo.

Entiendo, por tanto, que un asesor financiero es una persona que, antes de recomendar nada, debe hacer un retrato psicológico de la persona que tiene delante…

¡Importantísimo! Si yo soy médico y tú vienes y me dices: “Me duele el brazo”, puedo contestarte: “He estudiado medicina y esto es sota, caballo y rey”. Pero el tratamiento que te doy a ti –y eso los médicos que tratan temas oncológicos lo saben muy bien– es tan importante como la manera de aplicarlo y la ayuda psicológica que debes recibir. Con un asesor pasa igual. Al final no vale decir: “La inversión buena son acciones de Telefónica”. Para ti puede ser una buena opción, pero para otra persona, no. Uno de los motivos que me hicieron salir de la banca era que se tenían que colocar productos. Y a mí eso me daba mucha rabia. Tenemos un producto en comercialización, bien. De 40 clientes tal vez hay 15 a los que les puede encajar, pero te decían que lo tenías que ofrecer a todos, porque “hay unos objetivos”. Eso me cansó mucho. Y todavía se hace. ¿Qué ha pasado con la banca de asesoramiento? Cada vez hay más asesores independientes, agentes que trabajan para varias entidades… Porque cada vez más la gente se da cuenta de que lo que se necesita es un asesoramiento personalizado. Y si tienes detrás una entidad que te pasa un producto y te exige que lo vendas, este asesoramiento personalizado está muerto.

¿Quedan clases medias con dinero para invertir? Lo digo porque ya hace tiempo que muchos expertos cantan sus réquiems…

[Ríe]. Todavía quedan, pero es verdad que la situación actual para invertir es complicada, porque para invertir debes generar primero una capacidad de ahorro.

Hoy en día, ¿quién tiene capacidad de ahorro?

Poca gente. Pero aún hay clases medias. Hay gente que no tiene disponibilidad para invertir, pero tal vez tiene patrimonio. Gran parte de nuestro ahorro y nuestra inversión ha ido a parar al parque inmobiliario, que es más sólido. Tienes menos posibilidades para invertir. Si añades que los salarios se han estancado, el costo de la vida es más alto, hay inflación y los impuestos cada vez son más altos, tienes menos renta disponible para invertir. Pero eso no significa que dejes de ser clase media, porque tal vez ese patrimonio que tienes en inmuebles te ha aumentado de valor.

Vicenç Hernández Reche, economista, doctor en psicologia econòmica i CEO de Tecnotramit. Barcelona 24.07.2025 | Mireia Comas
«El gran riesgo que corremos ahora es que las desigualdades están creciendo» | Mireia Comas

¿Los ricos cada vez son más ricos y los pobres, más pobres?

Sí, eso sí. Las desigualdades están creciendo. Este es el gran riesgo que corremos ahora. La desigualdad social se irá incrementando. Y como decía antes, la estabilidad social de un país, la da tener una clase media amplia. Si te cargas la clase media y generas muchos ricos y muchos pobres, eso es fuente de conflictividad social garantizada. Miremos América Latina, miremos África, miremos países donde tienen frecuentemente conflictividad y veremos siempre una clase media muy delgada. Al final, fíjate, cuando hay modificaciones fiscales van dirigidas a penalizar a los ricos o a ayudar a los que tienen muy poco. Pero ¿quién es rico? ¿Una persona que gana 50.000 euros al año es rica? En cambio, cuando escuchas al gobierno –del color que sea, porque tienen el mismo discurso– sí que son ricos. En España se abusa mucho de las cargas fiscales y siempre los que acaban pagando más son las clases medias.

¿Por qué se empobrece la clase media? ¿Por el abuso de la carga fiscal o porque es incapaz de generar una actividad económica productiva lucrativa?

Hay un poco de todo. Capacidad de generar actividad económica, tenemos. El número de empresas que se crean, el nivel de emprendimiento, sobre todo aquí en Cataluña, es muy alto. La actividad de la sociedad civil a nivel empresarial o económico es bastante alta. Y sí, hay una parte muy importante que son los impuestos. Sí que es verdad que no ha habido un crecimiento de salarios alto en los últimos veinte años, pero también lo es que la productividad es muy baja…

Nuestro pecado habitual…

Es un mal endémico. Pasa en Europa, pero aquí pasa mucho más. Miremos el típico debate sobre la reducción de la jornada laboral. Yo me apunto, pero antes debemos solucionar un tema, que es la productividad.

