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Manel Larrosa: «Durante el Proceso nos faltaba proyecto de país»

Después de diagnosticar todas las carencias económicas, territoriales y democráticas del país, Manel Larrosa asegura que «estas cosas solo las puedes pensar con optimismo». Arquitecto y miembro de la asociación Fem Vallès, está en posición de sostener que Cataluña necesita vertebrarse mejor. El Principado -y más allá- puede no solo sobrevivir, también triunfar, si se cree en todo lo que se hace: los centros de investigación y los hubs tecnológicos de Barcelona, pero también la industria, mucha de ella de altísimo valor añadido, que plaga el territorio desde el Empordà hasta el Montsià. «De repente, con el Covid, descubrimos que en la Selva había una empresa que hacía vacunas», ironiza. Ante el «agujero centralizador» que detecta en todos los proyectos de la Cataluña de las provincias españolas, reclama un país «regionalizado, con 12 territorios» que encajen, se gobiernen y se proyecten hacia el mundo. Un reto mayúsculo en la España que solo quiere el Gran Madrid. Sobre estas múltiples contradicciones, ha publicado D’un Estat no equitatiu i de la identitat productiva de Catalunya (Fundació Vincle, 2025), un libro que quiere romper las costuras de un modelo que «no funciona». Larrosa recibe a Món Economia en su territorio, en una terraza de la Plaça Major de Sabadell, para hablar de trenes, de financiación y de cómo Barcelona, si es una «capital de verdad», puede sobrevivir como ciudad social.

En un punto del libro dice que el déficit fiscal que sufre Cataluña respecto del Estado español es «la fiebre, no la enfermedad». ¿Cuál es, entonces, la enfermedad?

Cataluña es aportadora neta en cantidades enormes. En el libro aportamos datos que hay 9 comunidades autónomas en el Estado que no llegan a cubrir su financiación autonómica con la aportación fiscal que hacen. 9 territorios que no solo no aportan nada al sistema, sino que además deben ser ayudados. Esto pone de relieve que la ordinalidad no es una teoría; que debería ser una obligación. La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut es clara: no puede ser que quien aporta recursos esté en peor situación que quien los recibe. Por tanto, el panorama, con una inercia de muchos años, es, incluso, inconstitucional.

¿Cómo ha erosionado este agujero fiscal el modelo productivo catalán?

Por suerte, la economía catalana vive, en parte, al margen de las administraciones. Pero hay una parte donde todo esto incide: las infraestructuras. La deriva no afecta solo la financiación ordinaria, también la de las inversiones, que se ha concentrado en Madrid. Si tenemos una dotación de autopistas y autovías similar a la del Estado, aquí ha sido de peaje. Por tanto, hemos contribuido a que el resto haya sido gratuito. Ahora, esta cuestión se revela sobre todo con el tren. Actualmente, Madrid está conectando las Castillas, un espacio de 11 millones de habitantes, con alta velocidad a media distancia. En cambio, Cataluña ha perdido posiciones en esta carrera. Hace 20 años, Cataluña lideraba el Estado en la suma de ferrocarriles de larga y media distancia. Ahora, esto se ha revertido.

Con el golpe que esto supone para una economía que quiere ser manufacturera.

La economía catalana es multipolar, se da en muchas poblaciones. Hay un dinamismo productivo en el interior del país que es enormemente desconocido. El Vallès es comparable a Vizcaya; pero tenemos otro País Vasco dentro de Cataluña: la Segarra, la Selva, el Penedès, Tarragona… Tienen esta dimensión, pero están muy desestructurados. Y esto debilita la base económica catalana.

Manel Larrosa, arquitecte i exregidor d'Urbanisme de Sabadell Sabadell 04.07.2025 | Mireia Comas
«El tejido productivo catalán ha sobrevivido por iniciativa propia, sin ningún apoyo institucional» | Mireia Comas

¿Cómo ha sobrevivido este tejido productivo sin las inversiones necesarias?

Por iniciativa propia, sin ningún apoyo institucional. Ni del Estado, ni de la Generalitat; porque las inversiones catalanas se han concentrado en el ámbito barcelonés.

¿Dónde ha habido el punto ciego para que las administraciones, especialmente la Generalitat, ignoren todo este valor económico?

Lo han ignorado por falta de proyecto. Que no solo es culpa de la política; es del conjunto de la sociedad. Hace 40 años, cuando se recupera la Generalitat y vuelven los ayuntamientos democráticos bebían de un encargo que había salido de la sociedad civil. En estos momentos, no hay una demanda por un proyecto de país. Por tanto, las administraciones improvisan de un día para otro, falta este horizonte.

