Desde el pasado 20 de enero, los principales mercados de valores del planeta se han vuelto absolutamente imprevisibles. La victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos sirvió, en un inicio, para elevar los ánimos entre los analistas bursátiles, a la espera de un gobierno eminentemente desregulador y cuidadoso de los intereses empresariales. Con la experiencia de la primera administración del magnate, entre 2016 y 2020, el mundo corporativo sostenía que sus promesas de proteccionismo y fronteras comerciales cada vez más altas no eran una garantía, sino una herramienta de negociación. De hecho, durante las dos semanas posteriores a los comicios del 5 de noviembre, tanto el índice industrial S&P 500 como el tecnológico Nasdaq alcanzaron niveles de cotización récord; así como lo hizo Bitcoin, que superaba consistentemente los 100,000 dólares durante semanas. Ahora, la criptomoneda de Satoshi Nakamoto cae por debajo de los 80,000, y los selectivos estadounidenses acumulan seis días de pérdidas consecutivas, la segunda semana crítica en menos de dos meses. El índice general caía un 1.6% al inicio de la jornada, mientras que el tecnológico lo hacía un 2.8%. Menos lo hacía el Dow Jones Industrial, dedicado a empresas productivas, históricamente menos volátil pero con un techo de valor más reducido. El análisis financiero, cabe decir, no tiene muy claro exactamente qué provoca esta caída, o la de hace unas semanas -o la escalada que se vio entre medio-. «Es el momento bursátil más difícil de interpretar de los últimos años», explica a Món Economia el analista de mercados Manuel Pinto.
Trump vuelve a la presidencia de Estados Unidos impulsado por un buen viento macroeconómico. La inflación en el país iba a la baja, el empleo sostenía una de las tendencias más sólidas de occidente y la capitalización de las empresas tecnológicas no paraba de aumentar, lo que provocaba una escalada en el conjunto del mercado de valores. Con estas evidencias, el consenso de los analistas financieros colocaba al país norteamericano como la gran promesa inversora del año; llegando a declarar, como explicábamos en Món Economia, que la ausencia de grandes firmas tecnológicas había provocado un retroceso sin paliativos de las bolsas europeas. «Todo el mundo fue muy optimista con los EUA y sobreponderó su valor. Al final, los mercados son una tendencia que, según diferentes escenarios, puede cambiar», detalla Pinto. En buena medida, según la mayoría de ojos financieros, el gran cambio de escenario es que, en esta ocasión, Trump ha cumplido su programa. Tras semanas de incertidumbre, con acuerdos parciales con México y Canadá para detener los aranceles que la Casa Blanca usó como arma para conseguir concesiones en términos de gestión de la frontera, la administración de los EUA ha anunciado un gigantesco impuesto a las importaciones europeas del 25%, ha recordado que las fronteras al norte y sur de su país continúan vigentes y ha amenazado con disparar las tasas a los productos chinos. En declaraciones a los medios estadounidenses, expertos de la mayoría de bancos de inversión de Nueva York aseguraban que el anuncio «ha golpeado un entorno que ya era frágil», solo 60 días después de poner a Estados Unidos la etiqueta de inversión segura.
«A principios de año, no se presagiaba este entorno. Pero hay signos de cambio claros», comenta el analista: a su parecer, la ralentización del mercado laboral -el «notario de la economía», en la definición del profesor de la UPF-BSM Xavier Brun, que da fe de la buena o mala salud de un mercado- y la nueva rentabilidad de los bonos del Estado han aparecido en las últimas jornadas. Las decisiones trumpistas, además, están lejos de dibujar un futuro halagüeño para ninguno de los mercados implicados. Una medida arancelaria como la que contempla el comandante en jefe para Europa podría generar efectos económicos sobre la UE de más de un punto y medio de PIB. Pero el agravio no es solo de fronteras hacia afuera: el intenso plan de recortes federales que lidera el multimillonario sudafricano Elon Musk y su denostado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), con un valor objetivo de 600,000 millones de dólares, podría generar descensos en el producto interior bruto estadounidense superiores al 2%, además de un intenso aumento del desempleo. Todo, de nuevo, rodeado de una niebla difícil de esclarecer para los analistas. «Ni BlackRock, ni nadie puede identificar hacia dónde van los mercados», reitera Pinto. Así, «los dos pilares del mercado caen»: el empleo y -especialmente desde mediados de 2024- la cotización de las grandes tecnológicas.

