La sostenibilidad de las finanzas públicas ha sido el conflicto central de muchos de los gobiernos europeos en las últimas semanas. De todo occidente, de hecho: Alemania ya replantea su sistema de pensiones a largo plazo, con un mecanismo de equidad intergeneracional que busca independizarse de la estructura clásica de las prestaciones por jubilación; mientras Francia se ha instaurado en una crisis política permanente por la incapacidad de adoptar un plan político que reduzca la deuda pública, que ya supera el 113% del PIB. Por su parte, los Estados Unidos verán como la Big Beautiful Bill abrirá un agujero de 2,4 billones de dólares en su ya maltrecho déficit público; y el Reino Unido ofrece cada vez menos seguridades bajo una inflación que no baja al ritmo de sus vecinos. «Comienza a haber una tormenta perfecta, con muchas señales de recesión«; alerta el economista y profesor de los estudios de Economía y Empresa de la UOC, Joaquim Clarà. Entre ellas, destaca una que ya ha provocado, desde fuera, heridas en los mercados de renta variable: las obligaciones de los estados a 30 años han alcanzado, a finales de este verano, máximos de más de media década. «Una recesión es la única manera de que los tramos de deuda a largo plazo suban al ritmo que lo han hecho«, añade el analista de mercados Manuel Pinto, en conversación con Món Economia. Las emisiones de deuda pública asustan al mercado: «Hay señales de recesión»
Los rendimientos de las obligaciones -las emisiones de deuda a más largo plazo que hacen los estados, normalmente con vencimiento entre 20 y 30 años- se dispararon durante las primeras semanas de septiembre. En los Estados Unidos y el Reino Unido, entre otros, llegaron a superar el 5%, unos niveles inauditos en décadas. También alcanzaron niveles similares en Japón, que ya ha tenido que movilizar su política monetaria para reducir los riesgos inflacionistas a costa de su capacidad de inversión. Con el paso de los días, los precios ya se han estabilizado, aunque permanecen más que elevados: el de EE.UU. ya supera levemente el 4%, mientras que el del Reino Unido ha dejado atrás el umbral del 4,7%. Aun así, los expertos consideran que estas escalas revelan una confianza cada vez más dañada entre el mercado y las finanzas públicas. «Cuando los inversores ven que hay dificultades para reducir la deuda pública, exigen un rendimiento más alto por sus compras», detalla Pinto.
En este sentido, los temblores permanentes bajo el gobierno francés; o la incapacidad del ejecutivo de Keir Starmer para aplicar mejoras presupuestarias, hacen pensar al capital que las inversiones en renta fija ya no son seguras. Los potenciales compradores de las obligaciones ven, con esta inestabilidad, que las administraciones «no están comprometidas con la reducción de la deuda y el déficit». «Cada vez parece más difícil que paguen», reconoce el mismo experto. Hay casos, de hecho, extremos en el entorno europeo. El francés es el más preocupante: según los cálculos de la misma administración, los intereses de la deuda ya serán la partida más elevada de los presupuestos públicos el año 2029, superando la educación, la sanidad y las pensiones. Las obligaciones sobre la deuda supondrán unos 100.000 millones de euros en solo cuatro años, casi el doble que los ya inflados 54.000 millones del 2025.

París ha devenido, a ojos de muchos inversores, «el patito feo» de los rendimientos económicos comunitarios; frente a una Alemania que vuelve a activar el gasto público y de un Estado español que, a base de crecimientos por encima de la media europea, ha reducido la ratio de deuda sobre PIB vía mejoras del denominador. Con estas previsiones, el rendimiento de las obligaciones francesas se sitúa por encima del 4,3%, en máximos de más de una década; y llegó a superar el 4,5% justo después de la moción de no confianza sobre el ex primer ministro François Bayrou. A esta escala, los inversores ya tiemblan; y el rendimiento de la deuda pública ya cotiza por encima que el de algunas grandes empresas, como L’Oreal, que puede acceder a crédito a un precio más barato que su propio sector público. «Hay menos riesgo en algunas compañías que en el colapso del gobierno», exclama el analista.