¿Y eso qué quiere decir? ¿Cómo se puede ser más productivo?

Con más eficiencia. Productividad significa ser capaces de generar más con los mismos activos. España tiene un problema de base, que es la educación. Miremos los informes Pisa en Cataluña. Vamos a peor. La gente sale de la escuela cada vez menos formada. Las empresas tienen un grave problema para atraer talento. Durante muchas generaciones la gran meta era obtener un título universitario y hoy en día no hay carpinteros, no hay instaladores, no hay albañiles en las obras. Uno de los muchos problemas que tienen los constructores es que no encuentran gente. En cuanto al mundo universitario, requiere una revisión profunda. Hoy nos encontramos con 800.000 carreras. De una carrera de antes, hoy han hecho cuatro. ¿Cómo llenas tanto temario? Los llenas con asignaturas muy vacías de contenido. La gente termina la carrera y no tiene formación ni de finanzas personales, no sabe cómo funciona un balance, cosas básicas de economía doméstica… Cada vez se puede pasar más de curso sin haber aprobado. Esto determina una mentalidad a nivel de esfuerzo que luego se ve en el mundo empresarial. No pasa nada si el trabajo no está bien hecho. Y esto afecta la productividad. Son muchos frentes. Los profesores universitarios no están bien pagados. Al final, la gente que no puede trabajar en la empresa privada va a la universidad. Si la calidad docente no es buena, los alumnos no saldrán con una buena formación.

Volvamos a los impuestos. La izquierda dice que las empresas pagan muy pocos…

Es un discurso que queda muy bien, pero, si rascas, no es veraz. Una multinacional tiene maneras de esquivarlos, porque siempre puede amenazar con llevarse la actividad a otro país, pero nuestro tejido productivo son las pequeñas y las medianas empresas y los autónomos. Y no tienen ninguna capacidad de presión. No pueden llevarse nada a ningún lado. Al final, la fórmula es muy sencilla. ¿Qué cobra un trabajador y qué paga la empresa por él? Todo debería ser más fácil. Las empresas deberían pagarlo todo al trabajador y que él liquide los propios impuestos cada mes. ¿Sabes por qué el Estado no lo acepta? ¡Porque la gente saldría a la calle! Una cosa es cobrar mil euros netos al mes y otra que te den 2.700 y que tú tengas que pagar 1.700 al Estado. Puedes decir que es igual, pero no. De ninguna manera. Psicológicamente eso te hace mucho daño. Perder lo que no tienes no te hiere, pero cuando lo tienes y te lo quitan… Al final de todo esto, cuesta más producir y se genera menos ahorro.

No le pregunto, entonces, por el impuesto de sucesiones y por el de patrimonio…

[Ríe]. El impuesto de patrimonio es una tontería. Fijémonos en el ciclo de ahorro de una persona. Trabajas, cobras un sueldo, por el cual la empresa ya paga una serie de impuestos, al final del año haces la declaración de la renta, y vuelves a pagar, y pagas IVA cuando vas a comprar. Después de todo esto ahorras un poco… Pasan los años y este ahorro genera un patrimonio y cuando lo tienes debes volver a pagar. Eso es muy fuerte. El impuesto de patrimonio apareció a finales de los 70 como una medida temporal para controlar el IRPF. Ningún impuesto de los que un gobierno define como “temporal” desaparece. Nunca.

Y cuando terminas este ciclo, dejas el patrimonio que el Estado no se ha llevado a tus hijos, que tienen que volver a pagar…

Sí. Pero en esto hay un debate moral. La parte racional es esto. Mis hijos reciben un patrimonio del que se han pagado impuestos y más impuestos. ¿Cuál es el debate moral? Las personas con una mentalidad liberal, que hoy en día se equiparan con las derechas aunque los liberales discrepan de muchas políticas de derechas, aceptan un impuesto de sucesiones. Porque consideran que al final esa persona recibe un dinero que no se ha trabajado.

Tampoco se los ha trabajado el Estado.

