Donald Trump ha lanzado una guerra comercial abierta contra el mundo. El programa arancelario del presidente de los Estados Unidos, sin un objetivo muy definido más allá de servir como estrategia negociadora para todo, ha entrado en vigor esta madrugada con amenazas comerciales a socios y enemigos, sin distinción. El Día de la liberación ha levantado fronteras económicas del 20% entre EE.UU. y Europa, y del 34% con China. Además, los productos japoneses que entren en el país deberán abonar un 25% más, la misma tasa que pagará Corea del Sur. Taiwán se eleva por encima del 32%, mientras que otros países con relaciones comerciales menos intensas con la federación, como la mayoría de norteamericanos o del sudeste asiático, cargarán con un 10%. Según Trump y sus ayudantes, las cifras han salido de un cálculo razonablemente simple: Washington gravará las importaciones de cada país con «la mitad de lo que nos gravan ellos a nosotros». Ahora bien, observando la distribución de tasas, aparece una tendencia que nada tiene que ver con la política arancelaria: cuanto más importante es la relación comercial con un país o región, más elevada es la tarifa.
Así lo han detectado varios expertos y analistas estadounidenses, que han comenzado a observar las relaciones entre las cifras absolutas de exportaciones e importaciones y la tasa que Trump ha impuesto sobre cada socio comercial. Entre ellos, el fundador de la consultora Eurasia Group, Ian Bremmer. Las conclusiones del rápido estudio, como demuestra en sus redes sociales, lo han dejado boquiabierto. «Esto es increíblemente estúpido», lanza Bremmer en su cuenta de X. La fórmula para imponer los aranceles recíprocos de Trump no tiene, de hecho, nada que ver con los aranceles. «¡Por eso la columna de las imposiciones a EE.UU. parecía falsa!», apostilla el analista.

El ardid de Trump
La fórmula que ha utilizado el equipo de la Casa Blanca para intentar hundir a su favor el comercio mundial es mucho más sencilla que cualquier política arancelaria. Solo tiene dos variables, en términos generales: la cifra total de importaciones de un país o región y la balanza comercial favorable con EE.UU. -es decir, la diferencia entre importaciones y exportaciones del mismo territorio-. El experto del Eurasia Group pone el ejemplo de la Unión Europea: los 27 tienen 235.000 millones de balanza comercial favorable con EE.UU., para una cifra de exportaciones hacia el país de 605.800 millones. 235 es el 39% de 605,8 -el 38,78%, de hecho-. Exactamente la cifra que la administración Trump asegura que Bruselas impone a sus productos. La mitad de eso, el 20% que pretende establecer como arancel recíproco. Otro ejemplo, India. 45.700 millones de balanza comercial favorable sobre unas exportaciones de 87.400 millones. La fórmula trumpista da una ratio del 52%, exactamente la que muestra el gráfico enseñado por el presidente la pasada medianoche, que justifica un arancel recíproco del 26%.
Llama la atención, además, que tantos países impongan, según el discurso oficial de la Casa Blanca, unos aranceles del 10% a los productos norteamericanos. Son, mayoritariamente, mercados pequeños, con los cuales el comercio no es tan habitual como con los socios principales. Los analistas han encontrado una coincidencia clara entre todos ellos: su relación mercantil con EE.UU. es negativa -es decir, los Estados Unidos exportan productos hacia su mercado por más valor que los que importan-. En este caso, la trampa de Washington es aún más simple: como la fórmula que se ha aplicado no da un resultado satisfactorio, aplican una tarifa plana arancelaria. Así, países como Brasil, Argentina, Nueva Zelanda, Sudáfrica o Ecuador, todos ellos importadores netos de EE.UU., pagarán un 10% porque no hay otra cifra a la cual referirse.
La administración lo niega parcialmente
El periodista James Surowiecki, autor en la revista The Atlantic, ha sido uno de los primeros en exponer la artimaña de la administración, con las mismas impresiones que sus colegas. «¿Cómo, en nombre de Dios, ha firmado este plan (el secretario del tesoro) Scott Bresser?», se ha cuestionado. Ante la revelación, algunos oficiales del gobierno de Trump han saltado a desmentir a Surowiecki y al resto de analistas. El secretario adjunto de prensa y comunicación de la Casa Blanca, Kush Desai, ha publicado, de hecho, la fórmula básica por la cual han establecido las cifras arancelarias definitivas. Y se le ha vuelto en contra. A pesar de que el informe menciona los efectos de los aranceles sobre las exportaciones norteamericanas, el cálculo recogido en el documento gubernamental es exactamente el que han expuesto sus críticos, con la única diferencia de que la cifra de importaciones totales queda modulada por la elasticidad de las importaciones y el efecto estimado de las tarifas sobre la compra y venta internacional.