Para superar esto, debemos ver Cataluña regionalizada. Cuando pensamos que Barcelona es el único motor del país, nos equivocamos. Por ejemplo, en términos productivos, Barcelona no pinta nada. Se nutre de una financiación pública muy concentrada -hospitales, centros de investigación…-. La Universidad Autónoma de Barcelona nació a finales de los 60, y no hemos construido nada más en términos estratégicos fuera de la ciudad. Falta una mirada de país, porque la competencia con el proyecto que tiene Madrid no puede ser Barcelona, ni el Área Metropolitana. Ni siquiera la región de los 5 millones que la rodea. Es toda Cataluña. Y, incluso, en algunos aspectos, nuestra continuidad hacia el País Valenciano y hacia el Rosellón. Hace falta una política territorial más ambiciosa, y en esto, estamos fallando.

¿Existe esta visión? ¿Hay, aunque sea, la intención de aplicar esta visión que pide al tejido social del país?

Empiezan a haber pequeños brotes verdes. Algunas instituciones con mirada catalana lo tienen. Muchos municipios fuera del ámbito metropolitano tienen claro que el discurso exclusivista de Barcelona es inoperante. No son miradas contra Barcelona, ¿eh? Piden que Barcelona haga de verdad de capital del país. Ferrmed cuando habla del corredor mediterráneo; el tejido del Penedès, que consiguió su veguería; hay sensibilidades en el Ebro, en Poniente… Ahora hay que armar el discurso.

¿Cuáles serán los actores de este proceso?

Deben ser diversos. En el mundo municipal del interior de Cataluña hay una buena base. En el mundo económico también hace falta más conciencia, pero hay una división de opiniones. Hay actores económicos muy barceloneses, que piensan que todo ocurre entre las Tres Chimeneas y Montjuïc. Y lo dicen así, ¿eh? Aunque comienza a haber organizaciones con una mirada más larga. Únicamente así, lograremos desbloquearlo.

También hay circunstancias que ayudan. El Gobierno pactó con los Comunes que haría el Plan Territorial General de Cataluña. Si podemos hacerlo, es un marco fantástico. También el Plan Ferroviario, que caduca en 2026. Pero esto es imposible que lo haga la Generalitat ella sola, a pesar de que algunos tecnócratas dentro del Departamento de Territorio lo piensen. La revisión de este Plan Ferroviario puede ser el elemento articulador del país. Es decir, la Cataluña actual no la entendemos sin la AP-7. Pues, la del futuro, no la entenderemos sin la capacidad de hacer viajes de media distancia sobre la línea de alta velocidad. Por lo tanto, es necesario que, de un punto a otro de Cataluña, haya una hora y media como mucho.

Pero más allá de la voluntad de la Generalitat, o del tejido social, aquí hay una fuerza centrípeta, la de Madrid. Es un agujero negro.

Bueno, un agujero negro que también descentraliza. En estos momentos, puedes vivir en Valladolid y trabajar en Madrid. Está articulando un amplísimo territorio en el centro de la península que nunca nos hubiéramos esperado que pudiera hacerlo. El Madrid real, dicho claramente, suma Toledo y Guadalajara; y esto es el equivalente a Cataluña. Cuando pensamos en la Barcelona de los 5 millones, ¡nos equivocamos! Porque solo estas tres provincias españolas tienen 7,9 millones de habitantes. Están jugando a muchas cartas.

Cataluña tiene derecho a una equidad en inversiones -viales, ferroviarias…- equivalentes a todas las regiones españolas. Por tanto, Madrid no tiene derecho al monopolio de inversiones. Si esto fuera así, tendrían un corredor mediterráneo como Dios manda, y no tendríamos que pasar los regionales por el mismo corredor que las Rodalies y que las mercancías.

Usted lo ha dicho, si eso es posible. La voluntad de Madrid es que no lo sea.

Cierto. Pero solo reivindicaremos con suficiente fuerza si tenemos proyecto. Únicamente haciendo constatación del agravio, no vamos a ninguna parte. A Cataluña le falta proyecto, faltan aspiraciones de estructura de país.

Entonces, si todos estos planes que apunta se completan, ¿tendremos suficiente?

Hablamos de equidad, ¿eh? No de una singularidad excepcional. Equidad, pura y simple. Esto tiene una defensa constitucional muy fuerte. Lo que ocurre es que, durante muchos años, no lo hemos sabido hacer. El elemento base, motor, es la movilización de la sociedad catalana. Que se vea que hay una escala de país que pueda ser una salida a la encrucijada. En la medida que tengamos esto, la política no tendrá más remedio que asumir el encargo. ¡Porque no hay alternativa! No estamos ante dos modelos confrontados. El modelo que se formuló hasta el estallido de la burbuja, en la época del tripartito, no funciona.

