La guerra monetaria en Washington continúa incluso después de los acuerdos arancelarios del presidente, Donald Trump, con varios socios comerciales. La Reserva Federal ha decidido mantener nuevamente los tipos de interés intactos entre el 4,25 y el 4,5% en su reunión de julio, en un auténtico desafío contra la administración. En un comunicado emitido esta misma noche, la agencia monetaria asegura que «la incertidumbre sobre el futuro económico sigue siendo elevada». A pesar de la segunda mitad del mandato de la Fed, la salud del mercado laboral, está más que cumplida; afirman que la primera, el control de la inflación, no está lograda. El índice de precios de consumo, sostiene el organismo, «permanece aún elevado» -al 2,7%, siete décimas por encima del umbral preferido-, mientras que el crecimiento económico está detenido debido a las sacudidas exportadoras. Visto este contexto, mantienen los tipos a niveles restrictivos.
Manteniendo su usual neutralidad, la Fed asegura que «el calendario de los ajustes monetarios» se definirá a raíz de «los nuevos datos, la evolución del contexto económico y el equilibrio entre los riesgos». Unos riesgos que, a juicio de los gobernadores, no se han paliado con los acuerdos que Trump ha alcanzado con varios mercados clave, como la Unión Europea o Japón, entre otros. De hecho, continúa haciendo anuncios comerciales sin una línea estratégica clara: este mismo miércoles ha impuesto tarifas a las importaciones del 25% a los productos de la India, uno de los grandes mercados del planeta. Continúa, así, con sus intentos de desestabilizar los BRICS, en línea con los ataques a China y la beligerancia con el gobierno de Brasil.

Oposición histórica
Por primera vez en más de 30 años, sin embargo, la decisión del presidente de la Fed, Jerome Powell, no ha recibido el apoyo unánime del consejo. El comunicado enviado por la Reserva detalla que Michelle Bowman y Christopher Waller, ambos republicanos nombrados por Trump, «habrían preferido rebajar los tipos federales por un cuarto de punto en esta reunión». El rechazo de los dos conservadores delata la brecha monetaria que sufre el país: Powell, con argumentos técnicos, defiende que la amenaza inflacionista de los aranceles es demasiado seria para rebajar los tipos de interés. El entorno del Despacho Oval, por su parte, busca reavivar una economía extremadamente dependiente del crédito; y para la que el precio del dinero es esencial.
Todo esto se produce en uno de los puntos álgidos de la tensión entre presidentes, con Trump buscando maneras de esquivar la regulación de las agencias federales que rige la dirección de la Fed; en un intento de despedir a Powell y acelerar su sustitución. En las últimas semanas, incluso, la administración ha planteado una investigación de las obras de reforma de la sede de la Reserva en Washington, en busca de sobrecostes u otras corruptelas. En caso de encontrarlas, sí que podrían prescindir del dirigente monetario -si bien parece complicado, dado que los puntos más caros de las obras se encargaron, precisamente, bajo el criterio de la anterior administración Trump, antes de la pandemia-.
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