En el verano de 2024, la reunión de Jackson Hole fue un trámite. La fiesta mayor de los banqueros centrales, que hace girar los ojos del mundo hacia un pequeño valle en las montañas de Wyoming -en medio del macizo de Teton, el más joven de las Rocosas– solo trataba de política monetaria. Entonces quedaban aún tres meses para las elecciones presidenciales estadounidenses, y la banca estaba ansiosa por las primeras bajadas de tipos de interés en manos de la Reserva Federal, que salía de la crisis inflacionista con la promesa de recortar el precio del crédito hasta la nueva normalidad, por debajo del 2%. Las principales firmas de análisis financiero de Nueva York consideraban una cuestión de tiempo que los préstamos se abarataran más de 300 puntos básicos, desde el máximo del 5,25% que se alcanzó el pasado julio. JP Morgan, de hecho, titulaba su inocente nota previa Jackson Hole y la velocidad de la Fed. Un año después, el presidente de la Reserva está en guerra abierta con la Casa Blanca, los tipos han bajado solo un punto, y Donald Trump se permite insultar al presidente de la agencia, Jerome Powell, abiertamente; buscar resquicios legales para destituirlo y redefinir a dedo el comité monetario del país. El mercado, pues, concentrará todos sus esfuerzos en analizar cualquier declaración que salga del tranquilo resort montañoso, a la espera de un Powell más militante que nunca. «Es posible que veamos un mensaje muy agresivo, para demostrar la independencia de la Reserva«, advierte el analista de mercados Manuel Pinto, en conversación con Món Economia.
El Jackson Hole de 2024 debía marcar la salida de la crisis inflacionista provocada por la guerra en Ucrania. La Fed, sin embargo, solo ha rebajado los tipos en un punto desde entonces, hasta el 4,25%. De hecho, los gobernadores no han aceptado flexibilizar los préstamos en el país en ninguna de sus reuniones de 2025, todas ellas ya con Trump en la oficina presidencial. El argumento de Powell es técnico: a su parecer, la política comercial de la nueva administración promete un impulso inflacionista y, por lo tanto, los tipos de interés no pueden estar bajos cuando los precios vuelvan a dispararse. Durante los últimos ocho meses, el líder de la política monetaria estadounidense ha intentado mantener un perfil institucional, lejos del enfrentamiento político. El de esta semana, sin embargo, es su último Jackson Hole -su mandato termina en 2026 sin posibilidad de renovarlo-, y los expertos consultados no ven fuera de la ecuación un ataque directo al Despacho Oval. «Sacará pecho de su gestión, pero también mostrará los riesgos inflacionistas de los aranceles», augura Pinto.

La guerra contra Powell
La negativa de Powell a adherirse a la política económica de Trump -que necesita tipos bajos para incentivar el consumo interno y mejorar su malograda popularidad entre los votantes de clase media- lo ha dejado al borde del abismo. En sus habituales estallidos en las redes, el presidente estadounidense ha reclamado en varias ocasiones la dimisión del experto federal, a quien él mismo nombró en 2018. «Imbécil terco», espetaba en su cuenta de la red social Truth Social a principios de agosto, después de la octava reunión consecutiva con los tipos intactos.
La última reunión de gobernadores, sin embargo, dejó una imagen insólita: por primera vez en más de 30 años, desde 1993, dos miembros del consejo de dirección de la Fed se opusieron a las recomendaciones del presidente: se trata de los republicanos Michelle Bowman y Christopher Waller, dos aliados del Despacho Oval que “hubieran preferido rebajar los tipos federales en un cuarto de punto en esta reunión”, según se desprende de la nota oficial emitida por el regulador monetario el pasado 30 de julio. Trump podría abrir una tercera herida en el apoyo a Powell: la gobernadora de raíz demócrata Adriana Kugler, nominada por Joe Biden en 2020, ha presentado su dimisión; lo que abre la puerta a que el presidente coloque otro aliado en la mesa.
El hombre seleccionado: Stephen Miran, uno de los expertos de confianza del nuevo establishment republicano. Uno de los padres intelectuales de los aranceles, Miran se hizo un nombre por sus críticas a Powell durante la administración Biden -alegaba que la Fed había «perdido su independencia» y que el binomio había «eliminado las paredes que separan la política monetaria de la fiscal-. Hasta ahora ocupaba la posición de presidente del comité de asuntos económicos, un equipo de rango consultivo que informa las decisiones económicas de Trump.
El presidente de la Fed, pues, llega a su última reunión de banqueros centrales con el enemigo en casa; y el mercado no es aún capaz de prever su estrategia de combate. Para el profesor de los estudios de Economía y Empresa de la UOC, Joaquim Clarà, la incertidumbre es máxima: «si tiene un discurso más flexible y se abre a bajar tipos, es posible que los principales índices bursátiles se disparen hasta un 3%. Si se enfrenta a Trump y es más conservador, se esperan bajadas de entre el 1% y el 2%», describe. Por ahora, tanto el SP500 como el Dow Jones permanecen planos. Solo el Nasdaq, el selectivo de las tecnológicas, registra un alza del 1%, emocionado por los resultados inminentes de Nvidia. «La reacción de la bolsa será una batalla entre las empresas del boom de la IA y las industriales. Unas subirán, las otras se pueden hundir», añade Pinto.