Manel Larrosa, arquitecte i exregidor d'Urbanisme de Sabadell Sabadell 04.07.2025 | Mireia Comas
«No puede ser que, cuando votamos, solo podamos elegir una lista de 85 personas todas ellas nombradas por el comité central del partido de turno» | Mireia Comas

Y esto lo tenemos que hacer con aspiraciones democráticas. No puede ser que, cuando votamos, solo podamos elegir una lista de 85 personas todas ellas nombradas por el comité central del partido de turno. Esto no se sostiene. Cataluña debe estar regionalizada también electoralmente. Es una cuestión previa a la proporcionalidad: los distritos electorales de Cataluña deben ser sus regiones. ¿Qué somos? Somos Cataluña, sabemos que no somos cuatro provincias. Somos una docena de regiones, con identidad humana, económica, ambiental… Reconociendo estas regiones, como se ha hecho con el Penedès, tenemos un camino. Un camino que practican todos los países de Europa. ¡Los departamentos franceses son elegidos! Los distritos alemanes, que hay 400, son elegidos!

Precisamente habla en el libro de que la falta de autogobierno genera agujeros de gestión. ¿A Cataluña le faltan competencias para gobernarse?

La primera competencia es mental: atrevernos a pensar el país. Y para eso no hacen falta competencias. Después ya las aclararemos, porque evidentemente que faltan. Pero lo primero que hace falta es proyecto de país, diálogo social. Con el Proceso quizás pensamos que podríamos dar un salto que lo resolvería todo, pero nos faltaba proyecto de país. Y este proyecto se debe formular.

¿Cómo encaja la Cataluña regionalizada que usted piensa con una España que quiere su megaciudad de servicios?

Los servicios que concentra Madrid -finanzas, comunicación, servicios profesionales- pierden valor añadido desde principios de siglo. Es un modelo económico muy directivo, pero que tiene los pies de barro. En cambio, el mundo manufacturero ha aumentado el valor añadido por ocupado desde principios de siglo. Y en Cataluña, con más dinamismo todavía. ¿Madrid crece de PIB porque es más eficiente, es productiva; o porque crece en población?

Pero la ficción que fundamenta este modelo es el Estado. Los pies de barro son el Ibex.

Claro. Y el modelo vacía España. Las Castillas pierden población formada a favor de Madrid. Solo se queda la población envejecida y la más precaria. La situación de las Castillas es peor, por ejemplo, que la de Andalucía. Por tanto, la hipercapitalidad que España quiere para Madrid tiene el precio de destruir una regionalización razonable a escala española.

Hablando de modelo productivo, ¿Cataluña también ha tenido este problema?

La Cataluña productiva es dinámica por sí misma, pero nadie se lo cree. La Cataluña no metropolitana, más allá de las cinco comarcas alrededor de Barcelona -Barcelonès, Baix Llobregat, Vallès y Maresme- aportan casi el 70% del nuevo valor añadido bruto desde 2006. Por ejemplo, con el Covid descubrimos que había en la Selva una empresa, Hipra, que fabricaba vacunas. Esto no es casualidad: la Selva tiene un potencial económico extraordinario, tan importante como el Alt Penedès. Solo le falta Vilafranca; una capital sobresaliente. Y esta dinámica está en la Segarra, está en Olot, está en Lleida, en Tarragona… No aspiramos a socorrer el interior. Ya es una fuerza. Aspiramos a conectarlo y darle instrumentos.

¿Y esto es tan sencillo como poner trenes?

No. Autogobierno. Aquí solo hemos fabricado dos autogobiernos en 40 años: el Área Metropolitana de Barcelona y el Consejo General de Aran. Y no se ha hecho nunca más. Nadie tiene ningún tipo de gobernanza, y las diputaciones están ausentes. Están gobernadas por unos concejales a los que les toca ir allí y una plétora de tecnócratas que no se deben a ningún cargo electo.

Manel Larrosa, arquitecte i exregidor d'Urbanisme de Sabadell Sabadell 04.07.2025 | Mireia Comas
«No aspiramos a socorrer el interior del país. Ya es una fuerza. Aspiramos a conectarlo y darle instrumentos» | Mireia Comas

Por lo tanto, cualquier proyecto económico que se implemente en Cataluña tendrá un agujero político.

Una falta de centralismo. Preguntemos a Vizcaya si ellos solos van a Europa. Además de que tienen una financiación fantástica, también tienen competencias sobre FP, infraestructuras, vivienda… Pero el Vallès, que es equivalente a Vizcaya, eso no lo puede tener. Se necesitan instituciones territoriales de base electa. Toda Europa tiene un componente democrático superior al nuestro. Pero es que siete comunidades españolas también lo tienen.

En el libro argumenta que el espejo de Cataluña deben ser regiones como el Ruhr, el Randstad o el Piamonte. ¿Puede Cataluña ser el Piamonte en la España del Gran Madrid?

