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La Cámara prevé que la economía catalana supere la «anemia» industrial europea

La Cámara de Comercio de Barcelona se suma a las previsiones favorables de diversas instituciones estatales e internacionales para la economía catalana. El último informe de coyuntura económica de la corporación muestra una mejora sustancial en el potencial de crecimiento del PIB del país en los próximos meses. La economía catalana, así, se expandiría en un 3% durante el 2024, una estimación cinco décimas superior a las últimas elaboradas por el mismo organismo. La lectura de la entidad es, de hecho, más optimista incluso que la del Gobierno, que situaba la mejora económica en el 2,7%. En 2025, el alza se quedaría en el 2,4%, un cálculo idéntico al publicado antes del verano. Diversos factores, detalla el documento, sirven para impulsar la economía catalana muy por encima del ritmo que se observa en el entorno europeo -hay que recordar, en este ámbito, que los datos de Eurostat apuntan a un alza del 1% en la comunidad, un tercio de la cifra catalana-. Entre los más llamativos, el alza del consumo en un momento de retroceso de la inflación, así como una formación bruta de capital –inversión pública y privada– que abandona las cifras negativas para establecerse en un alza cercana al 3%. Más allá de estos factores, sin embargo, la industria catalana mantiene un comportamiento razonablemente bueno en medio de una profunda crisis productiva que afecta incluso a las grandes economías del continente.

De hecho, según el documento de la Cámara, el valor añadido bruto industrial catalán -es decir, la aportación bruta del sector productivo a la economía- es ya superior a la media de la zona euro. Así, Cataluña avanza en un continente que salió de la pandemia ganando impulso, pero que se ha ido enfriando con intensidad desde 2023, especialmente lastrado por los elevados precios energéticos que afectan los mercados del centro de Europa. El «contexto desfavorable», sin embargo, no parece golpear tanto al sector secundario catalán, que mantiene crecimientos anuales cercanos al 3% en cuanto a su aportación al PIB. Así, Cataluña parece superar la «anemia industrial» de los 27, en palabras del director de estudios de la corporación, Joan Ramon Rovira.

De hecho, el tejido empresarial catalán registra un incremento sostenido de la cuota sobre las exportaciones industriales de todo el continente: un 1,1% de los bienes manufacturados que se venden fuera del continente provienen de Cataluña, cinco décimas por encima de los niveles del año 2000. Las compañías son más competitivas, en buena parte, gracias al abaratamiento energético; aunque también contribuye una bajada de los costos laborales unitarios por hora trabajada, que impulsan la competitividad respecto a un norte europeo donde la capacidad productiva del factor trabajo resulta mucho más cara. A pesar de estas «luces», comenta el experto, la progresión a largo plazo de la producción catalana conserva ciertas «sombras». La más prolongada, el deber histórico del empresariado del país: la baja productividad respecto de la competencia extranjera.

La planta de Seat a Martorell / EP
La planta de Seat en Martorell, uno de los activos centrales de la industria catalana / EP

El agravio productivo

De hecho, según el mismo estudio, la capacidad productiva de la industria catalana se ha desacoplado de la europea aún más de lo que ya estaba en los últimos años -es decir, se ha ido alejando progresivamente de la de los países de la UE-. En términos absolutos, es cierto, el sector parece haberse recuperado del golpe pandémico, y ya roza los niveles máximos alcanzados en 2016. A pesar de la mejora interna, sin embargo, el mundo empresarial del país registra, a juicio de la Cámara, un importante déficit de inversiones de calidad. De hecho, desde 2016, el financiamiento de nuevas iniciativas industriales en Cataluña había caído respecto de la media europea; y solo a la salida de la pandemia se ha comenzado a revertir la tendencia, tal como apunta el estudio.

A juicio de Rovira, el endeudamiento de los negocios tiene mucho que ver con esta cifra: la ratio de pasivo sobre patrimonio de las compañías que sobrevivieron a la crisis financiera era muy elevada. Por tanto, «buena parte de los beneficios se ha dedicado a pagar esta deuda». Ahora bien, ya con los «deberes hechos», las empresas del Estado registran unos márgenes de negocio, según los datos de la Agencia Tributaria, del 13,4% -marcados, cabe decir, por la inflación persistente- que dejan un camino abierto para volver a invertir. El sector público, sin embargo, debe acompañar, apunta el experto, con una simplificación administrativa y una facilitación de los nuevos proyectos del sector secundario.

Dudas a futuro

Estos agujeros en la estructura productiva y de financiación de las empresas hacen que las perspectivas a medio y largo plazo sean más turbias que las del bienio 24-25. A juicio de la Cámara, de hecho, la tendencia catalana al crecimiento industrial por encima de la media de los estados de la moneda única «difícilmente se mantendrá en los próximos años». «El dinamismo de la industria manufacturera en Cataluña se estaría apoyando en mejoras relativas de competitividad de carácter coyuntural», razonan, solicitando incidir en una transformación productiva que aporte «más valor añadido» al modelo económico del país. En este sentido, insisten en la necesidad de «reducir las barreras que frenan el avance de la inversión», como las cargas burocráticas o la incertidumbre jurídica.

Rovira, sin embargo, indica que revertir este agravio depende de otros factores, como la presencia de talento para llevar adelante inversiones intensivas en tecnología. Pone como ejemplo la apuesta por la IA: una empresa puede tener el capital disponible para implementarla, pero, sin los trabajadores cualificados para hacerlo de manera efectiva, la oportunidad desaparece. Así, el rompecabezas que llevaría a la empresa catalana a «invertir más y mejor» tiene una multitud de piezas; y debe completarse, según el presidente de la corporación Josep Santacreu, si se quieren mantener las garantías sociales que disfrutan los ciudadanos. «La productividad está muy relacionada con el bienestar», argumenta el empresario; dado que permite que los niveles de rentas -y, en consecuencia, de consumo- se equilibren con los del entorno. Así, llama a la administración a «acompañar» al mundo privado, «haciendo sus propios deberes» en términos de eficiencia.

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