La «paradoja trumpista»
La administración Trump ha recuperado, desde el nombramiento del presidente en enero, los temores en la deuda que no se sentían desde el 2023, con la entrada en vigor de las grandes iniciativas de recuperación post-pandémicas del expresidente Joe Biden. Con el segundo capítulo del gobierno republicano, el rendimiento de las obligaciones a 30 años se disparó por encima del 5%; y ha ido oscilando entre los mismos límites desde entonces. A finales de mayo el yield rompió la barrera de los cinco puntos, acelerado por la aprobación de la Big Beautiful Bill, la medida económica estrella del presidente, que propone una reducción impositiva cercana a los cuatro billones de dólares, pero también nuevos planes de gasto militar. En total, se espera que el déficit de Washington se dispare en 2,4 billones de dólares. Ya al inicio del mandato, los analistas alertaban de una «situación lose-lose» para los inversores en renta fija, dado que el trumpismo garantiza «grandes planes de gasto» con bajos ingresos; y un «caos político que recupere el sufrimiento por el techo de endeudamiento». En las últimas semanas, cabe decir, la tensión se ha calmado, y el pago de los bonos acumula rebajas que lo dejan poco por encima del 4,6%.
Ahora bien, buena parte de los nuevos ánimos, más frescos que durante el verano, proviene de la bolsa y, concretamente, de las rebautizadas 9 magníficas»; las nueve compañías tecnológicas que lideran el mercado norteamericano. Los expertos consultados detectan una «contradicción» en las inversiones del capital. En este sentido, la tecnología es el ámbito industrial que más aporta a estos aumentos productivos; y las big tech sostienen las alzas bursátiles prácticamente sin ayuda. Esto, sin embargo, crea una ficción de estabilidad en el mercado: las firmas de alta tecnología ya concentran el 40% del valor del índice S&P500. «Hay un debate entre el rendimiento de la inteligencia artificial y los riesgos de las finanzas públicas. Quién gane este debate determinará hacia dónde van los mercados», aseguran. Así, la inflación en el valor de las empresas de alta tecnología hace de contrapeso para los riesgos sistémicos que padecen los EE.UU.; y emiten un mensaje de estabilidad más fácil de vender con el control de la moneda y el comercio internacional. «Es un actor que, típicamente, ha dominado los aspectos económicos y monetarios», asegura Clarà. Todo depende, pues, de que el capital mantenga la confianza en la gran tecnología. Sin ella, «habrá una caída».

El Estado sobrevive
En medio de toda esta corriente de amenazas macroeconómicas, en Europa hay solo un ganador: el Estado español. Tras haber formado parte del grupo de los peores gestores de su propia deuda durante la Gran Recesión, el «fuerte crecimiento económico» que muestra lo excluye del grupo lastrado por Francia. La agencia de rating S&P mejoró el pasado viernes la calificación de la deuda española hasta el nivel de A+ con perspectiva estable; una escala equivalente al notable alto. Según la firma, el crecimiento del PIB será de un 2,6% este año, una previsión que comparten el Banco de España o el BBVA; y que el gobierno español supera en una décima, hasta el 2,7%. La clave es la lejanía con los EE.UU.: los inversores confían en la economía española por su «baja exposición» comercial al país norteamericano, así como por el predominio de los servicios, que tienen una relación compleja con la guerra comercial. Con todo, la expansión económica ha reducido la ratio de deuda sobre el PIB hasta el 101%, y podría alcanzar, según el BdE, la meta del 100% en el año 2027 -frente al 113% francés o el 140% italiano-. De hecho, varias agencias inversoras aseguran que la deuda española es «generalmente positiva para invertir» como alternativa al dólar, en un momento de ruptura de la confianza con Washington. Con el mercado cerrado, la obligación a 30 años cotiza al 4,1%; pero Pinto sostiene que «no se habla de recesión, porque la economía muestra buenos datos».