Sí. Tienes razón. Por eso hay el debate moral. ¿Y si el hijo es un vago? ¿Y si el estado los malgasta? En todo caso, al final son cargas, sobre cargas, sobre cargas, sobre cargas…. Y irá a más. Los próximos años veremos subir los impuestos, ahora aquí y ahora allí.

Hay que pagar el estado del bienestar. Y cada día somos más.

El Instituto Nacional de Estadística hizo una previsión hace un año y medio según la cual de aquí a catorce años –quedan doce– la población española crecería un 9 por ciento. Esto plantea muchas cosas a nivel de seguridad social, de previsión de salud, de infraestructuras, de vivienda… Y los que cotizan cada vez cobran menos… Tenemos un sistema político con poca visión de futuro. Todas las decisiones se toman pensando en las próximas elecciones. Y para hacer país hay decisiones en educación, en sanidad, en vivienda, en inmigración, que deben tomarse pensando en un plazo de veinte-treinta años.

¿Cataluña saldrá adelante?

Si Cataluña ha demostrado algo a nivel económico, es que tiene una capacidad de resiliencia y de innovación importantes. La gran suerte es que tenemos una sociedad muy emprendedora. Continúan siendo el territorio más emprendedor de España y uno de los más importantes de Europa. Hay una sociedad civil siempre dispuesta a liderar y a hacer cosas. Y eso es muy importante. Ahora bien, ¿hemos perdido respecto al pasado? Sí. Cada vez la economía catalana se decanta más hacia los servicios. Esto no es bueno ni malo, pero al final una economía debe ser equilibrada. La industria es importante, los servicios, también… El problema es que los segundos no dejan de crecer. Esto genera una dependencia de un tipo de trabajo más volátil.

La inversión del Estado es insultante…

Por supuesto. Es un engaño importante. Yo no entiendo mucho de política, pero el tira y afloja de los últimos veinte años nos ha pasado siempre. ¿Cómo es que en Madrid los partidos catalanes acaban siempre apoyando a unos o a otros? Y piensas: “¿No podéis decir de una vez se acabó?”. ¿Qué problema tenemos los catalanes? Siempre estamos peleando antes de conseguir algo. Los vascos primeramente lo consiguen y luego ya se pelearán. En todo el proceso, sin haber conseguido nada, ya se estaban peleando para saber quién mandaría después… ¿Y si lo conseguimos y luego nos peleamos? Ahora también. Estamos hablando de lo que ha prometido el gobierno de Pedro Sánchez y ya nos estamos peleando entre nosotros para ver quién se lo adjudica, quién se pone la medalla… Pero, escucha, ¡si nos volverá a engañar! ¡Cuadraos de una vez!

El primer acuerdo entre el catalanismo político, la Solidaridad Catalana, de comienzos del siglo XX, duró justo un año…

Los catalanes tenemos muchas virtudes y un gran defecto… Yo presido el Barcelonès Nord de la Cámara de Comercio y cuando hablas con los del Vallès… Hacer piña a nivel empresarial, económico, es muy difícil. Cuesta mucho hacer acuerdos. Somos independentistas internos… Desconfiamos de todo el mundo.

Este espíritu que usted antes definía como de emprendimiento dificulta los pactos. Aquí quiere mandar todo el mundo…

¡Exacto! Quiere mandar todo el mundo. Salvado eso, la sociedad civil es muy potente. Aparte de la situación geoestratégica que tenemos, tenemos muchas virtudes a nivel económico. Ahora, Europa en general está en decadencia. Europa, que se ha mirado el ombligo durante siglos, es un continente decadente. Y lo debemos asumir. En los próximos cincuenta años seremos los grandes derrotados. Nuestro estado del bienestar está muy bien, pero nos hemos sobrepasado. Al final hemos olvidado que hay que trabajar, ser productivos… Debemos poder ganar dinero para poder pagar impuestos y mantener este estado del bienestar. Cuando generas una comunidad donde hay más derechos que deberes la economía va mal. Cataluña saldrá adelante, pero no lo tendremos fácil por el contexto general y porque aquí en casa nos miramos demasiado el ombligo. Quejarse de Madrid es lógico, pero eso muchas veces nos ha servido para tapar nuestra ineficiencia.

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