El discurso belicista de la Unión Europea, antes de que estalle ninguna guerra en el territorio, ya ha generado un claro ganador: la industria armamentística. El aumento del gasto en defensa prometido por la mayoría de potencias comunitarias, con la revolución de la deuda alemana a la cabeza, todavía no ha dejado ni un solo euro en la caja del sector. Sin embargo, sus accionistas son sustancialmente más ricos que hace seis meses. SXPARO, el selectivo dentro de STOXX -el índice de referencia de las bolsas europeas- dedicado a las empresas del mundo de la defensa y aeroespacial, ha alcanzado en los últimos seis meses sus máximos históricos, con una escalada sin paliativos desde el inicio de la guerra en Ucrania. En septiembre de 2022, cuando comenzó el despegue, el índice cotizaba en unos 892 puntos acumulados. Ahora, dos años y pico después, supera los 2.200.
Las cifras de las compañías más destacadas son escalofriantes: en el otoño de 2022, la italiana Leonardo, el 12º proveedor de servicios de defensa del planeta, cotizaba poco por encima de los 7 euros. En 24 meses, se acerca a los 48, un máximo histórico inaudito. En Alemania, el ícono de los carros de combate Rheinmetall muestra un patrón similar. De hecho, la semana pasada superó en capitalización a Volkswagen, hasta ahora la empresa europea más valiosa. La fabricante de automóviles ha perdido cerca del 7% de su valor bursátil en el último año; la de tanques se ha disparado un exorbitante 190%. «Las empresas armamentísticas son las grandes beneficiadas por el nuevo discurso europeo«, constata el investigador del Instituto Barcelonés de Asuntos Internacionales CIDOB, Victor Burguete.
Los casos de Leonardo y Rheinmetall constan entre las ganancias más extremas, pero el patrón se repite en todos los proveedores de servicios de defensa, sean armamentísticos o no. La francesa Thales se ha disparado un 69% en la bolsa el último año; mientras que la española Indra ha escalado un 40%. Según el diagnóstico del gigante financiero estadounidense JP Morgan, las declaraciones de las últimas semanas han «turboalimentado» las expectativas del mercado. La mayoría de países de la UE tienen algún beneficiado en la lista de los bolsillos más llenos gracias al giro militarista de la presidenta de la CE Ursula von der Leyen.

Un reciente estudio elaborado por diversos expertos de la universidad de Múnich indicaba que un añadido de 1.000 millones de euros en gasto en defensa en Alemania generaría más de 1.200 millones de euros adicionales de PIB y unos 3.800 puestos de trabajo, mientras que en el Estado español la cifra escalaría hasta los 1.284 millones de euros y 6.000 trabajadores. En el caso italiano, la mejora es menor, de 741 millones de euros y unas 2.900 contrataciones. Según los analistas, los efectos en Italia son más limitados porque su industria militar está concentrada en la estricta producción armamentística, con «menores efectos sobre el resto de la economía», mientras que otros mercados son más diversos, y cuentan con compañías de ciberseguridad, transporte o aeroespaciales que también se beneficiarían de las inversiones de los 27.
Balas para todos
Más allá de las cuestiones geoestratégicas, la inversión en defensa demuestra unas ciertas intenciones keynesianas, según el economista y politólogo Xavier Ferrer, presidente de la comisión de Economía internacional y Unión Europea del Colegio de Economistas de Cataluña. Para Ferrer, los gobiernos europeos demuestran una «apuesta de los estados por relanzar la economía». Ahora bien, el formato que plantea Bruselas no deja a todos los miembros en las mismas condiciones. De los 800.000 millones de euros que la Comisión espera que lleguen a la defensa comunitaria en los próximos años, el 75% emanarán de endeudamiento nacional directo -sin el tope de las reglas fiscales-. Cada uno de los estados acudirá directamente a los mercados financieros con su rating internacional, sin la oficina de Von der Leyen como garantía.
«El endeudamiento europeo está en gran parte distorsionado por Alemania, que tiene una ratio bajísima», comenta Burguete. Cuando Berlín acuda a financiarse, «en dos días tendrá todos los recursos«, bromea Ferrer, porque el grado de confianza en sus finanzas es máximo. Países como Francia o España, que acumulan deudas superiores al 100% del PIB, se encontrarán con condiciones menos favorables y «préstamos más caros». «Cada país deberá actuar según sus idiosincrasias y capacidades», subraya el investigador del CIDOB. Esto limitará la acción de aquellos que parten de balances más débiles. Esto, en parte, justifica que los frugales, los países que más se han opuesto históricamente a la integración financiera europea, estén más a favor.

Además, muchos de los gobiernos más fiscalmente conservadores constan también entre los más amenazados por Moscú -o por Washington-. Es el caso de Dinamarca, que sufre un asedio transatlántico por Groenlandia; o Finlandia, que comparte una gigantesca frontera con Rusia y se ve amenazada por las ambiciones expansivas de Putin. Solo los neerlandeses han mostrado reservas explícitas, reclamando que no se produzca «un desequilibrio a favor del sur». A juicio del investigador de la UPF Joan Miró, las puertas abiertas del centro y el norte a gastar como Unión pueden indicar un cambio de dirección sustancial en las finanzas europeas. «Ya sería la segunda vez que se hace: hace muchos años que conseguimos retocar el pacto de estabilidad», comenta Miró, que ve la disposición a federalizar el gasto como una «buena noticia para la Unión Europea».
Sin coordinación
El carácter local del gasto puede llevar a enfrentamientos internos dentro de la UE, según analiza Burguete. «Los estados intentarán que el estímulo económico sea para cada uno de ellos», comenta el investigador. El problema, sin embargo, es que no todos los países tienen una industria militar lo suficientemente fuerte. De hecho, Alemania y Francia concentran la mayoría de los ganadores empresariales, con el Estado español e Italia en el segundo escalón del podio. Para buena parte de la comunidad, pues, la inversión puede acabar generando «demanda para un tercero». En esta clave se observa el impulso de ciertos gobiernos, como el polaco o la misma Moncloa, que han defendido en las últimas reuniones de los ministros de Economía de los 27 una «definición más amplia de gasto en defensa» que permita incluir sectores diversos. Para el investigador del Cidob, esto supone un cambio de paradigma: «no se trata de ampliar el gasto, sino que quizás cosas que antes no eran defensa ahora lo serán». Con un enfoque más amplio, pues, más mercados podrán beneficiarse.
Para Ferrer, el problema del camino que toma la estrategia europea no radica en repartir las ganancias, sino en hacer una inversión coordinada más eficiente. «Los estados europeos ya gastan más en defensa cada año que, por ejemplo, Rusia», critica el experto; que ve problemático que lo hagan «por separado». En este sentido, las cantidades pueden crecer, pero la inversión no funcionará si no está correctamente coordinada; y «es difícil coordinarse con tantas prisas». Así, el economista considera adecuada la aproximación de Bruselas y Berlín de «asumir deuda para defendernos». «Pero hagámoslo bien, con una estrategia conjunta de defensa y seguridad», concluye.