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Mercosur ratifica el atropello del campo europeo con el sí al acuerdo comercial

Ya en 1999, abrir las fronteras comerciales con las principales potencias de América Latina era una decisión problemática para la Unión Europea. Las conversaciones entre potencias comenzaron en junio de ese año, con amplia oposición del sector agrícola en todo el continente, una lucha que no se ha detenido en las dos décadas y media que han durado las accidentadas negociaciones. Este mismo jueves, la espera parece haber terminado: tal como recordaba a este diario el secretario de políticas sindicales de Unió de Pagesos Carles Vicente, «siempre que hay una nueva comisión retoman el tema» del tratado de libre comercio con Mercosur. La segunda etapa de Ursula von der Leyen al frente del ejecutivo comunitario, sin embargo, ha sido la efectiva: los presidentes de los cuatro países miembros -Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay- han aceptado, en una cumbre en Montevideo, las condiciones que ha presentado la misma Von der Leyen y su mano derecha comercial, el socialdemócrata eslovaco Maros Sefcovic. El ministro de relaciones exteriores del gobierno de Luís Lacalle, Omar Paganini, abandonó la reunión celebrando el «éxito» de los intercambios entre socios transatlánticos. El sí de la alianza del Cono Sur abre la caja de los truenos en Europa, que espera una oposición política y social que trasciende el siempre movilizado sector primario. Cabe decir que los detalles finales del pacto aún no se conocen, y no se harán públicos hasta que los ejecutivos de los cuatro países lo firmen oficialmente.

El tratado comercial, cabe decir, tiene un apoyo más que sostenible al otro lado del Atlántico. Los flujos de mercancías con la UE han logrado unir las normalmente irreconciliables posiciones de Buenos Aires y Brasilia. El presidente argentino Javier Milei, ya el pasado mes de octubre, dejó atrás las dudas provocadas por su errática política internacional, aclarando las posiciones favorables al pacto con Bruselas; mientras que el mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, ha sido históricamente abanderado de un entendimiento que facilita las exportaciones agrarias de su país y favorece la entrada de productos industriales alemanes y españoles al mercado sudamericano. Hasta el punto, de hecho, de ofrecer ciertos compromisos: el mismo Milei defendía, según publicó el diario local La Nación, que «si es necesario ceder en cuestiones delicadas, como las vinculadas al sector agrícola, hay disposición a hacerlo». El miedo de la Casa Rosada y el Palacio de Planalto es similar al que padece la Comisión Europea: «no podemos quedar aislados», defiende el entorno de Milei; menos aún con el agravamiento de los choques entre las principales potencias mundiales, Estados Unidos y China. La última instancia de la guerra comercial, la prohibición de Pekín de exportar materiales esenciales para el sector de los semiconductores, hace temer a los mandatarios de ambas orillas atlánticas la posibilidad de convertirse en daños colaterales en las hostilidades entre Beijing y Washington.

El mismo Milei, sin embargo, ha sido de los primeros presidentes latinoamericanos en constatar las fisuras dentro de los 27. En una reciente reunión, el mandatario argentino se encontró con el cuestionado presidente francés Emmanuel Macron, quien ya comunicó que su ejecutivo «no firmaría» el entendimiento comercial. La postura de Macron se explica principalmente por la intensa presión de su sector agrícola, entre los más movilizados de Europa. Ahora bien, la oposición francesa, que tal como recuerdan los representantes del campo catalán, han servido en diversas ocasiones de dique de contención, no parece tan operativa como hasta ahora.

La cumbre Europa-Mercosur que ha terminado de ratificar el tratado de libre comercio / EP
La cumbre Europa-Mercosur que ha terminado de ratificar el tratado de libre comercio / EP

El acuerdo recoge la posibilidad de una minoría de bloqueo, si bien es exigente: para negarlo, los rebeldes deberían agrupar un mínimo de tres países, una meta más que accesible; si bien entre los tres -o más- deben sumar un mínimo del 35% de la población de la UE. Históricamente, los países de Europa del Este eran los aliados clave de Elíseo en su negativa a Mercosur. Ahora, solo se encuentra firmemente a su lado Polonia, donde el conservador Donald Tusk también ha expresado dudas respecto a las condiciones del tratado. Cabe recordar que el sector agrícola polaco ha sido el más activo en ciclos de movilización social recientes -especialmente a raíz de los beneficios comerciales para Ucrania tras la invasión rusa, que «inundaron el mercado europeo» de cereales ucranianos, un fuerte golpe para los productores internos-. Según el gobierno francés, el objetivo es seducir dos capitales que comparten recelos con el acuerdo comercial: Roma y Bucarest. La primera ministra Giorgia Meloni, entonces, es necesaria para bloquear los avances internacionales, si bien no parece estar dispuesta a matar el pacto. El ministro de exteriores del ejecutivo ultraderechista, Antonio Tajani, se situó el pasado miércoles firmemente en la trinchera de los favorables al pacto, a pesar de los flecos pendientes. «Estamos a favor del acuerdo con Mercosur -aseguraba Tajani- pero necesitamos corregir algunos puntos en temas de agricultura». «Estamos trabajando para lograr estas metas porque, en cuanto a política industrial, vamos en la dirección correcta», sentenciaba el dignatario.

