La economía catalana mantendrá buena salud durante el presente curso a pesar de las amenazas globales, pero comenzará a sufrir los impactos causados por la política comercial de Donald Trump. El PIB del Principado se elevará un 2,6% este 2025, cuatro décimas por debajo de lo esperado a principios de año. De cara al 2026, el crecimiento se quedaría en el 1,5%, también medio punto por debajo de las lecturas anteriores. Así se desprende del último informe Situación Cataluña: Primer trimestre 2025, elaborado por BBVA Research, que constata los perjuicios que los aranceles comenzarán a causar no solo a las empresas catalanas, sino al conjunto de las economías europeas. De hecho, a pesar del retroceso, la economía crecerá a un ritmo mucho más alto que el de la eurozona, que se enfría hasta el 0,9% interanual, un tercio de la estimación catalana. El gran agujero se encontrará en las exportaciones, amenazadas por la incertidumbre internacional; y el turismo, que pierde fuelle. Al contrario, el consumo de los hogares, impulsado por las subidas de salarios y el mejor flujo de crédito, ayuda a la resiliencia que aún puede celebrar Cataluña frente a sus vecinos.
El daño de los aranceles limita la actividad económica catalana, cabe decir, a un nivel más limitado que el que se detecta en el resto de la UE. La exposición de las empresas exportadoras catalanas a Estados Unidos es relativamente baja, inferior al 4%. Ahora bien, como alerta el economista jefe de BBVA en Cataluña, Miguel Cardoso, las cadenas de valor de las cuales forman parte muchos negocios locales sí que acaban en EE.UU. Por lo tanto, los perjuicios indirectos pueden ser más dolorosos que los directos. Pero la política comercial de Washington puede hacer daño a los empresarios catalanes incluso fuera de su país: el informe confirma que la devaluación del dólar, causada por las amenazas inflacionistas de los aranceles, también limitará las ventas internacionales a aquellos mercados cuyas divisas estén indexadas a la moneda estadounidense. Uno de los casos más flagrantes es China, que ya supone un reto para los vendedores catalanes por la guerra comercial que mantiene con Bruselas.
Con todo, se espera que las exportaciones catalanas, que fueron uno de los grandes motores de la recuperación post-pandémica, caigan entre un 3 y un 4% en los próximos años, y lastren el rendimiento del conjunto del producto interior bruto. El rendimiento exterior sobrevive apenas gracias a la caída del precio del petróleo, según el informe: con un barril Brent alrededor de los 8 dólares, como se espera para los próximos cursos, el transporte de las mercancías catalanas se abaratará; una ayuda para las tesorerías de las empresas internacionalizadas. De esta manera, según Cardoso, aquellos sectores que puedan trasladar a precios el aumento total de costos causado por los aranceles podrían mantenerse estables. No es el caso de las manufacturas, que tienen «márgenes muy pequeños» y, por lo tanto, serán los productores los que tendrán que cargar con el peso de los impuestos a las exportaciones.

Un turismo más lento
La dependencia del turismo de la economía catalana, especialmente concentrado en Barcelona, es otro factor que explica el enfriamiento del crecimiento para el bienio 2025-2026. Los aranceles también tienen, en parte, culpa: las malas previsiones para la economía estadounidense limitan la actividad de los visitantes del país, uno de los grandes aportadores al tejido hotelero barcelonés. En conjunto, concreta el informe, se espera una «fuerte desaceleración» del gasto total de los turistas extranjeros, con un retroceso de las pernoctaciones en mercados clave. Esto generará un agujero económico en la demarcación de la capital más intenso que el que sufrirán otras regiones, que dependen más del gasto de los hogares. «Cada vez tendremos que depender más de la demanda interna», sostiene Cardoso, aunque apunta que «hay que cuidar» la actividad turística, siempre que esta crezca de forma «sostenible». En este sentido, reivindica un sector servicios más centrado en el valor, que dependa menos de flujos de visitantes muy intensos y más de un valor añadido que incentive el gasto.
Más dinero en algunos hogares
El aumento del empleo será uno de los factores que explicará la resiliencia catalana respecto de España y Europa. Según las estimaciones del informe, entre el 2025 y el 2026 se crearán unos 155.000 puestos de trabajo, unos 20.000 menos de los que se esperaban hace seis meses «por el deterioro de las perspectivas de crecimiento». A este factor se añade la bajada de los tipos de interés, que agilizan la demanda de crédito y favorecen el gran consumo; así como las mejoras de los salarios, que se espera que se mantengan entre el 3 y el 4% los próximos cursos. Esto facilita una mayor renta disponible para las familias catalanas, lo que acelera aquellos sectores que dependen de las compras locales. Así, notan el aumento de las compras el gran consumo, la restauración, el ocio y la cultura; mientras que se ve una peor salud en los ámbitos económicos más vinculados a los visitantes internacionales, como los hoteles o el transporte.
Aún así, preocupa a los economistas de BBVA quién concentra esta nueva capacidad de gasto. Según Cardoso, la renta disponible crece especialmente en las franjas de edad más elevadas, un fenómeno que se explica por el peso de la crisis de la vivienda sobre los bolsillos de los más jóvenes. Los ciudadanos más mayores, como alerta el economista, son menos propensos al gasto. Así, la nueva riqueza generada en el país se dedica más al ahorro y menos a las inversiones y al consumo, lo que puede limitar la aportación de los hogares a la economía local.