La posible crisis financiera ensayada durante las últimas semanas por algunos de los principales actores bancarios de occidente no parece haber forzado la mano de los grandes bancos centrales, o no a corto plazo. Después de una nueva subida de tipo de interés en Frankfurt -con algunos consejeros del BCE pidiendo hasta tres más- Washington seguirá, excepto sorpresa, el mismo camino. La Reserva Federal de los Estados Unidos, según prevén los mercados norteamericanos, mantiene la senda de endurecimiento de la política monetaria. El atrasado Banco Central Europeo, siempre a la cola de su homólogo estadounidense, optó la pasada semana por los 50 puntos básicos, mientras que el organismo presidido por Jerome Powell, parecen asumir las finanzas de la federación, se asienta ya en los 25. Con esta subida, el precio del crédito en dólares se elevaría hasta al 4,75%-5%.
Si bien es cierto que el mercado norteamericano mantiene la tendencia descendente de la inflación -un lujo del que ya no puede presumir la Unión Europea- el 6% actual está todavía muy lejos del anclaje al 2% que Powell, como su contraparte en Alemania Christine Lagarde, eleva a razón de ser. Tal como se dio entre los gobernadores del BCE antes de la crisis de Credit Suisse, a escasos días de la caída de SVB y Signature el presidente de la Reserva se declaró «listo para continuar subiendo los tipos» vistas las dificultades para controlar la espiral de precios. De hecho, se vio obligado a elevar las expectativas a cierre de año, que se situaban entre el 5 y el 5,5% -prácticamente al nivel que se quedarán el próximo miércoles-. El efecto que la quiebra helvética ha tenido sobre las decisiones del BCE se multiplica, sin embargo, en un entorno financiero norteamericano donde los demonios están mucho más cerca del precio del dinero, y el plan de Powell está, como mínimo, en entredicho.
Como ahora hace una semana ya se dio con la comparecencia de Lagarde, los mercados estarán especialmente atentos no tanto a las cifras como las declaraciones oficiales. Si bien la francesa no quiso concretar las siguientes pasas del BCE en cuanto a la relajación -o no- de la política monetaria a Europa, el contexto -proyectan varios expertos financieros estadounidenses- forzará a Powell a dibujar el camino inmediato del precio del dólar. Presionado en un sentido contrario al de Frankfurt -donde varias fuerzas internas abogan para continuar subiendo los tipo dada la natura de la crisis a Credit Suisse- Powell podría anunciar una parada de la estrategia de encarecimiento de la deuda en lo sucesivo.
Tanto es así que grandes nombres de la economía financiera, como Bill Ackman, han publicado mensajes favorables a parar las subidas. El CEO del fondo Pershing Square Capital ha llegado a reclamar que en esta misma reunión de política monetaria se mantuviera intacta la tasa. Si bien el inversor concede que «la inflación es todavía un problema y la Fed tiene que continuar mostrando determinación», considera adecuada una «pausa temporal» de los intereses para «evaluar el impacto de los últimos acontecimientos» sobre las finanzas estadounidenses. Mucho más grandilocuente ha sido el magnate propietario de Twitter y Tesla Elon Musk. En una línea sustancialmente más crítica con las posiciones del presidente de la Reserva Federal, el milmillonario sudafricano ha exigido una reducción inmediata de los tipos de interés de «como mínimo» 50 puntos básicos, lo que dejaría la tasa entre en 4 y el 4,25%.

Londres recoge el guante
La crisis bancaria de la última semana ha sido el detonante del posible cambio de ritmo de BCE y Fed a corto plazo. El tercero en discordia, el Banco de Inglaterra, hace tiempo que avisa que el encarecimiento contínuo del crédito como estrategia de control de la inflación tiene fecha de caducidad. A pesar de que la espiral de precios todavía afecta profundamente al Reino Unido, el presidente de la entidad Andrew Bailey alertó ya a principios de marzo los inversores del país que no asumieran para marzo una nueva subida de tipo. «En este momento -comunicó Bailey- tendría cuidado con sugerir que hemos acabado de subir los tipos, pero también que inevitablemente los tenemos que subir más». Threadneedle fue la sede que más tarde llegó al encarecimiento del crédito durante la presente crisis, pero las recientes caídas del IPC británico podrían convertirla en la primera a salir.
Regulación bancaria
La chispa del fin del ciclo financiero, las quiebras bancarias, han provocado un retorno a las reclamaciones reguladoras por parte de los bancos centrales. Después de las dos derrotas y en medio de las dudas por la supervivencia de un First Republic Bank a punto de la venta, la Fed se acerca a una nueva normativa que fiscalice la actividad de las entidades medianas. Según avanzó el Financial Times, la Reserva revisará los requisitos de capital de los bancos que operen entre 93.297 y 233.242 millones de euros -entre 100.000 y 250.000 millones de dólares-. También asumirá la revisión anual de las pruebas de estrés de las empresas, vitales para detectar rendijas al negocio antes de la caída.
Por su parte, el BCE niega rotundamente la posibilidad de flexibilizar la vigilancia sobre las inversiones tecnológicas de riesgo. El presidente del consejo de supervisión del ente, Andrea Enria, ha apresurado a los inversores a «evitar modelos de negocio extremos que son muy frágiles en estas situaciones, como por ejemplo el capital riesgo o los criptoactius». De hecho, el italiano ha alabado la capacidad reguladora europea como garante de la seguridad de depósito y la solidez financiera en tiempos de crisis. La sostenibilidad de la banca de la Unión responde en buena parte a «la elección de la UE de aplicar las normas internacionales a todas las entidades que operan», ha concluido Enria.