NVidia no levanta cabeza
El gran ejemplo del malestar en el mundo tecnológico es NVidia, que ha perdido un 8.5% de su valor en pocas horas. La compañía de Jensen Huang, el gran proveedor de las memorias gráficas esenciales para las soluciones basadas en inteligencia artificial, ha sido expulsada del selecto «club del billón de dólares». Por ahora, se sitúa en los 120 dólares por acción, a niveles de su última crisis a principios de febrero y muy por debajo de los máximos del curso pasado. Lo ha hecho, además, tras unos resultados anuales que superaron las expectativas del mercado, lo que deja entrever unas dudas más profundas en cuanto a su sector. «Es posible que las inversiones en IA hayan tocado techo», comenta Pinto. Este subsector, inmerso en dudas generalizadas por su capacidad de saltar a los mercados, ha oscilado intensamente en las últimas semanas. El capex que prevén dedicar las siete magníficas para desarrollar sus herramientas en 2025 está en máximos históricos, es cierto; y los analistas mantienen la esperanza a corto plazo. Ahora bien, como explica el presidente del Cercle Tecnològic de Catalunya Joan Ramon Barrera, empresas y consumidores aún no han encontrado las palancas concretas que necesitan para optimizar sus procesos. «Tenemos chatbots, elementos que ayudan en la toma de decisiones, detección de imagen… Pero no hay una gran solución» que atrape al consumidor.
Esta lejanía del comprador final, cabe decir, no solo ha golpeado a NVidia. Los principales clientes de la firma de Santa Clara, de hecho, son el resto de grandes tecnológicas; así que su caída es, a menudo, testamento del mal momento del resto del sector. Tanto Amazon (-0.55%) como Microsoft (-0.33%) registran caídas ligeras en la jornada, así como lo hacen Meta (-0.62%) y Google (-0.42%). Solo Apple se mantiene estable, con un alza de poco más de una décima, en un mercado que les es más favorable por la penetración de sus dispositivos entre los consumidores finales. Estas malas cifras, que hunden el conjunto de la bolsa, pueden presionar a Trump para tomar decisiones más agresivas en términos de política económica: «Cuanto más tarde el SP500 en volver a niveles normales, más presión habrá sobre la Casa Blanca; y, cuanto más presión haya, más se puede mover». Así, el mercado espera, por ejemplo, mayores presiones políticas sobre la Reserva Federal para que flexibilice su política monetaria. Incluso Europa puede verse obligada a rebajar tipos más que antes: «si antes se esperaban tres bajadas, ahora miramos hacia cuatro o cinco», comenta el analista de mercados.

¿Mejor para Europa?
Los males de Estados Unidos han hecho que la inversión temerosa se refugie en valores más estables. «Se elegirán empresas con flujos de caja constantes, que no sufran tanto en ciclos duros», se espera en adelante; especialmente firmas de «sectores defensivos», aquellos que no necesariamente responden al rendimiento inmediato de la economía. El consumo, el sector farmacéutico, las finanzas, las utilities… aquellas firmas con demandas poco elásticas e ingresos garantizados, serán las que dominen entre unos capitalistas que trabajan sobre seguro. Esto, apuntan los especialistas, puede revertir la tendencia de los movimientos bursátiles. A diferencia de un entorno de agresiva inversión tecnológica, donde los Estados Unidos dominan cualquier duelo, las compañías menos cíclicas, más seguras, están presentes en Europa, y en muchos otros mercados. Además, sobre las malas perspectivas que el análisis financiero otorgaba a finales de 2024, muchas empresas europeas «cotizaban a descuento», recuerda el analista, porque «no tenían el atractivo» de sus contrapartes tecnológicas del otro lado del Atlántico. Con acciones más baratas, y si Frankfurt accede a rebajar con más contundencia el costo del crédito, el capital puede moverse aún más de lo que se esperaba. El futuro, sin embargo, nadie lo puede predecir; y menos aún en el mundo de Donald Trump.