El sector agrícola, «igual que en enero»

Ya aprobada la propuesta de Von der Leyen por sus contrapartes latinoamericanas, Europa se prepara para una posible nueva ola de protestas agrícolas. Francia, de hecho, ya se ha encontrado con esto: el sindicato agrícola FNSEA, de los más movilizados del tejido asociativo del país, ya ha hecho un llamado para un nuevo ciclo de «desobediencia civil» -uno que se exacerba en medio de la grave inestabilidad política que padecen, con la caída del gobierno del conservador Michel Barnier, hundido por una moción de censura con los votos de la izquierda y la extrema derecha-. Ya durante noviembre -semanas antes de la cumbre en Montevideo-, los sindicatos tomaron las principales ciudades, con el recuerdo aún reciente de las marchas de enero. De hecho, el dirigente agrícola Armelle Fraiture aseguró que «las demandas son las mismas» respecto a las primeras semanas del año. «Tenemos que hacer entender al gobierno que ha sido suficiente». A mediados del mes pasado, un grupo de tractores ya bloqueó uno de los accesos por autopista a París. Cabe recordar, además, que el acuerdo ha supuesto un baño de sal en una herida ya abierta en el campo francés, tras un fuerte temporal de lluvias que ha golpeado muchas cosechas; así como meses de tensiones por diversas enfermedades bovinas.

El ministro de Agricultura español, Luis Planas / Agostime - Europa Press
El ministro de Agricultura español, Luis Planas / Agostime – Europa Press

En el lado catalán, las agrupaciones agrícolas creen que, si no se replican las escenas de enero, poco quedará. El Gremi de la Pagesia Catalana -fundado a raíz de la movilización de Revolta Pagesa, la entidad que capitaneó las marchas a principios de año- convocó el pasado jueves una cumbre con las principales entidades del territorio para coordinar una acción conjunta. En una mesa que completaron la UDAC, la FCAC, Asaja, País Rural, Afrucat, Aubrac y el Institut Agrícola Sant Isidre, los agricultores constataron el «apoyo de todos los asistentes a una respuesta clara ante el acuerdo». La portavoz del ente, Montse Centellas, preveía -en declaraciones a este medio- que los tractores recuperarían el empuje del inicio del curso. En este momento, las organizaciones trabajan para hacer público un manifiesto conjunto que sirva de articulador de la protesta. No confían tanto, sin embargo, las dos centrales mayoritarias, Unió de Pagesos y la JARC, que no se sumaron a la jornada. Vicente, de hecho -y a pesar de la oposición al tratado, en el que coinciden- ha negado la posibilidad de recuperar las condiciones de acción de doce meses atrás. «Había muchas otras cuestiones», recuerda el dirigente sindical; cuestiones que ahora por ahora no son tan punzantes. «Si me preguntas si el sector agrícola catalán saldrá a la calle contra Mercosur, yo te diría que no», apostillaba.

La gran amenaza sobre el bovino

Las marchas agrícolas catalanas pueden volver a encontrar en la trinchera opuesta al ministro español de Agricultura, Luis Planas. Ya el pasado febrero, las entidades salieron hacia Madrid para presionar a Moncloa para conseguir políticas favorables. Las protestas lograron arrancar del ejecutivo de Madrid el compromiso de insertar cláusulas espejo en los acuerdos a los que se llegase, si bien la experiencia no ha sido satisfactoria: los puntos contractuales se han añadido a los recientes pactos, sí, pero sin cumplimiento obligatorio. Así ocurrió con Chile, y las declaraciones de los comisarios europeos apuntan -a la espera de la letra pequeña- en un sentido similar en el caso de Mercosur. Sin estas limitaciones duras, los agricultores catalanes temen que el acuerdo suponga pérdidas importantes para la ganadería bovina, dado el potencial exportador de Brasil y Argentina. La firma podría suponer la entrada de más de 90.000 millones de toneladas de carne de res sustancialmente menos controlada -y más barata- que la local, lo que podría dañar profundamente el mercado del país. En el otro lado de la moneda, la industria automovilística alemana busca en el Cono Sur un cliente capaz de salvarla de su mala situación económica. También lo hace la petroquímica española, lo que explica la disposición de Pedro Sánchez para apoyarlo.

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