Es una pregunta económica compleja. Hemos perdido mucha fuerza desde el año 2000 con la integración en el euro, pero hemos mantenido un valor industrial nada despreciable. Tenemos instituciones de investigación que permiten una complementariedad a la industria que está bien. Pero esto lo debería impulsar la Generalitat. Y el 25% de los recursos se dedican a pagar deuda. Si este 25% se dedicara al fomento productivo -educación, investigación, innovación- viviríamos en otro mundo. Pero es que este mundo existe, en Navarra y en el País Vasco.

Entonces habla de un régimen fiscal diferente, no de la equidad constitucional que mencionaba antes.

Pero la Constitución dice que los Estatutos autonómicos no pueden comportar privilegios. Hay un gran silencio sobre esto, y a las regiones forales no les interesa que se hable. Debemos hablar del fracaso de la regionalización española.

Por lo tanto, ¿cómo valora el proyecto de reforma de financiación que han pactado el PSC y ERC?

Hay una oportunidad, pero ya veremos cómo se concreta. ¿Se mantendrá la ordinalidad? ¿Nos dejará muy lejos del País Vasco y Navarra? ¿Y qué pasa con Madrid? Porque Madrid se nutre de unos fondos autonómicos cortos, porque se dedica a bajar sus impuestos; pero también de un gasto del Estado enorme. Se puede dar un paso adelante; pero uno que, seguramente, no lo resuelva todo.

Es un problema de números. Todo el mundo está de acuerdo con el concepto, con el texto. Pero esto debe aterrizarse. Y el ámbito de concreción es enorme. A la hora de la verdad, no se pueden suscribir todas estas músicas. Deben demostrarse. Ahora, es muy difícil. Porque el desbarajuste es tan grande… Que nadie pierda, es imposible. Algunas comunidades tendrán que retroceder en su financiación. Y no hay suficientes recursos para arreglar los que estamos peor -Cataluña, pero también el País Valenciano y alguna más-. Milagros, no hay.

Es decir, para que Cataluña esté bien financiada, alguien tendrá que dejar dinero sobre la mesa.

Exactamente. En el libro hay dos simulaciones de modelos de financiación autonómica en las que nadie pierde. Es imposible, los números no cuadran.

Por lo tanto, ¿Cataluña debe salir del régimen común?

Evidentemente, sería una maravilla. Pero España no se lo puede permitir. Madrid concentra prácticamente el 40% de toda la recaudación fiscal del Estado, pero Cataluña es imprescindible. La solución vasca o navarra provocaría una quiebra de Estado.

¿Barcelona puede ser una capital de verdad, como decía usted, sin ser la capital de un Estado, como lo es Madrid?

Barcelona tiene una dinámica propia de servicios profesionales. Que Madrid tenga más, por el efecto capitalidad, o por los contactos con el Ibex, es otra cosa. Pero Barcelona puede ser capital de toda Cataluña. Y, para serlo, debe saber descentralizarse. Barcelona crea 9.000 puestos de trabajo cada año, pero expulsa 11.000 ciudadanos. Por lo tanto, debe redistribuirse. Y Barcelona debe ser capaz de liderar esto. Pero a menudo la mirada queda muy cerrada desde el Tibidabo hasta el mar.

Pero Barcelona es una capital sólida; que, además, se ha beneficiado de un centralismo en las inversiones de la Generalitat. Se ha comportado un poco como Madrid: concentra el 90% de todos los recursos que la Generalitat dedica a centros de investigación, hospitalario… El Barcelonès es receptor neto de inversiones catalanas. Quizás un barcelonés piensa que una rotonda en la entrada de la Seu d’Urgell la ha pagado él, y no es cierto. ¿Quién paga la fiesta? El Camp de Tarragona, el Vallès, el Maresme… Se trata de reequilibrar esta situación.

Y reequilibrarla en beneficio de Barcelona, porque la ciudad está explotando. Es una máquina que destruye la ciudad social. Una Barcelona para sus ciudadanos no puede ser una Barcelona ella sola.

Partimos de un punto muy lejano de su objetivo. ¿Cómo gestionamos el mientras tanto?

No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca del señor. Si Cataluña tiene horizonte, las cosas cambian. En estos momentos nos estamos complicando la vida más de la cuenta, pasando las Rodalies por la misma vía que las mercancías. Esto va a estallar. De hecho, ya ha estallado. Podríamos vivir mucho mejor: es más fácil ampliar la casa que no reformarla mientras vives en ella. El problema es que no tenemos este horizonte.

Durante el Proceso había este horizonte. O, al menos, un horizonte.

Había reclamaciones, pero no había proyecto. Parecía que, como tendríamos tanto dinero, todo sería automático. Pero no hablábamos de democratización de Cataluña, de regionalización, de la base productiva, de vivienda… Y ahora, resulta que estos temas no los podemos evitar. Perfecto, bienvenida sea la crisis mental. Ahora, debemos poder salir con un proyecto que, si no lo hacemos, sucumbiremos.

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