Inflaciones al alza
Los expertos consultados apuntan ven fundamentos en la lectura técnica de Powell, y prevén que el IPC del país, que ahora se encuentra al 2,7%, terminará el año en el 3,5%, muy lejos del objetivo de los dos puntos que guía la mano de los bancos centrales. De hecho, a pesar de que el discurso salido del Despacho Oval destaca que la cesta de precios general dio un ligero paso atrás en julio, Pinto recuerda que la inflación subyacente subió una décima, hasta el 2,3%, lo que podría indicar un encarecimiento generalizado de los productos de consumo. La tendencia aún no es lo suficientemente marcada para evitar las bajadas de tipos a futuro, y el mercado descuenta que Powell aceptará una reducción del 0,25% el mes de septiembre; pero no hay ninguna seguridad de que continúe haciéndolo en lo que resta del año.
No hacerlo, cabe decir, significaría avivar las llamas de la guerra con Trump. El presidente ha exigido en múltiples ocasiones al gobierno de la Fed que rebaje el precio del crédito, y que lo haga, además, a un ritmo agresivo. Ha llegado a reclamar una reducción de 100 puntos básicos en solo una reunión; una propuesta potencialmente catastrófica para el conjunto de la economía estadounidense, según Clarà. Las iniciativas trumpistas, según el docente, dejarían al regulador estadounidense «sin herramientas» para abordar cualquier crisis de precios que venga a corto plazo y, por lo tanto, garantizarían un período de estanflación si llega un ciclo bajista de la actividad económica.
Y todo hace prever que llegará: cabe recordar que la mayoría de las amenazas arancelarias de Trump no se han concretado hasta principios del mes de agosto, y muchas de ellas -como las condiciones comerciales pactadas con Japón o la UE- llegarán a la economía real durante las próximas semanas. Así, alerta Pinto, «las empresas tendrán que trasladar a precios al consumo» los nuevos impuestos a las importaciones, un movimiento con efectos inflacionistas evidentes. Así, el mercado descuenta que Powell finalmente se doblegará a partir de septiembre, pero lo hará a un ritmo mucho más lento de lo que querría el presidente: «no bajará los tipos más de 25 puntos básicos», vislumbra. Además, desde principios de año, ni el IPC ha caído significativamente ni lo ha hecho la tasa de desempleo, la otra variable que guía las decisiones de la Fed; lo que indica -contra las exigencias de la administración- que «la economía está en equilibrio» con los tipos al 4,25%.

Europa tiembla
Durante la crisis interna que ha sacudido a la Fed, el Banco Central Europeo ha intentado hacer valer su independencia. Mientras Powell ha mantenido los tipos congelados, la presidenta del instituto emisor con sede en Frankfurt, Christine Lagarde, ha impulsado hasta ocho bajadas consecutivas, todas ellas de 25 puntos básicos, que han dejado el precio del crédito en el 2%. Este julio, el consejo de gobierno tiró del freno de mano, y mantuvo la ratio durante, como mínimo, un mes y medio. En septiembre se reanudarán las negociaciones, con el BCE entre la espada y la pared. Por un lado, los gobernadores más conservadores -perfiles como el alemán Joachim Nagle o el austríaco Robert Holzmann– llevan meses intentando detener las rebajas de tipos; y sus posiciones han recuperado fuerza con la inflación bajo control. Por otro lado, la bajada del precio del dólar puede ser una amenaza para las exportaciones europeas, ya dañadas por los aranceles. «El BCE no quiere un diferencial demasiado amplio entre divisas, porque un euro demasiado fuerte bloquea las exportaciones hacia EE.UU.», argumenta Clarà.
Los halcones, en este sentido, se encuentran con una contradicción: la industria alemana es la principal exportadora de productos manufacturados a EE.UU. de los 27. Por lo tanto, es la primera víctima de las barreras comerciales; y lo sería aún más si el cambio euro-dólar las hace más altas. «El norte protege sus intereses, y es consciente de que, por ahora, no le interesa un euro caro», añade el profesor. De esta manera, si Powell toma el camino bajista, Lagarde podría verse obligada a acompañarlo. Hasta principios de año, recuerda Pinto, el punto de equilibrio monetario en Europa se situaba entre el 1,8 y el 2,2%. Ahora, el balance podría encontrarse aún más abajo, en torno al 1,5%; una escala que forzaría a Frankfurt a implementar no una, sino dos bajadas de tipos en lo que resta de 2025.